Historia de España: Desde la Hispania Romana hasta la Independencia de las Colonias Americanas
1.3 La Hispania Romana
La Península Ibérica, por su privilegiada posición geográfica, fue ocupada por diversos pueblos (fenicios, griegos y cartagineses) hasta la llegada de los romanos, quienes llevaron a cabo un largo proceso de conquista y romanización que se extendió desde el siglo III a.C. hasta el siglo I a.C. Este periodo marcó la transformación de la península en una provincia clave del Imperio Romano.
La conquista se desarrolló en tres fases principales:
Fase 1 (218 a.C. – 197 a.C.)
En el contexto de la Segunda Guerra Púnica, Roma buscaba frenar el avance de los cartagineses hacia Italia. Escipión el Africano lideró la ofensiva romana, ocupando la costa levantina y expulsando a los cartagineses de la península. Esta región, por su temprana ocupación, experimentó una romanización más intensa y duradera.
Fase 2 (197 a.C. – 29 a.C.)
Estuvo marcada por enfrentamientos con pueblos indígenas como los lusitanos y los celtíberos, quienes opusieron una fuerte resistencia. Los lusitanos, liderados por Viriato, recurrieron a tácticas de guerrilla que pusieron en jaque a los romanos hasta su asesinato en 139 a.C. Por su parte, los celtíberos resistieron heroicamente en Numancia, que sucumbió tras un largo asedio. Estas campañas permitieron a Roma avanzar hacia la Meseta y consolidar su control sobre el centro y oeste peninsular.
Fase 3 (29 a.C. – 19 a.C.)
Culminó con las guerras cántabras, en las que los cántabros, astures y galaicos se enfrentaron a las tropas de Augusto. Aunque los romanos lograron someter estas regiones del norte, su control fue menos duradero, lo que se tradujo en una menor romanización en comparación con otras zonas de la península.
La romanización de la Península Ibérica fue el proceso mediante el cual las poblaciones autóctonas adoptaron los principales elementos de la cultura romana, como la lengua, el derecho, la religión y el urbanismo. Este proceso se impulsó a través de la fundación de colonias, la creación de una amplia red de comunicaciones y la integración de la península en el sistema económico y administrativo romano. Como resultado, se produjeron cambios significativos en la administración (división territorial), la economía (introducción de una moneda única) y la cultura (difusión del latín y el derecho romano), transformando profundamente la sociedad peninsular.
A partir del siglo III, el Imperio Romano comenzó a declinar debido a factores como el fin de la expansión territorial, las crisis económicas y sociales, y la creciente presión de pueblos bárbaros. Finalmente, el imperio se dividió en dos partes: la occidental, que será ocupada por pueblos del norte, y la oriental, que continuará como el Imperio Bizantino.
2.3 Los Reinos Cristianos
Tras la entrada de los musulmanes en la Península Ibérica en el siglo VIII, la franja norte queda fuera de su control, surgiendo los primeros reinos cristianos.
Tres fases de expansión por parte de los cristianos:
Fase 1 (Siglo VIII-X)
Surgen los primeros núcleos de resistencia. Se forman los diferentes reinos bajo una monarquía feudal, se irán consolidando y extendiendo progresivamente hasta el valle del Duero y del Ebro.
En la parte occidental:
- Reino Astur (Reinos de León): Tras la batalla de Covadonga (722) se produce un desinterés musulmán que facilita la consolidación de los primeros núcleos cristianos. Alfonso II pone la capital en Oviedo y junto a Alfonso III se extienden e incorporan el reino de Galicia.
- Condado de Castilla: Los reyes cristianos crean condados para controlar, son entregados a nobles para hacer frente a los ataques. El conde Fernán González empieza a actuar con mayor autonomía frente al rey y proclama su independencia.
En la parte oriental:
- Núcleos Pirenaicos: El Reino de Pamplona-Navarra y el Núcleo de Aragón hacen que Carlomagno creara la Marca Hispánica (marqués) para defender mejor la frontera de los musulmanes y tras la desintegración del imperio Carolingio se produce la independencia de estos territorios. Finalmente, se crea el Reino de Navarra (por Sancho III) que lo divide entre sus hijos, surgiendo así el reino de Aragón.
- Condados Catalanes: Se independizan.
Fase 2 (Siglo XI-XIII)
Consolidación de los reinos cristianos y continuación de la expansión territorial. La debilidad musulmana, en crisis al entrar el califato de Córdoba, es aprovechada por los cristianos para avanzar, sobrepasar y conquistar el Tajo. En el siglo XII se produce el nacimiento de nuevos reinos cristianos como el de Portugal, que se extiende hasta Lisboa y Santarem. Además, se unen Aragón y Cataluña, naciendo así la Corona de Aragón.
Fase 3 (a partir del Siglo XIII)
La gran expansión. Tras las Navas de Tolosa, los reinos cristianos se extienden por el sur, quedando en manos musulmanas el Reino de Granada, que será conquistado por los Reyes Católicos (Siglo XV).
3.1 Los Reyes Católicos: Unión Dinástica e Instituciones de Gobierno. Guerra de Granada
Isabel de Castilla y Fernando II de Aragón contraen matrimonio en 1469. Isabel sucederá en el trono a su hermanastro Enrique IV tras una guerra civil con su sobrina Juana la Beltraneja.
Finalizada tras el Tratado de Alcaçovas en 1479, donde Isabel será reconocida reina y se firmará un reparto del Atlántico, Fernando ese mismo año sucederá en Aragón.
En esta unión dinástica dada en 1475 con la Concordia de Segovia, Isabel otorgará a Fernando participación en el gobierno castellano, pero se reservará los derechos sucesorios. En 1481 Fernando hará lo mismo, pero debido a la monarquía pactista, Isabel será reina consorte.
A pesar de la unión, cada reino mantendrá sus instituciones por separado, unidos solo en la política exterior.
La monarquía pasará a ser de carácter autoritario y minimizarán el poder de los nobles mediante órganos como el Consejo Real, ocupado por burgueses letrados. Otras instituciones de alta importancia serán las Cortes, más flexibles en Castilla mientras que en Aragón había una por reino, teniendo una estructura rígida. La justicia será llevada por las Chancillerías (Valladolid y Granada) y las Audiencias (Santiago de Compostela y Sevilla). Por último, cabe destacar la Santa Hermandad, institución resucitada como garantizadora del orden, y el Tribunal de la Santa Inquisición, sirviendo como instrumento político y encargada de acabar con los herejes. También cabe mencionar instituciones aragonesas como el Consejo de Aragón, las Audiencias y el Consell o gobierno de las ciudades.
En cuanto a la Guerra de Granada (1482), aprovecharán la inestabilidad del reino nazarí y, sin apenas enfrentamientos, destacando los asedios, tomarán la ciudad en 1492 tras la firma de las Capitulaciones de Granada por parte de Boabdil. Estas estipulaban la libertad religiosa musulmana en la península, aunque en un tiempo se forzaría a la conversión o expulsión a judíos y musulmanes por igual. Como conclusión, la unión dinástica se completó con territorios como Navarra y Canarias; además de asentar importantes alianzas internacionales mediante uniones de sus hijos.
4.4 Proceso de Independencia de las Colonias Americanas. El Legado Español en América
El proceso de independencia de las colonias americanas españolas (1810-1825) estuvo influido por diversos factores que culminaron en la emancipación de la mayor parte de los territorios de América, a excepción de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Las ideas de libertad e independencia, difundidas por la Ilustración, la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos, calaron profundamente entre los criollos, quienes lideraron los movimientos independentistas.
Entre las causas que explican este proceso destacan el descontento de los criollos, que se sentían marginados frente a los peninsulares en los cargos públicos y limitados por las restricciones comerciales impuestas por la metrópoli. Además, las políticas centralizadoras de los Borbones y la debilidad del gobierno español incrementaron las aspiraciones de autonomía en América.
El proceso de emancipación, protagonizado por los criollos, se desarrolló en dos fases:
- Fase 1 (1808-1814): Coincidió con la Guerra de Independencia en España. Durante este periodo, se crearon juntas populares en América, se expulsaron virreyes y capitanes generales, y hubo intentos iniciales de independencia en territorios como Venezuela, México y Río de la Plata. Sin embargo, estas primeras insurrecciones fracasaron tras la restauración de Fernando VII.
- Fase 2 (1814-1824): Las ideas independentistas resurgieron con fuerza, apoyadas por Inglaterra y Estados Unidos. Figuras clave como Simón Bolívar y José de San Martín lideraron movimientos decisivos. San Martín proclamó la independencia de Argentina (1816), Chile (1818) y Perú (1821), mientras Bolívar lideró la emancipación de territorios como Venezuela, Colombia y Ecuador, culminando con la derrota de las tropas españolas en Ayacucho (1824). En México, Iturbide proclamó la independencia en 1821, y en Centroamérica surgieron las Provincias Unidas de Centroamérica en 1823.
Las consecuencias de la independencia fueron significativas tanto para España como para América. España perdió la mayoría de su imperio, lo que afectó su economía, redujo su prestigio internacional y la relegó a una potencia secundaria. En América, la independencia no supuso un cambio social significativo, ya que los criollos mantuvieron el control político y económico, mientras mestizos, indígenas y negros continuaron siendo marginados. Además, las divisiones regionales llevaron a la fragmentación de los antiguos virreinatos en múltiples estados, dando lugar a conflictos territoriales y la entrada de intereses extranjeros, especialmente de Estados Unidos e Inglaterra.
El legado español en América fue profundo y perdurable. La lengua española y la religión católica unificaron culturalmente los territorios americanos. La influencia española se extendió también en la educación, con la fundación de universidades, bibliotecas y academias. En el ámbito administrativo y comercial, España dejó un sistema organizado de gobierno que influyó en la creación de los estados independientes. Además, el arte, la música y las infraestructuras promovidas por los españoles enriquecieron el patrimonio cultural de América. Este legado sigue siendo visible hoy en día, consolidando los vínculos históricos entre ambas regiones.
5.1 Isabel II: Las Regencias. Las Guerras Carlistas. Grupos Políticos y Constituciones
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, España se sumió en una crisis política y social marcada por la disputa por el trono entre su hermano, Carlos María Isidro, y su hija, Isabel II. Este conflicto, conocido como la cuestión sucesoria, se originó debido a la derogación de la Ley Sálica, que hasta entonces impedía a las mujeres heredar la corona. Isabel recibió el apoyo de los liberales, quienes vieron en su ascenso una oportunidad para romper definitivamente con el Antiguo Régimen, mientras que Carlos fue respaldado por los absolutistas, defensores de la tradición y los privilegios estamentales.
Más allá de ser una lucha dinástica, esta disputa representó un profundo enfrentamiento ideológico. Los carlistas defendían la conservación de los valores tradicionales: una monarquía absoluta de origen divino, el poder de la Iglesia, los fueros regionales y la oposición a las reformas igualitarias. En contraste, los isabelinos promovían principios liberales como la monarquía constitucional, la centralización administrativa, la libertad económica y la división de poderes.
La rivalidad entre ambos bandos dio lugar a las Guerras Carlistas, que no solo dividieron al país, sino que marcaron el inicio de un periodo de conflictos armados y tensiones sociales que se extendería durante buena parte del siglo XIX. Estas guerras dejaron importantes consecuencias, como un elevado coste humano, un notable impacto económico y la consolidación de los liberales en el poder. A pesar de las resistencias, el triunfo del bando isabelino permitió el inicio de un proceso de modernización política, administrativa y económica, que sentó las bases para la evolución hacia un sistema capitalista y la desaparición progresiva del Antiguo Régimen.
Por otro lado, el conflicto también evidenció las profundas diferencias sociales y territoriales de la España del momento. Mientras el bando carlista encontró apoyo principalmente en áreas rurales, como el País Vasco, Navarra, el norte de Cataluña y el Maestrazgo, donde predominaban los campesinos y la baja nobleza, los isabelinos recibieron el respaldo de las ciudades, la burguesía, las altas jerarquías eclesiásticas y el ejército. Además, el enfrentamiento atrajo la atención internacional, con potencias como Rusia y Austria apoyando a los carlistas, y otras como Francia, Gran Bretaña y Portugal aliándose con los isabelinos, consolidando así un conflicto con implicaciones tanto nacionales como globales.