Introducción

Para comprender la dictadura de Primo de Rivera, es crucial analizar el contexto del reinado de Alfonso XIII (1902-1931) y la herencia política de la Restauración. Durante este periodo, España enfrentó diversos desafíos bajo líderes como Maura y Canalejas. El ejército, buscando recuperar prestigio tras la derrota de 1898, se involucró en la costosa guerra del protectorado de Marruecos. La oposición interna provenía de republicanos, burgueses catalanes y anarquistas, quienes incluso asesinaron a Canalejas. La Semana Trágica de Barcelona en 1909 marcó una crisis con la caída del gobierno de Maura y protestas internacionales por la represión. La neutralidad en la Primera Guerra Mundial no trajo beneficios, sino una crisis económica y social que agravó la desigualdad. En 1917, el sistema de la Restauración se vio amenazado por una triple crisis: rebeliones militares, demandas democráticas en Barcelona y huelgas obreras del PSOE. La guerra de Marruecos, especialmente el desastre de Annual en 1921, aumentó la inestabilidad. Una investigación parlamentaria señaló al general Silvestre, amigo del rey, implicando a Alfonso XIII. Esta inestabilidad culminó en el golpe de Estado de 1923 y la dictadura de Primo de Rivera.

El Directorio Militar (1923-1925)

Miguel Primo de Rivera, un destacado militar, dio un golpe de Estado en 1923, presentándose como el “cirujano de hierro” para salvar a España. Proclamó el estado de guerra en Barcelona y, con la aprobación de Alfonso XIII, se convirtió en presidente de un Directorio Militar. El golpe no fue contra la monarquía, sino contra el sistema parlamentario y el desorden social. Se suspendieron las Cortes, los partidos políticos y la Constitución de 1876. Se implementó el Estatuto Municipal para dar autonomía a los ayuntamientos y se disolvieron organismos como la Mancomunidad de Cataluña. Primo de Rivera controló la sociedad mediante la censura de prensa, la persecución política y el control policial, afectando principalmente a los anarquistas. El régimen ganó popularidad al restablecer el orden público y manejar la guerra de Marruecos, con el éxito en la operación de Alhucemas en 1925, apoyada por Francia. La Legión, creada en 1920 por Millán Astray con Francisco Franco como subalterno, destacó en este episodio.

El Directorio Civil (1925-1929)

Tras sus éxitos, Primo de Rivera intentó consolidar la dictadura con el Directorio Civil en 1925, añadiendo civiles al gobierno y creando la Unión Patriótica. Buscaba reemplazar el sistema parlamentario con tres pilares: un partido único, unas Cortes sin poder (Asamblea Nacional Consultiva) y una constitución conservadora que no se materializó. La guerra de Marruecos terminó en 1927 y se convocó la Asamblea Nacional Consultiva. En lo económico, el régimen tuvo éxito al aliviar la deuda pública y controlar sectores clave como el petróleo con CAMPSA en 1927 y la creación de Telefónica. Se mejoraron las infraestructuras con obras públicas durante los “felices años veinte”. En 1929, las exposiciones internacionales en Barcelona y Sevilla mostraron logros, pero el régimen declinaba y persistían problemas en el desarrollo del país.

El Final de la Dictadura

La oposición a la dictadura creció con la Unión Patriótica y los somatenes. Incluso la derecha, como los partidos tradicionales, la Banca y la Iglesia, criticaban su intervencionismo. Hubo sublevaciones militares como la Sanjuanada de 1926 y el levantamiento de José Sánchez Guerra en 1929. La resistencia también vino de pensadores demócratas como Fernando de los Ríos e intelectuales como Valle-Inclán, Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno, quien fue desterrado. Estudiantes y sindicalistas también se opusieron. La Gran Depresión de 1929 golpeó a España, la peseta se devaluó, los problemas económicos aumentaron y el descontento creció. En 1930, sin apoyo militar ni del rey, Primo de Rivera renunció. Su renuncia dejó problemas sin resolver y murió meses después en exilio en París. El reinado de Alfonso XIII quedó vinculado a la dictadura, y su final marcó el declive del monarca.

Conclusión

La monarquía de Alfonso XIII duró poco más de un año tras la dictadura. El rey designó a Dámaso Berenguer, pero enfrentó críticas. Se intentó restaurar la Constitución de 1876 y convocar elecciones, pero la confianza en el sistema estaba perdida. El rey, criticado, fortaleció el sentimiento republicano. En agosto de 1930, republicanos como Alcalá Zamora, Lerroux, Azaña e Indalecio Prieto firmaron el pacto de San Sebastián. Hubo un intento de levantamiento militar en Jaca que fracasó. La dimisión de Berenguer en 1931 llevó al rey a encargar el gobierno al almirante Aznar. Se planificaron elecciones municipales y generales para el 12 de abril de 1931. En zonas rurales ganaron los monárquicos, pero en las grandes ciudades, los republicano-socialistas obtuvieron una victoria abrumadora. En varias partes del país, como Eibar y Barcelona, se proclamó la República anticipadamente. En Madrid, el 14 de abril, un comité revolucionario liderado por Alcalá Zamora fue respaldado por generales, y Alfonso XIII emitió un último mensaje antes de exiliarse. Comenzaba la Segunda República, un intento de renovación política, social y cultural, representando el primer sistema democrático real en la historia de España.