El Imperialismo Europeo del Siglo XIX

La Segunda Revolución Industrial y las mejoras tecnológicas otorgaron a Europa una superioridad técnica, financiera y militar que le permitió emprender la conquista del mundo. Se crearon grandes imperios coloniales bajo el dominio de potencias hegemónicas llamadas metrópolis.

Causas del Imperialismo

  • Económicas: Búsqueda de nuevos mercados para vender productos y obtener materias primas y mano de obra barata.
  • Demográficas: Necesidad de nuevos territorios para la emigración debido a la sobrepoblación en Europa.
  • Políticas: Competencia y rivalidad entre los estados europeos por el prestigio y el poder.
  • Ideológicas: El nacionalismo conservador defendía la superioridad de algunas naciones y el derecho a dominar a otros pueblos (a menudo bajo la justificación de una “misión civilizadora”).

Conquista, Organización y Explotación de las Colonias

Para conquistar y colonizar un territorio, previamente se llevaban a cabo exploraciones científicas y geográficas. El conocimiento del territorio, junto con la superioridad militar y técnica europea, facilitó la conquista. Los europeos a menudo explotaban las rivalidades existentes entre las tribus y grupos locales.

Las colonias se organizaban para ser controladas y administradas por las metrópolis. Existían principalmente tres tipos de administración colonial:

  1. Colonias de explotación: La metrópoli explotaba económicamente los recursos (mediante grandes plantaciones como café o cacao, o yacimientos minerales como oro y diamantes) utilizando mano de obra indígena o importada, generalmente en condiciones precarias. Carecían de gobierno propio y la administración era ejercida directamente por la metrópoli.
  2. Colonias de poblamiento: Aquellas con escasa población indígena, buenas condiciones climáticas y/o riqueza, que recibían un flujo significativo de población europea que emigraba para establecerse permanentemente. Tenían cierta autonomía en su gobierno interno. En el Imperio Británico se les llamaba Dominios (ej. Canadá, Australia, Nueva Zelanda).
  3. Protectorados: Territorios que mantenían teóricamente su propio Estado y administración indígena, pero la política exterior, el ejército y la explotación económica eran controlados por la metrópoli, que imponía un gobierno paralelo o “tutelaba” al gobierno local. Ejemplos: Egipto (protectorado británico), Marruecos (dividido en protectorados español y francés).

El Reparto del Mundo

A finales del siglo XIX, las grandes potencias europeas se lanzaron a una carrera frenética por hacerse con el control del mundo, con el fin de repartírselo. Llegaron a controlar casi toda África y gran parte de Asia, así como numerosas islas del Pacífico.

El Reparto de África

A partir de 1870 se inició la colonización intensiva de África. El rey Leopoldo II de Bélgica se hizo con el control personal del vasto territorio del Congo. Alemanes e italianos también reclamaron territorios, aunque llegaron más tarde a la carrera colonial, lo que generó tensiones y enfrentamientos. El choque de intereses entre potencias rivales impulsó la convocatoria de la Conferencia de Berlín (1885), donde se establecieron las normas para la ocupación efectiva del territorio (demostrar control real sobre el terreno) y se decidieron las zonas que ocuparía cada potencia, acelerando el reparto completo del continente en pocos años.

La Ocupación de Asia

Asia fue ocupada principalmente por Francia y Gran Bretaña, aunque otros países como Rusia, Holanda, Portugal, Japón y Estados Unidos también participaron en la expansión. Los británicos se hicieron con Birmania y parte de Malasia, consolidando su dominio sobre la India (considerada la “Joya de la Corona”). Francia ocupó Indochina (actuales Vietnam, Laos, Camboya). En China, aunque no fue colonizada formalmente por una única potencia, diversas potencias (Gran Bretaña, Francia, Rusia, Alemania, Japón, EE. UU.) establecieron zonas de influencia y obtuvieron concesiones comerciales y territoriales mediante tratados desiguales.

El Imperio Británico

A finales del siglo XIX, Gran Bretaña poseía el mayor imperio colonial del mundo, extendiéndose por todos los continentes. Su posesión más importante, tanto económica como estratégicamente, fue la India.

El Imperio Francés y Otros Imperios

El segundo imperio en extensión era el francés, con importantes posesiones en África (Argelia, Túnez, África Occidental Francesa, África Ecuatorial Francesa, Madagascar) e Indochina. Otros países con imperios coloniales relevantes fueron Holanda (Indias Orientales Holandesas, actual Indonesia), Portugal (Angola, Mozambique), Bélgica (Congo), Alemania (África del Sudoeste, Tanganica), Italia (Libia, Somalia, Eritrea), Rusia (expansión por Siberia y Asia Central) y España (pequeñas posesiones en África tras la pérdida de Cuba y Filipinas).

Expansión de EE. UU. y Japón

Estados Unidos llevó a cabo su expansión hacia el Pacífico (anexión de Hawái, compra de Alaska, ocupación de Filipinas tras la guerra con España en 1898) y consolidó su influencia en el Caribe (Cuba, Puerto Rico). Japón, tras su rápida modernización (Revolución Meiji), inició su propia expansión imperialista a costa de sus vecinos, interviniendo en Corea (que anexionaría en 1910) y China (obteniendo Taiwán y control sobre Manchuria tras guerras con China y Rusia).

Consecuencias de la Colonización

  • Económicas: La economía tradicional indígena fue desmantelada y sustituida por un sistema de explotación enfocado en las necesidades de la metrópoli (monocultivos de plantación para exportación, extracción intensiva de minerales). Se crearon infraestructuras (puertos, ferrocarriles) diseñadas para facilitar la extracción y el transporte de materias primas hacia la metrópoli. Las importaciones de productos manufacturados europeos desorganizaron y arruinaron las industrias artesanas tradicionales de las colonias, generando una dependencia económica.
  • Políticas: Se trazaron fronteras artificiales que no respetaban las divisiones étnicas o culturales preexistentes, separando pueblos o uniendo a grupos tradicionalmente rivales, lo que se convirtió en fuente de numerosos conflictos tras la descolonización. Aunque se suprimieron las estructuras políticas precoloniales, surgieron con el tiempo movimientos de resistencia y, más tarde, movimientos nacionalistas liderados por élites locales (a menudo educadas en Occidente), que reclamaban primero derechos democráticos y, finalmente, la independencia.
  • Sociales: Se produjo una profunda segregación social y racial. Los funcionarios y colonos de la metrópoli ocupaban todos los puestos de poder y privilegio, y vivían de forma separada y lujosa, mientras que la población indígena era sometida, explotada laboralmente y relegada a una situación de pobreza y falta de derechos fundamentales. Se produjo un importante crecimiento demográfico debido a ciertas mejoras sanitarias (vacunas), pero a menudo derivó en subalimentación crónica.
  • Culturales: El imperialismo supuso la imposición de la cultura occidental (lengua, religión cristiana, modelos educativos, costumbres) y el menosprecio o la destrucción de los valores y culturas tradicionales de la población indígena, que sufrió un proceso de aculturación (pérdida de identidad cultural). Sin embargo, en algunos casos, las culturas locales resistieron o se mezclaron con la cultura dominante.

Revoluciones Liberales y Nacionales en Europa

Las Revoluciones de 1820

Se produjeron levantamientos de carácter liberal en diversos países del sur de Europa (España, Portugal, Nápoles, Piamonte) con el objetivo de acabar con el absolutismo restaurado tras la derrota de Napoleón y establecer constituciones. Los revolucionarios (a menudo militares) tomaron el poder brevemente mediante insurrecciones armadas, pero fueron vencidos en su mayoría por la intervención de los ejércitos de la Santa Alianza (alianza de las potencias absolutistas: Austria, Prusia, Rusia). Solo triunfó de forma duradera la revolución en Grecia, que consiguió su independencia del Imperio Otomano (reconocida en 1829 tras una larga guerra), y en las colonias españolas de América continental, que culminaron sus procesos de independencia entre 1808 y 1825.

Las Revoluciones de 1830

Esta segunda oleada revolucionaria tuvo lugar principalmente en Europa central y occidental entre 1829 y 1835. Fueron insurrecciones con un mayor apoyo popular (participación de la burguesía y sectores urbanos) que buscaban la sustitución del absolutismo por sistemas políticos constitucionales, generalmente basados en un liberalismo moderado o conservador (con sufragio censitario, limitado a los propietarios).
Triunfos destacados:

  • En Francia (Revolución de Julio de 1830): El rey absolutista Carlos X de Borbón fue derrocado y se proclamó rey a Luis Felipe de Orleans (“el rey burgués”), estableciendo una monarquía constitucional más liberal.
  • En Bélgica: La revolución, con un fuerte componente nacionalista, triunfó y el país logró independizarse de Holanda (Reino de los Países Bajos), estableciendo una monarquía constitucional liberal.

En otros lugares (Polonia, Estados italianos, Estados alemanes) las revoluciones fracasaron.

Las Revoluciones de 1848 (“La Primavera de los Pueblos”)

Esta fue la oleada revolucionaria más extensa y radical del siglo XIX, afectando a gran parte de Europa. Supuso la aparición de los ideales democráticos (reivindicación del sufragio universal masculino, soberanía popular plena, mayores libertades, república como forma de gobierno) y la irrupción de los trabajadores como fuerza política organizada con demandas propias (movimiento obrero, socialismo).
Se inició en Francia (Revolución de Febrero): Un levantamiento popular en París acabó con la monarquía de Luis Felipe de Orleans y se proclamó la Segunda República, que inicialmente adoptó medidas democráticas como el sufragio universal masculino y el reconocimiento del derecho al trabajo (Talleres Nacionales).
La revolución se extendió rápidamente por Europa central y oriental (Imperio Austriaco, Prusia, Estados alemanes, Estados italianos). En estas zonas, las revoluciones tuvieron un fuerte componente nacionalista (lucha por la unificación nacional en Italia y Alemania, demandas de autonomía o independencia de los pueblos sometidos al Imperio Austriaco como húngaros, checos, etc.) además de liberal y democrático.
Aunque la mayoría de estas revoluciones fueron finalmente sofocadas militarmente por las fuerzas conservadoras (la burguesía liberal a menudo se asustó de las demandas obreras y pactó con la reacción), sus ideales pervivieron. Se consolidaron algunas reformas liberales en ciertos Estados, se abolió la servidumbre en el Imperio Austriaco y Rusia, y los procesos de unificación nacional de Italia y Alemania cobraron un impulso decisivo. La “Primavera de los Pueblos” marcó el fin del sistema de la Restauración y el ascenso de las fuerzas del liberalismo democrático y el nacionalismo.

Hacia una Europa de Naciones: Las Unificaciones de Italia y Alemania

En la segunda mitad del siglo XIX, se produjeron dos importantes procesos de unificación nacional que alteraron profundamente el mapa político de Europa y consolidaron el modelo de Estado-nación:

Rasgos Comunes

  • La unificación fue liderada y dirigida por el Estado más desarrollado económica y militarmente dentro de cada nación dividida: el Reino de Piamonte-Cerdeña en Italia (bajo el rey Víctor Manuel II y su ministro Cavour) y el Reino de Prusia en Alemania (bajo el rey Guillermo I y su canciller Bismarck).
  • Se recurrió fundamentalmente a la diplomacia y a los conflictos armados (guerras contra potencias extranjeras que ocupaban territorios o se oponían a la unificación, como Austria y Francia) para lograr expulsar a los extranjeros y aglutinar a los diversos Estados.
  • La burguesía fue la principal impulsora social y económica del proceso, pero para asegurar el éxito pactó con los antiguos grupos privilegiados (aristocracia terrateniente, especialmente los Junkers en Prusia), dando lugar a nuevos Estados basados en un liberalismo conservador o autoritario (especialmente en Alemania), con fuertes componentes militaristas y nacionalistas.

Situación a Finales del Siglo XIX: Imperios Multinacionales

A pesar del triunfo del principio de las nacionalidades en Italia y Alemania, a finales del siglo XIX persistían en Europa grandes imperios multinacionales como el Imperio Austrohúngaro (surgido de la reorganización del Imperio Austriaco en 1867) y el Imperio Turco Otomano (aunque muy debilitado y perdiendo territorios en los Balcanes). Estos imperios afrontaban graves problemas internos debido a las aspiraciones nacionales de los numerosos pueblos que vivían bajo su dominio (húngaros, checos, polacos, eslovacos, rumanos, eslavos del sur -serbios, croatas, eslovenos-, búlgaros, griegos, albaneses, etc.), muchos de los cuales reclamaban mayor autonomía o la independencia total. Esta “cuestión de las nacionalidades”, especialmente en los Balcanes, sería una fuente constante de tensión y uno de los principales focos de inestabilidad que conducirían a la Primera Guerra Mundial.