Platón y la división tripartita del alma

El mito del auriga alado, presente en la obra “La República” de Platón, ilustra la división tripartita del alma. Según Platón, el alma humana se compone de:

  • La razón (logos): Es la parte más elevada, asociada al pensamiento racional y la capacidad de discernimiento.
  • El espíritu (thymos): Se relaciona con las emociones, el coraje y el sentido del honor.
  • Los deseos (epithymia): Son los impulsos y apetitos corporales, como el hambre, la sed y el deseo sexual.

Para Platón, la justicia reside en la armonía de estas tres partes. Cuando la razón gobierna sobre el espíritu y los deseos, y estos se subordinan a ella, se alcanza la justicia interior. Esta armonía permite al individuo alcanzar su pleno potencial y vivir una vida virtuosa, donde cada parte del alma cumple su función en la búsqueda del bien común.

Descartes y el dualismo mente-cuerpo

La propuesta antropológica de Descartes se basa en el dualismo mente-cuerpo. Concibe al ser humano como una entidad compuesta por dos elementos distintos pero interrelacionados:

  • La mente (o alma): Sede del pensamiento, la conciencia y la voluntad.
  • El cuerpo: La parte material y física del individuo.

Para Descartes, la esencia del ser humano reside en su capacidad de pensar, expresada en su famoso axioma “cogito, ergo sum” (pienso, luego existo). Esta visión dualista sugiere que el ser humano posee voluntad y libertad para tomar decisiones y actuar en el mundo físico, pero también está influenciado por las limitaciones y necesidades del cuerpo.

Locke y la mente como”tabula ras”

Locke propone una nueva perspectiva sobre el problema del hombre a través de su teoría del conocimiento y su concepto de la mente como una “tabula rasa” o pizarra en blanco. Según Locke, al nacer la mente humana no posee ideas innatas, sino que es moldeada por la experiencia sensorial y la interacción con el entorno. Esta perspectiva enfatiza la importancia de la experiencia empírica en la formación del conocimiento y la identidad personal, en contraposición a la idea de ideas innatas propuesta por filósofos anteriores.

Nietzsche: Voluntad de poder y las transformaciones del espíritu

Nietzsche introduce dos conceptos fundamentales para exponer el problema del hombre:

  • La voluntad de poder: Impulso fundamental que subyace a todas las acciones humanas, el deseo de afirmarse y expandirse en el mundo.
  • Las tres transformaciones del espíritu: Representadas por el camello, el león y el niño. El camello simboliza la sumisión a las normas, el león la rebelión para afirmar la propia voluntad, y el niño la capacidad de crear nuevos valores.

Freud y la estructura psíquica

Freud distingue tres elementos en la estructura psíquica:

  • El Ello: La parte más primitiva e instintiva, regida por el principio del placer.
  • El Yo: Mediador entre las demandas del Ello, las restricciones del mundo exterior y los estándares morales del Superyó.
  • El Superyó: Representa la internalización de normas sociales y morales, ejerciendo control y autorregulación sobre el Ello y el Yo.

Aristóteles y la ética eudemonista

Aristóteles, en su obra “Ética a Nicómaco”, desarrolla una ética eudemonista basada en la búsqueda de la felicidad (eudaimonia) como fin último de la vida. Según Aristóteles, la felicidad se alcanza a través de la realización de las virtudes, disposiciones habituales del carácter que permiten actuar de manera excelente.

Aristóteles clasifica las virtudes en:

  • Virtudes éticas: Relacionadas con las acciones y emociones (valentía, generosidad, templanza).
  • Virtudes dianoéticas: Relacionadas con la razón y la sabiduría (prudencia, sabiduría práctica).

La práctica constante de estas virtudes es esencial para alcanzar la felicidad y vivir una vida plenamente realizada.

El hedonismo de la escuela epicúrea

La escuela helenística que representa el hedonismo como propuesta ética es la escuela epicúrea. El epicureísmo sostiene que el objetivo principal de la vida es alcanzar el placer y evitar el dolor, distinguiendo entre placeres superiores (mentales y espirituales) e inferiores (físicos).

La felicidad, para los epicúreos, se alcanza a través de la búsqueda del placer y la eliminación del dolor de manera moderada y racional. Su propuesta se divide en dos fases:

  1. Eliminación de los deseos innecesarios.
  2. Satisfacción de los deseos naturales necesarios.

Este enfoque conduce a una vida tranquila y serena.

Tomás de Aquino y el iusnaturalismo

Tomás de Aquino es el primer representante del iusnaturalismo, teoría ética que sostiene la existencia de principios morales objetivos y universales derivados de la naturaleza humana y la ley divina.

Según Aquino, la moralidad se basa en la ley natural, participación de la razón humana en la ley eterna de Dios. El fin último del ser humano es alcanzar la felicidad eterna en la visión beatífica de Dios, lo que se logra a través de la práctica de las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza).

Hume y el emotivismo moral

El emotivismo moral de David Hume sostiene que los juicios morales son expresiones de sentimientos y emociones, no proposiciones objetivas. Al hacer juicios morales, expresamos nuestras actitudes y sentimientos hacia ciertas acciones, no describimos hechos objetivos.

Para Hume, los juicios morales son expresiones de aprobación o desaprobación basadas en nuestras emociones y simpatías. No se derivan solo de la razón, sino que están influenciados por nuestras pasiones y experiencias.

Las teorías éticas formales: Kant y el deber

Una teoría ética formal se centra en los principios abstractos y universales que guían el comportamiento moral, independientemente de las consecuencias. El deontologismo y la ética kantiana son ejemplos de ello.

Immanuel Kant sostiene que la moralidad se basa en el deber y la aplicación del imperativo categórico, que establece que una acción es moralmente correcta si puede ser universalizada y no trata a las personas como simples medios para alcanzar fines.