1. La Conciencia: Clave de la Libertad

Nacemos con la capacidad de ser libres, pero la libertad se busca y se trabaja. En este proceso, la formación de la conciencia es fundamental. La conciencia es ese espacio interior donde recibimos las llamadas de la vida, las valoramos y decidimos cómo responder.

1.1 Saber Escuchar

El primer paso para formar la conciencia es aprender a escuchar. Es crucial identificar las llamadas que recibimos: ¿quién o qué nos llama?, ¿hacia dónde nos quiere llevar esa llamada? y ¿por qué?

1.2 Saber Valorar y Decidir

Además de escuchar, debemos valorar la llamada. Para ello, necesitamos criterios de valoración.

1.2.1 Las Normas

En la sociedad existen normas básicas que orientan el comportamiento. Son necesarias para la vida, porque indican dónde buscar lo bueno y lo valioso. Sin embargo, las normas no son suficientes por dos razones: no existen normas para todas las situaciones y, en ciertos casos, se puede transgredir una norma si con ello se consigue un bien mayor.

1.2.2 Los Valores

Las normas están al servicio de los valores. Un valor es una cualidad que poseen las cosas o las situaciones, haciéndolas más atractivas. Las situaciones justas nos atraen más que las injustas porque consideramos que la justicia nos aporta felicidad.

1.3 Saber Actuar

Cuando tenemos claro qué valores son importantes, debemos actuar de acuerdo con ellos. A eso se llama cultivar actitudes. Una actitud es la disposición habitual a actuar de una determinada manera según un valor. Cuando una persona forma su conciencia, actúa de manera libre y responsable. La responsabilidad es saber explicar por qué se actúa de una manera y asumir las consecuencias.

2. ¿Qué es lo Bueno?

En nuestra sociedad, no todos piensan igual sobre lo que es bueno o malo. Saber qué es bueno es importante porque de ello depende nuestra felicidad y nuestra bondad ética o moral. Cuando un cristiano quiere saber qué es bueno, mira a Jesús. En él encuentra a alguien que fue feliz porque supo poner su libertad al servicio del bien.

2.1 Tres Caminos hacia el Bien

  • Amar a Dios: Es reconocerlo como Padre que ama a todo y a todos, digno de toda confianza. Es tomar su voluntad como orientación básica de la vida. Es cultivar la relación con Él como fuente de luz y fuerza.
  • Amar al Prójimo: Es mirarlo siempre como hijo de Dios y hermano, no como competidor o agresor. Es respetar su dignidad y su libertad. Es actuar buscando su mayor bien.
  • Amarse a sí mismo: Es sentirse como hijo amado de Dios y, por tanto, llamado a vivir una vida de plenitud. Es defender la propia dignidad frente a las agresiones.

2.2 El Bien es Posible

Alguien podría pensar que todo lo anterior lo podía vivir Jesús, pero que para nosotros es imposible. Sin embargo, Jesús dijo: “El que cree en mí hará también las cosas que yo hago, incluso otras mayores”. Jesús no solo nos muestra el camino del bien, sino que nos hace capaces de vivirlo.

3. El Peligro de la Esclavitud

Es un hecho que las personas pueden vivir como esclavas en vez de como seres libres. Es el riesgo si no se orienta adecuadamente la vida. Jesús enseña que el pecado esclaviza. El pecado es dar respuestas negativas y no constructivas a las situaciones y a las personas; es responder a Dios, a los demás y a sí mismo sin el amor que Dios nos propone. Cuando alguien actúa de esta manera, es esclavo de fuerzas que lo separan del bien y del camino de la felicidad.

3.1 Las Fuerzas que Esclavizan

En ocasiones, podemos sentirnos sometidos a fuerzas tan poderosas que parecen imposibles de vencer. Unas veces, estas tendencias negativas surgen en nuestro interior: deseos e inclinaciones que nos llevan a actuar como no quisiéramos, haciéndonos sentir contradictorios. Otras veces, las influencias negativas proceden del exterior: la presión social o del grupo nos fuerza a actuar de una manera que consideramos negativa.

3.2 Siempre hay una Senda hacia la Libertad

Siempre hay un camino que nos permite elegir el bien. Siempre hay una oportunidad para el bien y el amor. La senda hacia la libertad no suele ser el camino más fácil. Hay que buscarla con tesón e imaginación porque podría estar escondida. Jesús buscó siempre estas sendas originales y estrechas, y ahora ayuda a sus seguidores a hacer lo mismo con su palabra y su espíritu.