El Materialismo Histórico de Marx

El materialismo histórico de Marx se basa en una visión dinámica y cambiante de la realidad, influenciada por Hegel y Heráclito. Hegel entendía el mundo como una dialéctica del espíritu, mientras que Heráclito veía la realidad como un constante devenir. Marx adoptó estas ideas, pero aplicándolas a la materia: las transformaciones sociales y políticas nacen de las condiciones materiales, no de ideas abstractas.

Según Marx, la realidad material condiciona la ideología, no al revés. Las relaciones y tensiones económicas determinan la religión, la cultura, la moral y las costumbres. La infraestructura, que incluye las fuerzas productivas (como fábricas y trenes) y las relaciones de producción (como la distribución de tareas y la división del trabajo), constituye la base de la sociedad. Esta infraestructura configura la superestructura: el ámbito político, cultural y social. Una infraestructura sólida, con fuerzas y relaciones productivas adecuadas, permite el desarrollo coherente de la superestructura.

El desarrollo histórico se entiende como un proceso dialéctico de tesis, antítesis y síntesis. Las fuerzas productivas y las relaciones de producción están en constante conflicto. Este enfrentamiento genera contradicciones inherentes al sistema, que solo se resuelven mediante el cambio de las relaciones de producción. En la era moderna, el avance técnico modifica las fuerzas productivas, lo que provoca contradicciones con las relaciones de producción, llevando al capitalismo a una crisis insostenible. Marx anticipa que el comunismo es la evolución natural del capitalismo. Las crisis económicas provocadas por la saturación del mercado hacen inevitable la caída del capitalismo. Este proceso culminará en una fase de negación, donde el proletariado asumirá el poder a través de la dictadura del proletariado, una etapa transitoria hacia el comunismo. En esta fase final, la abolición de la propiedad privada y la desaparición del Estado conducirán a una sociedad sin clases, donde los medios de producción serán propiedad colectiva. Así, las divisiones de clase se disolverán, dando paso a la paz, la igualdad y la libertad, poniendo fin a la lucha de clases y a la explotación.

La Epistemología de Kant

Las teorías de Kant en epistemología fueron tan importantes como las de Copérnico en astronomía. Su principal pregunta era: ¿qué podemos conocer? Educado en el racionalismo, las lecturas de Hume lo hicieron despertar del “sueño dogmático”, al darse cuenta de que este filósofo tendía a la especulación sin base sólida. La razón es capaz de crear hipótesis metafísicas fácilmente, pero tiene problemas al intentar fundamentarlas. Por otro lado, el empirismo radical sostiene que nada es completamente cierto y que el conocimiento solo puede ser probable. Ante estas ideas, Kant trató de establecer una forma segura y objetiva de conocer, superando la división entre racionalismo y empirismo. Su solución fue una mezcla original de ambas posturas: los empiristas aciertan al decir que el conocimiento proviene de la experiencia, porque sin material, la razón solo especula. Pero no todo el conocimiento es únicamente empírico, como defendían los racionalistas. El sujeto que conoce tiene un papel esencial en la construcción del conocimiento.

El ser humano no solo recibe información, sino que construye su visión del mundo según su propia manera de percibirlo, lo cual le permite interpretar su entorno de forma particular. Para justificar que el conocimiento científico es universal y necesario, Kant cambia el enfoque: el conocimiento es universal y necesario porque es resultado de cómo el sujeto impone su visión sobre el objeto, y no al revés. Las estructuras mentales del sujeto muchas veces se confunden con las características de los objetos. Solo conocemos la realidad filtrada por nuestras estructuras mentales. Para acceder a la realidad objetiva, el sujeto tendría que salir de sí mismo, lo que es imposible. Por eso, el conocimiento no puede ir más allá del sujeto. Por todo esto, Kant llama a su filosofía “idealismo trascendental”: el conocimiento depende de las estructuras mentales del sujeto, que son universales y trascienden los casos particulares.

Las ideas de Kant en epistemología fueron tan innovadoras como las de Copérnico en astronomía. Su objetivo era responder a la cuestión: ¿qué es posible conocer? Formado en el racionalismo, el estudio de Hume lo llevó a “despertar” del dogmatismo al percatarse de su inclinación hacia especulaciones sin base sólida. La razón genera con facilidad hipótesis metafísicas, pero enfrenta dificultades al intentar justificarlas. Por otro lado, el empirismo más extremo sostiene que no hay certezas y que el conocimiento es meramente probable.
Ante esto, Kant intentó fundamentar el saber de forma objetiva y segura, superando la dicotomía entre racionalismo y empirismo. Su solución fue una síntesis original entre ambas posturas: los empiristas aciertan en que el conocimiento parte de la experiencia, ya que sin material la razón solo especula, pero no por ello todo conocimiento es empírico, como defendían los racionalistas. El sujeto que conoce aporta algo imprescindible.
El ser humano no solo recibe información, sino que construye su imagen del mundo según su constitución, que le permite percibir e interpretar su entorno de una determinada forma. Para justificar el valor universal y necesario de la ciencia ante la adaptación del sujeto a las múltiples y cambiantes peculiaridades del objeto, Kant invierte el planteamiento. El conocimiento es universal y necesario porque es fruto de la imposición del sujeto al objeto. Sus estructuras a menudo se confunden con propiedades de los objetos.
Solo conocemos la realidad filtrada por nuestras estructuras mentales. Para acceder a la realidad objetiva, el sujeto debería salirse de sí mismo, pero esto es imposible. Por tanto, el conocimiento no va más allá del sujeto.
Por la importancia del sujeto y las formas a priori en el proceso de conocimiento, su filosofía se denomina “idealismo trascendental”: el conocimiento depende de las estructuras mentales del sujeto, que son universales y trascienden los casos concretos.
Karl Marx desarrolló una teoría que interpreta la evolución histórica a partir de aspectos materiales, con especial énfasis en los económicos. Aunque coincidía con Hegel en que la realidad está en constante cambio y se modifica a través de sus propias contradicciones, Marx rechazaba su visión idealista, según la cual la historia es guiada por el espíritu. En su lugar, planteó una perspectiva materialista, en la que considera que la economía es el elemento clave que determina el desarrollo de la sociedad.
Para entender una sociedad, Marx distingue dos elementos: la infraestructura y la superestructura. La infraestructura comprende al sistema económico, es decir, a las fuerzas productivas (recursos materiales y herramientas) y las relaciones de producción, formas de organización del trabajo y propiedad. La superestructura, en cambio, está compuesta por la cultura, la ideología, las instituciones, las leyes y las creencias religiosas. Según Marx, la infraestructura determina la superestructura, lo que significa que las condiciones económicas influyen directamente en la forma en que una sociedad piensa y se organiza.
Dentro de la infraestructura, las fuerzas productivas y las relaciones de producción pueden entrar en contradicción. Cuando las fuerzas productivas evolucionan y las relaciones de producción se vuelven obsoletas, surge una crisis que desemboca en una transformación social. Por ejemplo, en la Europa feudal, el desarrollo de nuevas tecnologías y formas de comercio entró en conflicto con el sistema feudal, lo que llevó a su colapso y al ascenso del capitalismo.
La historia, según Marx, avanza mediante un proceso dialéctico de lucha de clases. Cada sistema económico genera su propia contradicción: una tesis (modo de producción dominante) produce su antítesis (grupo oprimido que se rebela), y de su enfrentamiento surge una síntesis (nuevo sistema económico). En el capitalismo, los propietarios de los medios de producción explotan al proletariado, lo que provocará una revolución y el establecimiento del comunismo como una nueva síntesis.
Así, el materialismo histórico no solo explica el pasado, sino que también busca predecir el futuro, ofreciendo una visión científica del desarrollo social basada en la economía y la lucha de clases.