La Filosofía Moderna

La Filosofía Moderna abarca el periodo comprendido entre el Descubrimiento de América y la Revolución Francesa. Entre las corrientes filosóficas de este periodo destacan el Racionalismo (Descartes, siglo XVII) y el Empirismo (Hume, siglos XVII-XVIII), además de la síntesis de Kant (siglo XVIII) de ambas corrientes.

La Epistemología en el Centro del Pensamiento

La filosofía a partir del siglo XVII se caracteriza por la preocupación del método científico y del conocimiento en general. La Filosofía de este periodo es, sobre todo, epistemología.

Esta preocupación por el problema del método científico tiene su origen en la física de Galileo. Con su método, Galileo logró grandes avances para la ciencia de la física, convirtiéndose así en una ciencia autónoma de la Filosofía. Esta nueva situación lleva a la Filosofía a cuestionarse su papel y función.

El intento de solución será la búsqueda de un método universal válido para todas las ciencias y saberes. Este método será buscado por el Racionalismo, con Descartes a la cabeza, y por el Empirismo, con Hume como máximo representante.

Descartes y la Búsqueda de la Certeza

El Discurso del Método

Su obra más conocida es el Discurso del Método (siglo XVII), en la que intenta buscar un método válido para todo tipo de conocimiento. Este método tenía que estar basado en las reglas evidentes con las que funciona la razón humana (criterio de evidencia). Para ello, intenta encontrar reglas que permitan lograr verdades evidentes e incuestionables. La Filosofía, para Descartes, sería el conjunto de estas reglas. Para Descartes, las auténticas ideas son siempre las innatas, las procedentes de la propia razón.

El objetivo fundamental del proyecto cartesiano es determinar si la certeza es o no posible, entendiendo como tal la total ausencia de duda respecto a lo que se afirma en un juicio. Por eso es preciso encontrar un método que asegure el uso correcto de la razón, que se introduce con la “duda metódica”.

La Razón y la Duda Metódica

La razón nos permite conocer la verdad. Pero puede ser desviada por los prejuicios, la precipitación, las pasiones, etc. Solo se debe aceptar como verdadero aquello que aparece con absoluta evidencia en la conciencia. Las ideas evidentes han de ser claras y distintas. Solo podemos admitir como ciertas aquellas creencias que han sido revisadas por nuestra razón. El criterio de verdad no depende de algo exterior al sujeto que piensa. La verdad no consiste en la “correspondencia” del pensamiento con la realidad (este es el significado de verdad para la filosofía escolástica), sino que es una propiedad de las ideas; la verdad depende del sujeto que conoce.

Descartes utiliza como método la duda, una duda que es radical y sistemática. Además, la duda cartesiana es metódica, ya que su objetivo es encontrar una verdad que resista cualquier argumento escéptico. Es universal porque pone en cuestión todos los conocimientos: los del sentido común y los basados en la percepción, como los que tienen su origen en la investigación científica, incluida la matemática. El único tipo de creencias que no cuestiona expresamente es el relativo a las verdades religiosas: cuestiona la legitimidad de los sentidos y de la razón, pero no trata explícitamente de la legitimidad de la fe y la revelación.

Las Meditaciones Metafísicas

La duda metódica es abordada con bastante claridad en las Meditaciones Metafísicas. De manera resumida, el proceso es el siguiente:

  • Duda de los sentidos: Los sentidos nos han engañado en muchas ocasiones; por lo tanto, pone en cuestión solo actos concretos de percepción, aquellos que no se dan en condiciones favorables.
  • El sueño es indistinguible de la vigilia: Pone en cuestión la totalidad de los actos de percepción.
  • Duda de la razón: A veces nos equivocamos al razonar; por ese motivo, Descartes pone en tela de juicio solo actos concretos de razonamiento, aquellos que se hacen con precipitación y descansan en la deducción.
  • Dios nos ha podido hacer de tal modo que nos engañemos siempre (hipótesis del genio maligno): Pone en cuestión la totalidad del ejercicio de la razón, incluida la intuición de las verdades matemáticas.
  • Conclusión de la duda: Podemos dudar de los sentidos y de la razón, podemos dudar de la existencia de los cuerpos –incluido el propio–, de las otras personas y sus mentes, de las verdades de la experiencia ordinaria y del sentido común, podemos dudar de las ciencias –incluidas las matemáticas–. Sin embargo, de la proposición “pienso, luego existo” no puede dudarse en absoluto. Este será el primer principio de la filosofía y criterio para determinar la certeza de cualquier otro juicio, pues ha de darse con la misma claridad y distinción con que se da aquél.