El Ser Humano en la Filosofía Medieval y en el Renacimiento

2.1 Agustín de Hipona

Agustín de Hipona (354-430) es considerado el iniciador de la filosofía medieval cristiana. Formado en la retórica clásica e influido por la filosofía neoplatónica de Plotino (204-270), su concepción del ser humano recoge el dualismo clásico entre el cuerpo y el alma: para él, el ser humano consiste, básicamente, en un alma que se sirve de un cuerpo.

La dualidad entre alma y cuerpo que señala Agustín de Hipona está configurada de forma jerárquica. El alma rige sobre el cuerpo, le da vida (es su principio vital) y le proporciona la capacidad de percibir la realidad material. Esta unión se concreta en la acción del alma sobre el cuerpo. Al contrario, es imposible, pues como lo inferior no puede actuar sobre lo superior, argumenta Agustín de Hipona, el cuerpo no puede actuar sobre el alma. Por tanto, según Agustín de Hipona, las pasiones, las emociones, los sentimientos, etc., se explican porque el alma percibe los cambios en el cuerpo y genera dichos estados de ánimo.

Ahora bien, para Agustín de Hipona, la materia no es mala en sí misma, ni el cuerpo es, por sí mismo, la prisión del alma (como sostenían los pitagóricos y los platónicos), sino que solo se ha convertido en su cárcel debido al pecado original.

Entre sus obras filosóficas destacan Confesiones, La ciudad de Dios y Sobre la Trinidad. Especialmente en la primera de ellas, desarrolla la introspección (la mirada hacia el interior de uno mismo) como naturaleza del ser humano. Se trata de un método para descubrir el camino desde lo exterior, desde el mundo, hacia el interior, hacia el alma humana.

2.2 Tomás de Aquino

Tomás de Aquino (1225-1274) es valorado como uno de los máximos representantes de la escolástica medieval. Miembro de la orden de los Predicadores (dominicos), desarrolló su actividad principalmente en la Universidad de París. Su pensamiento destaca por la síntesis que logra entre la filosofía de Aristóteles y la tradición teológica cristiana, por ejemplo, de Agustín de Hipona.

Continuando con la tradición clásica, define al ser humano como un compuesto de dos sustancias: la material y la espiritual. Pero, además, la relación entre cuerpo y alma se concreta en términos de la filosofía de Aristóteles: el alma es la forma del cuerpo. Esto significa que el alma está estrechamente ligada al cuerpo, que, a su vez, es considerado materia. El cuerpo necesita de otra entidad, el alma, para conformar un ser humano completo. Cuerpo y alma están estrechamente ligados: el alma es el principio vital del cuerpo; esto es, el principio del movimiento del cuerpo (lo anima) y el principio del conocimiento (sin el alma, el cuerpo no podría conocer el mundo que lo rodea).

Las características del alma humana son la inmaterialidad, la subsistencia y la incorruptibilidad. Además, el alma posee facultades:

  • Apetitivas (voluntad, deseo, etc.)
  • Sensibles (los sentidos)
  • Intelectuales (entendimiento, memoria, etc.)

En definitiva, el ser humano, en la medida en que es una creación de Dios, se asemejaría a su creador debido a la naturaleza intelectual e inmaterial del alma.

2.3 Pico della Mirandola

El paso de la Edad Media a la época moderna en el siglo XV estuvo marcado por el Renacimiento y el humanismo, que provocaron un cambio cultural que convirtió al ser humano en el centro de la nueva sociedad que se estaba gestando en la Modernidad: se trata del tránsito del teocentrismo medieval al antropocentrismo moderno.

El filósofo Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494) es uno de los principales exponentes de esta nueva forma de entender la naturaleza humana. Recogiendo la influencia tanto de la Antigüedad clásica como de las tradiciones de las «religiones del Libro» (judaísmo, cristianismo, islamismo), Pico describe al ser humano como un ser camaleónico, capaz de adaptarse a todas las situaciones y ambientes. El ser humano está dotado de una libertad que ningún otro ser vivo puede igualar.

Retomando el mito de Prometeo, Pico propone una interpretación cristiana de este relato: Dios creó a todas las criaturas, y una vez repartidas todas las capacidades y habilidades entre ellas, decidió crear al ser humano, pero no quedaba ya nada específico con lo que dotar a esta nueva especie. Así pues, esta indefinición es la raíz de la libertad humana. Para Pico della Mirandola, los humanos no estamos constreñidos ni limitados por nuestra naturaleza, sino que somos libres para construir nuestras vidas, para transformar la naturaleza y adaptarla a nuestra voluntad.