Siglos XIX y XX: Disparidad de Enfoques

La filosofía contemporánea, que abarca los siglos XIX y XX, se caracteriza por la diversidad de enfoques, sistemas y escuelas. Esta filosofía posthegeliana se define por la desaparición de lo trascendente, la crisis de la razón y la preocupación por la ciencia y el lenguaje.

Diversos factores socioculturales contribuyeron a esta proliferación de perspectivas: el avance de las ciencias naturales y lógico-formales, la crisis de los sistemas políticos y el desarrollo de las ciencias humanas. En el siglo XIX, la exaltación del sentimiento y la irracionalidad del romanticismo, el desarrollo tecnológico y científico, y los problemas económicos y sociales impulsaron la aparición de nuevas corrientes filosóficas.

Idealismo Alemán

El Idealismo alemán, con representantes como Fichte, Schelling y Hegel, heredó el pensamiento kantiano y manifestó optimismo y confianza en la razón y la libertad humanas. Hegel elaboró un sistema filosófico que culmina el idealismo, conocido como idealismo absoluto.

Positivismo y Marxismo

Frente a Hegel surgieron el positivismo y el marxismo. El positivismo, con Comte a la cabeza, propuso una nueva filosofía basada en la creencia en el progreso y la confianza en la ciencia natural y sus métodos cuantitativos.

A mediados del siglo XIX, la creciente conciencia de los problemas del proletariado dio lugar a la filosofía de Marx. Este análisis crítico del orden social, con fines transformadores, criticó la sociedad capitalista y se presentó como una práctica revolucionaria para cambiar la realidad política, social y económica.

Rosa Luxemburgo, pensadora comprometida políticamente y encarcelada por oponerse a la Primera Guerra Mundial, propuso un pensamiento político centrado en el feminismo y la lucha del movimiento obrero. Es una figura destacada en la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades de la mujer.

Nietzsche: Crítica a la Cultura Occidental

En la segunda mitad del siglo XIX, Nietzsche destacó por su crítica a la cultura occidental: filosofía, ciencia, religión y moral. Consideraba esta cultura como dogmática, decadente y enferma, donde la racionalidad se imponía sobre el instinto y la vida. Su objetivo era afirmar la vida, exaltar los valores vitales, la «voluntad de poder» y la fuerza creadora del «superhombre».

Lou Andreas-Salomé, filósofa, escritora y psicoanalista, unió literatura, filosofía y psicoanálisis. Defendió la libertad individual como única forma de salvación personal.

Crítica a la Moral

Nietzsche parte de la consideración de la vida como valor esencial. Lo bueno es lo que afirma la vida, y lo malo lo que la niega.

Considera la moral tradicional como negadora de la vida, opuesta a la fortaleza y la alegría de vivir. Es la moral de quienes temen a la vida y se refugian en un más allá sin sufrimiento. Es pasiva, no crea valores, sino que acepta los impuestos. Es la moral de los esclavos y débiles.

Esta moral se caracteriza por el resentimiento, la mala conciencia, la conciencia ascética, la postulación de otro mundo y la existencia de Dios como creador de valores morales.

Frente a ella, Nietzsche propone la moral de los señores, de los fuertes que aceptan la dureza de la vida con coraje y rechazan la idea de otro mundo. Es una moral natural, dominada por el instinto de vida y la voluntad de poder, activa y creadora de valores.

En Más allá del bien y del mal y Genealogía de la moral, Nietzsche despliega su crítica a la moral tradicional. En Genealogía de la moral, realiza un análisis del origen de los valores morales, que considera un freno al desarrollo humano.

El método genealógico rastrea los orígenes de «bueno» y «malo». El análisis etimológico muestra que «bueno» es sinónimo de noble, poderoso, distinguido, mientras que «malo» es sinónimo de despreciable, débil, cobarde. Estos valores surgen de la relación entre dominadores y dominados, creados por los poderosos.

Posteriormente, surge la contraposición moral entre «bueno» y «malvado», que desplaza la anterior. Los «malos» se rebelan y se llaman a sí mismos «buenos», denominando «malvados» a los nobles. Esta inversión moral es la «rebelión de los esclavos». En la moral aristocrática, lo bueno es noble, poderoso, bello, feliz y amado por Dios; en el judaísmo, lo bueno es pobre, desgraciado y deforme.

El cristianismo universalizó esta inversión, identificando lo bueno con lo desinteresado y no egoísta. Introduce el sentimiento de culpa con la imagen de Dios en la cruz.

El resentimiento es responsable de una civilización enemiga de la vida y de un ser humano mediocre, causante del nihilismo, que solo el superhombre puede superar.

El Materialismo Histórico

El materialismo histórico es la ciencia marxista de la historia, un método de interpretación basado en las condiciones materiales de producción. La historia es un proceso dinámico y dialéctico, protagonizado por el hombre y sus relaciones, en condiciones determinadas.

Para entender el avance de la historia, es necesario analizar la estructura de la sociedad, donde la producción constituye el orden social.

El hombre se relaciona con la naturaleza y la transforma, utilizando materias primas, instrumentos y su energía. Este conjunto son las fuerzas materiales de producción, cuyo resultado es el producto.

En el trabajo intervienen las relaciones de producción entre propietarios y productores, que son conflictivas y antagónicas.

Las relaciones técnicas de producción son las distintas formas de control sobre los medios de producción. Hay tres tipos: producción individual, cooperativa y división del trabajo. De ellas derivan las relaciones sociales de producción, que pueden ser de explotación o de colaboración recíproca.

El conjunto de estos elementos forma el modo de producción, con dos partes: infraestructura y superestructura. La infraestructura incluye las fuerzas materiales de producción y las relaciones sociales de producción. La superestructura, compuesta por ideas, creencias, normas e instituciones, tiene dos niveles: la estructura jurídico-política y la estructura ideológica. La infraestructura económica condiciona la superestructura.

«No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, al contrario, su ser social determina su conciencia.»

Las ideas y representaciones de la realidad son consecuencia de las condiciones de existencia. El modo de producción determina el proceso social, político y espiritual.

El avance de la historia se produce por la evolución de las fuerzas materiales de producción, que a su vez cambian las relaciones de producción. El progreso se da a saltos.

El cambio en la infraestructura transforma la superestructura, incluyendo las formas políticas de gobierno. La economía es el motor de la humanidad. Ejemplos de progreso son el nacimiento de la agricultura y la evolución de las sociedades.

La historia es un proceso dialéctico, con contradicciones en la estructura económica que se manifiestan en la lucha de clases. La dialéctica implica la superación a través de la lucha. La lucha de clases conduce a una sociedad sin clases (comunismo).