El realismo literario: concepto y rasgos principales

A mediados del siglo XIX surge una nueva corriente cultural y literaria en respuesta al agotamiento del Romanticismo. El Realismo deja de lado la subjetividad romántica para centrarse en la representación fiel de la realidad social. Este movimiento está vinculado a las tensiones entre la burguesía, que domina la sociedad, y la clase obrera, que lucha por mejorar sus condiciones mediante la creación de sindicatos. Además, se ve influenciado por distintas corrientes filosóficas y sociológicas, como el Positivismo de Comte, el Marxismo y la teoría de la evolución de Darwin, que transforman el pensamiento y la estructura social de la época.

El Realismo nace en Francia con autores como Balzac y Stendhal, quien afirma que “la novela es un espejo que se pasea a lo largo del camino”. Sus primeras novelas realistas aparecen en torno a 1830, y con el tiempo, el movimiento se extiende y triunfa en toda Europa. La novela se convierte en su principal manifestación literaria, viviendo en este periodo una auténtica edad de oro.

En España, el Realismo se inicia en 1868, coincidiendo con la Revolución de la Gloriosa, que derroca a Isabel II. En 1870, Benito Pérez Galdós publica La fontana de oro, considerada la primera novela realista española. Con el paso del tiempo, los elementos naturalistas van cobrando cada vez más relevancia dentro de este movimiento.

Las características del Realismo coinciden con las propias de la novela, ya que este género resulta el más adecuado para examinar, representar y comprender la sociedad. Se distingue por su postura crítica ante los problemas sociales, buscando evidenciarlos e incluso transformarlos. Sus temáticas giran en torno a situaciones y conflictos contemporáneos, con especial énfasis en la clase media. Además, el Realismo se preocupa por crear atmósferas creíbles y entornos detalladamente descritos, que reflejan fielmente la vida de los personajes. Estos, a su vez, se presentan con rasgos verosímiles, tanto en su interacción con los demás como en sus dilemas internos. La novela realista se convierte así en un reflejo de la vida humana, con toda su diversidad y contrastes, donde el escritor expone su visión del mundo y sus convicciones éticas.

Desde el punto de vista narrativo, el Realismo emplea diversas técnicas para garantizar la fidelidad en la representación de los hechos. La observación minuciosa de la realidad es fundamental, ya que permite al autor documentarse con precisión antes de escribir. Se enfatiza la descripción detallada tanto del entorno como de los personajes, para dotar a la historia de mayor autenticidad. La narración suele estar en tercera persona, con un narrador omnisciente que expone con objetividad los acontecimientos y comportamientos de los protagonistas. Además, se opta por un lenguaje claro y sencillo, adaptado a la forma de hablar de los distintos estratos sociales, con el fin de facilitar la comprensión del lector.

Por otro lado, el Naturalismo, impulsado por Émile Zola, surge como una vertiente más extrema del Realismo. Se apoya en la democracia, en los métodos experimentales de Claude Bernard y en las teorías de la herencia de Darwin, proponiendo una visión determinista y materialista de la existencia humana. Se centra en explorar los aspectos más sombríos de la sociedad, retratando ambientes marginales y personajes marcados por problemas como el alcoholismo, enfermedades mentales y taras hereditarias.


Benito Pérez Galdós: La novela realista española

Benito Pérez Galdós (1843-1920) nació en Las Palmas de Gran Canaria. Se trasladó a Madrid para estudiar derecho, pero dejó los estudios para dedicarse por completo a la literatura. Recorrió varios países europeos y participó activamente en política, lo que afectó negativamente su carrera literaria. Su candidatura al Premio Nobel fue boicoteada y no logró ingresar en la Real Academia Española hasta 1894. En sus últimos años sufrió dificultades económicas.

Es, sin duda, la figura más destacada del realismo español. Su producción novelística es extensa y densa, sin parangón en la literatura española, y ofrece un testimonio crítico y tolerante de los conflictos y la vida de su época.

Su narrativa se divide en varias etapas. En primer lugar, los Episodios Nacionales, un conjunto de 46 novelas históricas organizadas en cinco series que relatan la historia de España del siglo XIX, desde la batalla de Trafalgar hasta la Restauración, combinando hechos reales con personajes ficticios.

Dentro de sus novelas, se pueden distinguir tres grupos. En las novelas de tesis, Galdós combate el fanatismo y el caciquismo, presentando a los liberales como héroes. Ejemplos de este tipo de novelas son El audaz, La familia de León Roch y Doña Perfecta. Luego, en sus novelas contemporáneas, se centra en la vida madrileña y en las diferentes clases sociales con una perspectiva objetiva. Algunas de sus obras más destacadas en esta línea son La desheredada, El amigo Manso, Fortunata y Jacinta, Miau, Tormento, La de Bringas y Tristana. Posteriormente, en la década de 1890, evolucionó hacia novelas espirituales y simbólicas, donde profundiza en la psicología de los personajes y explora valores morales e ideales. Estas novelas, que introducen el monólogo interior y elementos fantásticos, incluyen títulos como Torquemada, Nazarín, El abuelo y Misericordia.

Además de novelista, Galdós incursionó en el teatro. Su primera obra fue la adaptación de su novela Realidad, y en total escribió una veintena de piezas teatrales. Entre ellas destaca Electra, que generó un gran impacto social. Fue un innovador del teatro español tanto por el lenguaje como por los temas que abordó.

Por otro lado, Leopoldo Alas “Clarín” (1852-1901) nació en Zamora, aunque su vida estuvo estrechamente ligada a Oviedo, donde trabajó como profesor universitario, periodista, pensador y crítico literario con gran reputación y temida influencia. Desde una posición progresista y liberal, defendió una literatura comprometida y denunció problemas como la corrupción política, el caciquismo y la superstición.

Entre sus escritos destacan sus artículos recopilados en Solos de Clarín y Palique, así como relatos cortos como Pipa, Adiós, Cordera y Doña Berta. En el ámbito novelístico, sobresale con La Regenta y Su único hijo.

La Regenta es considerada una de las mejores novelas de la literatura española. Narra la historia del adulterio de Ana Ozores, pero el verdadero protagonista es Vetusta, una ciudad marcada por el fanatismo, la hipocresía y una atmósfera opresiva. La obra retrata el poder de la iglesia, la envidia, la ambición y la mediocridad social.

En cuanto a su estilo, combina elementos del realismo y el naturalismo e incorpora innovaciones narrativas como el flashback y el estilo indirecto libre, características que la convierten en una obra adelantada a su tiempo.


El Modernismo: definición y características

A comienzos del siglo XX, la literatura española experimenta una renovación profunda, dando lugar a dos movimientos fundamentales: el Modernismo y la Generación del 98. El Modernismo es una corriente estética que recoge las tendencias artísticas innovadoras de la Europa de fin de siglo y deja su huella en todos los géneros literarios, especialmente en la poesía. Su propósito principal es transformar el arte mediante una renovación del lenguaje y la estética.

Este movimiento surge con el nicaragüense Rubén Darío, quien establece sus rasgos esenciales. Entre ellos destaca el cosmopolitismo, con una fuerte influencia de las corrientes francesas del Parnasianismo, que busca la perfección formal, y el Simbolismo, que concibe el arte como una vía para acceder a una realidad más profunda. La belleza es el eje central del Modernismo, y tanto los temas como los recursos literarios están orientados a su creación, utilizando un lenguaje exuberante y lleno de figuras retóricas.

La sensorialidad juega un papel clave, recurriendo a efectos literarios y sonoros como la adjetivación colorista, el léxico refinado, las sinestesias, las aliteraciones y los ritmos marcados. Además, introduce innovaciones métricas, como el uso de versos poco frecuentes, entre ellos el alejandrino y el eneasílabo, así como la adopción ocasional del verso libre y el verso blanco. Se aprecia también un gusto por lo inusual, con vocablos extraños, combinaciones sorprendentes de significados y símbolos que generan conexiones inesperadas.

El Modernismo oscila entre dos actitudes opuestas: por un lado, el esteticismo melancólico y la angustia existencial; por otro, el vitalismo y la exaltación de los placeres. También busca evadirse de la realidad a través del ensueño o de la ambientación en lugares exóticos como Oriente, así como en épocas idealizadas como la Edad Media, el siglo XVIII o las mitologías clásica y nórdica.


Rubén Darío y el Modernismo en Valle-Inclán

Rubén Darío (1867-1916), nacido en Nicaragua, es el principal referente del Modernismo en la literatura hispana. Poeta, periodista y diplomático, llevó una vida apasionada y cosmopolita, influida por el Parnasianismo y el Simbolismo francés, así como por autores como Víctor Hugo, Edgar Allan Poe y Walt Whitman. Su llegada a España en 1899 marcó una revolución en la poesía, introduciendo nuevas formas métricas, un lenguaje más sensorial y una actitud renovadora frente a la tradición literaria.

Entre sus obras más destacadas se encuentran:

  • Azul (1888): Considerado el primer libro modernista, es una colección de relatos y poemas que combinan lo fantástico con lo simbólico. Su lenguaje es refinado y su métrica innovadora. La segunda edición (1890) amplió la obra con nuevos sonetos alejandrinos, consolidando su estilo lleno de colorido y musicalidad. La obra refleja su rechazo a la mediocridad de la sociedad burguesa y su búsqueda de lo exótico y lo bello.
  • Prosas profanas (1896): Representa la madurez del Modernismo. Es una exaltación de la belleza a través de imágenes mitológicas y refinadas, con un lenguaje rico en recursos sensoriales y métricos. En lo formal, destaca el uso del alejandrino y otros metros poco habituales en la poesía castellana. Su contenido está cargado de erotismo, exotismo y un fuerte deseo de evasión de la realidad cotidiana.
  • Cantos de vida y esperanza (1905): Muestra una evolución hacia una poesía más introspectiva y comprometida. Aunque mantiene el esteticismo modernista, introduce una preocupación más profunda por la existencia y por el destino de Hispanoamérica. Es un libro de contrastes, donde el vitalismo convive con la angustia, y la exaltación de la belleza con la melancolía del paso del tiempo. En él, Darío reflexiona sobre la identidad cultural, la decadencia de España y el porvenir del mundo hispano.

En España, otro de los grandes modernistas fue Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936), escritor gallego que destacó en todos los géneros que cultivó. Fue un ferviente defensor del Modernismo en sus inicios, caracterizándose por una prosa elegante, rica en matices sensoriales y con una visión decadente de la realidad.

Entre sus obras modernistas más importantes se encuentran:

  • Sonatas (1902-1905): Cuatro novelas breves que narran las aventuras amorosas del Marqués de Bradomín, un noble donjuanesco y decadente. Cada Sonata está ambientada en una estación del año (Sonata de otoño, Sonata de estío, Sonata de primavera y Sonata de invierno), y todas destacan por su prosa melódica y detallista, llena de sensaciones y referencias artísticas. Estas obras muestran una fusión entre la exaltación de la belleza, el erotismo y la nostalgia por un pasado idealizado.
  • Flor de santidad (1904): Se aparta del decadentismo aristocrático de las Sonatas para adentrarse en las tradiciones populares gallegas. En esta novela, Valle-Inclán recrea un mundo rural impregnado de misterio y misticismo, con una prosa poética y un tono casi legendario. La obra refleja su fascinación por la espiritualidad y las creencias populares, sin abandonar la riqueza estilística del Modernismo.
  • La lámpara maravillosa (1916): Un ensayo donde expone su concepción estética basada en la introspección, el simbolismo y la búsqueda de lo absoluto a través del arte. Es un texto clave para entender su evolución literaria y su pasión por la literatura como forma de vida.

A pesar de su fuerte vínculo con el Modernismo, Valle-Inclán evolucionó hacia un estilo más crítico y grotesco, lo que se refleja en su posterior creación del “esperpento”. Sin embargo, su obra modernista sigue siendo una de las más refinadas y representativas del movimiento en España.


La Generación del 98: definición y características

A finales del siglo XIX, España atravesaba una crisis profunda en varios aspectos. Políticamente, el país sufría la alternancia en el poder entre conservadores y progresistas, lo que generaba un ambiente de inestabilidad. Además, las desigualdades sociales se acentuaban, con una clara división entre la clase proletaria y campesina frente a la alta burguesía. La situación empeoró con la pérdida de sus últimas colonias, Cuba y Filipinas, en 1898, lo que se conoció como el “desastre” y dejó al país con grandes pérdidas económicas y humanas. Este contexto desolador dio lugar a un grupo de escritores preocupados por la situación del país y la identidad de “España”. Estos intelectuales se agruparon en lo que se conocería como la Generación del 98.

Este movimiento literario y cultural español estuvo marcado por la reflexión sobre la situación del país y la necesidad de una regeneración cultural. Sus miembros buscaron renovar la estética de la literatura española mientras profundizaban en la esencia de España y sus problemas. Algunos de los principales representantes de esta generación fueron Miguel de Unamuno, considerado su líder, junto a Azorín, Pío Baroja y Ramiro de Maeztu, quienes conformaban el llamado “grupo de los tres”. Además, se puede incluir a Valle-Inclán en las primeras etapas de su carrera y a Antonio Machado, especialmente con su obra Campos de Castilla.

Las características de la Generación del 98 son diversas. En el plano cultural, se destaca su enfoque regeneracionista, impulsado por un examen de conciencia tras el “Desastre del 98”. También adoptaron ideas del krausismo, una corriente filosófica que defendía la libertad de cátedra y la tolerancia, y fue clave en la creación de la Institución Libre de Enseñanza. En su intento por modernizar España, miraron hacia Europa y sus corrientes de pensamiento más actuales, lo que se tradujo en un europeísmo que aspiraba a abrir el país a nuevas ideas. Al mismo tiempo, buscaron lo auténticamente español, rescatando lo genuino de los pueblos castellanos, su paisaje, su historia y su literatura, lo que les permitió valorar el “alma de España” con un fuerte sentimiento patriótico. En cuanto a su enfoque literario y crítico, expresaron un lamento por el atraso del país y propusieron la integración de España en Europa, además de abogar por la mejora de la educación, la agricultura, la cultura y la economía.

En cuanto a su estilo literario, la Generación del 98 se distanció de la estética realista y del exceso retórico del barroco, buscando una sobriedad en la forma. Prefirieron un lenguaje natural, claro y preciso, con una sintaxis más corta y una tonalidad impresionista que favorecía la expresión del pensamiento. También se interesaron por la recuperación de palabras tradicionales, localismos y arcaísmos, como una forma de conectar con las raíces de la lengua. La visión de la decadencia de España también se vio reflejada en su literatura, en la que la meseta castellana, con su austeridad, se convirtió en un símbolo de ese declive.

En cuanto a las influencias de este movimiento, la Generación del 98 se encargó de rehabilitar a escritores “proscritos” como Góngora, y de exaltar a los “primitivos” españoles como Cid, Berceo, el Arcipreste de Hita y Manrique, a los que consideraban precursores de su visión literaria. Además, se sintieron atraídos por los filósofos europeos que desafiaban los valores tradicionales, tales como Nietzsche, Schopenhauer, Marx, Hegel y Kierkegaard. Unamuno, en particular, estuvo fuertemente influenciado por la ideología alemana.


La prosa de la Generación del 98: Pío Baroja, Azorín y Miguel de Unamuno

Pío Baroja, un escritor profundamente pesimista, expresa su amor por España a través de una mirada amarga, reflejada en sus obras donde sus personajes a menudo se oponen a la sociedad pero terminan vencidos, moralmente y, en ocasiones, físicamente. A lo largo de su prolífica carrera, que incluye 66 novelas, Baroja combina relatos ligeros y de aventuras, como Zalacaín el aventurero y Las inquietudes de Shanti Andía, con otras más profundas, donde se adentra en temas psicológicos y existenciales, como El árbol de la ciencia. Su estilo se caracteriza por la sencillez, el uso de períodos breves y un tono agrio que refleja su visión pesimista de la realidad. Además de la narrativa, Baroja cultivó la prosa ensayística, destacando títulos como El tablado de Arlequín (1904), La caverna del humorismo (1919) y Divagaciones apasionadas (1924), en los que también transmite su visión crítica del mundo.

José Martínez Ruiz, conocido como Azorín, se destacó como ensayista, dedicando especial atención al paisaje español y a una reinterpretación impresionista de las obras literarias clásicas. Su trabajo reflexiona sobre la situación española, empezando con un análisis más concreto de los problemas del país, pero con el tiempo, en obras como Castilla (1912), profundizó en la tradición cultural española, incorporando una visión del tiempo cíclico inspirada en Nietzsche. En sus ensayos literarios, como La Ruta de Don Quijote (1905) y Clásicos y modernos (1913), Azorín revisita los clásicos de la literatura española con un enfoque crítico. En su faceta novelística, Azorín vivió diversas etapas, comenzando con relatos de corte autobiográfico, como La voluntad (1902), que exploran las experiencias y sentimientos de su alter ego, Antonio Azorín. Posteriormente, abandona los elementos autobiográficos, pero continúa abordando temas como la fatalidad y la obsesión por el tiempo, con ejemplos como Doña Inés (1925). En sus últimas obras, como Félix Vargas (1928) y Superrealismo (1929), se observa una influencia del vanguardismo y una exploración de cuestiones existenciales.

Miguel de Unamuno, uno de los más representativos de la Generación del 98, nació en Bilbao en 1864 y fue un pensador profundamente influenciado por la filosofía y la literatura. A lo largo de su vasta obra, abordó temas existenciales y filosóficos, como la angustia ante la muerte, el deseo de eternidad, la fe, el libre albedrío y el conflicto interno entre la necesidad de creer en Dios y la imposibilidad racional de aceptarlo. Su novela Niebla (1917), un ejemplo claro de su ruptura con el realismo, introduce el concepto de “nivola”, una forma narrativa distinta que busca expresar la libertad del individuo frente a un creador omnipotente. En Abel Sánchez (1917), Unamuno aplica el mito de Caín y Abel a la relación entre dos amigos, un conflicto que se extiende a toda la sociedad española. La búsqueda de la identidad también marca obras como La Tía Tula (1921). Además de su narrativa, Unamuno cultivó una prolífica obra ensayística, siendo Del sentimiento trágico de la vida (1913) uno de sus textos más emblemáticos, donde reflexiona sobre la contradicción entre la razón y la necesidad humana de consuelo espiritual. En Vida de Don Quijote y Sancho (1905) y En torno al casticismo (1912), Unamuno profundiza en el carácter nacional español a través de los personajes de Don Quijote y la visión del paisaje castellano.


Novecentismo o Generación del 14: definición y características

El Novecentismo, o Generación del 14, fue un movimiento cultural que surgió a principios del siglo XX, específicamente en la segunda década del siglo, y que se opuso a los valores predominantes en el siglo XIX, como el Romanticismo, el Realismo y el Modernismo en la literatura. Este movimiento se distingue por su crítica a las tradiciones y los ideales del siglo anterior, y toma fuerza tras la Primera Guerra Mundial, en 1914, un acontecimiento que marca el fin social y político de ese siglo. Ese mismo año se fundó La Liga de Educación Política, un colectivo de intelectuales que incluía figuras como Ortega y Gasset, Américo Castro, entre otros.

Los miembros de la Generación del 14 fueron intelectuales de gran renombre, quienes abordaron no solo la literatura, sino también diversas áreas del conocimiento. Entre ellos, destacaron ensayistas como Ortega y Gasset, Eugenio d’Ors, Manuel Azaña y Américo Castro, además de novelistas como Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró. Aunque el movimiento está principalmente vinculado al ensayo y la novela, también se asocia al poeta Juan Ramón Jiménez, que, aunque difícil de clasificar, fue parte de esta generación. En revistas como El Sol y Prometeo, se dio gran relevancia a la información cultural y a la apertura hacia las ideas internacionales, rompiendo con el casticismo hispánico y fomentando una nueva visión intelectual. La Revista de Occidente, fundada en 1923 por Ortega y Gasset, se convirtió en un medio clave de expresión para esta nueva intelectualidad, alejada de los bohemios modernistas y caracterizada por un enfoque sólido y racional.

Las principales características del Novecentismo incluyen:

Racionalismo: Los intelectuales del 14 buscan un enfoque riguroso, objetivo y claro en sus análisis, con un fuerte énfasis en la claridad expositiva y el análisis intelectual de las circunstancias.

Antirromanticismo: Rechazo de las actitudes sentimentales y pasionales, buscando en su lugar un equilibrio sereno y una renovación de los géneros narrativos. Se prioriza una expresión más intelectualizada de las emociones, alejada del patetismo.

Defensa del “arte puro”: Se persigue la autonomía de la obra artística, separándola de las preocupaciones de la vida cotidiana. El arte debe ser apreciado por su valor estético y no por su utilidad social o moral.

Aristocratismo intelectual: La literatura se concibe como un producto para una élite intelectual, una “inmensa minoría”, que debe liderar el cambio cultural desde arriba, transformando la sensibilidad de las masas para mejorar su percepción de la cultura y la ciencia.

Estilo cuidado: Hay una preocupación extrema por la estructura y el lenguaje en las obras literarias. Se rechazan lo vulgar y lo monótono, buscando una obra bien hecha, pulida y depurada.

Europeización: Frente al tradicionalismo español, el Novecentismo busca una apertura hacia las corrientes intelectuales europeas, con la intención de trasladarlas a España y a los países de habla hispana en América, impulsando una conexión más estrecha con las tendencias culturales y filosóficas del continente europeo.


La novela y el ensayo novecentistas: Características y autores más representativos

La novela en el Novecentismo se caracteriza por una depuración intelectual de la expresión literaria, donde las sensaciones y las ideas adquieren más relevancia que el argumento en sí. La trama pierde importancia frente a la exploración de los sentimientos y percepciones del individuo, así como la idealización del paisaje y la acumulación sensorial. La novela novecentista no se centra tanto en contar una historia como en transmitir una experiencia interna del protagonista.

Entre los autores más representativos de este tipo de novela se encuentran:

Gabriel Miró: La crítica considera que la etapa de madurez literaria de Miró comienza con Las cerezas del cementerio (1910), una obra en la que se exploran temas como el amor trágico, el erotismo, la enfermedad y la muerte. En sus obras, como El ángel, el molino, el caracol del faro (1921) y Nuestro padre San Daniel (1921), aborda la tensión entre las inclinaciones naturales de los personajes y la represión social y religiosa. Sus relatos se consideran como novelas líricas, más centradas en expresar sentimientos y sensaciones que en narrar sucesos.

Ramón Pérez de Ayala: Su obra se divide en dos etapas. En su primera etapa, se caracteriza por una visión pesimista de la vida, expresada a través de una sutil ironía, como se observa en Troteras y lanzaderas (1902) y A.M.G.D. (1903). A partir de Belarmino y Apolonio (1921), abandona el realismo y se inclina por el simbolismo caricaturesco. Su estilo se caracteriza por la ironía, el lenguaje refinado y la abundancia de cultismos y helenismos. Su obra más destacada, Tigre Juan (1926), refleja la evolución de un hombre machista hacia una comprensión más humana tras enfrentar la infidelidad de su mujer.

El ensayo fue un género central en el Novecentismo, utilizado por los escritores para abordar temas filosóficos, políticos y artísticos desde un enfoque riguroso e intelectual. Los ensayistas novecentistas no solo reflexionaron sobre la literatura, sino que también analizaron la sociedad y propusieron soluciones a los problemas de España.

José Ortega y Gasset: Uno de los ensayistas más influyentes, cuyas obras pueden dividirse en tres grupos temáticos: filosóficos, artísticos y políticos. En sus Meditaciones del Quijote (1914), Ortega desarrolla su doctrina raciovitalista, que sostiene que la vida no tiene sentido sin la razón. En cuanto a la teoría artística, aboga por un arte puro, despojado de contenidos sentimentales y humanos, y propone la deshumanización del arte como una necesidad de renovación. En sus ensayos políticos, como España invertebrada (1921) y La rebelión de las masas (1930), Ortega analiza la decadencia de España, atribuyéndola a la disgregación social y propone un gobierno de minorías cultas como solución.

Otros ensayistas novecentistas: Además de Ortega y Gasset, figuran en este movimiento escritores como Eugenio d’Ors, Salvador de Madariaga, Manuel Azaña, Ramón y Cajal y Ramón Menéndez Pidal, quienes también influyeron en la configuración intelectual del Novecentismo a través de sus ensayos sobre filosofía, política y cultura.


Antonio Machado: Poesía y compromiso

Antonio Machado nació en Sevilla en 1875, en una familia liberal, y más tarde se trasladó a Madrid donde fue influenciado por la Institución Libre de Enseñanza. En 1899, viajó a París con su hermano Manuel, donde se relacionó con los poetas simbolistas. Tras obtener su cátedra de francés en Soria, conoció a Leonor Izquierdo, una joven con la que se casó brevemente antes de su muerte prematura, un hecho que marcó profundamente al poeta. A lo largo de su vida, Machado fue un firme defensor de la República, lo que lo llevó a exiliarse en Francia en 1939, donde murió en Colliure a causa de una enfermedad.

Su poesía se caracteriza por su sinceridad y profundidad, abordando temas como el paso del tiempo, el regeneracionismo patriótico, la crítica social a la España de su época y una admiración por los paisajes castellanos. Su obra pone énfasis en lo espiritual frente a lo material y se aleja de la superficialidad.

La obra poética de Machado puede dividirse en varias etapas:

  • Primera etapa: Se le califica de Modernismo intimista, influenciado por Bécquer y el Simbolismo. Su obra Soledades, galerías y otros poemas (1907) es una colección densa, con una larga gestación, donde se abordan los temas universales como el paso del tiempo, la muerte, Dios y la infancia. A través de la reflexión interna, Machado proyecta sus vivencias en el paisaje, usando símbolos recurrentes como el agua, la tarde y el camino. Su lenguaje es sencillo, connotativo y tiene resonancias románticas, junto con una métrica variada.
  • Segunda etapa: Su obra maestra, Campos de Castilla (1912), fue un parteaguas en su carrera. Esta obra se caracteriza por una profunda conexión con el paisaje, la historia y las gentes de Castilla. En el poema “Retrato”, Machado formula su independencia respecto al modernismo. El libro refleja también una profunda tristeza por la muerte de su esposa Leonor Izquierdo y su crítica a los vicios nacionales como la ignorancia y la envidia. La obra tiene una gran carga patriótica y un tono melancólico y meditativo.
  • Tercera etapa: En Nuevas canciones (1924), Machado se adentra en inquietudes filosóficas, expresadas en breves poemas construidos con formas métricas y estrofas populares. Esta etapa refleja un cambio hacia un lenguaje más reflexivo y menos centrado en la evocación de paisajes, abordando temas existenciales y filosóficos.


Juan Ramón Jiménez: La búsqueda de la perfección poética

Juan Ramón Jiménez nació en Moguer (Huelva) en 1881 y es uno de los poetas más destacados de la literatura española. Inició su carrera literaria a una edad temprana y se trasladó a Madrid, donde fue influenciado por figuras como Villaespesa y Rubén Darío, con quienes se unió en la lucha por el Modernismo. Tras la muerte de su padre, sufrió problemas mentales, lo que lo llevó a regresar a su pueblo natal. Más tarde, en 1911, volvió a Madrid y comenzó a relacionarse con los jóvenes poetas que formarían parte de la Generación del 27, aunque después se distanciaría de algunos de ellos. Durante la Guerra Civil, se exilió, y en 1956 recibió el Premio Nobel de Literatura. La muerte de su esposa, Zenobia Camprubí, marcó un punto de inflexión en su vida emocional y, en 1958, falleció en Puerto Rico.

La obra de Juan Ramón Jiménez es conocida por su búsqueda constante de la perfección y la interiorización. Su poesía, profundamente personal, refleja una evolución hacia una forma de expresión más pura, en la que la subjetividad y los sentimientos más íntimos se plasman de manera profunda. Consideraba su obra como una “unidad”, donde los textos nuevos debían integrarse con los antiguos, corregidos y mejorados. A lo largo de su carrera, publicó varias antologías, como Poesías escogidas (1917), Segunda antología poética (1922) y Tercera antología poética (1957).

Juan Ramón Jiménez clasificó su obra en tres etapas:

Primera etapa – “Sensitiva”: En esta fase, centrada en la búsqueda de la belleza, destacan obras como Arias Tristes, Rimas y Almas de violeta, que siguen la corriente modernista. En La soledad sonora introduce elementos propios de su estilo, alejándose del Modernismo puro.

Segunda etapa – “Intelectual”: En esta fase, busca una poesía más pura, despojándose de lo sensorial para llegar a lo absoluto. Se abre a las innovaciones vanguardistas, y en obras como Diario de un poeta recién casado y Poesía, se encuentra una poesía más reflexiva y filosófica.

Tercera etapa – “Suficiente” o “Verdadera”: Esta etapa se caracteriza por una poesía metafísica, en la que Juan Ramón busca la liberación del “yo” respecto a las limitaciones espacio-temporales. Su obra La estación total, que es considerada por la crítica como parte de esta fase, aborda temas como la trascendencia y la búsqueda de la eternidad. En esta etapa también se encuentran obras como Dios deseado y deseante.

Además de su poesía, Juan Ramón Jiménez escribió textos teóricos sobre la poesía y varios textos en prosa, entre los que destaca Platero y yo (1914), de estilo modernista.

La importancia de Juan Ramón Jiménez radica en su dedicación a la poesía, su constante búsqueda de superación y su influencia sobre la Generación del 27. Su legado ha sido fundamental para la poesía española, abriendo caminos para las nuevas generaciones de poetas y formando parte de una segunda Edad de Oro de la lírica en España.


6.1 LAS VANGUARDIAS: DEFINICIÓN Y RASGOS COMUNES Las Vanguardias: Definición y Rasgos Comunes El término vanguardias surge en Francia durante los años de la Primera Guerra Mundial y proviene del vocablo francés avant-garde, que originalmente tenía un sentido militar y político relacionado con la idea de un grupo que lidera una lucha o combate. El objetivo de las vanguardias era renovar radicalmente el arte y la literatura de la época, abriendo nuevos caminos y estableciendo nuevas formas estéticas que rompieran con lo tradicional. Aunque los movimientos vanguardistas alcanzaron su mayor auge durante el período entre las dos guerras mundiales, su influencia perduró a lo largo del siglo XX.Las vanguardias son una expresión artística de un momento de crisis, tanto social como política, que cuestiona y destruye los principios del orden establecido, así como las ideas estéticas tradicionales. Durante este período, los “ismos” (movimientos artísticos) que surgieron fueron numerosos, aunque la mayoría tuvieron una vida corta, con la excepción del surrealismo. Estos movimientos, aunque efímeros, estuvieron marcados por una constante experimentación, en la cual las teorías y manifestos a menudo tenían más importancia que las propias obras de arte. Características y Rasgos Comunes de las Vanguardias: Antitradicionalismo: Las vanguardias buscan una ruptura radical con las formas artísticas del pasado, especialmente con el Realismo. Esto implica rechazar tanto los temas como las técnicas tradicionales de expresión. Antirrealismo y autonomía del arte: Se intenta desvincular el arte de la realidad externa, buscando que la obra de arte se convierta en un fin en sí misma. La poesía, por ejemplo, se aleja de la anécdota y del sentimentalismo, aspirando a ser “pura”, centrada solo en lo estético. Irracionalismo: La poesía y las artes en general se sustentan en el culto a la imagen visionaria, permitiendo relaciones no lógicas entre los elementos que se combinan. El irracionalismo busca trascender la razón y las formas convencionales de ver el mundo. Afán de originalidad: Se valora lo diferente y lo único, defendiendo el individualismo frente a la masificación de la sociedad moderna. Como resultado, las vanguardias se orientan hacia un arte minoritario, dirigido a un público selecto y conocedor. Experimentación estética: Las vanguardias llevan al extremo el deseo de experimentar, como ya lo había hecho el Modernismo. Se conceptualiza la poesía y otras formas artísticas como objetos visuales (caligramas), se suprimen los signos de puntuación y se favorece el verso libre. Todo esto busca expresar asociaciones libres de la conciencia, alejadas de la lógica. Internacionalismo: Los artistas de vanguardia se ven a sí mismos como ciudadanos del mundo, preocupados más por cuestiones universales que por problemas nacionales o locales. Esta perspectiva se opone al nacionalismo literario anterior. Actualidad: Las obras vanguardistas reflejan el espíritu de su tiempo, incluyendo tanto los avances del progreso, la técnica y la diversión, como los aspectos más negativos de la sociedad moderna, como la alienación y la mecanización. Feísmo: En las vanguardias, la estética de lo “feo” comienza a ser valorada, haciendo uso del grotesco y de la distorsión como una forma de expresión artística. Deshumanización e intelectualismo: Las obras vanguardistas tienden a ser deshumanizadas, carentes de sentimientos y pasiones humanas. El arte se convierte en un juego formal, intelectual, dirigido solo a aquellos que puedan comprenderlo. Contradicción: Algunos movimientos vanguardistas, como el Futurismo, exalta los aspectos positivos del mundo moderno, mientras que otros, como el Expresionismo o el Surrealismo, se enfocan en sus aspectos más negativos, como la angustia, el absurdo y lo irracional. Herramientas utilizadas: El humor: Sirve para desmitificar y desdramatizar, haciendo que se cuestionen las convenciones establecidas. La metáfora: Se cultiva la imagen, en la que los términos comparados tienen poca relación entre sí, para abrir nuevas formas de interpretación y significado. Interdisciplinariedad: Las artes vanguardistas tienden a fundirse entre sí. El cine, por ejemplo, se ve como una mezcla de varias artes (pintura, literatura, música, teatro), capaz de crear nuevos mitos que superen a los antiguos. Los artistas de vanguardia vieron el cine como una de las formas más avanzadas de expresión artística.


6.2 LOS MOVIMIENTOS DE VANGUARDIA; EXPRESIONISMO, FUTURISMO, CUBISMO, DADAÍSMO, SURREALISMO

Los movimientos de vanguardia, también llamados “ismos”, fueron una serie de corrientes artísticas y literarias que surgieron a lo largo del siglo XX, caracterizadas por una ruptura con las tradiciones y un deseo de experimentar. Cada uno de estos movimientos propone nuevas formas de ver el mundo y de hacer arte. El Expresionismo, que se desarrolla principalmente en los países germánicos, se enfoca en representar la realidad interior y emocional de los sujetos, rechazando la representación realista. Se destacan elementos como la deformación de la imagen, el uso de colores y formas intensas, y la aparición de figuras extrañas o grotescas. Los temas recurrentes incluyen la angustia, la alienación y la opresión en el contexto del mundo moderno. El Futurismo, por su parte, rechaza completamente el pasado y se enfoca en el futuro y la modernidad, celebrando el dinamismo, la velocidad, la violencia y la tecnología. Los futuristas promueven la revolución y el cambio, y valoran las máquinas, el automóvil, los aviones y las locomotoras, representando el progreso y la modernidad. El Cubismo, que tiene su origen en la pintura con artistas como Picasso y Juan Gris, busca representar la realidad de manera fragmentada y multidimensional. En la literatura cubista, se aplica el mismo concepto de fragmentación y descomposición de la realidad, montando elementos de forma caótica y desordenada. En la poesía, los caligramas de Apollinaire reflejan este enfoque, adoptando una forma visual que coincide con el contenido del texto. El Dadaísmo, que surge en Suiza bajo la dirección de Tristan Tzara, se caracteriza por un rechazo radical de las convenciones artísticas y culturales tradicionales, atacando la razón y los valores establecidos. Dada cuestiona el significado mismo de las obras de arte, buscando la destrucción del arte tradicional a través del absurdo, la anarquía y la espontaneidad. Es una forma de protesta contra la lógica y el orden preexistentes, buscando la liberación total de la creatividad. Finalmente, el Surrealismo, inspirado por las teorías psicoanalíticas de Freud, busca liberar la mente humana de las restricciones impuestas por la razón y la lógica. Surge en 1924 con la publicación del primer manifiesto surrealista de André Breton, que define el Surrealismo como una forma de expresar el funcionamiento real del pensamiento mediante el “automatismo psíquico puro”. Los surrealistas buscan la libertad creativa absoluta y la liberación de la mente utilizando técnicas como la escritura automática, en la que el autor escribe sin premeditación, permitiendo que el subconsciente se exprese sin interferencias conscientes. Estos movimientos marcaron un giro radical en la concepción del arte y la literatura, aportando nuevas formas de expresión que cuestionaban las normas y tradiciones anteriores.


6.3 LAS VANGUARDIAS EN ESPAÑA: CREACIONISMO Y ULTRAÍSMO. RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA. Las vanguardias llegaron a España a través de revistas como Revista de Occidente (dirigida por Ortega y Gasset) y La Gaceta Literaria (de Guillermo de la Torre y Jiménez Caballero). Sin embargo, el mayor impulsor del movimiento vanguardista fue Ramón Gómez de la Serna, quien fundó y dirigió la revista Prometeo. En cuanto al desarrollo del vanguardismo en España, se pueden distinguir cuatro etapas: la primera, de 1908 a 1918, corresponde a las primeras manifestaciones de las vanguardias, destacando la figura de Ramón Gómez de la Serna, quien publicó en 1909 su ensayo-manifiesto El concepto de la nueva literatura; la segunda, entre 1918 y 1925, fue el período de plenitud de la vanguardia, en el que nacieron el Ultraísmo, con figuras como Cansinos-Assens o Guillermo de Torre, y el Creacionismo, impulsado por Vicente Huidobro y Gerardo Diego; la tercera etapa, de 1925 a 1930, estuvo dominada por el Surrealismo, que representa un regreso a las preocupaciones humanas y el principio del fin de la vanguardia; y, finalmente, la cuarta etapa, de 1930 a 1936, muestra el declive de las vanguardias, en un contexto de creciente politización de la literatura y un giro hacia contenidos sociales, lo que resultó incompatible con la esencia de la vanguardia, centrada en lo estético y lo minoritario. El Creacionismo, iniciado por el poeta chileno Vicente Huidobro en París en 1918, llegó a España a través de su difusión en revistas y tuvo un gran impacto en la poesía española. Este movimiento no busca reflejar la realidad ni imitarla, sino crear realidades nuevas e independientes: “hacer un poema como la naturaleza hace un árbol”, creando algo autónomo que se explica y comprende por sí mismo, sin depender de la relación con el mundo exterior. Los poetas creacionistas se enfocan en la renovación léxica y la creación de nuevas imágenes y metáforas. El Ultraísmo, por su parte, surge en 1919 con un manifiesto que recoge elementos de movimientos anteriores como el futurismo, el cubismo y el creacionismo. Se caracteriza por la búsqueda de nuevas imágenes, la supresión de la anécdota y el sentimentalismo, y la disposición tipográfica y visual del poema. Este movimiento tuvo una gran influencia en la Generación del 27 y en autores hispanoamericanos como César Vallejo y Jorge Luis Borges. Ramón Gómez de la Serna, nacido en Madrid, fue un pionero de las vanguardias en España. Su obra se distingue por su estilo único, conocido como “Ramonismo”, que comparte con los movimientos de vanguardia su rechazo por la interpretación tradicional de la realidad y su constante deseo de romper con el arte anterior. Gómez de la Serna observa la realidad desde perspectivas inusuales, buscando sorprender al lector, y evita el sentimentalismo mediante el uso del humor y la exaltación de los aspectos más divertidos de la vida. En su obra, practica el irracionalismo poético, con asociaciones insólitas y metáforas delirantes, mucho antes de que el surrealismo se consolidara. Su contribución más característica son las Greguerías, imágenes lírico-humorísticas que establecen relaciones insólitas entre dos objetos o conceptos, de manera ingeniosa y sin lógica aparente. Las greguerías pueden ser filosóficas, líricas, humorísticas o de ingenuidad infantil, y utilizan procedimientos como falsas etimologías, paronomasias, retruécanos, antítesis y paradojas. Además de su faceta como escritor de greguerías, Ramón Gómez de la Serna fue dramaturgo y novelista. Intentó renovar el teatro español con casi una veintena de piezas, aunque su impacto fue limitado en la escena de su tiempo. Entre sus obras destacadas se encuentran Los medios seres, Escaleras, Oscar Wilde, El Greco, Goya y Automoribundia (una biografía de sí mismo). En su faceta de novelista, sus obras se desarrollan en ambientes urbanos, principalmente en Madrid, y no siguen estrictamente los cánones del género, a menudo mezclando novela y ensayo. Su estilo se caracteriza por su tendencia al fragmentarismo (influenciado por el cubismo) y una revalorización de los objetos triviales y la realidad cotidiana, en un intento de escapar del patetismo romántico. Entre sus novelas más conocidas se encuentran La viuda de blanco y negro, El incongruente, El caballero del hongo gris, Cinelandia y ¡Rebeca!


7.1. La Generación del 27: definición, características generales y evolución

La Generación del 27 se refiere a un grupo de escritores nacidos alrededor de 1900 que se unieron en 1927 para rendir homenaje a Luis de Góngora en el tercer centenario de su muerte, en un acto celebrado en el Ateneo de Sevilla. La vinculación entre estos poetas es muy estrecha, debido a factores como su procedencia social similar, la colaboración en las mismas revistas poéticas, su convivencia en la Residencia de Estudiantes, su conexión con la Institución Libre de Enseñanza, la común actividad profesional de algunos (como poetas-profesores) y su carácter progresista y republicano. Los miembros de esta generación incluyen a Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.

En cuanto a su evolución, la Generación del 27 se divide en tres etapas hasta la Guerra Civil: la primera, que abarca hasta 1925, es una etapa de juventud en la que algunos poetas, como Gerardo Diego, ya estaban inmersos en las vanguardias, mientras que otros comenzaban a desarrollar sus primeros libros con un enfoque aún posmodernista. Durante esta etapa, también se percibe un deseo de depuración, influenciado por Juan Ramón Jiménez. La segunda etapa, en la última mitad de los años veinte, marca la consolidación del grupo, con todos los poetas habiendo publicado libros importantes y participado en actos colectivos, influidos por las vanguardias. Finalmente, en la tercera etapa, durante los años treinta y la República, la poesía de la Generación del 27 se humaniza, con algunos poetas adoptando posturas políticas de compromiso, como Alberti y Prados, mientras que Lorca y Cernuda también se sitúan políticamente a la izquierda.

Tras la Guerra Civil, la mayoría de los escritores de esta generación se exiliaron, con muchos de ellos trabajando como profesores universitarios en América. Federico García Lorca fue asesinado, y solo Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso y Gerardo Diego permanecieron en España.

Las características generales de la Generación del 27 incluyen un profundo entusiasmo por la obra de Góngora, a quien admiraban por su libertad creativa, el ingenio, la supremacía de la metáfora y el elitismo literario. También fueron influidos por Juan Ramón Jiménez y su concepto de poesía “desnuda”, que implica una depuración formal, la eliminación de la anécdota y una mayor precisión en la expresión. Algunos poetas, como Alberti y Lorca, adoptaron también formas y ritmos de la poesía popular, como romances y seguidillas, lo que dio lugar a un neopopularismo. Además, la huella de las vanguardias fue evidente en sus obras: Gerardo Diego comenzó siendo ultraísta y creacionista, y se perciben influencias surrealistas en poetas como Lorca, Alberti, Cernuda y Aleixandre. En sus poemas, la imagen y la metáfora, al estilo ultraísta y creacionista, adquieren un valor crucial como “acercamiento insospechado” entre objetos dispares.

El grupo se distinguió por su aprecio por la poesía pura, el neopopularismo y la libertad métrica. A pesar de emplear formas clásicas como el soneto, el romance o el villancico, también innovaron con versos libres y versos blancos, lo que otorgó una gran flexibilidad a su expresión poética. La utilización de un léxico culto, pero también de palabras coloquiales y términos antes ajenos a la poesía, refleja su afán por renovar la forma y el contenido de la poesía española.


7.2 La tendencia a la deshumanización en la poesía de la Generación del 27. Poesía pura, vanguardista, neopopular, clasicista…Autores y obras más destacados

La poesía de la Generación del 27 abarca diversas tendencias, que se manifiestan de manera diferenciada en las obras de sus autores, quienes desarrollaron trayectorias poéticas amplias y variadas. Aunque cada poeta puede asociarse a una tendencia concreta, estas no son exclusivas, ya que muchos de ellos se adentraron en diversas corrientes a lo largo de su carrera.

Poesía pura: Jorge Guillén (1893-1984) es uno de los máximos exponentes de la poesía pura, la cual se caracteriza por la eliminación de elementos ornamentales, propios del Modernismo, dejando solo la emoción lírica esencial. En sus poemas prevalece la sencillez, con predominio de sustantivos y estructuras sintácticas simples. Esta poesía es un canto a la existencia y a la vida cotidiana. Guillén agrupó su producción en tres obras fundamentales: Cántico (1928-1950), Clamor (1957-1963) y Homenaje (1967), siendo Cántico la más destacada, pues rinde homenaje a la vida sencilla, la naturaleza y la cotidianidad.

Poesía vanguardista: Pedro Salinas (1892-1951) se distingue por su influencia del Futurismo, con temas como la máquina de escribir, el teléfono, la luz eléctrica y el cine, que reflejan el dinamismo de la modernidad. Además, su poesía se caracteriza por el uso de ironía, humor, juegos de palabras, metáforas ocurrentes y asociaciones insólitas de ideas. Salinas define la poesía como “una aventura hacia lo absoluto”. Sus principales obras de esta etapa son Presagios (1923), Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931).

Poesía neopopular: Rafael Alberti (1902-1999) adopta una poesía de tono popular, inspirada en la tradición española, especialmente el Romancero y el Cancionero, pero también en poetas como Garcilaso, Góngora, Lope, Bécquer, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Su obra Marinero en tierra (1924) es la más destacada en esta tendencia, con poemas breves de temática popular que evocan la nostalgia de la infancia, el mar y la libertad de las playas. Alberti emplea una poesía de gran musicalidad y sencillez.

Poesía clasicista: Gerardo Diego (1896-1987) representa la corriente clasicista de la Generación del 27, destacando por el uso de estrofas tradicionales como el romance, la décima y el soneto. Estos recursos le sirven para expresar una amplia gama de emociones relacionadas con temas como el amor, el paisaje, la religión, la música o los toros. Diego explica su estilo poético como un continuo vaivén de tendencias que se entrelazan y se mueven entre el pasado y el presente. Su obra Alondra de verdad (1941), que se compone de 42 sonetos, es el ejemplo más representativo de su estilo clasicista, en el que se combinan estructuras tradicionales con metáforas de inspiración vanguardista.

Cada uno de estos autores, a través de sus diversas tendencias, refleja la riqueza y la complejidad de la poesía de la Generación del 27, un grupo que no solo se caracterizó por su variedad estilística, sino también por su capacidad para innovar y renovar la poesía española del siglo XX.


7.3. La tendencia a la rehumanización en la poesía de la generación del 27. Poesía surrealista, neorromántica, social…Y etapa de posguerra. Autores y obras más destacados

La rehumanización en la poesía de la Generación del 27 se manifiesta como una respuesta a las experiencias y transformaciones sociales y políticas de la época, incluyendo la deshumanización de la sociedad moderna y la tragedia de la Guerra Civil. Los autores de esta generación se sienten impulsados a tratar temas más cercanos al ser humano, sus emociones y su destino trágico, reflejando un giro hacia la sensibilidad y la lucha social.

Poesía surrealista: Federico García Lorca (1898-1936) experimentó un cambio radical en su estilo después de su viaje a Nueva York en 1929, donde quedó profundamente impactado por la ciudad y sus problemas. Esta experiencia marcó su obra Poeta en Nueva York (1935), en la que utiliza el surrealismo para expresar su visión de la deshumanización de la civilización moderna, vista a través de la gran ciudad mecanizada. Lorca emplea metáforas e imágenes innovadoras para transmitir su crítica y angustia existencial. En esta obra, la poesía adquiere una dimensión más onírica y libre, con versos y asociaciones extrañas que representan la tragedia humana.

Poesía neorromántica: Luis Cernuda (1902-1963) se adentra en una poesía influida por el Romanticismo, especialmente por Bécquer, quien se refleja en su obra Donde habite el olvido (1933). En ella, Cernuda explora el tema del amor como sufrimiento, amargura y dolor, además de sumergirse en los mundos del subconsciente y la introspección. El título de la obra es un verso de Bécquer, lo que subraya el nexo con el romanticismo más hondo, al que Cernuda ve como una liberación de la pompa y el ornato, abrazando la tristeza y la reflexión emocional.

Poesía social: En la época de la Guerra Civil, varios autores de la Generación del 27 se comprometieron con la realidad social y política de España. Rafael Alberti (1902-1999) fue uno de los poetas que abrazó una poesía social y de combate, influido por el marxismo y la causa republicana. En obras como Con los zapatos puestos tengo que morir (1930), El poeta en la calle (1936) y De un momento a otro (1938), Alberti abandona el tono lírico personal de su poesía anterior y se convierte en un poeta comprometido que trata temas de injusticia social y lucha política.

Etapa de posguerra: Tras la Guerra Civil y el régimen franquista, varios poetas se sintieron desarraigados y perdidos en una sociedad marcada por la represión y el odio. Dámaso Alonso (1898-1990), uno de los poetas más destacados de la posguerra española, expresa este desarraigo en su obra Hijos de la ira (1944), una de las más importantes de la época. En ella, Alonso se queja de la injusticia, la pobreza y el vacío existencial de la vida en tiempos de represión. Su poesía es directa, a menudo brutal, y utiliza el verso libre para transmitir la desesperación y la angustia de la posguerra.

A través de estos autores y sus obras, se puede ver cómo la Generación del 27 respondió al contexto histórico de su tiempo, reflexionando sobre la deshumanización, la guerra, el amor, la injusticia y la alienación. La poesía de este grupo es rica en su variedad de estilos y en su capacidad para abordar temas sociales y emocionales desde diversas perspectivas.


8.1. El teatro comercial: comedia burguesa, teatro cómico y teatro poético

La comedia burguesa
Jacinto Benavente (1866-1954). Dramaturgo nacido y muerto en Madrid, ganó el Premio Nobel de Literatura en 1922 y fue miembro de la Real Academia. Sus obras componen gran parte del teatro que triunfa en la época. En sus comienzos, Benavente optó por una estética simbolista, claramente reflejada en su obra El nido ajeno (1894), donde criticaba abiertamente la situación de la mujer casada en la sociedad burguesa. Esta obra constituyó un fracaso comercial, por lo que posteriormente se centró en un conservadurismo estético y en una “comedia burguesa” en la que utiliza la crítica con agudeza y destreza respetando ciertos límites, retratando así los ideales, ideologías y convencionalismos de las altas clases sociales. En 1907 escribe Los intereses creados, posiblemente su obra más ilustre, en la que recrea un ambiente y personajes inspirados en la Commedia dell’arte, donde, a través de la farsa, contrapone los ideales burgueses como el amor con el interés, lo espiritual con lo material. En 1913 escribe La malquerida, drama con el que conseguirá grandes éxitos, que trata sobre un amorío incestuoso que se desarrolla en un ambiente rural dominado por la tradición y el pesimismo.

El teatro cómico
El sainete y la comedia costumbrista son los dos géneros del teatro cómico que consiguieron alcanzar el éxito.
Pedro Muñoz Seca (1879-1936). Autor de numerosas obras dramáticas como El verdugo de Sevilla, La venganza de Don Mendo, Anacleto se divorcia, Los chatos, etc. Se caracteriza por haber sido el creador del astracán (un subgénero teatral cómico que busca hacer reír al público mediante la teatralización de la realidad con situaciones absurdas). En su obra La venganza de Don Mendo, el autor trata temas románticos como el desamor, desde un punto de vista jocoso.
Carlos Arniches (1866-1943). Comediógrafo costumbrista que se caracteriza por cultivar dos géneros: el sainete y la “tragedia grotesca”. Sobresale su lenguaje breve y su rapidez expresiva, recreó el habla popular y típica (castiza) madrileña en sus obras. Las más destacables son: El santo a la Isidra (1898), sainete en un acto que recrea costumbres madrileñas, Es mi hombre (1921), sátira sobre el machismo de la época, La señorita de Trevélez (1916), crítica hacia la falta de empatía de los jóvenes burgueses y sus crueles bromas.

El teatro poético
Corriente caracterizada por intentar aproximar el teatro a la lírica y fusionar rasgos modernistas con rasgos posrománticos dentro de un pensamiento tradicionalista. Los principales autores de esta tendencia son:
Francisco Villaespesa (1877-1936) que escribió El alcázar de las perlas en 1911.
Eduardo Marquina (1879-1946) que centró sus obras en dramas históricos como Las hijas del Cid (1908), Doña María la Brava (1909) o En Flandes se ha puesto el sol (1911).


8.2. El teatro renovador: Tendencias. Federico García Lorca

El teatro renovador fue cultivado principalmente por dramaturgos pertenecientes a la Generación del 98 y a la Generación del 27, que contribuyeron a la renovación del teatro español pero sin conseguir grandes éxitos en taquilla. Los dramaturgos de la Generación del 27 optaron por añadir formas propias de las vanguardias y por suprimir el teatro poético e intentar acercar el teatro al pueblo llano. Destacan autores como:

Entre los autores de la Generación del 98 destacan Miguel de Unamuno, cuyos dramas tratan de modo simbólico el conflicto existencial, como en Fedra y El otro, entre otras obras, y José Martínez Ruiz, “Azorín”, con Angelita.

Jacinto Grau (1877-1958). Escribió un total de veinticinco obras y sus principales temas tratan sobre la mitología. Obras destacadas: El hijo pródigo. Parábola bíblica en tres jornadas (1917), El señor de Pigmalión (1921).

Alejandro Casona (1903-1965). Dramaturgo y poeta asturiano, ganó los premios “Lope de Vega” y el Premio Nacional de Literatura. Combinó elementos fantásticos con la realidad. Obras destacadas: La dama del alba (1944), La sirena varada (1934), Nuestra Natacha (1935).

Rafael Alberti (1902-1999). Prosista, poeta y dramaturgo. Escribió Fermín Galán (1931), El adefesio (1944), El hombre deshabitado (1931).

Max Aub (1903-1972). Este dramaturgo cultivó lo que denominó “comedias de vanguardia” y su teatro se distinguió por un carácter renovador que revolucionó el teatro español. Obras: Espejo de avaricia (1927), Narciso (1928).

Otros autores importantes son: Miguel Hernández con Quién te ha visto y quién te ve, sombra de lo que eras (1933), Pedro Salinas con Judit y el tirano (1945).

Federico García Lorca (1898-1936). Poeta, dramaturgo y prosista de extraordinaria relevancia en la literatura española. En sus obras se ve reflejado el conflicto interno del autor; por un lado, una tristeza desoladora que marcará su desdichado destino, y por el otro, un sentimiento lleno de vitalidad y alegría. Entre los temas de sus obras aparecen conflictos entre la ilusión y la realidad, el desear lo imposible, la frustración, el destino trágico o amores con destinos luctuosos, representados principalmente por personajes femeninos. Por otro lado, los personajes de sus obras se enfrentan al tiempo y la muerte vistos como enemigos, así como a los convencionalismos, los prejuicios y la presión social que les impide llevar a cabo su desarrollo personal y alcanzar sus metas.
Obras: El maleficio de la mariposa (1921), Mariana Pineda (1927), La zapatera prodigiosa (1930). Experimenta con diversas tendencias como el Surrealismo del que surgen las comedias imposibles: El público (1930), Así que pasen cinco años (1931) y Comedia sin título (1936). Sin embargo, Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936) son las piezas que representan su plenitud teatral y configuran sus mayores éxitos. Las tres se desarrollan en el mundo rural y sus protagonistas están condenadas a un destino terrible. También compone Doña Rosita la soltera (1935), obra protagonizada por una mujer desesperada por encontrar el amor.


8.3. La trayectoria dramática de Ramón María del Valle-Inclán

Ramón María del Valle-Inclán nace en 1866 en Pontevedra y muere en 1936 en Santiago de Compostela. Es famoso por su carácter revolucionario y por ser un gran crítico de la realidad social. Su amplia obra teatral comienza con Cenizas (1899), su primera composición dramática. A continuación, escribe las cuatro Sonatas y sigue con una serie de Comedias bárbaras: Águila de blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de Plata (1922). Toda la trilogía se desarrolla en el mundo rural gallego. Don Juan Manuel Montenegro, un hidalgo tirano, y los demás personajes representan la violencia de un mundo mísero y en descomposición.

En 1930, Valle-Inclán publica Farsa y licencia de la Reina Castiza, Farsa italiana de la enamorada del rey, Divinas palabras y Luces de Bohemia. En todas estas obras se refleja el esperpento, un género literario inventado por el autor que se caracteriza por la deformación sistemática de la realidad de forma grotesca y la degradación satírica de valores. En Luces de Bohemia, Valle-Inclán recrea el esperpento a través de su protagonista, Max Estrella, y los demás personajes que representan la degradación de la realidad española del momento.

Valle-Inclán explica el concepto de esperpento de la siguiente manera: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética deformada. […] España es una deformación grotesca de la civilización europea […] Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas. […] La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas. […] Deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España”.

En su composición Martes de carnaval (1930), el autor engloba tres obras que son un claro ejemplo del esperpento: Los cuernos de don Friolera, La hija del capitán y Las galas del difunto.

Valle-Inclán pasa por ser uno de los mejores dramaturgos de toda la historia de la literatura española, no siendo el menor de sus méritos el de haber sido capaz de crear un género, el Esperpento, capaz de superar toda la tradición literaria anterior al presentar, a partir de esta técnica singular, la realidad española tal cual, con todas sus miserias y contradicciones, de la única manera posible.