Las Ilusiones del Carácter: Bioenergética y la Prisión Emocional

Es común encontrarse con esquizofrénicos que se creen Jesucristo, Napoleón, la diosa Isis, y otros personajes por el estilo. En el estado esquizofrénico, la ilusión adquiere caracteres de extravío absoluto. El sujeto ya no es capaz de distinguir la realidad de la ilusión.

Carácter Oral

El trauma de esta personalidad es la del derecho a necesitar y el estado resultante de irrealización de su cuerpo. En consecuencia, la ilusión que desarrolla como compensación es una imagen de estar pictórico y lleno de energía y sentimiento, que derrocha pródigamente. Cuando el carácter oral se exalta, cosa típica de esta estructura, se exterioriza la ilusión. El sujeto se excita y habla sin ton ni son, vertiendo pensamientos e ideas en una marejada de sentimiento. Este es su ego ideal, convertirse en el centro de la atención de todos como quien se entrega completamente. Sin embargo, la exaltación no es más sólida que la imagen, que no puede mantener el carácter oral porque no tiene la energía necesaria. Ambas se desploman, y él termina en uno de sus estados depresivos, que también son típicos de esta estructura.

Tuve un paciente a quien estuve tratando algún tiempo hace muchos años, cuya historia es muy interesante. Un día me propuso que repartiese generosamente lo que tenía, porque él estaba dispuesto a hacer otro tanto.

— Yo estoy dispuesto a compartir todo lo que tengo — me dijo —. ¿Por qué no hace usted lo mismo?

— ¿Cuánto tiene usted? — inquirí.

— Dos dólares — me replicó. Como yo tenía mucho más, no me pareció una proposición realista. Pero él estaba completamente convencido de la generosidad de su oferta.

Carácter Sicopático

Tiene una ilusión sobre el poder, cree que lo posee en secreto y que es sumamente importante. Esta ilusión es la compensación que tiene por la experiencia de haber sido impotente y débil en manos de un progenitor seductor y entremetido. Pero, para realizar la ilusión en su mente, tiene que comportarse de puertas afuera como un hombre de riqueza o de poder. Cuando el sicópata alcanza este poder, lo cual no es muy raro, su situación se torna peligrosa, porque no puede separar su poder real de la imagen que de sí mismo tiene como persona de poder. Y en consecuencia, no lo utilizará constructivamente, sino para acentuar más esa imagen.

Cierto paciente me contó que, durante años, había mantenido la imagen de que llevaba una maleta de dinero con ocho millones de dólares, imagen que le hacía sentirse poderoso e importante. Cuando lo vi en el tratamiento, había amasado varios millones de dólares, y al ponerse en contacto con la realidad, empezó a comprender que ni era poderoso ni importante. La ilusión del poder — de lo que esto puede significar para el sujeto — es muy común en nuestra cultura. En mi libro Pleasure (Placer) se estudia su antítesis del placer.

Carácter Masoquista

Todos los masoquistas se sienten inferiores. Fueron humillados o ridiculizados de niños, pero por dentro se creen superiores a los demás. Confirman esta imagen sentimientos de desdén para el terapeuta, para su jefe y para cualquiera que, en la realidad, ocupe una posición superior a la suya. Uno de los motivos de que sea tan difícil tratar este problema, es que el paciente que tiene esta estructura de carácter no puede dejar que el tratamiento salga bien.

El éxito de la terapia demostraría que el terapeuta era mejor, más competente, que él. ¡Qué dilema! Esta ilusión explica en parte por qué el masoquista invierte tanta energía en su fracaso. Este siempre queda explicado con la disculpa de que, “Bueno, no me molesté demasiado”, con lo cual quiere decir que hubiese triunfado si le hubiera dado la gana. El fracaso alienta y corrobora su ilusión de superioridad, sólo que al revés.

Carácter Rígido

Esta estructura surge del rechazo del cariño del pequeño por uno de sus progenitores. El niño experimentó antaño una sensación de traición y desvío. Para defenderse, se rodeó de una armadura o se puso en guardia contra la expresión demasiado manifiesta de su amor, por temor a ser traicionado. Por eso, su afecto está defendido y velado. Pero, aunque ésta es la realidad de su presencia en el mundo, el sujeto no se ve a esa luz. Su ilusión o la imagen que tiene de sí mismo es la de una persona afectuosa, cuyo cariño no es apreciado.

El análisis del carácter rígido descubre una idea interesante. Es en efecto una persona afectuosa. Su corazón está abierto al amor, pero su comunicación está velada, no se exterioriza. Si se reprime la expresión del afecto, su valor se reduce; por eso el individuo rígido es afectuoso en sus sentimientos, pero no en su acción. Lo más interesante de esto, es que la ilusión no es completamente falsa: hay en ella un elemento de realidad que le hace a uno pensar si no ocurrirá lo mismo con todas las ilusiones. Aunque no he recapacitado a fondo sobre ello, de pronto debo decir que así lo creo. Tiene que haber algún valor, algún fondo de verdad o realidad, en todas las ilusiones, que nos ayude a comprender por qué se aferra el individuo tan tenazmente a ellas.

He aquí unos cuantos ejemplos:

  • Hay algo de verdad en la imagen que abriga el esquizoide de ser algo especial y distinto de los demás. Algunos han llegado a ser realmente algo especial y sobresaliente en su vida. El genio no está tan lejos de la locura, como todos sabemos perfectamente. ¿Podemos decir que el rechazo de que fue objeto por parte de su madre tuvo relación con ser algo especial para ella? Yo creo que hay en esta idea una parte de razón.
  • El carácter oral es un pródigo, pero, desgraciadamente, tiene poco que dar. Por eso, podemos ver que su ilusión se basa en algo emocional, no en la conducta. En el mundo de los adultos, sólo la conducta tiene valor real.
  • El sicópata tenía algo de que carecía su padre o su madre: de otra manera, no habría sido objeto de seducción y manipulación. De niño, debió de percatarse de esto, y de aquí surgió su gusto y primera apetencia de poder. Es cierto que el poder estaba sólo en su mente, pero aprendió de la vida algo que utilizó más tarde: “Cuando alguien necesita algo de ti, tienes poder sobre él”.
  • Es difícil encontrar una base de la ilusión de superioridad característica del masoquista, pero yo sé que tiene que existir. Lo único que se me ocurre, y que declaro con titubeos, es que es superior en cuanto a capacidad para enfrentarse con una situación dolorosa. “Sólo un masoquista pudo haberse enfrentado con ese problema”, es una frase que oímos corrientemente. Él se encara con la situación y sostiene una relación que los demás abandonarían enseguida. ¿Hay alguna virtud en esta actitud? En algunos casos es posible que la haya. Cuando otra persona depende absolutamente de ti, tu sumisión a esa situación puede tener algo noble. Yo sospecho que ésta es la experiencia que el masoquista tuvo de su relación con su madre, y que le dejó cierta sensación interior del propio valor.

El peligro que tiene una ilusión o imagen irreal es que ciega al sujeto a la visión de la realidad. El carácter masoquista no es capaz de distinguir cuándo es noble someterse a una situación dolorosa, y cuándo autodestructivo y masoquista. Tampoco el carácter rígido distingue cuándo su conducta es afectuosa o no. No sólo estamos cegados por las ilusiones, sino atrapados en las imágenes irreales que contienen. Al estar colgados y atrapados, no tenemos los pies sobre la tierra ni podemos descubrir nuestro propio yo.

Los “Colgados”

Decimos que está “colgado” un individuo, cuando ha quedado aprisionado en un conflicto emocional que lo inmoviliza e impide realizar cualquier acción eficiente para alterar la situación. En estos conflictos hay dos sentimientos opuestos, que obstaculizan recíprocamente su expresión. Tenemos un buen ejemplo en la muchacha “colgada” de un muchacho. Por una parte se siente atraída hacia él y siente que él la necesita; pero por otra, teme ser rechazada y cree que va a ser herida si se acerca a él. Incapaz de acercársele por miedo e inmovilizada y colgada. Lo mismo pasa con el individuo que se siente atado a un empleo que no es de su gusto, pero que teme abandonar por la seguridad que le representa. Tal es el caso de cualquier situación en que los sentimientos contrarios impiden al sujeto realizar un movimiento eficiente para liberarse.

Estas situaciones pueden ser conscientes o inconscientes. Cuando el individuo conoce el conflicto, pero no puede resolverlo, se siente atrapado por él. Pero también puede ser víctima de conflictos que ocurrieron en su niñez y cuyo recuerdo ha estado reprimido mucho tiempo. En este caso, no es consciente de estar atrapado.

Sean conscientes o inconscientes estas situaciones, el caso es que limitan la libertad del individuo para moverse por todas las áreas de la vida, no sólo en la del conflicto. Una muchacha “colgada” de un muchacho puede ver que su trabajo o estudio van a ser aceptados, lo mismo que sus relaciones con la familia y las amistades. Y así ocurre también, aunque en menor grado, con las situaciones inconscientes, que, como todos los conflictos emocionales sin resolver, llegan a estructurarse en el cuerpo en forma de tensiones musculares crónicas. Estas tensiones musculares aprisionan al cuerpo de las maneras que voy a describir brevemente.

Por lo general no se cae en la cuenta de que toda ilusión encarcela e inmoviliza al sujeto, que se encuentra en medio de un conflicto insoluble, entre las exigencias de la realidad por una parte, y el intento de realizar la ilusión por otra. No quiere entregar ni ceder sus ilusiones, porque esto representaría una derrota para su ego. Pero tampoco puede ignorar completamente las demandas de la realidad. Y, como hasta cierto punto está fuera de contacto con ella, la situación presenta muchas veces un aspecto atemorizante y amenazador para él. Sigue viendo todavía la realidad a través de los ojos de un niño desesperado.

El problema se complica más todavía porque las ilusiones tienen una vida secreta, o dicho de otra manera, las ilusiones y el soñar despierto constituyen parte de la vida secreta de la mayor parte de la gente. Quizás cause extrañeza a mis lectores el que esta vida secreta rara vez se manifiesta espontáneamente a un siquiatra. Esta ha sido por lo menos mi experiencia, y no creo que tenga nada de única. No me parece que sea deliberado el ocultamiento de esta información: es que, sencillamente, la mayor parte de los pacientes no creen que tenga importancia alguna. Se concentran en el problema inmediato para el que necesitan ayuda, y no creen que sus ensueños, ilusiones y fantasías sean importantes. Pero desde luego lo son, y debemos suponer que hay algún motivo inconsciente para que el paciente oculte dicha información. Pero, tarde o temprano, tiene que aflorar a la superficie, y así ocurre.

Traté hace tiempo a un joven de un estado de depresión que lo afectaba desde hacía mucho. La terapia requirió intenso trabajo corporal, respiraciones, movimientos y expresión emocional, a lo que el paciente reaccionó de manera favorable. Al mismo tiempo me proporcionó una buena cantidad de información sobre su niñez, que parecía explicar el problema que le aquejaba. Pero continuó su depresión, aunque mejoraba ligeramente en cada sesión. Y así ocurrió durante varios años. Tenía el firme convencimiento…