1. La Trayectoria de Max Estrella

Max es el personaje principal de la obra, su estructura. Aunque no aparece en todas las escenas (no en la VII), toda la acción gira en torno a él. Es un personaje complejo, con un espíritu inquieto y revolucionario. Sus reacciones son impredecibles. Max es el héroe bohemio, símbolo de las aspiraciones del poeta, mártir de su tiempo, que denuncia los abusos de la época sin éxito. Max personifica la desgracia, pero no se deja abatir. A veces muestra una noble grandeza, en otras (escena V) la pierde. Se ha considerado que Valle-Inclán dota a Max de dimensiones cristológicas: el expolio que sufre, el brindis de la última cena con Rubén, el clavo que le araña la sien como una corona de espinas. Pierde su grandeza al aceptar dinero del Ministro y gastarlo en una cena mientras su familia pasa hambre. La obra refleja los últimos momentos de un espíritu revolucionario que incluso en la muerte se rebela contra la sociedad acomodada.

2. Los Demás Personajes

Destaca Don Latino. Los datos sobre Alejandro Sawa no se refieren solo a Max, sino también a Don Latino, lo que sugiere que son dos caras de la misma moneda: el bohemio golfo y el bohemio heroico. A menudo se representa a Don Latino con un perro, símbolo de su servilismo cobarde. Don Latino vive como un parásito de Max, le quita la cartera. Es el personaje más esperpéntico, casi sin dignidad, degradado hasta el punto de relacionarse con una vieja repintada. El resto de los personajes se dividen en grupos: las víctimas (esposa e hija de Max, el perro, la madre del niño muerto), vistos con ternura y compasión; los personajes que mezclan lo trágico y lo bufo, víctimas de la miseria moral y social (la Lunares, la Pisa Bien, la portera, el borracho, los sepultureros, Don Filiberto y los modernistas); y los personajes degradados sin paliativos (el Ministro, Zaratustra, Pitito, el sereno, Serafín el Bonito, Pica Lagartos, los honrados comerciantes). Rubén Darío es la fabulación literaria de un mito para la bohemia modernista, y el Marqués de Bradomín representa la dualidad con Rubén, el hidalgo español.

3. Protesta y Alcance Crítico

La obra es una queja por una España caduca, sin aliento ni ética. Desfilan personajes sin futuro, corruptos o sin ilusión. Valle-Inclán realiza una crítica colectiva. No hay un héroe que se salve por su lucha, como Manuel en “La busca” de Baroja. Como dice Zamora Vicente, “asistimos a una crítica de la bohemia, tan inoperante y estéril”. Valle-Inclán recorre la historia, nombra a Felipe II y Carlos II, coloca a políticos, reyes y autoridades ante “los espejos cóncavos del callejón del gato”, deformándolos grotescamente. Critica la mala administración política y la Real Academia Española. Esta crítica se diferencia de la de los noventayochistas. Zamora Vicente dice: “Hacia raro, la protesta de los jóvenes escritores del 98, ya no tiene sentido. Está superada, eliminada”.

4. La Estética Esperpéntica

La estética esperpéntica se nombra a través de Max al principio y al final de la obra, aunque se manifiesta continuamente. Max dice: “los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”, “la deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas”. Rompe con las normas clásicas de espacio y tiempo. Juega con la historia, con personajes desordenados, pero basándose en la realidad. Zamora Vicente dice: “estructuralmente puede reducirse a una superposición de los módulos pertenecientes a campos semánticos opuestos y disonantes”. Los recursos del esperpento son la animalización, las imágenes de las acotaciones, el lenguaje, y un humor entre lo grotesco y lo patético. Zamora Vicente: “el prodigio permanente del esperpento es la deformación idiomática”. Los “héroes” hablan sencillamente.

5. El Humor

El humor es casi permanente, alternándose con el dolor (escena VI) o lo grotesco (escena XII). Max reflexiona sobre el humor en la escena VIII. El humor grotesco lo mantiene con vida, hasta su muerte, cuando dice a Don Latino: “¡Buenas noches!”. El humor equilibra y esperpentiza. Tras la escena V, humorística, viene el triste diálogo con el preso (escena VI). De las frases irónicas (“¡Serafín el Bonito!”, “usted desconoce la historia moderna”) pasa a una conversación lúcida: “No me opongo, Barcelona semita, será destruida, como Cartago y Jerusalén. ¡Alia jacta est! Dame la mano”. El humor se basa en frases rápidas y cortantes, propias de la chulería madrileña: “¡Y más chulo que un ocho! Señor centurión, ¡yo también chamelo el sermo vulgaris!”.

6. El Lenguaje

Aparecen varios registros. El sermo vulgaris, usado por la mayoría de los personajes (la Pisa Bien, Pica Lagartos, las busconas, el Rey de Portugalete, el Pollo). El habla del periodista Don Filiberto, de los modernistas, de Max, Don Latino, Rubén, Bradomín, el Ministro y su secretario. El registro más puro son las manifestaciones literarias, como la poesía de Rubén, o la conversación entre Max y el preso, o entre Rubén y Bradomín. Valle-Inclán usa el lenguaje para caracterizar personajes. La Pisa-Bien (“¡Naturaca!”) es una madrileña castiza. En la escena IX, Rubén y Max se despegan del mundo con un lenguaje modernista, sin preciosismo. Valle-Inclán usa el lenguaje para reflejar contextos, caracterizar personajes y lograr teatralidad.

7. Las Acotaciones

Las acotaciones son sorprendentes, sobre todo las primeras de cada escena. Describen el ambiente: “…En la llama de los faroles un igual temblor verde y macilento. La luna sobre el alero de las casas, partiendo la calle por medio. De tarde en tarde, el asfalto sonoro…”. Narran el avance de la acción: “La buñoleria entreabre su puerta, y del apestoso antro de aceite van saliendo deshilados, uno a uno, en fila india los Epígonos del Parnaso Modernista”, “El ujier toma de la manga al bohemio. Con aire tapón le saca del despacho, y guipa de soslayo el gesto de su Excelencia…”. El estilo de Valle-Inclán destaca en las descripciones esperpénticas, con imágenes estrafalarias: “…De repente, el grillo del teléfono se orina en el gran regazo burocrático”, “…En la yema del pulgar le pone la cerilla luciente, que sigue ardiendo y agonizando”, “Su Excelencia se hunde en una poltrona (…) y pide la Gaceta (…) se hace un gorro y se duerme”.

8. La Teatralidad

Las acotaciones facilitan la representación, pero a veces la complican. La obra parece escrita para ser leída, dejando al lector recrear los lugares. Zamora Vicente dice que Luces de Bohemia “se nos presenta más unida al cine”. La diversidad de lugares, situaciones y ambientes (jardines, cafés, calles con gente en huelga, tumultos) la hace más apropiada para el cine. La aparición de animales, y la nueva utilización del espacio escénico (escena en el velatorio de Max y otra con el cochero fúnebre, acciones simultáneas en la cueva de Zaratustra y los polizontes corriendo) complican la representación. Luces de Bohemia no es solo una obra para escenificar, sino un impulso nuevo y revolucionario del teatro, difícil de representar si no es leído, a menos que se use una técnica moderna como el cine.