Repercusiones de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa en España

Introducción

El reinado de Alfonso XIII (1902-1931) estuvo marcado por dos hechos de enorme relevancia internacional y con una gran repercusión en España: la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Revolución Rusa (1917), que provocaron una profunda crisis política y socioeconómica que se vería agravada más adelante en el periodo de la Europa de entreguerras.

La Primera Guerra Mundial y sus efectos en España (1914-1918)

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) enfrentó inicialmente a Reino Unido, Francia y Rusia frente a Alemania y Austria-Hungría, en un conflicto de dimensiones gigantescas que se alargaría más de lo esperado y terminaría por convertirse en una conflagración internacional que se llevaría la vida de más de 20 millones de personas y que contaría con la participación de la mayoría de los países europeos y de otros tan lejanos como Estados Unidos, Brasil o Japón. En lo que respecta a España, al comienzo de la guerra la postura oficial fue de neutralidad, ya que el país carecía de motivos y de recursos para entrar en el conflicto, una posición compartida por la mayoría de los políticos liberales y conservadores y por importantes fuerzas de la oposición como los socialistas, los anarquistas o la Lliga Regionalista Catalana. Ahora bien, eso no significaba que no existieran simpatías hacia uno u otro bando:

  • Los llamados germanófilos, formados por los grupos más conservadores (la nobleza terrateniente, la alta burguesía, el clero, buena parte del Ejército, mauristas y carlistas), veían con buenos ojos la victoria de Alemania y Austria-Hungría, a los que consideraban como garantes del orden y la autoridad.
  • Al tiempo que los aliadófilos, integrados por los sectores más progresistas (republicanos, socialistas, nacionalistas, intelectuales y profesionales de clase media) preferían el triunfo de Francia y Reino Unido, representantes de la libertad, el derecho y la razón.

Ninguno de ellos, en cualquier caso, lograría imponer su postura, y España permanecería neutral hasta el final de la guerra.

Sin embargo, en el ámbito económico la situación fue muy diferente, con el país volcado hacia la exportación de todo tipo de productos a ambos bandos (hierro, carbón, alimentos, uniformes, armas, barcos…), lo que se tradujo en un gran desarrollo industrial que multiplicó los beneficios de los grandes empresarios. No obstante, este reseñable crecimiento económico no favoreció a la mayoría de la población, que hubo de hacer frente a la inflación (con el aumento del dinero en circulación, los precios aumentaron a un ritmo muy superior al de los salarios) y a la escasez de productos de primera necesidad (buena parte de la producción tenía como destino la exportación a los países en guerra), y ello sin olvidar el gran número de barcos mercantes que fueron hundidos por submarinos alemanes. Además, el fin de la guerra no hizo sino agravar la crisis económica, ya que las exportaciones cesaron de repente y muchas empresas quebraron. La consecuencia principal fue el aumento del paro y de la conflictividad social, así como el rápido incremento del número de afiliados a la UGT y la CNT, que durante el periodo comprendido entre 1917 y 1920 organizaron un gran número de huelgas y protestas.

La influencia de la Revolución Rusa en España

Otro de los grandes hitos de las primeras décadas del siglo XX fue la Revolución Rusa de octubre de 1917, que significó el triunfo de las ideas comunistas en Rusia. En los años siguientes, la revolución bolchevique pasó a ser el modelo de muchas organizaciones obreras de Europa, que deseaban poner fin al liberalismo político burgués y a la organización económica capitalista. Como es natural, las ideas de la Revolución Rusa también impregnaron al movimiento obrero español, produciéndose una fractura dentro del socialismo (PSOE y UGT) entre los partidarios de las tesis reformistas y los defensores de la vía revolucionaria. Estos últimos defendían la incorporación del socialismo español a la Tercera Internacional, una organización comunista de carácter internacional fundada en Moscú en 1919 por iniciativa de Lenin con el objetivo de extender las ideas del comunismo a todos los países. Sin embargo, tras múltiples debates, los líderes del PSOE y UGT decidieron no ingresar en esta organización, dado el carácter autoritario y la falta de libertades de la nueva Rusia de los sóviets.

Esta decisión llevó al sector más radical del PSOE a abandonar el partido y fundar en 1922 el Partido Comunista Español (PCE), que en la década de 1920 no pasaría de tener un carácter minoritario. No obstante, la influencia de la Revolución Rusa y la Unión Soviética sí alcanzaría cotas considerables en España durante la década de 1930, tal y como refleja la radicalización del sector del PSOE liderado por Largo Caballero en los años finales de la Segunda República (1931-1936) o el protagonismo que llegaría a tener el PCE durante la Guerra Civil Española (1936-1939).

Por otra parte, la extensión de las ideas revolucionarias por todo el Viejo Continente tras la Revolución Rusa fue percibida por la burguesía financiera y empresarial, así como por los sectores más conservadores de España, como una amenaza para el orden político, social y económico vigente. Por ese motivo, las élites llegaron al convencimiento de que había que propiciar algunas reformas preventivas, en la línea de la “revolución desde arriba” de Maura, así como adoptar duras medidas de represión contra el movimiento obrero en aquellos casos que revistieran una especial gravedad (huelga general indefinida de 1917, trienio bolchevique de 1918-1920, huelga de la Canadiense de 1919 o pistolerismo en Cataluña en 1919-1923). Esta mentalidad de las clases dominantes españolas no fue muy distinta a la de muchos otros países europeos, que ante el peligro revolucionario optaron cada vez con más frecuencia por soluciones políticas de carácter autoritario que culminaron en la década de 1920 con la implantación de dictaduras en Italia, Portugal, Grecia, Polonia o Hungría, todas ellas con notables rasgos en común con la dictadura de Primo de Rivera en España (1923-1930).