La novela española desde 1940 hasta nuestros días pasa por diferentes etapas en un espiral creativo sin precedentes. Finalizada la Guerra Civil se suceden unos años de transición en los que el realismo se va imponiendo poco a poco debido a las circunstancias históricas, aunque perviven ciertas aportaciones de las generaciones anteriores. No obstante, van surgiendo nuevas promociones de autores jóvenes, inquietos con la realidad social. Muchos autores tuvieron que exiliarse por cuestiones políticas, por lo que surge toda una generación de magníficos narradores en el exilio, tales como Ramón J. Sender.

Sender (1901-1982), con una obra extensísima y, por ello, desigual, es una de las cumbres de la literatura del exilio. Cultiva el periodismo, el ensayo y la poesía, pero lo esencial de su obra es una abundante serie de novelas.

Vida y obra de Ramón J. Sender

Nace en Chalamera (Huesca) y participa en la guerra de Marruecos. En la época de la República y de la Guerra Civil se siente cercano a anarquistas y comunistas, de los que luego se alejará. Su mujer fue fusilada por los nacionales en León y Sender marcha a América en 1938. Reside a partir de 1942 en Estados Unidos, donde se dedica a la enseñanza. Autodidacta y con una formación intelectual incompleta, emprende una reacción realista contra el arte deshumanizado e intelectual. Su obra forma un aglomerado heterogéneo, de viva evocación de tipos y ambientes variadísimos. Hay en sus libros una extraña fusión de realidad cruda y fantasía poética, de esotérica simbología y alegato político-social, de sobrio lirismo y humor desconcertante, notas agrias y espeluznantes y honda emoción humana. Sus máximos logros no se hallan en el campo del virtuosismo formal ni en el lenguaje brillante, sino en el relato vigoroso y la evocación sugerente. La mezcla de realismo y simbolismo en sus novelas históricas, con alto componente subjetivo, da lugar a una especie de realismo mágico. En el estilo practica la técnica barojiana -sus ensayos de crítica literaria se centran de manera especial en la Generación del 98- y afirma que el exceso de adjetivos es perjudicial para la fuerza y energía de la novela.

Primera etapa: Realismo narrativo

En una primera etapa de realismo narrativo se sitúa como precursor de la generación de la posguerra y, por ejemplo en Imán (1930), en claro antecedente del tremendismo. Esta obra se centra en la tragedia de la guerra de África y esboza un credo antimilitarista. Siete domingos rojos (1932) narra una fracasada sublevación anarquista. Mister Witt en el Cantón (1935), por la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura, recoge la historia del Cantón de Cartagena en la Primera República.

Segunda etapa: Preocupación existencial y compromiso social

En la segunda fase, después de la guerra, asoma la preocupación existencial, aunque su obra sigue encuadrada en el Nueve Romanticismo y, por tanto, dentro de la literatura comprometida. Las personas marginadas e insignificantes se convierten en símbolos de una situación social degradada e injusta.

  • El epitalamio del Prieto Trinidad (1942), que algunos consideran su mejor obra, enmarca una orgia de violencia, erotismo y magia, cuya acción transcurre en el penal de las Islas Marías, donde tiene lugar un levantamiento de presos y donde se impone la ley del más fuerte.
  • El rey y la reina (1949) es una hermosa obra humana y sensual a la vez.
  • La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1964) narra la historia del iluminado vasco que se proclama rey en el territorio del río Amazonas y declara la guerra a Felipe II con un puñado de hombres.
  • El bandido adolescente (1965) expone la leyenda del forajido Billy el Niño.
  • La esfera (1947) es una novela con pretensión alegórica donde el exiliado español protagonista muere en el naufragio del barco.

Pueden enmarcarse aquí dos de sus mejores obras, ambientadas en la Guerra Civil o en la inmediata posguerra: El fugitivo (1972) y, sobre todo, Réquiem por un campesino español (1960). En Réquiem por un campesino español, mosén Millán desgrana sus recuerdos intentando buscar una explicación al estallido de la violencia que acabó con la vida de Paco, el del Molino, su antiguo monaguillo, delatado por él con la esperanza de salvarle la vida. En la misa de aniversario de su muerte se extraña de la ausencia del pueblo y de la hipócrita presencia de los que contribuyeron a su ejecución. Las dos Españas aparecen claramente acentuando rasgos negativos de un lado y positivos del otro, porque Sender toma partido: lo que cuenta es la honradez personal, la entereza, la valentía y la solidaridad, valores que se defienden al margen de dogmatismos y partidos.

La novela histórica en Ramón J. Sender

La novela histórica, practicada por Sender a lo largo de toda su vida, constituye una especie de síntesis de las dos etapas anteriores. En un primer momento, se identifica con los revolucionarios. Más tarde pretende una objetividad más distanciada. Y casi siempre se inspira en el elemento autobiográfico. Su obra cumbre será la ambiciosa Crónica del alba (1942-66) serie de nueve novelas en tres volúmenes con recuerdos de su pasado y de las circunstancias históricas anteriores a la guerra. Otras obras históricas serán Los cinco libros de Ariadna y El verdugo afable (1952), donde aparece un personaje con su nombre, periodista y en época próxima a la Guerra Civil. Jubileo en el zócalo (1964) tiene como protagonista a Hernán Cortés, el conquistador de México. La gran capacidad fabuladora del prolífico escritor dará como resultado una producción heterogénea en calidad. Desde su obra maestra, el Réquiem, hasta La tesis de Nancy, puro elenco de errores léxicos y sintácticos para uso de los estudiantes extranjeros de la lengua española.