La alianza hispano-francesa y la influencia de Napoleón

La alianza hispano-francesa al final del reinado de Carlos IV se tradujo en una gran influencia del emperador francés Napoleón en la política española. Prueba de ello fue el Tratado de Fontainebleau, firmado en 1807, por el que se permitía la entrada en España del ejército francés con el pretexto de atacar Portugal para debilitar a Gran Bretaña. Mientras las tropas napoleónicas se adentraban en España, el 19 de marzo de 1808 se produjo el episodio clave de la crisis de la monarquía: el motín de Aranjuez. En él, soldados, campesinos y sirvientes del palacio, apoyados por los sectores afines al príncipe Fernando, provocaron la caída de Godoy y obligaron a Carlos IV a abdicar en favor de su hijo. Paralelamente, tropas francesas al mando del general Murat entraban en Madrid. Napoleón convenció a Carlos IV y a Fernando VII para que viajaran a Bayona con el fin de resolver sus diferencias. Una vez allí, les obligó a traspasarle el trono mediante las Abdicaciones de Bayona, a su hermano José Bonaparte. Solamente un pequeño grupo de ilustrados españoles, los afrancesados, apoyaron a José I, rechazado por la inmensa mayoría de los españoles.

El Estatuto de Bayona

Como base legal del nuevo reinado, Napoleón otorgó un documento, a modo de Constitución, denominado Estatuto de Bayona en 1808. Se trataba de una carta otorgada sobre la base jurídica de la monarquía bonapartista en España, que reunía las siguientes características:

  • Amplio poder del rey: Los poderes ejecutivo y legislativo residían en el rey, que estaba obligado a comunicar sus propuestas a las cámaras legislativas, que tenían un carácter consultivo.
  • Cuerpo legislativo bicameral: Compuesto por las Cortes, organizadas por estamentos elegidos mediante un sufragio muy restringido, y el Senado, que era el garante de las libertades individuales.
  • Reformas económicas: Entre ellas, la supresión de determinados privilegios, la prohibición de amortizar nuevas tierras, una limitada venta de tierras de la Iglesia o la libertad de industria y comercio.
  • Reconocimiento de derechos y libertades: Aunque no estaban sistematizados, sí se reconocían algunos, como la libertad de imprenta. Se establecía, además, la unidad de códigos, tomados del modelo francés.

Por su parte, los absolutistas forman las juntas locales y provinciales, que fue un acto de soberanía popular como alternativa a la legalidad establecida en Bayona. Estaban compuestas por nobles, oligarcas locales y grupos mercantiles, que se unieron contra los franceses, en defensa del rey y la independencia de España. Para conseguir apoyo económico y militar de Gran Bretaña, haría falta un gobierno unificado, por lo tanto, se lleva a cabo la creación de la Junta General Suprema Gubernativa del Reino, presidida por el conde de Floridablanca. Por su parte, la Iglesia, como única institución capaz de llegar a todo el país, influyó en su doctrina para convencer al pueblo de que debía colaborar en la guerra contra Francia, que fue calificada de cruzada, e impedir los movimientos revolucionarios.

Guerra de la Independencia Española

Desarrollo de la Guerra

El recelo contra los franceses estalló en un violento levantamiento popular contra las tropas napoleónicas en Madrid, el 2 de mayo de 1808. El levantamiento madrileño, en el que participaron los oficiales españoles Luis Daoiz y Velarde, fue aplastado, pero logró contagiarse a otras ciudades, dando inicio a la Guerra de la Independencia.

Fases de la Guerra de la Independencia

  1. Primera fase (1808): En un principio, se formaron juntas provinciales de defensa, cuyo objetivo principal era organizar la lucha contra el invasor. Los franceses, sorprendidos por el levantamiento generalizado, intentaron imponerse con la fuerza de su poderosa maquinaria militar. Pero cuando el general Dupont quiso atravesar Andalucía fue derrotado por un ejército español, al mando del general Castaños, en la batalla de Bailén en 1808. La victoria napoleónica en la batalla de Somosierra permitió que en pocas semanas José I regresara a Madrid y la Junta General Suprema se viera obligada a huir a Sevilla y después a Cádiz.
  2. Segunda fase (1808-1812): Tras los reveses iniciales, Napoleón acudió personalmente a la Península, derrotando a las tropas españolas y entrando en Madrid. Los ejércitos del emperador fueron extendiéndose, ocupando las principales poblaciones. Algunas ciudades opusieron resistencia, destacando los heroicos asedios de Zaragoza y Gerona. Aunque llegaron a dominar en las ciudades, los franceses nunca pudieron imponerse en el conjunto de la España rural, donde tuvieron que sufrir el constante acoso de la guerrilla (grupos formados por antiguos soldados, voluntarios civiles y hasta bandoleros) que atacaban a las tropas francesas por sorpresa en acciones rápidas, valiéndose del conocimiento del terreno y de la ayuda de la población civil. Entre los guerrilleros destacaron El Empecinado y Espoz y Mina, que eran liberales, y, en cuanto a los absolutistas, destacó el Cura Merino.
  3. Tercera fase (1812-1814): En 1812, las operaciones dieron un giro definitivo, ya que Napoleón necesitaba las tropas en el frente de Rusia y esto llevó a los franceses a trasladar soldados. En julio de 1812, el general Wellington, al frente de las tropas británicas, portuguesas y españolas, a las que se unieron partidas guerrilleras, derrotó a los franceses en Arapiles (Salamanca), los expulsó de Andalucía y entró en Madrid, lo cual obligó a José I a huir. Finalmente, la derrota de Napoleón en Leipzig (Alemania) en 1813, en su guerra europea, hizo que en diciembre de ese mismo año, firmara con Fernando VII el Tratado de Valençay por el que el monarca español recuperó la Corona y Francia aceptó abandonar España.