Velázquez: Vida y Obra del Pintor de la Corte Española

Primera Etapa Madrileña (1623-1628)

En 1623, Diego Velázquez regresa a Madrid, llamado por el Conde-Duque de Olivares. En esta ocasión, pinta un retrato del rey Felipe IV, quien, complacido con el resultado, lo nombra pintor de cámara. Este nombramiento marca el inicio de una nueva fase en la vida y carrera del artista.

Velázquez se traslada definitivamente a Madrid con su familia, instalándose en palacio, donde dispondrá de vivienda y taller hasta su muerte. A partir de este momento, trabajará exclusivamente para el rey, disfrutando de libertad creativa y una posición privilegiada en la corte. Velázquez llegó a ocupar hasta cuatro cargos palatinos, culminando su ascenso social con la concesión del hábito de caballero de la Orden de Santiago al final de su vida.

La relación entre Velázquez y Felipe IV se estrecha con el tiempo, desarrollando una amistad basada en el respeto mutuo. Este vínculo se traduce en mejoras en las condiciones de vida del pintor: un sueldo más alto, una casa, provisiones y materiales para su trabajo.

En la corte, Velázquez tiene la oportunidad de estudiar las obras de Tiziano y El Veronés en las colecciones reales, lo que influye en su estilo, captando un realismo idealizado.

En 1628, Rubens llega a la corte madrileña. Velázquez lo acompaña durante su estancia, aprendiendo de su uso del color y la luz. Rubens le anima a viajar a Italia para estudiar a los maestros venecianos.

Estilo: Su estilo evoluciona, se aclara y poetiza al conocer la colección veneciana del rey. La pasta pictórica se vuelve más ligera, aunque, en líneas generales, mantiene características de su etapa anterior.

Primer Viaje a Italia (1629-1631)

Este primer viaje a Italia marca un punto de inflexión en la vida y el arte de Velázquez. Durante su estancia, estudia la escultura clásica y a los artistas del Renacimiento. Se ejercita en la pintura de desnudos y experimenta con nuevas formas de utilizar la luz.

El viaje tiene un claro propósito de estudio: visita Roma, Nápoles, Génova, Mantua y Venecia. Velázquez se dedica a trabajar intensamente, rechazando invitaciones que pudieran distraerlo. Además, aprovecha para adquirir una biblioteca de libros técnicos sobre arte.

Es probable que Rubens le aconsejara realizar este viaje, un anhelo compartido por su maestro, Pacheco. Velázquez solicita permiso al rey para ausentarse, presentándolo como una oportunidad para completar su formación.

Viaja en el barco de Ambrosio Spínola, general genovés al servicio de Felipe IV y vencedor de Breda. Es posible que durante el viaje, Velázquez pintara su retrato.

Este viaje supone un cambio definitivo en su estilo. Abandona el tenebrismo de su primera época y su pintura se vuelve más luminosa. La luz ambiental, procedente de varios focos, crea sombras más ligeras y coloreadas. Los fondos se desdibujan y aplica las pinceladas con mayor soltura y valentía.

Segunda Etapa Madrileña (1631-1649)

A su regreso de Italia, se inicia su etapa de madurez, que se extiende durante casi veinte años. Velázquez ha alcanzado una formación artística excepcional. El nacimiento del príncipe Baltasar Carlos, heredero de la corona (quien moriría en 1646, sumiendo a la corona en una crisis dinástica y al rey en una profunda tristeza), y el encargo de su retrato a Velázquez, demuestran el respeto y la confianza que el pintor gozaba en la corte.

Velázquez retoma su actividad en palacio, acumulando cargos cortesanos y realizando numerosos retratos de la familia real. También pinta a los “gentes de placer”: enanos, bufones y otros personajes de la corte, cuyas peculiaridades físicas los convertían en rarezas coleccionadas por los príncipes. Además, realiza obras religiosas y participa en la decoración del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro.

Esta etapa se caracteriza por una mayor productividad y variedad temática: retratos reales (ecuestres y de caza), retratos de miembros de la corte (como los bufones) y temas históricos.

En los primeros años, dirige la decoración del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, donde realiza cinco retratos ecuestres de la familia real.

Segundo Viaje a Italia (1649-1651)

Si para cualquier pintor europeo del siglo XVII viajar a Italia era un sueño, para un pintor español, regresar por segunda vez era algo excepcional. Velázquez consigue volver a Italia, esta vez no como viaje de estudios, sino con un encargo de Felipe IV: adquirir obras de arte para decorar el Alcázar de Madrid, que estaba siendo reformado. Velázquez convence al rey para que lo envíe a Italia a buscar obras de Tiziano, Veronés, Rafael y esculturas clásicas.

Durante 1649, viaja por Italia: Génova, Milán, Venecia, Florencia y Roma, donde se establece durante todo el año 1650. En esta ocasión, es recibido como un gran maestro y se siente cómodo en la capital de las artes, a pesar del ambiente más austero impuesto por el papa Inocencio X. En la Roma de la época, el creciente mercado del arte permitía a los artistas talentosos trabajar de forma independiente, sin la tutela de mecenas.

Por esta razón, Velázquez tarda en regresar a España. Lo hace después de más de dos años y tras varias cartas de Felipe IV, impaciente por su vuelta. Velázquez, además de disfrutar de un ambiente excepcional para un pintor, se encuentra en plenitud de sus facultades pictóricas y no teme compararse con ningún artista en Roma, donde es apreciado y respetado.

Después de este segundo viaje a Italia, Felipe IV lo nombra Aposentador Mayor de Palacio en 1652, encargándose de la remodelación del palacio. Alcanza su etapa de mayor madurez y esplendor, siendo considerado, en palabras de Manet, “el pintor de pintores”.

En 1659, jura su título de caballero de la Orden de Santiago, otorgado por el rey a pesar de no ser noble.

En 1660, viaja a Fuenterrabía para organizar la boda de la infanta María Teresa con Luis XIV de Francia. Regresa agotado a Madrid, donde fallece a los pocos días. Es enterrado con el hábito de Caballero de la Orden de Santiago.

Tercera Etapa Madrileña (1651-1660)

Esta última etapa corresponde a los años posteriores a su segundo viaje a Italia y se caracteriza por la culminación de su estilo y la creación de sus obras maestras.