Capítulo 4: La Iglesia y la Universidad

En la Edad Media, se debe a este período uno de los principales logros de la Civilización occidental: el sistema Universitario. La Universidad fue un fenómeno enteramente nuevo en la historia de Europa (ni en Grecia ni en Roma había existido nada similar). La Institución que hoy conocemos, con sus facultades, programas, exámenes y títulos, procede directamente del mundo medieval. Según el historiador Lowrie Daly, la Iglesia desarrolló el sistema universitario porque era «la única institución en Europa que mostraba un interés riguroso por la conservación y el cultivo del conocimiento». Se desconoce la fecha exacta de la aparición de las universidades en París, Bolonia, Oxford y Cambridge, pues su existencia es fruto de un proceso sostenido a lo largo del cual las dos primeras comenzaron como escuelas catedralicias y las segundas como reuniones informales de maestros y estudiantes.

Para identificar como universidad un centro de enseñanza medieval atendemos a una serie de características. Contaba además con programas académicos bien definidos, que duraban un número de años más o menos fijo y garantizaban la obtención de ciertos diplomas. La obtención del título de «maestro» permitía a quienes lo ostentaban el acceso al gremio de docentes, tal como un maestro artesano se incorporaba al gremio de su correspondiente oficio. Era frecuente que las universidades lucharan con la autoridad exterior para alcanzar su autogobierno, además de su reconocimiento legal como corporaciones. La concesión de una cédula pontificia a las Universidades es, naturalmente, un indicio de esta importante función papal. En la época de la Reforma existían ochenta y una universidades en Europa. Treinta y tres de éstas se hallaban en posesión de una cédula pontificia, quince habían recibido una cédula real o Imperial, veinte gozaban de ambas acreditaciones y trece carecían de ellas. Era una idea comúnmente aceptada que las universidades no podían otorgar títulos sin la aprobación del Papa, del rey o del Emperador. (El Pontífice, de facto, y el Emperador, en teoría, ejercían la autoridad en toda la Cristiandad, de ahí que las universidades hubieran de dirigirse a ellos para solicitar el derecho de otorgar titulaciones y una vez con su autorización, sus titulaciones eran reconocidas en todo el mundo cristiano).

Un somero repaso a la historia de las universidades en la Edad Media revela que los conflictos entre la universidad y el pueblo o el gobierno de la zona no eran infrecuentes. La población local se mostraba a menudo ambivalente con respecto a los estudiantes universitarios; por un lado, la universidad era sumamente beneficiosa para los comerciantes y para la economía en general, puesto que los estudiantes tenían dinero para gastar; sin embargo, los universitarios también eran irresponsables y poco disciplinados (a los habitantes de las ciudades donde se establecieron las universidades medievales les encantaba el dinero, pero detestaban a los estudiantes). Así las cosas, era habitual que alumnos y profesores se quejaran de «los abusos de la población local, el mal trato de la policía, la privación de lo que hoy llamaríamos un correcto procedimiento legal y las estafas en cuanto a rentas, alimentos y libros». En este contexto, la Iglesia proporcionaba a los estudiantes una protección especial, al concederles lo que se conocía como **beneficio del clero**.

El clero gozaba en la Europa medieval de un estatuto jurídico especial: ponerle la mano a un clérigo se consideraba un delito extraordinariamente grave, y los clérigos tenían derecho a exigir que sus causas fueran juzgadas por un tribunal eclesiástico, en lugar de civil. En su condición de clérigos o aspirantes al clero, los universitarios disfrutaban también de estas prerrogativas. (Felipe Augusto de Francia otorgó y ratificó estos privilegios a los estudiantes de la Universidad de París).

Tal como hoy lo conocemos en las instituciones universitarias. Ninguna otra institución hizo más por difundir el conocimiento, dentro y fuera de las universidades, que la Iglesia católica. Las universidades medievales se distinguían en ciertos aspectos fundamentales de las universidades modernas. Inicialmente, la Universidad carecía de un edificio o un campus propio. Más que un lugar determinado, la Universidad estaba formada por el cuerpo docente y los estudiantes. Las conferencias se impartían en las catedrales o en salas privadas. Tampoco había bibliotecas.

Vida Académica

Determinados centros de enseñanza destacaron entonces en algunas materias, Bolonia en leyes y París en teología y en artes. El artista (estudiante de artes liberales) y el alumno que aún no había obtenido su titulación, asistía a conferencias, participaba en los debates que se organizaban en las aulas y escuchaba los debates formales entablados por otros. Con el paso del tiempo, las preguntas desplazaron en lo esencial a los comentarios. Aquí se encuentra el origen del método de razonamiento **escolástico**, como el que hallamos en la *Summa Theologiae* de Santo Tomás de Aquino. Este tipo de preguntas se formulaban en el curso de un debate ordinario.

El procedimiento para la obtención de la licenciatura no se presta a generalizaciones, el alumno recibía una licencia oficial. La persona que obtenía su licenciatura en Santa Genoveva, se arrodillaba delante del vicecanciller, quien decía: Por la autoridad que me han concedido los apóstoles Pedro y Pablo, yo te otorgo la licencia para impartir clases, leer, debatir, dirimir y ejercer cualesquiera otras actividades escolásticas y docentes, tanto en la facultad de artes de París como en otros lugares, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.