La Historiografía como un “No Lugar”

¿Qué es la Historiografía?

La diferencia entre Historia e Historiografía será el punto clave de esta asignatura. La idea de historiografía que vamos a tratar es muy flexible, pues no es solo hablar de la historia cultural, sino que muchas cuestiones periodísticas forman parte de esta. Los falsos titulares, por ejemplo, son uno de los problemas de la historiografía. Esta es una herramienta que puede servir para muchas cosas, no debiendo restringirla a un ámbito solamente.

La mayor coincidencia entre historiografía e historia es que se basan en lo mismo: los materiales fundamentales para la historia son los documentos y las fuentes, los restos tangibles, las evidencias. Todo esto es necesario también para la historiografía, pero con distancias, pues la historiografía se basará en documentos. Ambas tienen mucho que ver, pero también presentan muchas diferenciaciones.

¿Por qué se ha llegado a esta situación de confusión? Porque la historiografía ha ido perdiendo terreno con el paso del tiempo, así como importancia. Esto se debe a factores como la pérdida de grandes historiadores y la falta de referentes, que profundiza la crisis, así como la falta de interés hacia la reflexión historiográfica. La idea de reflexión y pensamiento, de los grandes debates, ha ido perdiendo fuelle en pos de una historia más líquida y agilizada, una mucho más aprensible y alejada de las grandes ideas de escuela. Otro factor sería la pérdida de la mayoría de las Escuelas Historiográficas, lo que, de igual manera, ha proporcionado libertad para hacer cosas alejadas de la agenda.

Estamos en un momento complicado, pero lo importante es saber diferenciar entre el hecho que se estudia y las interpretaciones sobre el propio hecho. Por ejemplo, la Guerra de Corea y las interpretaciones de la Guerra de Corea no son lo mismo: una parte la trata la Historia y la otra la Historiografía. Además, hay que tener en cuenta que todas las perspectivas historiográficas son válidas siempre y cuando estén fundamentadas.

Historia e Historiografía

La Historia es el estudio de las acciones de los seres humanos en un tiempo y espacio determinado. Generalmente, la Historia suele ser considerada como un “hogar”, el sitio al que se acude cuando se necesita encontrar una identidad, donde cobijarse y encontrar identidades antropológicas, profesionales, de área, etc. La Historia es entonces un hogar en el que es fácil que se pueda llegar a alcanzar un gran sentido de pertenencia; esa es la esencia de la Historia.

La Historiografía es una estética, no un hogar, es decir, un referente, una forma de agarrarse a algo, y si está en la moda, pues mejor: no hay ningún sentimiento de pertenencia, sino enteramente de estética. La esencia de la Historia son los datos, pero se les puede dar una interpretación a esos datos, y es en esa interpretación en la que aparece la Historiografía, las diferentes interpretaciones sobre los datos. En sí mismas, las interpretaciones son también datos, y ahí reside el estudio de la Historiografía. Las interpretaciones vienen dadas de los datos que consideramos como Historia, no de datos aleatorios y no verificables, siendo así necesario saber interpretar y leer esos datos.

La Historia está dividida en temporalidades, desde la Arqueología hasta la Historia Contemporánea, lo que lleva a la construcción de diferentes áreas, entre las que no se encuentra ninguna de Historiografía. La Historiografía está asignada a la interdisciplinariedad, pues está dialogando continuamente con la Antropología, la Sociología, la Filosofía, la Estética, etc. Así, lo más importante eran las escuelas, pero estas fueron perdiendo su sentido a favor de otras realidades como los grupos de trabajo o de investigación. La Historiografía está conformada por las interpretaciones, los conceptos, las historias que se unen a un suceso y, por supuesto, las escuelas. Las interpretaciones son el parteaguas que nos permite diferenciar las dos disciplinas que estamos tratando.

La Historiografía es el estudio de la escritura de la Historia. Algunos consideran a la Historiografía una subdisciplina dentro de la Historia, otros la consideran como algo que se puede confundir con la Historia Intelectual, la cual se basa en el estudio de los autores y su obra, de los grupos de autores, la influencia de dichos autores en una comunidad intelectual específica, etc. La Historiografía puede ser definida como un “no lugar”, pues no crea identidades; está, pero no está y no tiene un vínculo administrativo con nada.

Nota: Marc Augé creó el término “no lugar” para referirse a aquellos espacios en los que no alcanzamos identidades, como los aeropuertos o las estaciones de bus.

Significados Atribuidos y la Definición “Paraguas”

Vamos a considerar la Historiografía como un “paraguas” gigante donde caben muchas cosas. En este paraguas incluimos:

  • La historia de la Historiografía.
  • La Filosofía de la Historia, es decir, las reflexiones filosóficas sobre la Historia.
  • La Teoría de la Historia, la teorización de determinados elementos y conceptos de la historia.
  • La historia de la escritura de la historia, el estudio de los conceptos en la historia, las interpretaciones, etc.
  • La Historiografía relativa a cuestiones concretas, como la historiografía sobre las revoluciones o la violencia política latinoamericana.

Todo esto lo vamos a poner dentro del paraguas de la Historiografía.

Los Historiadores y el Campo Científico

Hasta ahora nos hemos ocupado de definir qué es la Historiografía y la diferencia entre esta y la Historia. Ahora nos vamos a ocupar del otro agente necesario para que existan ambas: los historiadores. Estos son personas que se dedican al estudio de la historia, pero pueden estudiar la historia y ser testigos de ella. A partir de ser testigo y con las diferentes normas de hacer la historia, el historiador tiene una dimensión subjetiva y muy relevante.

Además, el historiador o historiadora tiene una relación de sociabilidad con el resto de la profesión que se manifiesta en lo que se denominan comunidades o campos científicos. En estos campos y comunidades científicas nos encontramos con lo que la Sociología de la cultura llama las “Guerras Científicas”, que no son otra cosa que la batalla por el poder de quién tiene el timón de la dirección hacia dónde va la historia: cuáles son los temas, cuáles son las perspectivas que deben regir en la Historia, etc. Esos temas siempre tienen una construcción teórica, un trabajo historiográfico detrás, por lo que la Historiografía sirve de coartada para que muchos de esos historiadores puedan desarrollar hegemonías sobre el resto de los miembros de la profesión. El reconocimiento es esencial en la Historiografía; es preciso que los historiadores sean reconocidos por el resto para que el resto los acepte.

El Amateurismo y la Cientificidad

Además, el historiador tiene otra batalla: el amateurismo. Los aficionados a la historia, que escriben historia, conforman otra de las batallas que debe librar el historiador en la actualidad. Novelistas, escritores, aficionados a la historia… escriben libros con éxito editorial y que llegan a grandes audiencias, pues la historia no académica le ha ganado el pulso a la académica en el espacio público. Hay una gran demanda de este tipo de libros y los historiadores académicos están fuera de ese circuito y de la posibilidad de que los lean masivamente, contando solo con escasas excepciones.

Hay una batalla cultural entre la Historia académica y la historia no académica, y el problema de todo esto es que situamos a un nivel semejante lo amateur de lo académico, un error seminal. El problema de las guerras culturales es que están intentando establecer una división entre lo académico de izquierda y lo no académico de derecha, acusando a los profesores universitarios de “marxistas irreverentes”.

Algunos Problemas Nucleares de la Historiografía

El amateurismo o la desaparición de las escuelas son algunos de los problemas que obedecen a una misma cuestión: el postmodernismo. Este es, según algunos, el veneno que ha llegado y afirmado que cabe igualar las teorías conspiranoicas sobre el 11S al propio 11S, que todo es lo mismo, que da igual, en realidad, que haya sucedido o no el 11S.

La subjetividad siempre está presente, pero la objetividad es una meta, es parte esencial de qué es un historiador, pues este debe buscar la objetividad, reconstruir el pasado a partir de los datos que tiene como una tarea objetiva. Si destruimos la ilusión de la objetividad, damos pie a que, al no existir esta, solo queda la subjetividad y estaríamos contribuyendo a la difusión de ese postmodernismo. Por eso la objetividad debe ser un fin que alcanzar por el historiador; la objetividad es una empresa que tiene que estar presente siempre.

Esto nos lleva a una segunda cuestión: la verdad histórica, que unida a la objetividad, consiste en la reconstrucción del pasado en base a evidencias reales. Renunciar a la verdad es dejar que entre el postmodernismo en escena. El historiador es un sacerdocio en favor de la verdad, siendo esta su única tarea y el resultante del estudio de los datos. El historiador es un ser riguroso, no un periodista que se deja llevar; este tiene una relación estricta y rigurosa con la verdad.

La Historia está vinculada a la ciencia; la historia es una ciencia, pues es una disciplina creada en el siglo XIX y se genera como ciencia para integrar el edificio institucional de los Estados-Nación. Según la consideración que se tome, la Historia puede ser una ciencia social (sociología, psicología, geografía, economía…) o una ciencia humana (filosofía, filología…). Es cierto que, en los últimos años, ha crecido la idea de que la historia no es una ciencia y que no deja de ser una narrativa comparable a discursos literarios, todo esto a causa del postmodernismo.

En cuanto a los sujetos de la historia, ¿quién tiene que ser el sujeto de la historia? Personajes, grupos sociales, revoluciones… ¿cuál debe ser el sujeto?, ¿todos?, ¿ninguno? Otra cuestión de la Historiografía es la de la intradisciplinariedad y la interdisciplinariedad, la relación de la Historia con otras ciencias, siendo la Historiografía “algo” que está vinculado ya de por sí a la interdisciplinariedad y que ofrece la posibilidad de conectar las diferentes áreas, de ser intradisciplinaria.

Hay una cuestión importante que es la causalidad de la historia. La historia busca causas para explicar hechos. Como historiadores, tenemos a nuestra disposición un conjunto de hechos a los que debemos buscarles algún tipo de sentido, y en esa búsqueda de sentido se incluyen algunos de los conceptos que hemos señalado anteriormente: el sujeto, la consideración de la historia como ciencia o no, etc. Para ordenar todos los hechos necesitamos una estrategia, necesitamos explicación, y esa explicación nos describe por qué podemos ordenar los hechos de una determinada forma, por qué puede estar mediada y cuáles son las circunstancias que pueden hacer variar la explicación o el orden de los hechos. Una de las causas, por ejemplo, puede ser la Historia Nacional.

Muchas veces la causalidad depende de la perspectiva con la que nos aproximemos a los hechos. Entendemos los hechos teleológicamente, teniendo la causalidad el problema de la teleología: poner todo a disposición del final, a disposición de lo último. Cuando proyectamos todo en el momento actual y cuando proyectamos las cuestiones del mundo actual al pasado, estamos cayendo en esas teleologías. Estas teleologías suelen ser habituales en la Historia y en la búsqueda de su causalidad. La historia teleológica está proyectada desde el fin al principio y desde el principio hasta el fin.

Debemos entonces reflexionar acerca de qué podemos hacer para no caer en una Historia teleológica, necesitando la construcción de una causalidad alternativa como estrategia. Podemos entender la historia de muchas formas, y si la entendemos teleológicamente, debemos entender que desde el momento actual todo es pasado hasta el mundo medieval, que sería donde nace el Estado actual (buena parte de la historia se encuentra escrita cronológicamente, con un inicio y un fin, de manera ordenada, etc.). Una visión alternativa es que el pasado no sea pasado, sino que sean presentes (el Estado en el mundo contemporáneo, el Estado en el siglo XVIII…), construyendo una Historia cronológica en base a diferentes presentes, cada uno con un pasado y un futuro respectivamente. La estrategia sería, por lo tanto, diferente, pasando de entender el pasado como un elemento causal unívoco a buscar las especificidades en cada caso.

La cuestión del final es otra cuestión asociada al mundo teleológico. Siempre pensamos en un final, en un final de la historia y del mundo, y en base a esta perspectiva tenemos varias estrategias discursivas proyectadas, la mayoría políticas: el futuro existe en la medida en que se pueda modelar. Debemos cambiar el vocabulario y, en vez de hablar de una idea del fin, habría que hablar en términos de objetivos, una palabra mucho más rebajada que la de fin.

Otra cuestión nuclear de la historia es si la historia es un proyecto intelectual o si es un proyecto administrativo, es decir, si la historia tiene un argumento intelectual detrás (buscar algo por lo que se puede conocer algo en base a ideas). Si se entendiera la historia como algo administrativo, lo que se haría sería una historia sin argumento intelectual detrás (argumento administrativo), únicamente una Historia de un hecho concreto, como el ejército de tierra, a modo de inventario para una entidad como un Ministerio, esto sin ningún tipo de argumento intelectual detrás, solo cumpliendo parámetros administrativos. La Historia, por tanto, se discute en base a estos dos parámetros: una parte intelectual y otra más de procedimientos (la explicación o la descripción).

Otro elemento esencial es la relación de la historia que se escribe con la geografía a la que se pertenece. Hay una relación evidente entre lo que se estudia y la geografía a la que se pertenece, influyendo esta de forma evidente en los temas de investigación que se eligen. Un concepto muy relacionado es la colonización historiográfica, es decir, que historiografías periféricas como la chilena, argentina, uruguaya, española o portuguesa dependen de los grandes centros de EE. UU., Gran Bretaña, Alemania o Francia. En relación con esto encontramos otra cuestión que forma parte del ramillete: la cuestión del occidentalismo y el eurocentrismo. Si la historia es eurocéntrica o no lo es, y si eso es bueno o malo. La existencia de otras realidades siempre la vemos relacionada con la nuestra.

Otra cuestión sería la de la publicación y la divulgación, pues la historia existe en la medida en la que está escrita, donde encontramos dos ámbitos: el ámbito de la publicación académica y el ámbito de la divulgación. Si la historia no fuese escrita, sería oral, por lo que se acabaría convirtiendo en mito, tradición, etc.; en resumen, pasa a ser un recuerdo, una memoria. La memoria es oral y la historia es escrita, a pesar de que puede existir la memoria escrita en relación con la historia.

Pero ¿con qué escritura relacionamos la historia?, ¿cómo escribimos historia, con causalidad, que no se comprende, como un amasijo de datos, con un objetivo y unos fines, una historia que sea validada? Esa escritura de la historia tiene que, de alguna forma, validarse, pero ¿quién y dónde se valida? La validación de las escrituras históricas la da la comunidad científica, el conjunto de historiadores que se dedican a la investigación. Esta es validada por revisiones en editoriales que se encuentran incluidas dentro de esas comunidades científicas, mientras que las divulgaciones están validadas por el público, la demanda y las editoriales.

Nota: Las tres herramientas principales para difundir y escribir la historia son el artículo, libro y capítulo.

La política científica es fundamental para entender la publicación de la historia. En la época dorada de la historia había muy poquitos historiadores y muy poquitas revistas, por lo que todo estaba más controlado; hoy en día hay muchos historiadores y muchas revistas, basándose la política científica en la evaluación y revisión por pares. Este es el método más sofisticado que se ha encontrado para validar, pero existen problemas. El sistema de política científica está basado en algo que se ha denominado como la métrica, que consiste en que todo es medible, y como todo es medible, lo que hay que hacer para evaluar la publicación de un autor es ver cuánto ha publicado y dónde. Esta métrica tiene presente también la idea de la superproducción, la visión del intelectual no como resultado de un proyecto científico sino de un proyecto administrativo. La política científica es importante también en los temas, a los que llega a censurar.

Otra cuestión importante es el concepto de acontecimientos. El acontecimiento es el concepto básico para estudiar la historia, conforma la base para poder hacer todas esas aspiraciones teleológicas o no teleológicas. Estos pasan a formar parte de estructuras; por ejemplo, todas las publicaciones del diario Público van dirigidas y son recibidas por unas estructuras concretas que serán distintas a las del ABC; así pues, los mismos acontecimientos tendrán una lectura diferente según de dónde los consumamos.

Por último, la educación, la historia enseñada. La importancia de la enseñanza de la historia es la transmisión de una serie de acontecimientos y de cómo se estudian esos acontecimientos. La enseñanza es nuclear en el desenvolvimiento de los acontecimientos sobre la que se sostiene la idea de historia como ciencia. La enseñanza forma parte de esa comunidad científica. Sin enseñanza no habría nada: si no hubiera aulas en la universidad, no existiría la historia como ciencia; es una parte esencial de la pedagogía, la enseñanza, la investigación en el aula, la transmisión de conocimientos, etc. Lo esencial y por lo que la historia tiene un estatuto científico es por la enseñanza.

La Historiografía y la Historia como Ciencias

La palabra “historia” es polisémica; se refiere al pasado y al conocimiento de ese pasado. La palabra “historiografía” también es polisémica, pero nosotros la vamos a utilizar como el estudio de la escritura de la historia. En relación a los dos significados de la historia, hay una convención: si la escribimos con minúscula, nos referimos a esos acontecimientos que sucedieron en el pasado, pero si la escribimos con mayúscula (Historia), nos estamos refiriendo a la disciplina que estudia esos acontecimientos.

Esta asignatura parte de la premisa de que la historia es una ciencia. En ningún momento nos vamos a plantear si la historia es o no una ciencia en este caso; se parte de la idea de que es una ciencia porque pasa a integrar en el siglo XIX la Universidad, siendo una asignatura que forma parte de los planes de estudio. El rigor de la Historia se consigue a través de las fuentes; tenemos una relación absolutamente directa con los documentos, lo que sitúa al historiador en un ámbito probatorio importante. Este no especula sobre los datos. En un nivel más abstracto, podemos negar el carácter epistémico de la Historia, necesitando ser completamente rigurosos con las fuentes y con los documentos utilizados.

La revolución de la llamada Nueva Historia, surgida a partir de los años 80, ha intentado ensanchar la idea de documento. Existe una pluralidad en las formas de hacer historia, encontrándonos siempre con rechazos que responden a multitud de causas: científicas, ideológicas, etc. Nadie niega el carácter probatorio de la historia antigua, medieval, contemporánea… pero ¿tiene la Historiografía la misma función, el mismo rigor y carácter histórico que la propia historia? Por supuesto, pero esta se basa en documentación y fuentes diversas como la prensa, los testimonios y demás, mientras que los hechos históricos se interpretan en general a través de textos. En lo que sí coinciden la Historia y la Historiografía es en que ambas poseen un carácter probatorio y una vinculación con los documentos que utilizan. La mala fama de la Historiografía, entonces, provendría de que hay muchos escritos que se toman como Historiografía y realmente se tratan de políticas de la Historia.

La Historiografía muchas veces se relaciona con el cómo tenemos que hacer la historia, y lo peor de todo es que muchos de los que nos explican el cómo hay que hacer la historia, no la hacen. La realidad, frente a esto, es que la Historiografía no puede servirnos como coartada para decir cómo se debe hacer Historia, siendo importante la autonomía en relación al pensamiento de qué queremos ser, pues ser historiador es tomar decisiones constantes, siendo incluso que la “no decisión” es una decisión. El historiador elige temas, perspectivas, formatos… En esa elección, como la Historia la podemos considerar una ciencia, es bueno tener una cobertura teórica y unas herramientas. Las elecciones están mediatizadas por los argumentos teóricos que tienen los historiadores; incluso el hecho de carecer de este argumento teórico es un argumento teórico en sí mismo: la “no teoría”. Muchas veces la elección está vinculada con la pertenencia, pues la elección de un tema permite la integración de un conjunto de especialistas y de fuentes que tienen esa perspectiva compartida y donde el historiador se siente mejor recibido que con otros especialistas y fuentes. Las elecciones son circunstanciales, estratégicas.

De todas formas, esa elección nos lleva a pensar: ¿qué relación tenemos con los documentos?, ¿somos los amos de esos documentos?, ¿somos esclavos de ellos? No somos dueños de los temas que elegimos estudiar; los documentos son de todos y los temas a elegir. No podemos ser esclavos de los documentos en el sentido de ser fieles reproductores de lo que dicen los documentos sin crítica; debemos tener esa relación crítica con ellos.

Más allá de todos los debates y de las posturas más escépticas, la historia se ha consolidado como ciencia desde el siglo XIX, pero desde ese momento ha ido cambiando las técnicas, los conceptos, las formas de hacerse, ensanchando el concepto de fuente, incluso, discutiendo el estatus de fuente. ¿A quién beneficia la discusión del estatus científico de la Historia? Al amateurismo y a los políticos, pues si no consideramos a la Historia como ciencia y no se diferencia de otros ámbitos como la literatura, se pueden elaborar cualquier tipo de afirmaciones pretendidamente históricas. Esta es una estrategia de largo recorrido. Si ponemos en duda el estatuto epistémico de la Historia como ciencia, damos cabida a la entrada de todos estos personajes y “golferías”. No nos podemos olvidar de que la Historia está relacionada con la sociedad y con el momento en el que se escribe, y tampoco de que nuestra idea científica de la Historia tiene que estar también en consonancia con la sociedad en la que vivimos y los requerimientos sociales que tenemos a día de hoy.

¿Qué tipo de ciencia es la Historia? Podemos simplemente afirmar que es una ciencia en el sentido amplio, basándonos en sus características de método, su carácter probatorio, etc. Algunos historiadores dicen que quieren que la Historia sea una ciencia social, emparentada con la Economía, la Sociología, el Derecho, la Psicología… siendo la Historia una especie de intermedio entre las ciencias clásicas y las humanidades. Otros la consideran una ciencia humana, relacionada con el Arte, la Literatura, las Filologías, la Filosofía, etc. Esta última acepción es rechazada por algunos historiadores porque se mezcla con dos disciplinas con las que tienen problemas: la Filosofía por especulativa y la Filología por conflictos de intereses sobre el ámbito al que pertenecen cuestiones como la literatura, así como su mera rigurosidad.

La cuarta postura sería que la Historia no es una ciencia, basándose en argumentos como que es un género literario, que no puede emitir juicios científicos, que al estar empalabrada y tener que redactarse pierde objetividad (y sin objetividad no puede haber Historia, es solo una impresión). Dentro de esta cuestión hay un argumento muy interesante: “no quiero que sea ciencia, pero quiero que siga en los planes de estudio y en todo el estatuto administrativo estatal”.

Las razones por las que podemos hablar de la Historia como ciencia:

  1. La más evidente. La Historia es una ciencia porque existe una comunidad científica de historiadores e historiadoras. Los estudiantes forman parte de la comunidad científica como miembros activos. La ciencia necesita tener personas en formación, siendo uno de los problemas de la comunidad científica el relevo y la sucesión. Las personas que no pertenecen a la institución universitaria y no cursan los estudios pertinentes no son parte de la comunidad científica de la Historia. Solemos entender a la comunidad científica como algo administrativo y no como académico, por lo que no tendemos a asumir que los estudiantes forman parte de ella.

Kuhn habla de la delimitación de la comunidad científica como algo “alejado de la sociedad”. Dentro de la gran comunidad científica, los especialistas de cada ámbito de la historia tienen su propia comunidad. El poder y el reconocimiento son los fines de aquellos dentro de la comunidad científica (el reconocimiento entre iguales), es decir, se busca el reconocimiento por parte de esta. Los congresos son los momentos en los que las comunidades científicas se encuentran. Estas se dividen en sociedades (estudios clásicos, estudios medievales, etc.) que, en muchos lugares, como en EE. UU. (con una gran articulación de los cuerpos intermedios), son mucho más comunitarias en comparación con los europeos o los latinoamericanos por la no existencia de una idea tan potente como la de comunidad (individualistas respecto al Estado, pero comunitarios en lo que a la sociedad respecta) en comparación con el mundo anglosajón. Las sociedades actúan como grupos de poder. Pierre Bourdieu diferencia entre campo y comunidad científica. El campo científico está insertado en la sociedad, interactúa con ella y recibe los acontecimientos que se están dando en la misma. De alguna forma, resitúa a los académicos en el mundo en el que pertenecen, mientras que la idea de Kuhn es mucho más cerrada.

  1. El carácter probatorio de la misma: los historiadores trabajan con hechos y acontecimientos que se pueden probar. “Todos los experimentos científicos están mediatizados por los instrumentos que utilizamos” (Bruno L.).
  2. Busca explicar y dar explicaciones, que no crear y difundir relatos. El relato es una explicación ideológica que tiene una intención política, basado en ficciones, es decir, el relato no tiene ningún vínculo con la verdad. La explicación tiene un compromiso con la verdad y la objetividad. Si el relato se coloca en la literatura o en los medios de comunicación, si el relato llega y se instaura en las redes de información, va generando impacto en la sociedad y puede llegar a desplazar a la explicación, incluso llegando a ser asimiladas como iguales (relato y explicación) por la sociedad. Para las personas que crean relatos, el vínculo con la verdad no interesa; en su “trabajo” no hay lugar para la explicación.
  3. Existen diferentes formas de hacer la historia, diferentes modelos, escuelas, perspectivas, aproximaciones y paradigmas.
  4. Existe un sistema de valores y de creencias compartido, consciente e inconsciente. Hay una serie de cuestiones conscientes que compartimos, como el hecho de que la Historia es interpretación en base a documentos, o que existen distintas historias como la social, política, económica, etc. Los consensos inconscientes serían, por ejemplo, que las clases se imparten en las aulas y no predicando en las plazas; o que tiene que haber una forma de hacer Historia, no vale cualquier cosa; o cierto consenso sobre la objetividad de esta.
  5. Debe ser considerada como ciencia porque está comprometida con la sociedad, como el historiador, que tiene relación con el mundo en el que vive, y ahí debe posicionarse.

La Historiografía Hoy

¿Cuál es el estatuto actual de la Historia? Hoy en día, la historiografía se caracterizaría por la negatividad y pesimismo acerca de quién emite esta historia. Podemos preguntarnos, ¿está este pesimismo mediatizado por las dificultades de encontrar posibilidades salariales bajo el oficio del historiador? Desarraigo de la comunidad científica, desprestigio, patriotismo, intereses económicos, interconexión, estafa editorial, amateurismo, falta de nuevos temas, desinterés, falta de debates fuertes, etc. Estos son algunos de los problemas a los que se enfrenta la historiografía a día de hoy.

La certificación de crisis de la Historia tiene diferentes planos, y uno de ellos es este: el de la colocación de los jóvenes, cómo acceden al mercado laboral. Luego, además, hay una crisis del sistema y otra en el sentido de las diferentes perspectivas sobre cómo hacer la historia, qué esperamos, qué deseamos. El sistema nos rebate justificando que la crisis no existe debido al amplio grado de producción al que atendemos; si se trata de eso, no existe esa crisis, siendo este el contraargumento central. Otro sería que la Historia está en el mejor momento porque hay posibilidad de hacer lo que uno quiere. Con este panorama, es mucho más fácil que tengamos todos los problemas que hemos enunciado: amateurismo, desconexión de los estudiantes con la profesión, etc. ¿Existe una desconexión absolutamente generalizada con el oficio, llegando incluso al desprestigio de este por los estudiantes por la ya mencionada dificultad de acceso a un puesto de trabajo?

Hablaremos de cómo las personas que se dedican a la Historia diagnostican lo que está pasando:

  1. Estamos ante una situación de crisis de paradigmas (forma de hacer la Historia, modelos). Las escuelas y los modelos tradicionales de hacer la historia están en crisis. Otros historiadores hablan de crisis generalizada en dos cuestiones más: la crisis de los jóvenes y la crisis vinculada a la percepción social de la Historia. La Historia cuenta con una crisis interna, paradigmática, pero también con una en relación a cómo es percibida por el resto de la sociedad, así como una crisis profesional por la falta de clases. Esa crisis afecta al estatuto epistemológico de la Historia, al estatuto como ciencia que genera conocimiento: desde el momento en el que aceptamos que los novelistas sean los albaceas de la Historia, nos encontramos con un verdadero problema epistemológico en la disciplina. No podemos ser nosotros, los historiadores, quienes afirmemos que cualquiera puede escribir historia, algo que no ocurre en ninguna medida con otras disciplinas. Todo se reduce a una frase utilizada como argumento, el “falta dinero”, algo que es completamente falso: la disciplina no está en riesgo por la falta de dinero.
  2. Más allá de estas cuestiones de certificación de la crisis, existe una pluralidad metodológica importante, es decir, la existencia de muchos métodos: hay muchas formas de hacer la historia; es más, nunca hubo tantas. La pluralidad es libertad, y eso lo valoramos de manera positiva y, a su vez, negativa: las escuelas clásicas han perdido el control. Esta es una cuestión muy sencilla: la pluralidad metodológica es buena para una parte, para la tropa, mientras que es mala para los que tenían el control de la Historia, para las escuelas clásicas de la disciplina. Hay que aproximarse a esta pluralidad desde las diferentes perspectivas. Algunos historiadores hablaron, ya a partir de los 80, de una “historia en migajas”, esa idea de que la historia cada vez se fragmenta más, sin contar ya con ideas fuertes alrededor de la disciplina. Esta idea se convirtió en la anarquía epistemológica, por lo que la pluralidad metodológica la está ganando el postmodernismo: el triunfo de esa falsa libertad que nos ofrece el postmodernismo.

Triunfo del postmodernismo y de la idea de que todo se puede llevar a un discurso. Este paradigma del postmodernismo da cobertura a todas las posibilidades y pone en igualdad a todos. Dentro de esa considerada como anarquía epistémica, hay una cuestión que ha dominado los últimos tiempos: la métrica, la idea de que no importa lo que se publique sino dónde se publique. El sistema editorial pasa por la validación, y esta a su vez por un sistema de referees. Todo nos lleva de nuevo a la cuestión de la métrica y de la editorial, exigiéndose cobros para poder publicar. El Estado te forma a cambio de dinero, pero a su vez te exige que el resultado de la formación que te han dado se vea plasmado en un libro o revista, ante lo que están surgiendo movimientos que defienden que las revistas no deben ser de pago. Este sistema, además, lo han adoptado historiografías periféricas europeas, siendo España, Portugal e Italia los países que más defienden este sistema de pagos; mientras que, en sus países de origen, EE. UU. y Reino Unido, este sistema está perdiendo mucho pulso (no se puede medir al peso la producción histórica e historiográfica). ¿Cuál es el problema de esto? Nosotros, como personas que nos dedicamos a la historia, la vemos como algo desde fuera, no incluyéndonos dentro de ella. Todos los académicos formamos parte de esta perspectiva y somos nosotros mismos los que debemos cambiarla.

El postmodernismo como corriente historiográfica es una de las corrientes centrales dentro del estatuto epistemológico de la Historia, tanto en la práctica como en la reflexión, pero existen otras cuestiones que conforman las principales preocupaciones actuales de la comunidad histórica:

  • La historia de las identidades: reflexiones sobre los sentimientos de las personas.
  • El género y los queer studies: la concepción del género y la función social de los diferentes géneros.
  • La memoria: reflexiones sobre la memoria, la postmemoria y las líneas de trabajo en este ámbito.
  • La historia y la ecología: la relación de la historia con la naturaleza. La historia ecológica no solo comprende el medioambiente como ecosistema o escenario, sino que incluye los animal studies, con un replanteamiento del estatuto de los animales en relación al ser humano.
  • Los estudios culturales o de la cultura: desplazamiento de muchos historiadores hacia problemáticas o políticas culturales en la actualidad.
  • La historia de las discapacidades: desarrollo en los últimos años al calor de la preocupación por la salud mental.
  • La historia clásica: temas de estudio más recurrentes como historia social, política, económica.
  • El retorno de la Historia de las emociones: la importancia del sentimiento, de lo emocional, fundamental en el siglo XIX (romanticismo, construcción de la nación, idealización de la Edad Media, etc.).

Otra cuestión importante es la interdisciplinariedad como forma de hacer historia, el diálogo de los historiadores con otros ámbitos del saber (antropología, sociología, etc.). Pero además de esta, se está dando algo extraño, la intradisciplinariedad, que se trata de algo muy complejo por ser la colaboración de historiadores de distintos ámbitos de la Historia (la Edad Media Contemporánea, el neomedievalismo, el juntar dos gajos históricos irreconciliables). El problema en este caso es administrativo, pues se supone que existen unas divisiones muy estructuradas entre los diversos gajos de la Historia, no sabiendo dónde acomodar esta intradisciplinariedad.