Italia Fascista: Orígenes y Características

En la década de 1920, Italia se convirtió en el primer país en establecer un régimen fascista, sirviendo como modelo para otros movimientos similares en Europa.

El Ascenso de Mussolini

Tras la Primera Guerra Mundial, Italia se encontraba en una situación de fuerte crisis. El país estaba endeudado por la guerra, lo que provocó una creciente subida de precios (inflación). La desmovilización del ejército aumentó el paro. Como consecuencia de la crisis económica, la tensión social aumentó considerablemente: los campesinos ocuparon fincas y los obreros tomaron el control de fábricas en el norte industrializado (“bienio rojo”).

Los partidos políticos tradicionales no supieron hacer frente a esta situación, y gran parte de la población, temerosa de una revolución socialista y decepcionada por los resultados de la guerra, apoyó a movimientos extremistas. A la derecha surgieron los Fasci Italiani di Combattimento, liderados por Benito Mussolini, mientras que a la izquierda se fortalecía el Partido Comunista.

Mussolini obtuvo pocos escaños en las elecciones iniciales, así que decidió tomar el poder por la fuerza. Concentrando a sus miembros (“camisas negras”), organizó la Marcha sobre Roma (27-28 de octubre de 1922). Ante la demostración de fuerza y la pasividad del ejército, el rey Víctor Manuel III cedió a la presión y le ofreció a Mussolini la formación del gobierno, otorgándole plenos poderes.

Características del Fascismo Italiano

El régimen fascista establecido por Mussolini se caracterizó por:

  • Una ideología antidemocrática y anticomunista.
  • Un Estado totalitario dirigido por un líder carismático (el Duce), suprimiendo las libertades individuales y la oposición política.
  • Un fuerte intervencionismo estatal en la economía, buscando la autarquía y el corporativismo.
  • El dominio de la sociedad por parte del Estado a través del control de la educación, una intensa propaganda en los medios de comunicación y organizaciones de masas.
  • Un nacionalismo exacerbado y expansionista, que aspiraba a reconstruir la grandeza del antiguo Imperio Romano.
  • El culto a la violencia y al militarismo como instrumentos de acción política.

La República de Weimar y el Surgimiento del Nazismo en Alemania

Tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial y la abdicación del Káiser Guillermo II, se inició una nueva etapa con la proclamación de la República de Weimar (1918-1933). Su constitución democrática fue redactada por una asamblea constituyente reunida en dicha ciudad.

El Partido Socialdemócrata (SPD) controló inicialmente el gobierno, pero la nueva democracia enfrentó una fuerte oposición desde el principio:

  • Desde la extrema izquierda, los espartaquistas (comunistas) la consideraban demasiado moderada e intentaron tomar el poder por la fuerza en 1919, pero fracasaron.
  • Desde la derecha conservadora y los sectores nacionalistas, se le reprochaba haber aceptado las duras condiciones del Tratado de Versalles, considerado una humillación nacional.

En este contexto de inestabilidad, en 1920, Adolf Hitler se unió y pronto lideró el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP o Partido Nazi). Intentó conseguir el poder por la fuerza mediante el fallido Putsch de Múnich en 1923, tras lo cual fue encarcelado.

La grave situación económica, marcada por las enormes reparaciones de guerra impuestas por Versalles, provocó gran descontento. El intento de solucionar la crisis imprimiendo grandes cantidades de billetes llevó a una pérdida total de su valor y a una devastadora hiperinflación en 1923, que empobreció aún más a la población. Aunque la situación mejoró relativamente a mediados de los años 20, la elección del mariscal Paul von Hindenburg como presidente de la República en 1925 reflejaba la persistencia de las fuerzas conservadoras y nacionalistas.

Hitler Llega al Poder

La Gran Depresión de 1929 golpeó duramente a Alemania, provocando una crisis económica sin precedentes que incrementó enormemente el descontento y la tensión social. El paro masivo afectó a millones de obreros y arruinó a las clases medias, que comenzaron a votar masivamente a partidos extremistas: el Partido Comunista y, sobre todo, el Partido Nazi.

Ante el temor a una revolución obrera y la ineficacia de los gobiernos republicanos, importantes sectores industriales y financieros apoyaron económicamente al Partido Nazi, al que consideraban el único capaz de restablecer el orden, frenar al comunismo y defender sus intereses.

La Llegada Legal al Poder

En las diversas elecciones celebradas en 1932 (parlamentarias y presidenciales), los nazis se convirtieron en el partido más votado, aunque no obtuvieron la mayoría absoluta. Los comunistas también experimentaron un gran crecimiento. La falta de acuerdo entre comunistas y socialistas para formar un frente común contra el nazismo facilitó la fragmentación política y la parálisis parlamentaria.

Hindenburg fue reelegido presidente, pero, presionado por hombres de negocios, militares y políticos conservadores (que creían poder controlar a Hitler), nombró Canciller a Adolf Hitler el 30 de enero de 1933.

La Eliminación de la Oposición y la Consolidación de la Dictadura

Una vez en el poder, Hitler actuó rápidamente para desmantelar la democracia y establecer una dictadura:

  • Poco después de su nombramiento, el incendio del Reichstag (Parlamento alemán) en febrero de 1933 fue utilizado como pretexto para culpar a los comunistas, desatar una feroz represión contra ellos (muchos fueron enviados a los primeros campos de concentración) y promulgar decretos que suspendían las libertades fundamentales.
  • Se ilegalizaron todos los partidos políticos y sindicatos, excepto el Partido Nazi.
  • Hitler eliminó sistemáticamente cualquier oposición, incluso dentro de su propio partido. En junio de 1934, durante la llamada Noche de los Cuchillos Largos, fueron asesinados los líderes de las SA (la milicia inicial del partido, que se había vuelto incómoda para Hitler y el ejército) y otros adversarios políticos.
  • En agosto de 1934, tras la muerte del presidente Hindenburg, Hitler acumuló los cargos de Canciller y Presidente, autoproclamándose Führer (líder y guía) y Reichskanzler, concentrando todo el poder en sus manos.

La Ideología y el Régimen Nazi

El Ideario de Hitler: Mein Kampf

Durante su estancia en prisión tras el fracaso del Putsch de Múnich, Hitler escribió Mein Kampf (Mi Lucha), donde expuso su ideario político. Este recogía ideas del fascismo (culto al líder, Estado totalitario, nacionalismo extremo, militarismo) pero añadía elementos propios, especialmente un racismo radical.

La Ideología Racista y Antisemita

El nazismo se basaba en una concepción racista de la historia. Postulaba la existencia de una raza aria (a la que supuestamente pertenecían los alemanes) considerada superior, creadora de toda cultura valiosa y destinada a dominar a los pueblos considerados inferiores (como los eslavos).

La mezcla de razas, y especialmente la presencia de los judíos, era vista como la causa de la decadencia de Alemania y una amenaza mortal. Se propugnaba la necesidad de devolver la pureza racial al pueblo alemán. Esto implicaba la persecución sistemática y la eliminación de aquellos considerados racialmente “imperfectos” o “inferiores”.

Se implantó una brutal política antisemita desde el principio, privando a los judíos de sus derechos y propiedades. Un punto culminante de la violencia inicial fue la Noche de los Cristales Rotos (Kristallnacht) en noviembre de 1938, un pogromo organizado en el que decenas de judíos fueron asesinados, miles de sinagogas y negocios judíos destruidos, y unos 30.000 judíos enviados a campos de concentración. Posteriormente, durante la Segunda Guerra Mundial, a partir de 1942, se aplicó la denominada Solución Final, el plan sistemático para el genocidio de la población judía europea (Holocausto).

Política Interior: Un Régimen Totalitario

El régimen nazi instauró un Estado totalitario, una dictadura implacable donde se suprimieron todas las libertades individuales y derechos democráticos.

Un Partido Único

Como se mencionó, se ilegalizaron todos los partidos políticos; el Partido Nazi controlaba todos los aspectos del Estado y la sociedad. El partido y el Estado estaban dirigidos por el líder único e indiscutible, el Führer. El saludo “Heil Hitler!” expresaba la sumisión y confianza absoluta en él.

Control Total de la Población

Se implantó un férreo Estado policial para controlar y aterrorizar a la población. Estaba dirigido por Heinrich Himmler y sus principales instrumentos eran las SS (Schutzstaffel, inicialmente guardia personal de Hitler, luego una poderosa organización paramilitar, de seguridad y responsable de los campos de concentración) y la Gestapo (policía secreta), encargadas de perseguir y eliminar brutalmente a cualquier opositor real o imaginario.

Junto a la represión, el régimen utilizó masivamente la propaganda, dirigida magistralmente por Joseph Goebbels, para adoctrinar a la población, fomentar el culto a Hitler y obtener su apoyo. Todos los medios de comunicación (prensa, radio, cine) estaban estrictamente controlados y censurados por el Partido Nazi.

La educación fue utilizada para transmitir la ideología nazi desde la infancia. Los jóvenes debían ingresar obligatoriamente en organizaciones como las Juventudes Hitlerianas, donde recibían adoctrinamiento político y entrenamiento premilitar.

Política Exterior Nazi: Militarismo y Expansionismo

La Ideología Expansionista

Hitler defendía la necesidad de que Alemania se expandiera más allá de sus fronteras (expansionismo) para asegurar su futuro. Esta política se basaba en dos ideas clave:

  • El Pangermanismo: la unión de todas las poblaciones de origen alemán de Europa en un único gran Estado o Reich.
  • La Teoría del Espacio Vital (Lebensraum): sostenía el supuesto derecho de la raza aria a conquistar territorios en el Este de Europa (principalmente a costa de Polonia y la Unión Soviética), desplazando o exterminando a los pueblos eslavos, considerados inferiores, para asegurar los recursos naturales y agrícolas necesarios para Alemania.

Rearme y Primeras Expansiones

Desde su llegada al poder, Hitler desafió las cláusulas del Tratado de Versalles. Se puso en marcha un ambicioso plan de rearme, que incluía el restablecimiento del servicio militar obligatorio. Hermann Goering fue uno de los principales encargados de reconstruir un ejército (Wehrmacht) y una fuerza aérea (Luftwaffe) potentes y modernos.

La expansión territorial comenzó en 1938 con la anexión de Austria (Anschluss) y, pocos meses después, la ocupación de la región de los Sudetes en Checoslovaquia, habitada mayoritariamente por alemanes. En marzo de 1939, Alemania invadió y desmembró el resto de Checoslovaquia, demostrando que sus ambiciones iban más allá de la unificación de los alemanes.

Una Economía Orientada Hacia la Guerra

La prioridad inicial de la política económica nazi fue acabar con el paro masivo, lo que se logró en parte mediante una política de grandes obras públicas (autopistas, etc.) y, sobre todo, con el enorme impulso al rearme. La autarquía (autosuficiencia económica) se convirtió en un objetivo clave. Se fomentó la producción nacional, se crearon industrias sintéticas (caucho, gasolina) y se dirigió la inversión masivamente hacia la industria pesada y de armamento, orientando toda la economía hacia la preparación de la guerra.

El Fracaso Colectivo y la Marcha Hacia la Guerra

La agresiva política expansiva de las potencias fascistas no pudo ser frenada eficazmente por los mecanismos internacionales ni por las democracias occidentales, conduciendo finalmente al estallido de la Segunda Guerra Mundial.

La Ineficacia de la Sociedad de Naciones (SdN) ante los Fascismos

La crisis económica mundial de 1929 tuvo profundas consecuencias políticas y sociales, favoreciendo el auge de regímenes autoritarios y minando la cooperación internacional. Japón, Italia y Alemania iniciaron políticas exteriores cada vez más agresivas y expansionistas, desafiando el orden establecido.

  • Japón invadió Manchuria (región de China) en 1931, creando el estado títere de Manchukuo. La Sociedad de Naciones (SdN) condenó la agresión, pero fue incapaz de imponer sanciones efectivas. Japón abandonó la organización en 1933.
  • En 1933, la Alemania nazi también decidió abandonar la SdN y la Conferencia de Desarme.
  • En 1935, Alemania recuperó la región del Sarre tras un plebiscito popular, un éxito para Hitler.
  • En 1936, Hitler ordenó la remilitarización de Renania, violando abiertamente el Tratado de Versalles y el Tratado de Locarno. La SdN y las potencias occidentales no reaccionaron militarmente.
  • En 1935, la Italia fascista invadió Etiopía (Abisinia). La SdN impuso sanciones económicas limitadas e ineficaces, e Italia también terminó abandonando la organización.

Estos episodios demostraron la impotencia de la SdN para mantener la paz y la seguridad colectiva frente a agresiones decididas.

La Colaboración entre los Fascismos

El aislamiento internacional y las afinidades ideológicas llevaron a Italia a reorientar su política exterior, acercándose progresivamente a la Alemania nazi. Las relaciones entre Italia y Alemania se fortalecieron decisivamente durante la Guerra Civil Española (1936-1939), donde ambos países intervinieron militarmente apoyando al bando sublevado liderado por Franco.

En octubre de 1936, se formalizó el Eje Roma-Berlín, una alianza política entre ambas dictaduras. En noviembre del mismo año, Alemania y Japón firmaron el Pacto Antikomintern, dirigido teóricamente contra la Internacional Comunista (y por extensión, contra la URSS), al que Italia se uniría un año después. Se configuraba así el bloque de potencias que luego serían conocidas como las Potencias del Eje.

El Fracaso de la Política de Apaciguamiento

Mientras Alemania iniciaba su proceso de expansión territorial, las principales potencias democráticas, Francia y Gran Bretaña, traumatizadas por la Primera Guerra Mundial y afectadas por la crisis económica, adoptaron una política de apaciguamiento (appeasement). Esta consistía en ceder ante las exigencias de Hitler, consideradas por algunos como revisiones justificadas del Tratado de Versalles, con la esperanza de satisfacer sus ambiciones y evitar una nueva guerra a gran escala.

Tras la anexión de Austria en marzo de 1938, Hitler reclamó la región de los Sudetes en Checoslovaquia. En la Conferencia de Múnich (septiembre de 1938), los líderes de Gran Bretaña (Neville Chamberlain), Francia, Italia y Alemania acordaron la cesión de los Sudetes a Alemania, sin consultar a Checoslovaquia. Chamberlain regresó a Londres proclamando haber asegurado “la paz para nuestro tiempo”.

Sin embargo, la Conferencia de Múnich solo envalentonó a Hitler. Pocos meses después, en marzo de 1939, incumplió lo pactado e invadió el resto de Checoslovaquia, demostrando la inutilidad del apaciguamiento.

El Detonante Final: La Invasión de Polonia

Tras Checoslovaquia, el siguiente objetivo de Hitler fue Polonia. Reclamó la ciudad libre de Danzig (de mayoría alemana pero bajo protección de la SdN) y un corredor territorial a través de Polonia para conectar Alemania con Prusia Oriental.

Esta vez, Polonia se negó a ceder, sintiéndose respaldada por las garantías de asistencia militar que le habían ofrecido Francia y Gran Bretaña en la primavera de 1939, tras la invasión de Checoslovaquia.

Para evitar una guerra inmediata en dos frentes (contra las potencias occidentales y la URSS), Alemania firmó sorprendentemente un Pacto de no Agresión con la Unión Soviética (Pacto Ribbentrop-Mólotov) el 23 de agosto de 1939. Este pacto contenía cláusulas secretas que preveían el reparto de Polonia y otras zonas de Europa del Este entre ambas potencias totalitarias.

Asegurado el frente oriental, y tras la negativa polaca a sus ultimátums, el 1 de septiembre de 1939, Alemania invadió Polonia. Hitler quizás creyó que las potencias occidentales volverían a ceder o se limitarían a protestas verbales. Sin embargo, esta vez Francia y Gran Bretaña cumplieron sus compromisos y declararon la guerra a Alemania el 3 de septiembre, dando inicio a la Segunda Guerra Mundial.