La novela Nada de Carmen Laforet y el teatro español del siglo XX
La novela Nada de Carmen Laforet
La novela Nada, de Carmen Laforet, aparece publicada en 1945, en la editorial Destino, tras haber sido ganadora de la primera convocatoria del premio Nadal. En 1948, obtiene también el Premio Fastenrath que otorga la RAE.
Nada es una novela de corte existencial pues la historia está contada por la protagonista, desde una perspectiva intimista y subjetiva, y con un estilo sencillo. Lo importante es el enfoque personal, no el social. Por ello los personajes están caracterizados en profundidad, sobre todo la protagonista.
Argumento
Tras la guerra civil, Andrea, una joven huérfana, se traslada a Barcelona para estudiar en la Universidad Central, ya que puede vivir con su abuela y sus tíos. En la casa de la calle Aribau reinan la suciedad, el hambre y la violencia. Todos parecen estar tarados, como consecuencia de la guerra recién padecida. La abuela, el único personaje positivo, va perdiendo la cabeza. Angustias es una mujer rígida y controladora, incapaz de cualquier afecto. Román es frío y manipulador hasta la crueldad. Juan es de carácter débil, desequilibrado y violento, fácilmente manejable por su hermano. Gloria es una pobre desgraciada, casada y maltratada por Juan, lista para la vida pero sin grandes aspiraciones. Antonia, la criada, es un personaje siniestro.
Frente a este ambiente opresivo y cerrado, Andrea encuentra alivio en la Universidad donde conoce otro tipo de gente: Ena y su familia, que viven en un piso grande y limpio de la Vía Laietana; Jaime, el novio de Ena; Guixols, que es pintor; Pons,… Todos ellos pertenecen a la burguesía acomodada. Este ambiente es abierto, como las calles de Barcelona, el Barrio Gótico, la Barceloneta, el Tibidabo, la playa y el puerto, y simboliza la esperanza, que se hace realidad al final de la obra.
Crítica social
Tras este argumento se esconde una solapada e indirecta crítica a la guerra civil, por las perniciosas consecuencias que ha tenido en las personas. Esta crítica se hará más explícita y tendrá un enfoque social, no personal, en la novela de los años cincuenta.
El teatro anterior a 1939 en el primer tercio del siglo
Teatro español del primer tercio del siglo XX
El teatro español, durante el primer tercio del siglo XX, ofrece una clara dicotomía entre corrientes continuadoras del teatro anterior y corrientes renovadoras.
Teatro anterior
Durante el último tercio del siglo XIX, la escena española estaba dominada por la alta comedia de José Echegaray. Los intentos de renovar la escena por parte de Tamayo y Baus, hacia un drama más natural y próximo a la realidad habían fracasado y Joaquín Dicenta, tampoco consigue el cambio, pues el público, acomodado a un gusto concreto, no está preparado para ello.
Teatro renovador
Prácticamente todos los integrantes de la generación de fin de siglo se plantean inicialmente renovar la escena.
Los modernistas lo hacen con un teatro de corte simbolista, esteticista y poco ideologizado, como se puede apreciar en las obras de Jacinto Benavente, Teatro fantástico (1892), de Ramón Mª del Valle Inclán, Tragedia de ensueño (1901).
Los noventayochistas se inclinan por un simbolismo inspirado en el teatro clásico, como se ve en las obras de Unamuno, Fedra (1911) y El otro (1927). Algo semejante había tratado de hacer Pérez Galdós, con Electra (1901).
Ninguno de estos intentos triunfa pero, mientras unos continúan experimentando con el afán de abrir nuevos caminos —es el caso de Valle-Inclán y de Azorín—, otros logran amoldarse a los gustos del público haciendo un teatro comercial —como veremos más adelante—.
En los años veinte se incorporan a este sueño de renovación autores novecentistas y de la generación del 27, que escriben obras de teatro vanguardista, como la trilogía Lo invisible (1927), de Azorín, de estética expresionista; Los medios seres, de Ramón Gómez de la Serna; o El hombre deshabitado (1930), de Rafael Alberti, de estética surrealista; y especialmente con elesperpento de Valle-Inclán y con el teatro de García Lorca.
Ramón Mª del Valle-Inclán (1866-1936)
Tras la primera etapa de teatro modernista simbolista ya mencionada, su producción se diversifica en dos ciclos:
El ciclo mítico, formado por la trilogía Comedias bárbaras (1907-1922) y por Divinaspalabras (1920), es un conjunto de obras en las que recrea temas legendarios y mitológicos gallegos, y en las que desfilan todo tipo de deformidades y macabreces. El tono es fuerte y agrio, pero musical y brillante.
Paralelamente, el ciclo de la farsa está formado por farsas y piezas de guiñol de personajes grotescos. Destaca la Farsa y licencia de la reina castiza (1920), donde se deforma de forma crítica la corte de la reina Isabel II.
Tras estos ciclos desemboca en el esperpento, una estética que quiere ser la “superación del dolor y de la risa”—en palabras del autor—, en la que mezcla lo trágico y lo grotesco, para reflejar la España de su tiempo. Forman parte de este ciclo Luces de bohemia (1920), su primera obra esperpéntica, la trilogía Martes de carnaval (1921-1927) y Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte (1924-1926).
Federico García Lorca (1898-1936)
El teatro de Lorca, escrito en verso o en prosa, está dotado de una mezcla de lirismo y tragedia, como toda su obra. La frustración, el amor o el deseo imposibles, la falta de realización personal son los generadores de los conflictos individuales o sociales creados en sus obras. Los personajes femeninos cobran protagonismo hegemónico. Entre sus obras destacan el drama histórico Mariana Pineda; las dos farsas para muñecos Tragicomedia de don Cristóbal y laseñá Rosita y el Retablillo de don Cristóbal; las farsas para actores La zapatera prodigiosa y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín; la obra de teatro experimental El público; laobra surrealista Así que pasen cinco años; y sus tres grandes tragedias rurales: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba, obras con resabios clásicos y vanguardistas, en las que estásiempre presente el tema de la represión moral.
Teatro comercial
Dentro del teatro comercial, que triunfa y se representa en los escenarios, se pueden distinguir tres tendencias: la comedia burguesa, el teatro mal llamado poético y el teatro humorístico.
a) El máximo representante de la comedia burguesa es Jacinto Benavente. Este autor tiene el mérito de haber introducido un estilo natural y sencillo en la escena española contrarrestando la grandilocuencia y la afectación de su predecesor, Echegaray. Sus obras más exitosas son Los intereses creados (1907), una pieza que se inscribe en la tradición de la Commedia dell’arte, y La malquerida (1913), un drama rural. Además escribe un sinfín de comedias y dramas burgueses, en los que se retratan la hipocresía y los convencionalismos de las clases altas, muy del gusto del público.
b) Representantes del mal llamado teatro poético, un teatro histórico en verso, de tono casticista, que renuncia al cosmopolitismo modernista del momento, son Francisco Villaespesa, autor de Doña María de Padilla (1913) o La leona de Castilla (1916) y Eduardo Marquina, autor de Las hijas del Cid o de En Flandes se ha puesto el sol.
De carácter humorístico, destacan Carlos Arniches, con sus sainetes de ambiente madrileño castizo, aunque su obra más famosa es La señorita de Trévelez, farsa cómica; los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, con sus sainetes de ambiente andaluz, como Lamalvaloca; y Pedro Muñoz Seca, creador del género cómico astracán, cuya obra más importante es La venganza de don Mendo, parodia de los dramas neorrománticos y del teatro en verso del momento.