Ética de Hume y Aristóteles: Emotivismo Moral, Felicidad y Virtud
Ética de Hume: Emotivismo Moral y el Papel de la Razón
La ética de Hume es un emotivismo moral, pues basa la moral en la emoción y el sentimiento. Limita el papel de la razón en la moral y el conocimiento, acorde con su empirismo. La razón solo domina en las relaciones de ideas (Lógica y Matemáticas), mientras que en las cuestiones de hecho (ciencias y afirmaciones sobre la naturaleza), la clave es la conexión necesaria o causa-efecto, que surge de impresiones sensibles, la costumbre y la creencia en la regularidad de la naturaleza.
Hume analiza especialmente el fundamento de los juicios morales, con los cuales calificamos como “buenos” o “malos” determinados actos. Según Hume, no hay ningún razonamiento que sea el fundamento de tales juicios (enfoque racionalista). Si analizamos una acción que nuestro juicio calificaría sin duda como “moralmente mala”, lo único que percibimos es desaprobación. Hume sostiene que la razón no puede determinar lo moral, ya que las afirmaciones sobre valores no son verdaderas ni falsas, solo los hechos pueden serlo. Compara la moral con la estética: llamamos “bello” a lo que nos genera placer, pero la belleza no es una cualidad objetiva. Del mismo modo, los actos no son objetivamente buenos o malos, sino que los juzgamos según el sentimiento de aprobación o desaprobación que nos provocan.
Por otro lado, observa que es muy frecuente la coincidencia a la hora de juzgar los mismos actos por la existencia de un sentimiento común presente en la naturaleza humana: la “compasión” o “simpatía”, por lo cual sentimos desaprobación con el sufrimiento y experimentamos agrado ante lo que proporciona bienestar. Hume comparte con Rousseau la idea de una natural “bondad humana”, que nos hace sentir como buenos los actos que evitan el sufrimiento ajeno. Sin embargo, reconoce que este sentimiento no siempre se manifiesta. Para que lo haga y guíe nuestras acciones, es necesaria la imparcialidad, es decir, superar los intereses egoístas y actuar en favor de la utilidad social, buscando el bien común.
Hume sostiene que, aunque la razón no fundamenta la moral, sí tiene un papel complementario. Afirma que “la razón es esclava de las pasiones”, ya que es el sentimiento de compasión humana lo que impulsa la valoración moral y el deseo de ayudar. Sin embargo, para que este impulso sea eficaz, la razón debe guiarlo, indicando los mejores medios para ejercer la simpatía de forma adecuada.
Ética Aristotélica: Teleología, Eudaimonia y Virtud
La ética aristotélica es teleológica y eudemonista, es decir, concibe la felicidad (eudaimonia) como el bien supremo al que el ser humano puede acceder mediante sus actos. La felicidad es el único fin de la existencia humana, y se consigue alcanzando la excelencia.
La excelencia humana consiste en el desarrollo de lo que constituye su esencia; cualquier ser, al cambiar, “persigue” como meta realizar lo que forma parte de su esencia. De igual modo, el ser humano puede descubrir su plenitud y felicidad a través de la perfección, durante toda la vida, mediante la vida intelectual. Esta vida es contemplativa, implica aplicar el intelecto en nuestros actos, desarrollando la virtud. Por último, la felicidad también incluye el disfrute moderado de los bienes necesarios.
La virtud, por su valor intrínseco, constituye un extremo de perfección y excelencia que se puede conseguir en dos planos diferentes: las virtudes intelectuales o dianoéticas incluyen la sabiduría y la prudencia; el ser humano debe dedicarse a la vida contemplativa y a la actividad intelectual. Por otro lado, las virtudes éticas, constan de la valentía, la templanza y la justicia, se logran mediante el esfuerzo y la práctica de manera habitual según un término medio.
Por último, cabe destacar que el marco de la ética de Aristóteles son las polis, porque concibe el bien colectivo como algo mucho más importante que la felicidad individual. Las polis hacen posible el desarrollo intelectual humano, necesario para la felicidad y la virtud; solo al realizarse como ciudadano el hombre puede llegar a alcanzar la plenitud.
Teoría Sociopolítica en Aristóteles: El Hombre como Animal Social
La teoría sociopolítica en Aristóteles resume sus principios en la frase de “el hombre es sociable por naturaleza”. Para Aristóteles, la vida en sociedad es una necesidad natural.
Aristóteles concibe al humano como un animal social que necesita la vida en sociedad para realizarse como ser humano. El hombre tiende a la sociabilidad porque no es autosuficiente; la persona que no tiene esta tendencia natural se considera una bestia o un dios. El hombre ha sido dotado de lenguaje verbal para expresar justicia y moralidad, lo cual solo tiene sentido en la vida social.
El ser humano se agrupa de forma natural en familias y aldeas para vivir. Sin embargo, el hombre necesita una vida social para “autorrealizarse” por completo como ser humano, y esto solo es posible en las polis. Son la unidad políticamente perfecta donde la vida en sociedad se basa en la razón, la ética y la política. También permite el bienestar, además de la supervivencia.