David Hume: Empirismo Radical y Escepticismo

David Hume fue un filósofo empirista escocés de mediados del siglo XVIII. Su empirismo es considerado más radical que el de John Locke, ya que no aceptará un conocimiento que vaya más allá de los sentidos, porque sostiene que todo conocimiento deriva de la experiencia. También niega la idea de sustancia de Descartes, argumentando que no podemos tener impresiones directas de estas.

¿Por qué, para Hume, “la razón es esclava de las pasiones”? ¿Por qué, según su filosofía, nadie puede asegurar hoy que mañana vaya a salir el sol? Y, sobre todo, ¿por qué para este empirista escocés, el yo como sustancia permanente no existe y debemos admitirlo, sugiriendo que “no tienes esencia y además somos la impresión que el resto recibe sobre ti”?

El Origen del Conocimiento: Percepciones

Para dar respuesta a estas preguntas y establecer su método de conocimiento, Hume parte de la premisa fundamental de que todo nuestro conocimiento procede de la experiencia sensible. Todos los contenidos de nuestra mente son percepciones (negando así la existencia de ideas innatas). Por lo tanto, conocemos a través de la experiencia, mediante percepciones, que se dividen en impresiones e ideas.

  • Una impresión es todo aquello que percibimos a través de los sentidos con un alto grado de fuerza y viveza; además, lo percibimos en el presente (no es una imaginación).
  • Una idea es la representación mental que generamos a partir de una impresión; es una copia más débil, con menos fuerza y viveza, generalmente referida al pasado.

Por lo tanto, la idea es dependiente de la impresión: primero recibimos la impresión y, después, generamos la idea. Tanto impresiones como ideas pueden ser de dos tipos:

  • Simples: Cuando se refieren a un solo elemento indivisible (ejemplo: la percepción del color azul).
  • Complejas: Cuando combinamos varios elementos o impresiones simples (ejemplo: la idea de una manzana, que combina color, forma, sabor, etc.).

Ideas, Memoria e Imaginación

Ahora bien, si toda idea requiere de una impresión previa, ¿cómo podemos tener ideas de cosas de las que no hemos tenido una impresión directa? (ejemplo: un unicornio). Hume explica que esto es posible gracias a dos facultades mentales:

  • La memoria: Reproduce las ideas manteniendo cierto orden y fidelidad a las impresiones originales.
  • La imaginación: Combina o altera ideas simples de formas nuevas y creativas.

Sin embargo, una idea compleja que no pueda descomponerse en impresiones simples correspondientes no es, para Hume, una idea con fundamento en la realidad (podría considerarse una ficción o pseudoidea).

Críticas Fundamentales y Límites del Conocimiento

Sentadas las bases de su empirismo, Hume defiende que para determinar la validez (verdad) de una idea, debemos rastrear su origen hasta una impresión correspondiente. Si no es posible encontrar tal impresión, estaremos ante una ficción. De este modo, el límite de nuestro conocimiento son las impresiones. Más allá de ellas, nada puede afirmarse con certeza absoluta; solo podemos hablar de conocimiento probable. Por este motivo, Hume realiza dos grandes críticas:

Crítica al Principio de Causalidad

No tenemos ninguna impresión directa de la conexión necesaria entre una causa y su efecto. Observamos contigüidad en el espacio y sucesión en el tiempo entre eventos, pero la idea de que uno causa necesariamente al otro es una inferencia basada en el hábito o la costumbre, fruto de la imaginación, no de una impresión. Nuestra expectativa de que el futuro se parecerá al pasado (por ejemplo, que el sol saldrá mañana) se basa en esta costumbre, no en una certeza racional o empírica. “¿Quién te asegura, hoy, que mañana va a salir el sol?”

Crítica a la Idea de Sustancia (Dios, Mundo, Yo)

Hume niega la posibilidad de conocer la sustancia de las cosas (un concepto central en el Racionalismo). No tenemos impresión de una sustancia subyacente e inmutable, solo de sus cualidades cambiantes. Con ello, critica la posibilidad de un conocimiento demostrativo de:

  • Dios (sustancia infinita o primera en Descartes).
  • El mundo externo como sustancia material independiente de nuestras percepciones.
  • El yo pensante como sustancia permanente (el ‘cogito’ cartesiano). El ‘yo’ no es más que un haz o colección de percepciones cambiantes.

Conclusión: Fenomenismo y Escepticismo

Los principios empiristas llevan a Hume a defender el fenomenismo (solo conocemos fenómenos, apariencias) y un moderado escepticismo. Para Hume, todos los objetos de conocimiento (“fenómenos”) deben describirse y entenderse en términos de nuestras percepciones y no como entidades externas e independientes. Su escepticismo le lleva a afirmar que no conocemos una realidad exterior distinta a nuestras percepciones, ni tampoco una sustancia pensante permanente. En definitiva, la realidad cognoscible queda reducida a meros fenómenos (lo que aparece o se muestra a la conciencia).


Karl Marx: Crítica, Alienación y Materialismo

Karl Marx se encuadra dentro de los llamados filósofos de la sospecha (junto a Nietzsche y Freud), quienes criticaron en profundidad los fundamentos de la civilización occidental. Marx presenta una explicación económica y sociológica de la sociedad capitalista mediante una teoría de la historia que pretende ser científica (materialismo histórico) y propone transformar la realidad económica, política y social basándose en el materialismo dialéctico. Su teoría filosófica es una crítica a gran parte de la filosofía anterior: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.

El Concepto de Alienación

Para explicar la concepción del hombre y su situación en el capitalismo, Marx se basa en el concepto de alienación, utilizado previamente por Hegel y Feuerbach.

  • De Hegel, Marx rescata la idea de que la historia y el espíritu son dialécticos, es decir, avanzan a través de contradicciones y superaciones. Hegel veía la alienación como un momento necesario en el desarrollo del Espíritu (Idea) que se exterioriza para luego reconciliarse consigo mismo a un nivel superior.
  • De Feuerbach, toma el concepto de alienación religiosa: el ser humano proyecta sus propias cualidades idealizadas en la figura de Dios, alienándose de sí mismo. Feuerbach proponía que el hombre reconociera a Dios como una creación suya para recuperar su esencia.

A diferencia de Hegel, Marx considera que la alienación no ocurre principalmente en el ámbito del espíritu o la conciencia, sino en el mundo material y social, coincidiendo en esto con el enfoque materialista de Feuerbach. Sin embargo, para Marx, el sujeto principal de la alienación material es el Proletariado en el sistema capitalista. Sostiene que el ser humano se realiza a sí mismo transformando la naturaleza mediante la actividad productiva; por lo tanto, el trabajo es (o debería ser) la esencia del individuo.

Tipos de Alienación en el Capitalismo

La alienación se produce fundamentalmente cuando el trabajador siente el producto de su trabajo, el proceso de trabajo y su propia esencia humana como algo ajeno a él, algo que no le pertenece ni le realiza. Esto genera un profundo distanciamiento y una deshumanización. Para Marx, existen principalmente tres tipos de alienación interrelacionadas:

  1. Alienación Económica: Es la fundamental, ya que de ella derivan las otras. En la sociedad capitalista, el trabajo creativo y libre no es posible para el proletario; el trabajo es forzoso, repetitivo y no pertenece al trabajador. De esta manera, el hombre no se siente realizado en su trabajo, sino que se convierte en una simple mercancía más, una fuerza de trabajo en manos del capitalista. Además, el obrero no tiene control sobre el producto que crea, y el empresario burgués se apropia de la plusvalía (el beneficio generado por su trabajo). En estas circunstancias, las relaciones humanas se vuelven conflictivas, basadas en la explotación y no en la justicia o la igualdad.
  2. Alienación Social y Política: La alienación económica es la base de la división de la sociedad en clases antagónicas (burguesía y proletariado). El Estado, según Marx, no es neutral, sino que representa los intereses de la clase dominante (la burguesía) y actúa como un instrumento de opresión sobre la clase trabajadora. Por tanto, el poder político también es experimentado como algo ajeno y hostil por el proletariado.
  3. Alienación Religiosa: Siguiendo a Feuerbach, Marx considera que Dios es una creación del ser humano. La religión funciona como el “opio del pueblo” porque ofrece consuelo y esperanza frente a la miseria y la injusticia de la vida terrenal, pero proyecta la solución a un mundo trascendente (el más allá). Esto, según Marx, actúa como un freno para la lucha por la transformación de las condiciones materiales de explotación aquí y ahora. Argumenta que la necesidad de religión no es inherente al ser humano y desaparecerá cuando se superen las condiciones de alienación social y económica que la generan.

Hannah Arendt: Acción, Política y Totalitarismo

Hannah Arendt (Hannover, 1906 – Nueva York, 1975), filósofa y teórica política de ascendencia judía, fue discípula de Martin Heidegger y Karl Jaspers. Con la llegada del nazismo al poder, huyó a París y, posteriormente, en 1940, a Nueva York. En 1951 obtuvo la nacionalidad estadounidense, país donde desarrolló gran parte de su carrera académica, trabajando en las universidades de Berkeley y Chicago y enseñando teoría política en la Nueva Escuela de Investigación Social de Nueva York. Su obra más influyente incluye Los orígenes del totalitarismo (1951) y La condición humana (1958).

La Acción como Dimensión Humana Fundamental

Para Arendt, la dimensión fundamental del ser humano en el mundo compartido con otros es la acción (praxis). La acción, junto con la labor y el trabajo, constituye la vita activa. Es a través de la acción y el discurso que los seres humanos se revelan unos a otros como individuos únicos y construyen el espacio público. En la acción, el ser humano se relaciona estableciendo un diálogo interpersonal (con otros) e intrapersonal (consigo mismo, a través del pensamiento).

Este diálogo interno, la capacidad de pensar y juzgar por uno mismo, es clave para la moral. La moralidad requiere un sujeto reflexivo que busque la coherencia entre sus acciones y sus principios. Cuando esta capacidad reflexiva y de juicio se ausenta, puede surgir lo que Arendt denominó la banalidad del mal: la comisión de actos terribles no por maldad radical, sino por irreflexión, por seguir órdenes o convenciones sin cuestionarlas.

La Importancia de la Política

Esta concepción de la acción y la moralidad subraya la importancia crucial de la política. Dado que la acción y la moralidad se desarrollan fundamentalmente en la relación con los otros, la política —entendida como el espacio público donde los ciudadanos interactúan mediante el discurso y la acción para gestionar sus asuntos comunes— es imprescindible. Es en la esfera política donde la pluralidad humana y la libertad pueden manifestarse plenamente. Por ello, Hannah Arendt puso especial atención al fenómeno político, llegando a autodenominarse pensadora política más que filósofa tradicional.

Análisis del Totalitarismo

Como una contribución fundamental al pensamiento político del siglo XX, Arendt realizó un profundo estudio del totalitarismo, una forma de dominación radicalmente nueva representada históricamente por el estalinismo y el nazismo. Identificó algunas de sus características y condiciones:

  • El Hombre Masa: Una condición previa para el surgimiento del totalitarismo es la existencia del hombre masa: individuos atomizados, aislados socialmente, desarraigados y sin referentes estables, susceptibles a la propaganda y a la movilización ideológica.
  • Ideología y Leyes Suprahumanas: Teóricamente, el totalitarismo se sustenta en una ideología que pretende explicarlo todo y defiende la existencia de leyes determinantes y suprahumanas que rigen la historia (leyes de la naturaleza/raza en el nazismo, leyes de la historia/clase en el estalinismo). El régimen se presenta como el mero ejecutor de estas leyes inevitables.
  • Destrucción del Estado y la Nación: El totalitarismo socava las estructuras tradicionales. El concepto de Estado de derecho es reemplazado por un poder arbitrario ejercido a menudo por estructuras paralelas como el partido único, que controla todos los aspectos de la vida. El concepto de Nación basado en la ciudadanía es destruido y sustituido por categorías ideológicas como la raza o la clase.
  • Terror y Arbitrariedad: Supone el fin del estado de derecho, la eliminación de cualquier pluralismo o disidencia, y la instauración de un clima de terror y arbitrariedad donde la sospecha es constante y cualquiera puede convertirse en víctima o delator.
  • Eliminación de la Acción y la Política: En última instancia, el triunfo del totalitarismo implica el fin de la política genuina y la eliminación de la acción como capacidad humana fundamental. Busca destruir la espontaneidad, la pluralidad y la libertad, sustituyendo el pensar y vivir conjuntamente desde la diferencia por una identidad única y monolítica impuesta por el régimen.

Defensa del Republicanismo

Frente a la amenaza totalitaria y las derivas de la política moderna, Arendt defendió una forma de Republicanismo cívico, inspirada en modelos como las ciudades-estado griegas o los consejos revolucionarios. Abogaba por una democracia deliberativa compuesta por espacios públicos de participación ciudadana (como consejos locales), donde el poder se ejerciera de manera más horizontal y directa. El objetivo último sería siempre crear y preservar nuevos espacios para la acción política, garantizando así la libertad y protegiendo la condición humana en su pluralidad y espontaneidad.