1. Inspiración (Autoría)

La autoría de la Biblia es una cuestión fundamental. En la fe musulmana, el Corán se considera dictado por Dios a Mahoma a través de un ángel. En la fe judeocristiana, la Biblia tiene una autoría doble: Dios y el hombre. A este concepto se le llama Inspiración.

Definición: Dios, a través del Espíritu Santo, asiste a los autores sagrados para que comuniquen, en su propio lenguaje y con sus capacidades y personalidad, lo que Él ha querido revelar de sí mismo y de su plan de amistad y salvación para la humanidad. La salvación se entiende como la realización del hombre, el descubrimiento del sentido de la vida y la plenitud de la alegría. Jesús lo expresó diciendo: “El que cree tiene vida eterna”.

2. Inerrancia (Verdad)

La inerrancia, o verdad bíblica, está estrechamente relacionada con la inspiración. La Biblia es Palabra de Dios, pero no todo en ella es Palabra de Dios en el mismo sentido. Existen errores geográficos, culturales, etc., que Dios ha permitido, respetando la personalidad y la humanidad de los autores.

Dios asiste de forma especial al autor sagrado para que no yerre en las verdades fundamentales para la salvación. Por ejemplo, si San Lucas comete un error geográfico, esto no afecta la verdad fundamental de que Jesucristo es el Hijo de Dios. Dios inspira a los autores sagrados en las verdades esenciales para la salvación: la resurrección de Jesús, la presencia real en la Eucaristía, los sacramentos, etc. Estas verdades son fundamentales para la liberación del sufrimiento y la culpa, y solo Dios, a través del ministerio de la confesión y el acompañamiento de la Iglesia, puede ofrecer esa liberación.

3. Canonicidad (Regla)

Canon significa “regla”. La canonicidad se refiere a la regla que determina qué libros se consideran inspirados por Dios. Existen muchos escritos sagrados, pero no todos son canónicos. Los libros canónicos del Antiguo y Nuevo Testamento son aquellos que la Iglesia considera inspirados por Dios como fuente de revelación. Los libros apócrifos no se consideran inspirados.

La mayoría de los libros apócrifos fueron escritos siglos después de Cristo, mientras que los canónicos datan de los primeros siglos, cuando los apóstoles aún vivían. El último escrito canónico, del apóstol Juan, data del año 90 d.C. La Iglesia considera canónicos estos escritos porque provienen de personas que conocieron a Jesús. Los libros apócrifos no son considerados inspirados debido a (1) su lejanía en el tiempo, lo que dificulta verificar su conexión con la autoridad apostólica, y (2) su contenido, que a menudo presenta historias de Jesús incoherentes con la tradición apostólica.

Los evangelios canónicos representan solo una pequeña parte de todo lo que Jesús dijo e hizo, pero ese pequeño porcentaje es un testimonio unánime y coherente, a diferencia de los relatos apócrifos. La Iglesia, basándose en la tradición apostólica, tiene la autoridad para determinar el canon de las Escrituras.