Teoría de las Ideas de Platón

La teoría de las ideas es la doctrina más importante de la filosofía de Platón, dado que incluye todas las partes de su pensamiento; desde la ontología (existencia) hasta sus consecuencias en la política.

Para empezar, las ideas son entidades metafísicas que contienen el verdadero ser de las cosas. Sus características coinciden con las características que describió Parménides sobre el ser:

  • En primer lugar, son únicas porque existe un solo concepto de cada una.
  • En segundo lugar, son inmutables.
  • En tercer lugar, las ideas son eternas, ya que no tienen origen ni final.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que las ideas no son contenidos mentales, puesto que su existencia no depende de que nosotros las pensemos o no. El sistema que utiliza Platón es dualista, ya que divide el mundo en dos partes, dado que para él son dos mundos con características totalmente opuestas.

El Mundo Sensible y el Mundo Inteligible

Uno de los mundos es el mundo sensible, es aquel que se conoce a través de los sentidos y donde los objetos son:

  • Múltiples: existe una gran variedad.
  • Cambiantes: no tienen unas características fijas.
  • Efímeros: tienen un comienzo y un final.

Y, por otro lado, está el mundo inteligible, que es donde se encuentran las ideas, las cuales hemos mencionado previamente.

La Participación

A pesar de ser dos mundos totalmente contrarios y estar separados, existe una relación entre ambos denominada participación. A lo largo de la obra de Platón se cambia el concepto de esta (participación).

El primer concepto de participación se llama inmanencia, que consiste en considerar que la idea está presente en el objeto, como si el objeto tuviera parte de ella (idea).

Sin embargo, la inmanencia tiene un problema y es que si los objetos tienen una parte de las ideas y los objetos son cambiantes, significa que las ideas también lo son, lo que supondría que estaría contradiciendo su propio concepto de las ideas. En cambio, si entendemos la participación como trascendente, las ideas permanecerán en el mundo inteligible y en el mundo sensible habrá objetos que serán las imitaciones de las ideas.

No obstante, esto también supondrá un problema, dado que existiría una relación inexplicable entre los dos mundos. Por tanto, Platón intenta explicar la trascendencia mediante un mito llamado el demiurgo. Este mito trata de que existe un semidiós del mundo inteligible que conoce las ideas y moldea la materia del mundo sensible para que se parezcan a las ideas. Pero sigue habiendo un problema, porque lo explica a través de un mito y filosóficamente es incorrecto, como bien indica Aristóteles.

Jerarquía de las Ideas y la Dialéctica

Por otra parte, el mundo de las ideas está estructurado en forma de pirámide, donde se ordena de la siguiente manera empezando desde la parte más baja de esta pirámide:

  • Ideas matemáticas
  • Ideas de los objetos
  • Ideas abstractas
  • Justicia, belleza y uno
  • En la parte superior estaría el bien, siendo la parte más importante, ya que según Platón todas las ideas deben de tener un objetivo.

Gracias a esta jerarquía de las ideas se puede poner en práctica la dialéctica, esto es la discusión lógica para poder conocer la verdad de las ideas. La dialéctica es característica en el final de la obra de Platón La República para poder explicar el bien.

La Felicidad en Aristóteles

La virtud y la felicidad son dos conceptos que se encuentran íntimamente relacionados en la filosofía aristotélica, en la que uno no puede darse sin el otro, además de implicar al resto de ámbitos de carácter más intelectual para el correcto desarrollo del individuo y que este se realice como ser humano.

Debemos comenzar tratando de definir qué es la felicidad. Partiendo de los endoxa, es decir, de las opiniones populares que podemos admitir de forma razonable, nos damos cuenta de que en general se suele pensar que la felicidad se identifica con conseguir riquezas, alcanzar la fama o dejar un legado; sin embargo, Aristóteles defiende que esto sería confundir los medios con los fines. Es más, ni siquiera sería el medio correcto para alcanzar la felicidad.

Hilemorfismo y la Felicidad

Para obtener una respuesta satisfactoria acerca de la felicidad en el ser humano necesitamos aclarar muy brevemente una serie de nociones provenientes de la metafísica de Aristóteles, en concreto, del llamado hilemorfismo. Aquí Aristóteles está en oposición a su maestro Platón, que separó la forma y la materia en dos realidades distintas. Según el estagirita, los seres (sustancias primeras) están compuestos de materia y forma, siendo la primera la que individualiza las cosas mientras que la segunda las determina y nos permite entenderlas y clasificarlas. Es la forma la que determina la finalidad de la cosa en cuestión, y es al alcanzar dicha finalidad cuando la cosa alcanza su bien. El ejemplo más sencillo sería el de un objeto fabricado: si cumple su función, entonces es un buen objeto. Aplicando este procedimiento, Aristóteles considera que lo que determina la forma del ser humano y la diferencia de otras sustancias primeras es el alma racional, la capacidad de pensar. A través de poner en uso esa capacidad, el ser humano alcanzará su bien, que se identifica con la felicidad.

Virtudes Intelectuales

Dicho esto, debemos aclarar cuál es de facto el procedimiento a seguir. Según Aristóteles, el ser humano debe cultivar las cinco virtudes intelectuales, que son modos de ser racionales del alma:

  • La ciencia
  • El intelecto
  • La sabiduría
  • El arte
  • La prudencia

Estas pueden ser divididas a su vez en dos grupos, conformando las tres primeras las virtudes teóricas (también llamadas contemplativas), y las dos últimas las virtudes prácticas/productivas.

Para Aristóteles, las virtudes teóricas son las supremas ya que tratan sobre sí mismas, no están en dependencia con otras cosas. Consisten en aplicar la racionalidad a la propia racionalidad, no a otro objeto, a diferencia de lo que ocurre con las prácticas/productivas, que se relacionan y se ven afectadas por lo contingente.

Prudencia, Política y Felicidad

Ahora bien, no podemos olvidar que el ser humano, al igual que el resto de sustancias primeras, está sujeto a la contingencia, por lo que debemos tener en cuenta las siguientes cuestiones. Aunque debamos dedicarnos a la contemplación para alcanzar la máxima felicidad, tenemos que cultivar la prudencia, que es la virtud correspondiente a la praxis para poder tomar las decisiones correctas durante la vida. Además, todo ser humano vive en sociedad, por lo que en la filosofía aristotélica la ética acaba desembocando en la política. De nada sirve saber dirigirse a uno mismo si es incapaz de convivir con otros, o si los demás no le permiten vivir de forma virtuosa. Finalmente, hay que recordar que la felicidad no es un estado que se alcance y permanezca de forma indefinida, sino que es una energeia, una tendencia hacia la consecución de un fin que requiere de un trabajo constante. En palabras de Aristóteles en la Ética a Nicómaco, “una golondrina no hace verano, así tampoco hace feliz a un hombre un solo día o un poco de tiempo venturoso”.

De esta manera, Aristóteles engarza el conocimiento y la ética, estableciendo así una nueva relación entre ellas que lo diferencia de su maestro Platón y de la ética socrática. Si bien la máxima felicidad no está al alcance de todos, aquellos que no están capacitados o no pueden cultivar la razón pueden tratar de lograrla siendo guiados e imitando a los hombres sabios.