La Guerra de Independencia Española (1808-1814)

La Guerra de Independencia es el nombre con el que se designa la resistencia armada llevada a cabo por el pueblo español ante la ocupación de España por Napoleón.

Antecedentes

Los antecedentes más inmediatos se encuentran en 1807 con la firma entre España y Francia del Tratado de Fontainebleau. Con este tratado, los franceses atravesaron los Pirineos en febrero de 1808 y Napoleón dispuso sus tropas en distintas partes de España, lo que levantó sospechas sobre su intención de ocupar la península.

Godoy, valido de Carlos IV, pretendió trasladar a la familia real a Andalucía; sin embargo, el Motín de Aranjuez (marzo de 1808) frustró los planes. El 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid se alzó contra las tropas francesas.

En Bayona, Carlos IV y Fernando VII aceptaron abdicar en Napoleón, cediéndole sus derechos al trono. Legitimado por las Abdicaciones de Bayona, Napoleón nombró a su hermano, José, rey de España (José I Bonaparte).

Actitudes de la Población Española

Durante la ocupación francesa, el pueblo español adoptó dos actitudes principales:

  • Afrancesados: Minoría, se encontraban intelectuales, altos funcionarios y parte de la alta nobleza, que aceptaron al nuevo monarca José Bonaparte y participaron en su gobierno. La derrota final del ejército francés obligó a una gran mayoría a exiliarse al final de la guerra.
  • Patriotas: Era la denominación que agrupaba al grueso de la población española que se opuso a la invasión. Sin embargo, en este bando encontramos diferentes posiciones:
    • La mayor parte del clero y nobleza, busca la vuelta al absolutismo bajo Fernando VII (Absolutistas).
    • Algunos sectores ilustrados, veían en la guerra la oportunidad de realizar una serie de reformas deseadas (Reformistas Moderados).
    • La burguesía, intelectuales y sectores liberales veían en la situación revolucionaria creada por la guerra la ocasión idónea para la transformación del Antiguo Régimen en un sistema liberal parlamentario (Liberales).

Desarrollo de la Guerra

En cuanto al desarrollo de la guerra, encontramos las siguientes etapas:

  1. La Resistencia Popular (1808)

    Las previsiones de Napoleón auguraban una fácil y rápida invasión de la península ibérica. La derrota de los invasores en Bailén (junio) impidió la conquista de Andalucía, forzó a José I a abandonar Madrid y comportó el repliegue francés al norte del Ebro.

  2. Ocupación Francesa (1808-1812)

    La victoria napoleónica en la batalla de Somosierra permitió que José I regresara a Madrid. A comienzos de 1810, excepto Cádiz, el territorio quedó invadido.

    La guerrilla fue la única fuerza de resistencia frente al invasor, destacando figuras como Espoz y Mina, El Empecinado y el cura Merino.

  3. La Derrota Napoleónica (1812-1814)

    La retirada de efectivos militares franceses para la campaña de Rusia coincidió con la ofensiva del General Wellington, al frente de tropas británicas, portuguesas y españolas, a las que se unieron partidas guerrilleras, derrotando a los franceses en Arapiles (julio de 1812). José I abandonó definitivamente Madrid, que fue tomada por Wellington el 12 de agosto. Las tropas francesas sufrieron también derrotas en Vitoria y en la batalla de San Marcial (Irún) en 1813. Napoleón se apresuró a llegar a un acuerdo con Fernando VII, al que devolvió la corona de España por el Tratado de Valençay, poniendo fin a la guerra y reconociendo a Fernando VII como rey de España. Su regreso a España significó la derogación de la Constitución de 1812 y la vuelta al Antiguo Régimen.

Consecuencias de la Guerra

Las consecuencias de la guerra fueron significativas:

  1. En el ámbito demográfico, la guerra fue una catástrofe que dejó un país arrasado. Más de 500.000 muertos, numerosos heridos, extensión de epidemias y el hambre.
  2. Las pérdidas materiales y económicas fueron enormes. La producción agraria quedó destruida, y la industrial, colapsada, llegaron a desaparecer sectores como el de la lana en Castilla.
  3. Políticamente, a la par de la lucha contra el invasor se inició la revolución liberal en España, con la experiencia de las Cortes de Cádiz, que supuso un punto de no retorno en la historia española. En América, con la guerra se imitó el levantamiento peninsular, dando inicio a los procesos de independencia.
  4. Por último, el fin de la guerra supuso el primer exilio político contemporáneo español: el de los afrancesados (unas 15.000 familias), que perdieron sus bienes y a los que se sumarían pronto los liberales huidos de la dura represión desencadenada por Fernando VII tras su esperado regreso a España.

La Revolución Liberal: Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

La revolución liberal, que se inició casi al mismo tiempo que la Guerra de Independencia (1808-1814), contemplaba una convocatoria de Cortes “Generales y Extraordinarias”, las cuales se reunirían en Cádiz. Estas aprobaron una serie de leyes y decretos, como la primera constitución de la España contemporánea, que permitió sentar las bases de un nuevo sistema liberal y acabar con el Antiguo Régimen.

Convocatoria y Composición de las Cortes

En medio del conflicto bélico, la Junta Central Suprema organizó una consulta al país y, ante el hundimiento del estado, puso en marcha una convocatoria de Cortes y la conveniencia de elegir a los diputados que representaran a la nación.

La Junta no pudo sobreponerse a derrotas militares y al hostigamiento de sectores absolutistas, siendo reemplazada por una Regencia encabezada por el obispo de Orense (enero de 1810), que convocó la reunión de Cortes. Unos 300 diputados consiguieron reunirse el 24 de septiembre de 1810 en el Teatro Cómico de la Isla de León (Cádiz) y celebrar la primera sesión de las Cortes.

Labor de las Cortes

En las primeras sesiones, los liberales consiguieron un importante triunfo al aprobarse que las Cortes eran unicamerales y depositarias de la soberanía nacional, ejercían el poder en representación de los ciudadanos que formaban la nación. Acordaron la división de poderes, establecieron la libertad de imprenta y reconocieron a Fernando VII como rey de España. Adquirían un carácter revolucionario, ya que rompían con la doctrina tradicional de la soberanía como atributo real y liquidaban los privilegios estamentales, al establecer que todos los ciudadanos eran iguales ante la ley y tenían los mismos derechos.

La Constitución de 1812

La tarea más importante de las Cortes fue la elaboración de una nueva constitución, que se promulgó el 19 de marzo de 1812, día de San José, por lo que se la conoció popularmente como “La Pepa”. Era un texto largo de 384 artículos, su tramitación se vio afectada por las vicisitudes bélicas y por las diferencias entre absolutistas y liberales.

Principios de la Constitución de 1812

Los principios de la Constitución de 1812 fueron los siguientes:

  • Afirmación de la soberanía nacional: el poder residía en la nación.
  • División de poderes: el poder legislativo correspondía a las Cortes, de cámara única; el ejecutivo quedaba en manos del rey y del gobierno; el judicial era independiente.
  • Elección de los representantes en las Cortes mediante sufragio universal masculino indirecto. Pero para ser candidato a diputado era necesario disponer de rentas propias.
  • Igualdad de los ciudadanos ante la ley.
  • Reconocimiento de derechos individuales: a la educación, libertad de imprenta, inviolabilidad del domicilio, etc.
  • Creación de la Milicia Nacional, cuerpo de ciudadanos armados para la defensa del sistema constitucional.
  • Monarquía moderada, en la que el rey promulgaba leyes y tenía derecho de veto transitorio.
  • El catolicismo es la única confesión religiosa permitida.

Legislación de Cádiz

Además del texto constitucional, las Cortes aprobaron una serie de leyes y decretos destinados a eliminar el Antiguo Régimen y a ordenar el Estado como un régimen liberal. Así, procedieron a la supresión de los señoríos jurisdiccionales. Se decretó la eliminación de los mayorazgos y la desamortización de tierras comunales.

Se votó la abolición de la Inquisición y la libertad de imprenta. Finalmente, cabe señalar la libertad de contratación, la anulación de los gremios y la unificación del mercado.

Los legisladores de Cádiz aprovecharon una situación revolucionaria creada por la guerra para elaborar un marco legislativo mucho más avanzado del que hubiera sido posible en una situación de normalidad. Sin embargo, la obra de Cádiz no tuvo una gran incidencia práctica. La guerra impidió la efectiva aplicación de lo legislado y el regreso de Fernando VII frustró la experiencia liberal y condujo al retorno del absolutismo.