Política Exterior del Imperio Español en el Siglo XVI

El Imperio español alcanzó su máxima expansión a fines del siglo XVI en Europa y América. Esta expansión, en defensa del ideal de un imperio católico en lucha contra diversos enemigos, se mantuvo durante más de un siglo, pero no contribuyó al progreso interno. Acabó agotando a la monarquía y acelerando su empobrecimiento.

Conflictos con Francia

Al tradicional antagonismo entre Francia y España se sumó la rivalidad personal entre Carlos V y Francisco I por la posesión de Italia y la corona imperial. Las posesiones del emperador rodeaban a Francia y dificultaban su expansión hacia los Países Bajos (Francia luchaba por el control de Flandes y Borgoña) o Italia (control de los ducados italianos, sobre todo el Milanesado). Carlos V mantuvo numerosas guerras con Francia, condicionadas por la situación particular del Mediterráneo en permanente lucha contra el Islam (el imperio turco), los príncipes partidarios de la Reforma en Alemania y las disponibilidades financieras.

La primera guerra estalló en 1521. Los franceses invadieron Navarra y, desde su posesión en Milán, trataron de asegurar su hegemonía en el norte de Italia. Fueron derrotados en Pavía (1525) y Francisco I fue hecho prisionero de Carlos V. La paz se firmó con el Tratado de Madrid, por el que Francia renunciaba al Ducado de Borgoña y a Italia. Francia no cumplió las condiciones y formó la Liga Clementina (aliándose con el Papa, Inglaterra y varias ciudades italianas) contra Carlos V. El enfrentamiento llevó al triunfo de Carlos tras el Saco de Roma (1527), con la deserción de Génova de la Liga y la Paz de Cambray, de nuevo la renuncia francesa a Italia y de Carlos V a Borgoña.

Las luchas con Francia se reanudaron en 1536 en Italia y en las fronteras de Flandes y los Países Bajos. Las hostilidades se prolongaron durante veinte años, aunque se intercalaron largos periodos de paz. La última de las guerras franco-españolas del reinado se libró tras su abdicación en 1556. El hecho decisivo fue la victoria de Felipe II en la ciudad francesa de San Quintín (1557).

A pesar de la posterior recuperación francesa y de la crisis financiera española, la paz de Cateau-Cambrésis (1559), firmada entre Felipe II de España y Enrique II de Francia, estableció de forma duradera la hegemonía española en Italia y en toda la Europa occidental.

Enfrentamientos con el Imperio Turco y el Dominio en el Mediterráneo

El Imperio Otomano inició una ofensiva por los Balcanes que le llevó a la conquista de Hungría (batalla de Mohács, donde muere el rey Luis II, marido de la hermana del emperador) y el asedio a Viena. Bajo la amenaza de la invasión de Austria, el emperador le hizo frente. En el Mediterráneo tuvo éxitos aislados (Túnez, 1535) pero también derrotas (Argel, Trípoli, etc.). Al final de su reinado, Carlos hubo de reconocer la hegemonía turca sobre el Mediterráneo.

Crisis de la Reforma y Enfrentamientos con los Príncipes Protestantes

La ruptura de la unidad católica por la rebelión religiosa que se llamó protestante fue el problema principal que la monarquía de los Austrias tuvo que afrontar desde la época de Carlos V. El fraile agustino Martín Lutero había pedido la reforma de la Iglesia Católica en las 95 tesis de Wittenberg, en las que criticaba algunas prácticas de la Iglesia. Lutero contó con las simpatías de algunos príncipes alemanes, que veían en el desmantelamiento de la Iglesia católica un excelente medio de aumentar sus posesiones y rentas y de independizarse más del emperador. Carlos V condenaba las teorías de Lutero, pero no apoyaba al papado, mostrándose partidario de llegar a un compromiso entre luteranos y católicos. Para ello, se celebró la Dieta de Worms (1520), que presidió el Emperador y en la que se pidió a Lutero que se retractara, pero éste se negó y se puso bajo la protección de Federico de Sajonia, el primer príncipe alemán que aceptó sus ideas.

Los príncipes protestantes formaron la Liga de Esmalcalda, una coalición política y militar que se enfrentaría al emperador y a los católicos. La alternativa que le quedó a Carlos V fue la guerra, que no se le presentó como religiosa sino como política, de unos príncipes que se rebelaban contra su autoridad. En la Batalla de Mühlberg (1547) triunfó el emperador, pero el entendimiento fue imposible, los protestantes se aliaron con el nuevo rey francés Enrique II, que ocuparía varias sedes episcopales. Tras el fracaso del asedio de Metz, encargó a su hermano Fernando los asuntos alemanes, el cual acabaría logrando una solución con la Paz de Augsburgo.

En 1555 se concertó la Paz de Augsburgo, que establecerá la división entre católicos y protestantes. La iniciativa católica ya la había tomado el papado con la convocatoria del Concilio de Trento (1545 – 1563).

Lo que más disgustaba a Carlos eran los avances del luteranismo y su alianza con intereses políticos hostiles en el norte de Europa. En Alemania se había visto obligado a transigir, en los Países Bajos empezó a introducir una Inquisición y severos edictos contra los herejes. En cuanto a las alianzas, se volvió a Inglaterra, se concertó la boda de Felipe con la reina María de Inglaterra (para que Inglaterra participase en la defensa de los Países Bajos y España en la reconversión católica de Inglaterra).

Las desilusiones en Alemania provocaron que dejara estos asuntos en manos de su hermano Fernando. Enfermo (gota e insomnio constante) decidió abdicar. Las ceremonias de abdicación comenzaron con la reunión de los Estados Generales en Bruselas en 1555. Abdicó de los Países Bajos en Felipe, tres meses después lo hizo de todos sus dominios españoles; en Marzo de 1556, Felipe quedaba proclamado rey en Valladolid. Recibiría además el Franco Condado y ya poseía el Milanesado.

También abdicó del Imperio en su hermano Fernando, la elección formal se produciría unos años más tarde (1558).

El 17 de septiembre se embarcó para España y avanzó lentamente hacia la residencia que se había preparado junto al monasterio jerónimo de Yuste. Allí moriría el 21 de septiembre de 1558.