Aristóteles: Origen Natural de la Sociedad y el Estado
Aristóteles (384 a. C. – 322 a. C.) es uno de los filósofos y científicos griegos más importantes de la historia. Este texto pertenece a la obra *Política*, escrita por Aristóteles, específicamente al libro 1, capítulo 2. En la obra analizamos tres aspectos: el origen de la ciudad, la finalidad del estado y las formas de gobierno y grupos humanos en la ciudad. Para comprender el pensamiento aristotélico, debemos tener en cuenta que fue alumno de Platón en la Academia durante casi 20 años. Se dice que fue uno de los favoritos de Platón, pero también uno de los mejores críticos del pensamiento platónico.
La tesis principal del texto sostiene que las jerarquías sociales y las relaciones entre individuos tienen un fundamento natural. A diferencia de lo que piensan los sofistas y filósofos como Hobbes, Locke, Rousseau y Kant, Aristóteles argumenta que la sociedad y sus derechos no surgen de un pacto social, sino de la naturaleza misma del ser humano, quien es, por naturaleza, un “animal político” (*zoon politikon*). Según él, la existencia de “jefes por naturaleza” y “esclavos por naturaleza” es inevitable, ya que esta jerarquización está inscrita en nuestra esencia. Además, se menciona que la primera forma de organización social es la “casa” o familia, seguida por la “aldea”, que es una unión de diferentes casas o familias.
Aristóteles emplea el concepto de “naturaleza” para justificar la jerarquía social. Según él, las relaciones entre gobernantes y gobernados, al igual que entre macho y hembra, son naturales y necesarias para el orden de la comunidad. Los gobernantes, dotados de capacidad de razonamiento, deben dirigir, mientras que los súbditos, con habilidades físicas, deben obedecer. Cada individuo en la sociedad, al igual que cualquier ser vivo en la naturaleza, tiene un propósito o *telos*. Al afirmar que “la naturaleza no hace nada con mezquindad”, se refiere a que cada elemento del universo tiene una función específica, incluida la del ser humano. La característica más propia del ser humano es su sociabilidad; por tanto, por naturaleza, algunos tendrán la función de servir y otros la de gobernar. Asimismo, habrá quienes trabajen la madera, como el carpintero, o cuiden las cosechas, como el agricultor.
La tesis principal es que poseemos un rasgo natural vinculado a la sociabilidad humana: el lenguaje o *logos*. Mientras que los animales pueden expresar dolor o placer mediante sonidos básicos, los seres humanos tienen la capacidad de deliberar y dialogar sobre lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo e injusto, es decir, sobre lo bueno y lo malo, que son temas centrales de la ética. Al final del texto, Aristóteles menciona que “la participación comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad”, lo que indica que nuestra capacidad comunicativa nos permite mejorar nuestra vida en sociedad a través de diversas instituciones y formas de organización política naturales.
Según el texto, el ser humano posee dos características naturales: su sociabilidad como *zoon politikon* y su capacidad comunicativa a través de la palabra (*logos*). Estas dos cualidades están íntimamente relacionadas. Aunque existen otros animales sociales, el lenguaje es un rasgo distintivo fundamental que nos diferencia. Para Aristóteles, la palabra es una prueba natural de la sociabilidad humana, ya que su finalidad (*telos*) es comunicarse con los demás, no consigo mismo. El lenguaje se convierte así en la herramienta que utilizamos para evaluar y transformar lo que nos brinda la naturaleza: la sociedad.
Para entender la tesis de este fragmento, debemos recurrir a la terminología de la *Metafísica* de Aristóteles. Según el texto completo, la casa es la primera organización social, seguida por la aldea y luego la ciudad, en un orden cronológico. Sin embargo, Aristóteles afirma que “la ciudad es anterior a la casa” y “a cada uno de nosotros”. ¿Cómo se puede interpretar esto? Utilizando los conceptos de potencia y acto que Aristóteles presenta en su *Metafísica*. En términos simples, cada uno de nosotros es una ciudad en potencia. La ciudad en acto solo se materializa cuando las partes (los individuos) se actualizan plenamente como ciudadanos. Aristóteles sostiene que los seres humanos pasan por diferentes etapas: primero la casa, luego la aldea y finalmente la ciudad. Este orden existe porque cada parte ya tiene, en potencia, la capacidad de formar una ciudad en acto. Por lo tanto, cuando Aristóteles dice que la ciudad es anterior a todo, se refiere a que su estructura está latente dentro de nosotros como potencialidad.
La ciudad representa nuestra finalidad, nuestro *telos* y propósito en todo momento. La vida urbana está presente en nosotros de manera natural, antes de cualquier forma de organización social. Así como el crecimiento físico es nuestro destino, la sociedad también sigue un proceso similar: comienza como una casa y luego se transforma en una aldea, pero su verdadero propósito es convertirse en ciudad. Esto se relaciona con la idea de que, como señala Ross, la naturaleza de las cosas se revela en su destino y no en su origen. La esencia del ser humano no reside en el bebé incapaz de comunicarse, sino en el adulto; de igual manera, la naturaleza de la sociedad no está en la casa o el pueblo con limitada autosuficiencia, sino en la *polis*, que representa el más alto grado de autosuficiencia.
La tesis principal de este fragmento es la relación entre ética y política según Aristóteles. Para él, la política tiene un rol superior a la ética, ya que establece el origen natural de la sociedad y define la sociabilidad del ser humano. Sin embargo, esto no implica que la ética no sea crucial; una ciudad políticamente buena requiere que sus ciudadanos sean éticamente rectos. Aristóteles sostiene que “la justicia es el orden de la comunidad civil”, lo que indica que sin individuos justos, no podríamos formar ninguna comunidad.
En la filosofía de Aristóteles, la relación con el concepto de naturaleza se basa en que el ser humano está naturalmente inclinado a vivir en comunidad, lo que le permite desarrollar su capacidad racional y virtudes. Esta tendencia hacia la comunidad es innata, y la justicia, que regula la convivencia, es un valor natural que surge de la finalidad del ser humano: alcanzar su perfección en la *polis*. Sin sociedad y virtud, el ser humano pierde su esencia, convirtiéndose en un ser peligroso e inmoral. Esto refuerza la idea aristotélica de que la naturaleza guía a cada ser hacia un propósito (*telos*) específico.