Transición Demográfica en el Siglo XIX

La transición demográfica se define como el paso progresivo de un régimen con fuertes tasas de natalidad y mortalidad a otro de natalidad media y mortalidad baja. Durante el siglo XIX, esta transición se centró en Europa y los países de inmigración europea, situados en zonas templadas, con una escasa influencia en el resto del mundo.

Factores de la Transición Demográfica

A) Descenso de la Natalidad

El descenso de la natalidad fue, por lo común, más lento que el de la mortalidad. Se debió a factores económicos, como crisis agrarias e industriales y el predominio de la pequeña propiedad agrícola, y sociales, como una nueva concepción de la familia, el retroceso de las creencias religiosas y el aumento del nivel de vida. La planificación familiar y el control de natalidad debilitaron la tradicional correlación entre matrimonio y fertilidad, al vincular el número de hijos al problema del consumo y del estatus social. El control de natalidad se difundió más en el siglo XIX, alcanzando antes a las clases sociales medias y altas que a las bajas. Todavía hacia 1900, las tasas de natalidad eran altas en sectores populares. Solo a partir de la Primera Guerra Mundial, al recibir obreros y campesinos instrucción en el frente sobre la utilización de anticonceptivos, el control de nacimientos se volvió general entre los sectores populares.

En este proceso, el siglo XIX contempla el choque de dos corrientes:

  • Malthusianas: defensoras de la restricción de la natalidad.
  • Antimalthusianas: defienden que el fin del matrimonio es la procreación, o fundadas en nuevas ideas políticas y sociales que sostienen que el remedio de la pobreza no es la restricción de la natalidad, sino la transformación económica y social para mejorar las condiciones de vida. Socialistas y comunistas seguían estas ideas, aunque bajo circunstancias concretas aceptasen el control de natalidad.

B) Descenso de la Mortalidad

El descenso de la mortalidad se debió a:

  • Mejoras en la alimentación, por la introducción de nuevos cultivos o mejoras en las técnicas agrícolas y ganaderas que permitieron un incremento de la productividad.
  • Aumento de la riqueza general como consecuencia de la industrialización, urbanización y mejora de las comunicaciones, que facilitó el intercambio y abaratamiento de las mercancías.
  • Introducción de una legislación protectora de los sectores sociales menos favorecidos en la segunda mitad del siglo XIX.
  • Progreso de las condiciones médicas e higiénicas, bien como resultado de trabajos de saneamiento y modernización urbana para eliminar factores nocivos para la salud o de progresos médicos, aminorando la incidencia de epidemias y enfermedades contagiosas.

La mejora de la dieta, la higiene y los sistemas sanitarios permitieron aumentar la esperanza de vida: en Europa occidental, desde los 30 años típicos de la época preindustrial, subió con rapidez hasta los 40 años para alcanzar los 50 a principios del siglo XX. Afectó en distinto grado a grupos de edad y capas sociales:

  • La mortalidad infantil disminuyó con lentitud, en parte debido a los escasos progresos en pediatría y puericultura.
  • Los estratos juveniles y centrales de la población aumentaron de forma considerable sus esperanzas de vida.
  • Hay una disparidad ante la muerte según clases sociales y categorías profesionales. Su ascenso fue menor en los estratos más pobres, sobre todo en las regiones industriales, por su peor alimentación, falta de higiene y asistencia médica en los lugares de trabajo.

Movimientos Migratorios en el Siglo XIX

La simultaneidad de la explosión demográfica y las transformaciones económicas determinó una redistribución geográfica y profesional de la población. La industrialización requirió mano de obra que solía proceder del campo. Al principio graduales y temporales, estos desplazamientos crecieron al reducirse el empleo de mano de obra en el campo y entrar en crisis la artesanía rural y la industria a domicilio a causa de la competencia de las fábricas. El ferrocarril favoreció un desplazamiento masivo de inmigrantes a las ciudades y gestó grandes metrópolis. Este crecimiento de la población urbana fue muy dispar. Se generaron así áreas de expulsión, de escaso dinamismo económico, y áreas de atracción. Las migraciones internas en Europa se entrelazaron con los crecientes movimientos migratorios hacia América del Norte (EE. UU. y Canadá), América del Sur (Argentina, Brasil y Uruguay) y Oceanía (Australia, Nueva Zelanda). Así, en 1821-1914, entre 46 y 51 millones de europeos emigraron a otros continentes, en sus dos terceras partes a EE. UU.

Causas y Consecuencias de la Inmigración

A) Causas de la Inmigración

Predominan los factores de expulsión en el país de origen del inmigrante: cambios estructurales tales como la ruina de la artesanía e industria rural a domicilio por la competencia fabril, la menor necesidad de mano de obra en el campo o la carencia de tierras. También influyen crisis coyunturales, bien económicas –gran hambre en Irlanda (1845-49)– o políticas –guerras o revoluciones (1848)–.

Predominan los factores de atracción en el lugar de destino, destacan:

  • El abaratamiento y mayor rapidez de los transportes marítimos desde mediados del siglo XIX, que permitió la organización de viajes colectivos con el patrocinio de las compañías de navegación.
  • Estímulos de gobiernos u otros organismos mediante subvenciones o préstamos, bien desde el país de acogida por necesitar mano de obra como en el de origen para aliviar un mercado laboral saturado. En general, la opinión pública y privada era favorable a la emigración de los grupos sociales más pobres, lo que promovió la remoción de restricciones estatales a estos flujos migratorios en muchos países emisores. Tras la Primera Guerra Mundial, se fijaron cupos sobre los inmigrantes de la Europa oriental y mediterránea en beneficio de los anglosajones y germánicos.
  • Mayores oportunidades laborales por la disponibilidad de tierras y la existencia de salarios altos.
  • Redes de apoyo e información entre los inmigrantes.

B) Consecuencias de las Migraciones en el Mercado Laboral

La concentración de emigrantes en el grupo de edad de los adultos jóvenes generaba un beneficio a corto plazo a los países receptores y una pérdida a los emisores. Tras soportar los costes de mantenerlos y formarlos, estos países experimentaban una pérdida demográfica, reflejada en el descenso de la tasa de natalidad en muchos países de Europa durante el último cuarto de siglo, y de capital humano. Los principales efectos positivos en los países emisores eran las remesas que enviaban los emigrantes y la disminución de la presión sobre el mercado laboral, que propiciaba el aumento de los salarios nominales, el consumo y la productividad, al menos, de forma temporal. Los países receptores recibían un aporte humano muy valioso por la necesidad de mano de obra y la despoblación del territorio.

El Sistema Monetario del Patrón Oro

La integración de la economía internacional gestada en las últimas décadas del siglo XIX se vio favorecida por dos cambios esenciales en el sistema monetario y financiero internacional:

  1. La adhesión al patrón oro internacional, posible gracias al papel político, monetario y financiero de Gran Bretaña, que lo adoptó en 1816.
  2. La modernización del sistema bancario en la segunda mitad del siglo XIX y la adopción de nuevos mecanismos de crédito.

Existían en los países europeos tres patrones monetarios: monometalismo oro, monometalismo plata y bimetalismo oro-plata. Las ventajas del bimetalismo y la tardía introducción del patrón oro derivan de satisfacer la necesidad creciente de medios de pago ante la insuficiencia de oro y evitar el peligro de deflación. El principal inconveniente del bimetalismo era la necesaria adaptación automática entre el valor legal del oro y de la plata, que era muy difícil al alterarse éste en el mercado por las variaciones de la oferta y la demanda. Empezaba a operar la ley de Gresham: la moneda ligada al metal precioso más abundante, sobrevalorada en su relación legal frente a su valor de mercado, desplaza en las transacciones a la moneda infravalorada en esta relación legal, que se atesora ante la mayor escasez del metal que la compone. Pese a los esfuerzos de los países bimetálicos (Francia, Bélgica, Suiza, Holanda, Italia) a través de la Unión Monetaria Latina –creada en 1865– por mantener este sistema, a partir de las alteraciones iniciadas en 1870 se adoptó de forma general el patrón oro.

Reglas del Patrón Oro

Al ser el oro el medio casi exclusivo de pagos internacionales, la adopción del patrón oro requería ciertas reglas:

  1. La exportación e importación de oro eran libres, hecho que generó que su valor fuera homogéneo entre los países adheridos al sistema.
  2. La moneda de cada país venía definida por cierto peso en oro, que fijaba su paridad legal, precio aceptado por el banco central.
  3. Los billetes eran convertibles en oro y era libre la acuñación de moneda.
  4. Consecuencia de la anterior, la emisión de billetes venía regulada por las reservas de oro existentes en el banco central.
  5. Los tipos de cambio estaban fijados por el peso de oro contenido en cada divisa, moviéndose en unos límites estrechos por encima o debajo de la paridad legal llamados los “puntos” del oro.

Si se producía un déficit en la balanza comercial y la consiguiente salida de oro del país para financiarlo, el descenso de las reservas del banco central provocaba una caída general de los precios. Este descenso generaba un aumento de la competitividad de los productos, crecían las exportaciones y se retornaba así al equilibrio. El papel teórico del banco central consistía en elevar el tipo de interés para acelerar la caída del nivel general de precios y evitar la sangría de reservas de oro, componente fundamental del sistema. El funcionamiento del patrón oro requería una relación armónica entre la balanza comercial y de pagos, que eliminase déficits y superávits continuos. En los países industrializados, el superávit en la balanza de bienes y servicios permitía realizar préstamos e inversiones en el extranjero sin originar déficit en la balanza de pagos. Estas salidas de capital cubrían los déficits de la balanza comercial de otros países. Esta armonía se perderá tras la Primera Guerra Mundial al someterse a fuertes alteraciones los tipos de cambio entre monedas y perderse la confianza en el funcionamiento global del sistema.

Importancia de Gran Bretaña en el Patrón Oro

La verdadera importancia del patrón oro viene dada por su uso por parte de Gran Bretaña en las relaciones económicas internacionales a través de Londres como centro comercial y financiero mundial dado que:

  1. La libra se transformó en la divisa internacional de pagos dotando de estabilidad al sistema.
  2. El dominio del dinero bancario a través del uso de la letra de cambio redujo el uso directo de oro y amplió la oferta monetaria.
  3. La creación de una red multilateral de pagos armonizó los movimientos de capital, servicios y mercancías, así como disminuyó las transferencias de dinero necesarias para su financiación.