Poesía Española: Del Franquismo a la Democracia, Evolución y Tendencias
La Poesía Española: Un Viaje desde el Franquismo hasta la Democracia
La Guerra Civil dejó un panorama desolador en las letras españolas, un páramo cultural. La rica efervescencia cultural de los años 30 dio paso a unos duros años en los que los mejores autores estaban muertos (Lorca, Unamuno, Valle-Inclán), exiliados (Alberti, Guillén, Cernuda, León Felipe…) o en el denominado exilio interior (Aleixandre). A esa dolorosa ruptura hay que sumar el aislamiento internacional en que nos sumergimos y la censura, no tan férrea en el caso de la poesía como en otros géneros, que impuso una limitación temática e ideológica en las publicaciones.
El Exilio y la Nostalgia
En el exilio, por tanto, siguieron produciendo muchos de los escritores previos, como los de la Generación del 27, a los que podemos sumar otros nombres como León Felipe o Pedro Garfias. En esta poesía se aprecia la evocación de la España perdida, el recuerdo de la Guerra Civil, el deseo de recuperar el pasado, la nostalgia y la experiencia del destierro.
Poesía en la España de Posguerra
Por su parte, en España, en estos primeros años 40 dominó una tendencia poética conocida como poesía arraigada. Sus escritores, proclives en principio a la causa nacional, practicaban formas métricas clásicas y mostraban una visión optimista y esperanzada del mundo. Estos poetas se aglutinaron en torno a las revistas Garcilaso y Escorial. A este grupo pertenecen autores como Luis Rosales (La casa encendida), Dionisio Ridruejo (Poesía en armas) o José García Nieto. Pero en 1944 se publicó Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, que dio lugar a una corriente de poesía denominada “desarraigada”, que inició una vertiente más crítica con la realidad, porque los escritores mostraron su disconformidad con la realidad circundante. El verso libre, las imprecaciones a Dios y un tono desesperado fueron sus rasgos más llamativos, con los que buscaron expresar una angustia existencial. Poetas desarraigados fueron también todos los publicados en la revista Espadaña, publicación que promovía que el poeta expresara problemas y circunstancias vitales reales. No obstante, en esa década también aparecieron otros grupos poéticos diferentes, como el Postismo o Cántico.
La Poesía Social de los Años 50
Esa tendencia crítica con la realidad iniciada por la poesía desarraigada dio paso a una importante corriente que se inició en los años 50, la llamada “poesía social”, con tres autores destacados: Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro. Sus autores concibieron la poesía como un instrumento para la denuncia y el compromiso, una herramienta para transformar el mundo y despertar las conciencias ante la Historia. Fue una poesía dirigida al pueblo, “a la inmensa mayoría”, en palabras de Blas de Otero, “un arma cargada de futuro”, que decía Gabriel Celaya. Cultivaron, por lo tanto, un lenguaje claro, unas formas accesibles, un mensaje nítido. Era, por tanto, una poesía de lenguaje sencillo y poco retórica, destinada a un público de masas.
La Generación de los 50: Intimidad y Reflexión
Esta poesía, que dominó el panorama literario unos años, fue perdiendo vigencia al final de la década. Fue entonces cuando surgió una nueva generación, al principio inserta en la estética de la poesía social, pero que pronto derivó en un tono más íntimo. La poesía que se entendía como un mero acto de comunicación pasó a ser un ejercicio de conocimiento, como una experiencia personal del poeta. El lenguaje fue más elaborado y se huyó del prosaísmo de la poesía anterior. Hablamos de autores como Ángel González, Francisco Brines, Antonio Gamoneda, Jaime Gil de Biedma (Las personas del verbo) -probablemente el más influyente de todos-, Claudio Rodríguez (Don de la ebriedad), y José Ángel Valente. Estos poetas, además de una sincera amistad, compartieron algunos rasgos: tono conversacional, presencia de anécdotas cotidianas de las que supieron hacer surgir temas universales, y sobre todo una actitud moral ante la poesía.
Los Novísimos: Ruptura y Vanguardia
Hacia finales de los 60, sin embargo, surgió otro grupo de poetas que supuso un giro radical respecto de la generación anterior. Fueron conocidos como “los novísimos”, debido a la antología de José María Castellet, Nueve novísimos poetas españoles, que mostró la producción de este grupo. Estos poetas mostraron un sesgo culturalista, dado su elevado conocimiento literario, el desdén por la poesía moral de la generación anterior, una vuelta a la experimentación vanguardista, que se tradujo en unos textos más herméticos y difíciles, el cosmopolitismo de sus fuentes, pues tomaron elementos de poetas contemporáneos y de la sociedad de consumo. Probablemente el más destacado del grupo fue Pere Gimferrer, con el poemario La muerte en Beverly Hills, pero cabe destacar otros nombres como Guillermo Carnero, Manuel Vázquez Montalbán o Leopoldo María Panero.
Diversidad Poética en la Democracia
A partir de aquí, las últimas décadas, con la llegada de la democracia, mostraron una variedad de tendencias difícil de encasillar. Así, encontramos:
- Poesía esteticista
- Poesía minimalista o del silencio
- Poesía neosurrealista
- Poesía intimista o de la experiencia
Fue precisamente esta última la que mayor vigencia tuvo durante la década de los ochenta, con poetas como Luis García Montero o Luis Alberto de Cuenca. Entre los rasgos de esta tendencia cabe señalar una vuelta a la métrica tradicional (abandonando el experimentalismo de los novísimos), una temática urbana expresada en un lenguaje coloquial, la reivindicación de la intimidad y recuperación de poetas anteriores como Gil de Biedma, así como el uso del humor, el pastiche y la parodia. Además, fue determinante la presencia de voces femeninas en la poesía, como Blanca Andreu o Almudena Guzmán.
Conclusión: Reconstruyendo el Panorama Cultural
En definitiva, se trató de un panorama muy interesante que abarcó el largo y casi siempre penoso periodo dominado por el Franquismo y luego la democracia en el que surgieron sucesivos grupos de poetas con estéticas muy personales que fueron lentamente reconstruyendo el desmoronado panorama cultural que había dejado tras de sí la contienda, donde se perdió el esplendor cultural de la Segunda República.