El Sistema Político de la Restauración

La Alternancia en el Poder

El sistema político de la Restauración se basaba en la existencia de dos grandes partidos, conservador y liberal, que coincidían ideológicamente en lo fundamental, pero asumían de manera consensuada dos papeles complementarios. Ambos partidos confluían en la defensa de la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista. Ambos eran partidos de minorías, de notables. La extracción social de las fuerzas de ambos partidos era bastante homogénea y se nutría básicamente de las élites económicas y de la clase media acomodada.

En cuanto a su actuación política, las diferencias eran mínimas. Los conservadores se mostraban más proclives al inmovilismo político y a la defensa de la Iglesia y del orden social, mientras los liberales estaban más inclinados a un reformismo de carácter más progresista y laico. Pero, en la práctica, la actuación de ambos partidos en el poder no difería mucho, al existir un acuerdo tácito de no promulgar nunca una ley que forzase al otro partido a abolirla cuando regresase al gobierno.

El Partido Liberal-Conservador se organizó alrededor de Cánovas del Castillo, mientras que el Partido Liberal-Fusionista tenía como principal dirigente a Práxedes Mateo Sagasta.

Para el ejercicio de gobierno se contemplaba el turno pacífico o alternancia regular en el poder, cuyo objeto era asegurar la estabilidad institucional mediante la participación en el poder de las dos familias del liberalismo. El turno quedaba garantizado mediante la manipulación de las elecciones. Lo normal era que el partido que ganaba las elecciones recibiera del rey el encargo de gobernar, pero ahora, cuando el partido que estaba en el poder perdía credibilidad, el rey llamaba al partido de la oposición a formar gobierno, este convocaba las elecciones y las ganaba por medio del fraude electoral.

El Fraude Electoral y los Mecanismos Caciquiles

El fraude en los resultados (manipulación) y los mecanismos caciquiles aseguraban que éstas fuesen siempre favorables al gobierno y por eso había un turno pacífico. La adulteración del voto se logró mediante el restablecimiento del sufragio censitario, el trato más favorable a los distritos rurales frente a los urbanos y, sobre todo, por la manipulación y las trampas electorales.

El control del proceso electoral se ejercía a partir de dos instituciones: el ministro de Gobernación y los caciques locales. Este ministro era quien elaboraba la lista de los candidatos que deberían ser elegidos. Los gobernadores civiles transmitían la lista de los candidatos a los alcaldes y caciques y todo el aparato administrativo se ponía a su servicio para garantizar su elección.

Todo un conjunto de trampas electorales ayudaba a conseguir este objetivo: es lo que se conoce como pucherazo, es decir, la sistemática adulteración de los resultados electorales. Así, para conseguir la elección del candidato gubernamental, no se dudaba en falsificar el censo (incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas), manipular las actas electorales, ejercer la compra de votos y amenazar al electorado con coacciones de todo tipo (impedir la propaganda de la oposición e intimidar a sus simpatizantes, etc.).

El Caciquismo

Además del falseamiento electoral, el sistema se sustentaba en el caciquismo. Los caciques eran individuos o familias que, por su poder económico o por sus influencias políticas, controlaban una determinada circunscripción electoral. El caciquismo era más evidente en las zonas rurales (Andalucía) donde una buena parte de la población estaba supeditada a los intereses de los caciques, quienes, gracias al control de los ayuntamientos controlaban el sorteo de las quintas, proporcionaban puestos de trabajo, etc. De este modo, un favor era igual a un voto. Además, su éxito se basaba también en el fuerte absentismo electoral, sólo votaba el 20 % del censo electoral.

Oligarquía y Caciquismo en Andalucía

Esta situación se daba en todo el país, pero fue más notoria y duradera en Andalucía, donde un reducido grupo tenía la preeminencia económica y el protagonismo político. Otros sectores burgueses se incorporaron al mismo sistema y utilizaron los ayuntamientos y diputaciones en defensa de sus intereses. Estos sectores controlaban las votaciones en Andalucía.

Conclusión

La Restauración tuvo que hacer frente a la expansión de los movimientos socialistas, al cuestionamiento del dominio español tanto en las Antillas como en el Pacífico y, finalmente, a la emergencia de propuestas nacionalistas que exigían la reforma del Estado. Además, no podemos olvidar como el sistema de la Restauración marginó de la vida política a amplios sectores de la sociedad: carlistas, republicanos, socialistas, etc.

La crisis del 98 fue el aviso definitivo que hizo resquebrajar las bases del sistema y planteó la necesidad de tomar medidas orientadas a la regeneración de la vida política y social del país.