Higienismo

El higienismo se fundaba en la convicción de que comer bien, vivir en un ambiente limpio y ordenado, y eliminar las fuentes conocidas de patologías, según las reglas científicas, eran prácticas que por sí solas podían alejar las enfermedades. La “higiene” conduciría a la salud física y mental de las personas. El higienismo favoreció una serie de prácticas públicas que efectivamente modernizaron la sociedad y crearon los presupuestos para el alargamiento de la vida y la prevención de aquellas enfermedades que dependían en buena medida de las malas costumbres. Una de las grandes batallas higienistas se libró en favor de la cremación.

El higienismo se basa en que si las personas cuidan su higiene personal y la del ambiente en el que viven, teniendo una buena alimentación, favorecen la salud física y mental. (En un barrio pobre, niños que no estaban aseados, etc.) Teniendo en cuenta estas condiciones en las que se trabajó por primera vez, era importante enseñar unas bases o normas de higiene para prevenir enfermedades y así tener un correcto desarrollo tanto físico como mental.

La antropología montessoriana se planteaba, pues, como ciencia situada entre las tradicionales instancias clasificadoras y descriptivas y las instancias “higienistas” y sociales que caracterizaban la cultura y el contexto político en el que se había formado la estudiosa. La Universidad de Roma La Sapienza era uno de los centros de estudios más influidos por el higienismo. Angelo Celli, con quien había estudiado María Montessori, era el responsable de la enseñanza de Higiene, además de un político muy activo.

El higienismo fue la base también de otra experiencia paradigmática de principios del siglo XX, que promovió las Escuelas para los campesinos del agro romano y de los terrenos cenagosos pontinos. Aunque María Montessori no tuvo un papel activo en esta experiencia, las Escuelas rurales del agro romano anticipaban e iban paralelas a las experiencias de las Casas de los Niños; sobre todo, para nosotros son un modelo útil para comprender cuál era el contexto en el que se movía María.

Pedagogía Libertaria

Se trata de una corriente de pensamiento pedagógico desarrollada por algunos intelectuales anarquistas, republicanos y socialistas que crearon una escuela no represiva basada en la transmisión crítica del saber. El exponente más importante de la pedagogía libertaria fue el español Francisco Ferrer y Guardia, fundador en 1901 de la Escuela Moderna de Barcelona. En general, los pedagogos libertarios (Francisco Ferrer, Sébastien Faure, Lev Tolstoi, Louise Michel, Elizabeth e Alexis Ferm, etc.) consideraban que la educación controlada por el Estado estaba encaminada a formar ciudadanos acostumbrados a ser gobernados y a sostener valores incluso contrarios a sus propios intereses, de cara a la creación de ciudadanos sometidos a un poder político, de valores y económicos propios de un sistema de explotación y sumisión de las masas populares. La pedagogía libertaria jugó un papel central en la difusión de la educación popular y del saber crítico.

La educación montessoriana muestra también, sin duda, raíces libertarias que se pusieron de manifiesto cuando María y Mario Montessori colaboraron con el gobierno republicano español. Se caracteriza porque cada uno desarrolle su propio pensamiento y así no sean ciudadanos sometidos. Si se identifica con la pedagogía libertaria ya que María le daba libertad a los niños para elegir el material y actividad que quisieran ellos hacer, pero esta libertad estaba dentro de unas normas y límites, ya que Montessori era quien guiaba el proceso de aprendizaje.

La pedagogía montessoriana se estaba afirmando como una perspectiva laica y progresista, y tratar de cambiar la sociedad por medio de una pedagogía de este tipo se había revelado ya una tarea arriesgada; recordemos que en 1909 Ferrer fue fusilado por haber tratado de educar a los hijos del pueblo con una pedagogía libertaria y positivista. Por otra parte, la pedagogía montessoriana, incluso cuando se aplicaba implementando “cánones” católicos en la educación de las Casas de los Niños de las hermanas franciscanas, se la veía igualmente sospechosa por culpa de las influencias que sobre su inventora habían tenido las ideas positivistas, laicas, modernistas y teosóficas.

La idea montessoriana más difícil de aceptar por los estudiosos de su tiempo, tanto de los americanos como de los católicos e idealistas, atañía a esa visión optimista y autorregulatoria de la que sería portador el niño, que para desarrollarse no precisaría ni castigos ni constricciones, sino una presencia no directiva para provocar un proceso autoeducativo y un desarrollo disciplinado; una especie de pedagogía de la libertad, con la maestra que, de observadora del proceso, practicaba técnicas para el desarrollo de tendencias autónomas de la disciplina.

La pedagogía montessoriana como una educación optimista, libertaria e individualista.