Sistema Político de Japón: De la Restauración Meiji a la Democracia Moderna
EL SISTEMA POLÍTICO DE JAPÓN
1. INTRODUCCIÓN
Japón, un país clave en el concierto internacional de naciones, presenta un sistema de gobierno de modelo parlamentario adaptado a su idiosincrasia.
La nación nipona se abre al mundo exterior en el siglo XIX. La quiebra del aislamiento secular del archipiélago fue relativamente brusca y propiciada desde arriba, o sea dirigida por las clases dominantes. La apertura comercial a los Estados Unidos, y más tarde a Gran Bretaña y Rusia, marcó el final de aquel período. El objetivo de la modernización modificó la vieja organización estamental de dominación por un Estado moderno y centralizado, así como propició el nacimiento y desarrollo de una economía industrial y avanzada.
En el último cuarto del siglo XIX, se fraguó una debilitación paulatina del férreo sistema militar del Japón feudal; a partir de entonces se habló de la Restauración Meiji. No hubo una revolución burguesa sino una decisión tomada y ejecutada por un sector importante de la clase dirigente.
En 1889 se inaugura la historia constitucional del país; el texto de la ley suprema, fuertemente inspirado en la Constitución de Prusia, instauraba una monarquía limitada, y establecía la existencia de un monarca (el Emperador) y un Parlamento bicameral (la de los Nobles, integrada por miembros de la familia imperial y de la nobleza, así como de miembros designados por el soberano y la Cámara Baja, compuesta por miembros electivos a través de un sufragio censitario muy restrictivo). El Ejecutivo se componía y cesaba sólo a voluntad del Emperador.
Paralelamente tiene lugar el origen, nacimiento y desarrollo de unos partidos políticos muy peculiares, siendo más bien grupos de personalidades de relieve de la vida política japonesa que actuaban como apoyo parlamentario al Gabinete.
El desarrollo económico puesto en práctica desde arriba por el Imperio Meiji, no sólo modernizó las estructuras del país, sino que logró un espectacular crecimiento económico. Al filo de los convulsos años treinta, se alentó el discurso nacionalista radical, creándose multitud de organizaciones de extrema derecha, cuyos objetivos generales eran el fortalecimiento del poder político del Emperador y del Ejército, la limitación del poder de los partidos políticos, la disolución del Parlamento, la abolición de la Constitución y la implantación de una dictadura militar. El ejército fue baluarte de aquel discurso impregnado de llamamientos al expansionismo militar, paralelo además al crecimiento específico de su industria. El fascismo japonés había quedado definido y alentado, como era habitual por sus propios dirigentes.
El desenlace de la Segunda Guerra Mundial en general, y la derrota nipona en particular, marcan un cambio sustancial en la escena política. La rendición del 15 de agosto de 1945 marcó el comienzo de una nueva etapa. La tutela de los aliados de los Estados Unidos, personificada en el general MacArthur, fue determinante en el proceso de transición japonés. El país perdió su soberanía, fue impuesta su desmovilización y su desmilitarización, quedó obligado al pago de reparaciones de guerra, y se delimitó su territorio. El proceso concluyó formalmente con el Tratado de Paz de San Francisco de septiembre de 1951.
Si se pretende entender el funcionamiento del sistema de gobierno nipón, resulta necesario un análisis de los últimos años de la vida política japonesa. Se descubrieron continuos escándalos de corrupción que envolvían a la clase política, el Partido Liberal Democrático (PLD) en el poder ininterrumpidamente desde 1955, pierde el Ejecutivo tras una rocambolesca moción de censura planteada por una facción interna del propio partido.
La caída del gabinete Miyazawa, las consecuentes elecciones del mes de julio y el triunfo de lo que se ha dado en llamar una coalición de retales, marcan cuanto menos un cambio de situación. Para unos el colapso del sistema supone que se abre un proceso de transición en el país desde un Estado semiautoritario a una democracia; para otros es el proceso de descomposición y recomposición política oscila entre el nada cambia y el todo es posible.
El cambio de escenario no sólo se calibra en términos políticos con la ruptura del sistema de partidos y el fin de la etapa de partido predominante; también tiene una lectura económica y otra social. En el ámbito económico hay que señalar la existencia de una crisis del sistema, marcado por el desempleo, la subida del precio del yen, y las dificultades que ello comporta para una economía fundamentalmente exportadora; otros problemas añadidos como el terremoto que asoló Kobe, los atentados con gas sarín a los pasajeros del metro de Tokio, etc.
2. LA CONSTITUCIÓN
El sistema político japonés se articula en torno a la Constitución de 1946, redactada por la fuerza estadounidense de ocupación, configurándose como un sistema de gobierno parlamentario. La figura simbólica del Emperador es ahora un monarca constitucional. Es un sistema democrático de división de poderes.
Los rasgos más significativos y propios, en cuanto a la parte dogmática, se encuentran en:
- El reconocimiento de la soberanía popular frente a la imperial, reservando al emperador la función expresa de “símbolo del Estado”.
- La declaración pacifista que consagra la Constitución, en el artículo en el que Japón renuncia expresamente a la guerra, con lo cual rompe su tradición militarista. La “Guerra Fría”, con sus bloques militares, supuso una fuerte relativización del desarme del sistema. El argumento de la necesidad de repeler ataques, es decir, la estrategia de la “defensiva” (el principio de la legítima defensa), posibilidad en aquel escenario internacional tan polarizado, supuso un rearme gradual del país. A partir de 1992 se destinaron cascos azules primero en Camboya y después en Mozambique, siendo la primera vez que soldados japoneses salen al extranjero.
- El tercer principio básico de la Constitución de 1946, y que supone también una novedad importante es el reconocimiento de los derechos humanos. Incluyendo por tales, no sólo los individuales tradicionales: derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad privada, libertad de pensamiento, de reunión y tolerancia religiosa, sino que también introduce derechos colectivos, como el pleno empleo, y otros muy específicos como la libertad de cátedra, la igualdad entre sexos, etc.
- Y en cuarto lugar y referido ya a la parte orgánica, la democracia nipona se asienta en el principio liberal de la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), lo que se concreta en distintas instituciones. La Constitución contempla el sistema de contrapesos conveniente para garantizar el equilibrio entre ellos.
3. LAS INSTITUCIONES
3.1. El Emperador
La configuración actual del Emperador como Jefe del Estado nipón, supone el principal eslabón de continuidad del sistema político con su tradición. El Emperador ostenta un papel simbólico, reflejo de la unidad del Estado japonés y carece de poderes reales de decisión. Explícitamente dice en un artículo de la Constitución que el emperador no tiene ninguna clase de competencia gubernamental.
Las principales funciones del Emperador son las propias de representación simbólica y protocolaria del Estado, y para las que necesita el consentimiento del Gobierno. El Emperador convoca la Dieta (Parlamento) y nombra al Primer Ministro a propuesta de aquélla. También es quien formalmente disuelve la Cámara de Representantes (la Cámara Baja) y quien convoca nuevas elecciones generales. Nombra al Presidente del Tribunal Supremo, a propuesta del Gabinete. De igual modo, es quien dicta amnistías y conmuta penas. Como ocurre en los sistemas parlamentarios, el Emperador confirma los nombramientos y ceses de los altos cargos y es el encargado de recibir las credenciales de los diplomáticos con representación ante el país.
Las finanzas de la Casa Imperial están sometidas al control del Parlamento y el Emperador no puede recibir ni hacer regalos de Estado sin el permiso de la Dieta.
El “Trono de Crisántemo” está vinculado a la dinastía reinante. El Emperador actual, Akihito hace el número 125, de una lista parece ser que ininterrumpida dentro de una misma familia. La sucesión al trono se efectúa según las reglas de la primogenitura masculina, quedando regulada por la Ley sobre el Presupuesto Imperial, aprobada por la Dieta en 1947.
En el ámbito de la familia imperial, el Emperador puede delegar sus funciones por ausencia o enfermedad, en el familiar más inmediato, necesitando refrendo del Gobierno.
3.2. La Dieta
El poder legislativo se configura como un bicameralismo asimétrico, una de las Cámaras sobresale en importancia y atribuciones con respecto a la otra. La existencia de dos Cámaras no se justifica al uso habitual de una segunda asamblea representativa de los territorios, ya que Japón es un Estado unitario y además pequeño en extensión, si se tiene en cuenta el volumen de la población. Cómo tampoco puede ser el criterio de la representación aristocrática, por lo tanto queda recurrir a otro criterio, que es el volumen de la población.
La superioridad de la Cámara baja sobre la segunda se concreta fundamentalmente en la preeminencia de su decisión en cuatro áreas: la investidura del Primer Ministro, la aprobación de leyes, la aprobación de los presupuestos de la nación y la ratificación de tratados internacionales.
La cámara baja lleva el nombre de Cámara de Representantes y está compuesta por 500 miembros, y la segunda cámara se denomina Cámara de los Consejeros y cuenta con 252 escaños. La legislatura de la primera cámara dura cuatro años, aunque la práctica habitual es la no conclusión del plazo, ya que suele procederse a disoluciones anticipadas. La duración del mandato de los Consejeros es de seis años, y se elige por mitades, cada tres. Esta Cámara no es susceptible de disolución, aunque paraliza su actividad legislativa hasta la constitución de la nueva Cámara baja, salida de una nueva convocatoria electoral.
Al gozar de autonomía normativa, las Cámaras establecen sus propias disposiciones internas. Cada Cámara cuenta con sus órganos de autoridad, como son el Presidente y el Vicepresidente respectivo, elegidos por y de entre sus miembros y nombrados por el Emperador. Entre sus funciones: establecer el orden del día, mantener el orden o supervisar los trabajos. Las personas que detentan estos puestos mantienen una exquisita neutralidad en el ejercicio del oficio.
El trabajo parlamentario se organiza en sesiones plenarias, fundamentalmente reservadas a la aprobación final de leyes, y otras funciones políticas encomendadas al más alto nivel. El trabajo diario se concentra en las distintas comisiones, tanto permanentes (generalmente responden a las competencias de los ministerios), como especiales.
Al igual que viene ocurriendo en otros sistemas políticos, el desplazamiento de la iniciativa legislativa desde el Parlamento al Gobierno es enorme. La complejidad y la tecnificación crecientes de la política actual, han inclinado esta balanza.
Las votaciones en ambas Cámaras se deciden por mayoría, necesitándose un quórum de un tercio de los miembros. El procedimiento legislativo japonés requiere la aprobación de los textos por ambas Cámaras, incluido los presupuestos de la nación. Aunque si la segunda Cámara rechaza o enmienda un proyecto, la Cámara de Representantes puede aprobar finalmente el proyecto con un tercio de la mayoría de votos.
Las propuestas que se presenten para reformar la Constitución precisan de una mayoría de dos tercios en cada una de las Cámaras para que prosperen, a lo que habría que añadir un referéndum preceptivo. Además de la función legislativa, la Dieta cumple una importante labor de control del Gobierno. Desde los mecanismos ordinarios (preguntas, interpelaciones, comparecencias) hasta las medidas más contundentes, como la moción de censura (para cuya presentación se precisa la firma de al menos cincuenta miembros) o bien el rechazo de un voto de confianza. Si esto ocurre, el Gabinete renunciará en pleno, a menos que la Cámara sea disuelta dentro de los diez días siguientes. El propio texto constitucional contempla la posibilidad de investigaciones sobre actividades de gobierno.
3.3. El Gobierno y la Administración Pública
El poder ejecutivo descansa en dos instituciones: el Primer Ministro y el Gabinete. El Primer Ministro es la figura central, no sólo del Ejecutivo, sino de todo el sistema. La capacidad de maniobra del Jefe de Gobierno nipón, se encuentra mediatizada por el partido o por la coalición de turno.
El Primer Ministro tiene que pertenecer obligatoriamente a la Dieta. Tras la confianza obtenida en el Parlamento, es él quien configura el Gabinete, con los nombramientos que estime oportunos. En la práctica política, el Primer Ministro se ve obligado a repartir carteras ministeriales en función del peso político de las distintas facciones de su partido o de la coalición que se forme. La mayoría de los ministros también deben pertenecer al Legislativo a petición de la Constitución.
La fortaleza del Primer Ministro también se explica, por depender de él exclusivamente la disolución de la Cámara baja, y que en el caso de que una moción de censura prosperara, el Gabinete cesa por completo, así como si por cualquier motivo cesara el Primer Ministro. El Primer Ministro es el Jefe de la Administración Pública. El Primer Ministro ostenta el cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas (en este caso de Defensa Nacional), que en otros sistemas parlamentarios suele recaer en el Jefe del Estado, aunque sea de forma simbólica.
El Primer Ministro es quien dirige la política general de la nación, así como las relaciones con el exterior. Los cometidos concretos encomendados al Gabinete, entre otros, son los siguientes: conducir los asuntos del Estado, concluir tratados con otros países, preparar los presupuestos, promulgar las disposiciones necesarias para el cumplimiento de la Constitución y el resto de la legislación. También cuenta con importantes atribuciones de índole judicial, al tener que designar al Presidente del Tribunal Supremo, y nombrar los jueces de aquél y los presidentes de tribunales inferiores.
El Gabinete consta de 20 miembros. Doce de ellos, titulares de un departamento; de los ocho restantes, dos lo son sin cartera y los otros seis tienen asignados como ministros-directores distintas oficinas eminentemente técnicas. Se llama Consejo de Ministros al compuesto por el Primer Ministro y los llamados Ministros de Estado (Asuntos Exteriores, Finanzas, Agricultura, Comercio Exterior, Transportes y Planificación Económica). Además se incluye como consejero al director del Banco de Japón, dato que sirve para señalar la importancia que se concede a los temas económicos.
El Primer Ministro cuenta además con una compleja Oficina que actúa fundamentalmente como coordinadora de la compleja Administración Pública. La continuidad de la Administración está garantizada por la burocracia. De hecho, a la cabeza de cada ministerio sólo encontramos dos puestos políticos (el ministro y el viceministro parlamentario, quien actúa como ayudante del primero y como lazo de unión con la comisión correspondiente de la Dieta). El resto del personal proviene de la carrera burócrata del servicio civil, provistos de una alta formación y preparación, con una mentalidad muy acendrada de cuerpo, y por lo tanto muy respetuoso con el rango y la jerarquía.
La Conferencia de Viceministros Administrativos acomete funciones de sub-Gabinete, proporcionando continuidad, coordinación y dirección en el desarrollo de las políticas de gobierno y otros programas. Este grupo se reúne regularmente bajo la presidencia del jefe de la secretaría del Gabinete. Salvo cuestiones políticas muy controvertidas, dicha Conferencia suele aprobar rutinariamente casi todos los asuntos. La burocracia administrativa japonesa se encarga del diseño y de la aplicación de leyes y de la publicación de los reglamentos emanados de los Ministerios, por lo tanto, el peso real de la alta burocracia nipona en la política nacional es enorme. Otro lazo es la conexión existente entre burócratas y políticos, en el sentido de que aquéllos cuando abandonan el servicio activo suelen ingresar en los partidos (especialmente y hasta la fecha, en el Partido Liberal Democrático), lo que produce una importante correa de transmisión de intereses, conocimientos especializados y relaciones políticas. Las críticas parten de los partidos políticos de izquierda, considerándolo antidemocrático y una reminiscencia de la vieja etapa Meiji.
No obstante, la burocracia japonesa tampoco constituye un ente monolítico, cerrado y cohesionado; más bien lo contrario, debido fundamentalmente a la extrema complejidad de los intereses en juego. Las rivalidades naturales ocasionan frecuentes conflictos que se concretan en “guerras jurisdiccionales”.
3.4. El Poder Judicial
La Constitución de 1946 inaugura la independencia del poder judicial dentro del sistema japonés. La estructura judicial es piramidal, siendo el Tribunal Supremo la más alta instancia de apelación. Su presidente, máxima autoridad judicial del país, tiene igual rango constitucional que el Primer Ministro. El Emperador es quien lo nombra a propuesta del Gobierno.
El Tribunal Supremo está compuesto por catorce jueces más, nombrados por el Gabinete; si bien, dicho nombramiento debe ser refrendado por el electorado en las siguientes elecciones a la Cámara de Representantes.
En sentido descendente desde la Corte suprema existen ocho Altas Cortes, cincuenta juzgados de distritos y cincuenta juzgados de familia (uno por cada prefectura) y quinientos setenta y cinco juzgados ordinarios, distribuidos por los municipios.
El sistema judicial japonés cuenta con unas comisiones de conciliación civiles y de familia, compuestas por un juez y dos mediadores no profesionales, con la intención de interceder en las disputas, antes de llegar al contencioso oficial. Esta práctica enlaza con las más vivas tradiciones japonesas, consistentes en la medición informal y la negociación como fórmulas de solución para los problemas.
La Constitución proclama la unidad jurisdiccional y la inamovilidad de los jueces y prohíbe los tribunales especiales.
El punto más conflictivo relacionado con el tercer poder del Estado, es la interpretación del artículo 81 de la Constitución, que sostiene que la Corte Suprema es el tribunal definitivo para determinar la constitucionalidad de cualquier ley, ordenanza, reglamentación o disposición oficial.
La práctica consuetudinaria del Tribunal Supremo desde la puesta en vigor del sistema democrático, ha consistido en evitar situaciones conflictivas, mediante su propia autolimitación, que tiene como efectos lógicos una posición cautelosa y claramente conservadora.
4. LA DINÁMICA Y EL PROCESO POLÍTICO
4.1. La cultura política
Japón representa el modelo de país moderno, rico y avanzado tecnológicamente; se ajusta al perfil de sociedad post industrial avanzada.
La cultura política japonesa correspondería a la forma mixta de súbdito-parroquial, fuertemente alienante y profundamente conservadora. Se observa un apoyo bastante elevado hacia su sistema político y una escasa consideración por su clase política. Únicamente la figura del Emperador tiene un índice de popularidad alto.
Otra definición que se podría dar de los nipones es la de ciudadanos-espectadores, que supone un alto grado de concienciación política vinculado a una exposición intensa a los medios de comunicación, y una relativa debilidad de identificación a las familias políticas e incluso a las prácticas políticas activas. No obstante, en los últimos años se están desarrollando nuevas formas de movilización política, sobre todo en el ámbito local, donde los ciudadanos practican nuevas vías de participación.
A pesar de estar ante una cultura política en transición, no se puede olvidar que presenta rasgos más definitorios de su cultura tradicional como son el holismo frente al individualismo occidental, el personalismo frente a lo impersonal y neutro, la afectividad frente a la fría racionalidad, y el valor del grupo frente al individuo.
El japonés es persona respetuosa con la jerarquía y el principio de diferenciación social. El clientelismo, el faccionalismo y la corrupción, entendidos como perversiones desde la óptica occidental, se relativizan a los ojos de los japoneses. De todos modos, los tiempos cambian y el electorado japonés parece que esta algo cansado de dichas prácticas escandalosas, como parecen atestiguar las últimas elecciones.
La población mantiene unos niveles por encima de la media en cuanto a educación, información y orientación política. La organización de grupos de interés es amplia e intensa. El país es líder en el mundo en la producción y el consumo de la información (libros, revistas, periódicos).
La especificidad de la cultura política japonesa está marcada más por los cleavages de generación y de valores que por el socioeconómico. Avanza hacia la configuración de un modelo de cultura cívica mixta, si bien compartiendo aún mucho espacio con las conductas de sumisión.
4.2. Los actores políticos
Los partidos políticos y el sistema de partidos
Los partidos políticos
En 1993 se produjo el hecho más relevante de la política nipona de los últimos tiempos, lo que se ha dado en llamar el colapso del sistema de partidos. Por ello, se describe a los partidos bajo las mismas coordenadas. En primer lugar los partidos tradicionales, y en segundo lugar, los nuevos partidos que nacieron, e incluso algunos ya murieron en la agitada última etapa.
Hasta 1993, cinco eran los principales partidos políticos de Japón: el Partido Liberal Democrático, el Partido Socialista, el Komeito, el Partido Social-demócrata, el Partido Comunista y el Partido Socialdemócrata Unido.
El Partido Liberal Democrático (PLD), hegemónico durante 38 años (1955-1993), nace en 1955 de la fusión de dos viejos partidos conservadores del período de pre-guerra, el Partido Liberal y el Partido Democrático del Japón. Su organización formal se basa en los órganos ejecutivos y los órganos consultivos. Su organización informal, mucho más operativa, se sustenta en las facciones, que proporciona vitalidad y la necesaria coalición entre grupos que ha motivado su larga permanencia en el poder.
La máxima autoridad del partido es su Presidente. Su designación formal se adopta en el Congreso por aclamación, aunque se efectúa antes cuando así lo acuerdan las distintas facciones. El Secretario General es un personaje muy importante, se encarga de la organización, y es el responsable del planteamiento y realización de la política del partido, de su unidad, de su imagen de la supervisión de las campañas electorales y de sus relaciones con el entorno.
Ideológicamente es un partido conservador, defensor del principio democrático de gobierno y la economía libre de mercado. Partidario de unas relaciones exteriores, principalmente con los Estados Unidos, y de mantener y acrecentar las relaciones políticas y económicas con las democracias occidentales, bloque al que considera debe pertenecer el país. El PLD se configura como un “partido de integración”.
El Partido Socialista del Japón, el segundo partido del sistema, nace en 1945. La procedencia de sus miembros fue, mayoritariamente, de los viejos partidos de izquierda de la época de pre-guerra. Su organización formal gira en torno al Congreso anual, máximo órgano del partido. Los asistentes son los parlamentarios, los dirigentes y los delegados de los distritos. Los líderes del partido son: el Presidente del Comité ejecutivo Central, el Secretario General, y los presidentes de las Comisiones de Finanzas, Planeamientos, Parlamento, Lucha Electoral y Control. El Comité Ejecutivo Central es el principal órgano de dirección y prácticamente, equivale al grupo parlamentario. El peso real de los Representantes y de los Consejeros socialistas en la dirección del partido es enorme, situación similar a lo que ocurre en el PLD.
Programáticamente, el Partido Socialista suele verse acusado de primar más sus objetivos en la política exterior que en los asuntos internos del país. El partido mantiene una preocupación por las clases trabajadoras y el respeto por los derechos humanos. A pesar de ser el primer partido de la oposición, mantiene unos niveles de afiliación muy bajos, y la oscilación de sus resultados electorales, muchas veces, dependían del mal momento en que se encuentre el PLD.
El Komeito, en su traducción literal “partido para un gobierno limpio”, es un partido confesional, es representante del budismo; la creencia más extendida es el sintoísmo. Es un partido pequeño, pero cuenta con parlamentarios a nivel nacional, local y regional. Su organización interna es disciplinada y de carácter casi militar. La unidad de base es la familia, y a partir de ella se sustenta una estructura piramidal que corona la Central del Partido en Tokio. Los cargos directivos son designados por la cumbre. En el Congreso se dan a conocer los nombres de los cooptados.
Este partido tiene un alto nivel de afiliación y en proporción, un bajo resultado electoral. Es un partido religioso por lo que su discurso se fundamenta en la relación entre el budismo y la política. Un giro importante, llevado a cabo en su dirección nacional en torno a 1978, condujo a la organización a cierta separación manifiesta de religión y política y a la búsqueda de aliados políticos, como el PSD, que lo catalogan como un partido de centro.
El Partido Socialdemócrata nace en 1960, como una escisión del ala moderada del Partido Socialista, siendo su modelo de organización interna muy similar a éste. Su principal fuente de financiación se encuentra en una federación de sindicatos centrista (Zenro) y en algunas empresas industriales y comerciales. Sus objetivos políticos se orientaban hacia los principios del socialismo democrático, adoptando una estrategia anti PLD y anti Partido Comunista, actuando como una alternativa pragmática contra el partido hegemónico, y auspiciando una coalición de fuerzas progresistas (Partido Socialista y Komeito). En política exterior propugnaba una neutralidad antes del desmoronamiento del bloque comunista. Su programa económico es muy parecido al defendido por la socialdemocracia europea.
El Partido Comunista nace en 1945 con el intento de creación de un frente popular. El hostigamiento de los socialistas y su línea pro-china, a partir de 1964, han pesado sobre su débil implantación. Es un partido con una estructura muy centralizada, siendo el Comité Central su órgano de dirección, con su Secretario General al frente. Las unidades de base son los comités de prefectura y las células en los centros de trabajo. Programáticamente, el partido ha ido evolucionando en sus posturas.
Hay partidos políticos pequeños como el Nuevo Club Liberal que nace en 1976, como una pequeña escisión de notables del PLD, a raíz del escándalo de la Lockheed. El Partido Social Demócrata Unido nace en 1978 a partir de una nueva escisión del Partido Socialista, demandando una mayor participación ciudadana y la extensión de los valores socialistas; critica el modelo de sistema de partido predominante.
A partir de 1993, la situación se va a caracterizar por una intensa agitación de las fuerzas políticas; las notas más llamativas han sido la fragmentación del PLD y la desunión de los socialistas.
La movilidad de la clase política, motivada por los realineamientos que han provocado la cadena de escándalos que sacuden al PLD, sin dejar incólumes a los otros partidos, ha propiciado la aparición de nuevas formaciones políticas y que han irrumpido con fuerza en la arena parlamentaria, después de que el partido hegemónico perdiera la mayoría absoluta en las elecciones de 1993. Así, tenemos que contar con el Nuevo Partido del Japón, el Sakigake (los precursores) –y que más tarde se unían en la formación llamada ShintoSakigake– y el controvertido Shinseito (Partido de la Renovación), creado por Tsutomu Hata, desgajando 36 diputados del PLD y contribuyendo a que Miyazawa cayera por una moción de censura y se adelantaran las elecciones.
La coalición de retales –o frente anti PLD- que se formó incluyó a NPJ (el Primer Ministro, Hosokawa, pertenecía a esta formación), PSJ, Shinseito y Komeito. En 1994, el l NPJ y el Shinseito se funden en Kaishin (Reforma). Cae el gobierno de Hosokawa y es reemplazado por Hata, miembro del partido recién nacido. Su dimisión en 1994, produce un vuelco impresionante en la situación política: la aparición de una nueva coalición de gobierno prácticamente increíble: socialistas y conservadores, enemigos enfrentados de siempre; añadiendo como novedad la presencia de Murayama como Primer Ministro, dándose la circunstancia de que es el primer socialista que accede a ese puesto después de 47 años.
En diciembre de 1994 se produce otra suma de partidos que integra una nueva formación política de grandes dimensiones, el Shinshinto (Partido de la Nueva Frontera); agrupa a nueve partidos de la oposición entre ellos el Komeito, constituyéndose en la segunda fuerza política del país.
Por fin en 1996, el PLD recupera la Jefatura del Gobierno, en la persona de Hashimoto, tras el escándalo financiero que provoca la caída del socialista Murayama. Tras las elecciones de 1996, consolida el triunfo los conservadores del PLD, abriendo una legislatura complicada hasta el final con la enfermedad, y posterior fallecimiento del Primer Ministro Obuchi; su sucesor Mori, ensaya la treta de convocar elecciones para salvar una moción de censura en curso. Los comicios del 2000 revalidaron su triunfo a través de la triple alianza PLD-Nuevo Komeito-Nuevo Conservador a pesar de obtener menos votos y escaños de los que partían.
Los socialistas han salido perjudicados por la convulsión de la dinámica política japonesa. Su alianza con sus adversarios de siempre (PLD) provocó disensiones internas importantes. En las elecciones de 1996 quedaron por debajo del Partido Comunista y en las del 2000 cosecharon una ligera subida.
El sistema de partidos
Todos estos vaivenes han influido lógicamente en una mudanza significativa del sistema de partidos.
Actualmente, el sistema de partidos se sitúa en un multipartidismo extremo, altamente inestable. Las razones de la fragmentación partidaria hay que buscarlas, además, en las profundas y rápidas transformaciones sufridas por la sociedad desde la II Guerra Mundial, el tradicional mundo rural y el paso a una pujante sociedad urbana, el aumento del nivel de educación y el cambio de valores.
Los grupos de presión
La expresión acuñada por la prensa japonesa “Japón, sociedad anónima”, indicando las tres instancias que concentran el poder en la sociedad nipona (PLD, alta burocracia y el mundo de los negocios) resulta suficientemente significativa.
La burocracia como gestora de la política nacional tiene un papel relevante como grupo de presión. La burocracia es la encargada de la redacción de los proyectos de ley (incluidos los presupuestos), cada vez más complejos, que emanan del Gobierno y van a parar al legislativo. Son famosas las corporaciones públicas: compañía nacional de ferrocarriles, la corporación pública del tabaco y de la sal, de autopistas.
La alta burocracia japonesa mantiene un fuerte espíritu de cuerpo, se forma en determinadas universidades, se rige por sus propias reglas, algunas ni siquiera escritas. Es famosa la “dirección administrativa” consistente en opiniones formal o informalmente expresadas por los burócratas que sirven de guía para el ciudadano ordinario. Por lo tanto, el poder de presión de la burocracia japonesa en la defensa de sus intereses es muy amplio en los dos sentidos: ascendente, frente a la clase política y descendente frente a la población.
El mundo de los negocios es otro pilar que conforma los grupos de presión. Las organizaciones patronales gozan de una gran capacidad de presión y un enorme margen de maniobra. Los Zaikai agrupan, personas y organizaciones que son muy influyentes. Podríamos identificar cuatro grupos distintos:
- La Federación nacional de Organizaciones económicas (Keidanren);
- La Cámara de Comercio e Industria del Japón (Nissho);
- La Federación Japonesa de Asociaciones de Empresarios (Nikkeiren); y
- El Comité japonés para el desarrollo económico (Keizai Doyukai).
Por último cabe mencionar el Centro de Productividad Japonesa (Nihon Seisansei Hombu), de amplio renombre internacional, que actúa como centro de investigación y como una universidad de la productividad, manteniendo una filosofía de culto sobre el mundo de los negocios.
Los sindicatos japoneses son el mayor grupo de presión de la izquierda. El más grande de los sindicatos es el Consejo General de Sindicatos (Sohyo), seguido de la Confederación japonesa del Trabajo (Domei), la federación de Uniones independientes (Choritsuroren), además de otras asociaciones sindicales más pequeñas.
Otros grupos de presión son los terratenientes y campesinos propietarios, quizá los más apegados a la tradición del viejo Japón. Se conectan a nivel nacional a través de La Unión Central de Cooperativas agrícolas (Zenchu), la Federación Nacional de Asociaciones de Cooperativas agrarias (Zeno) y otras. Están en estrecha conexión con el PLD, por lo que actúan como soportes del voto rural de este partido.
Los colegios profesionales también son importantes grupos de presión, por ejemplo la Alianza Política de Médicos Japoneses, filial de la poderosa Asociación Médica Japonesa. En un principio no tenían reivindicaciones políticas, pero a partir del momento en que el Ministerio de Sanidad entró a regular las condiciones de su trabajo y las tarifas de su remuneración, articularon una férrea defensa a través de la organización.
Existen también influyentes grupos religiosos: budistas, sintoístas y cristianos. La importancia de la secta Soka Gokkai en la vida política japonesa es evidente, ya que sostiene el partido político Komeito.
Otros grupos que hay que mencionar son los grupos pacifistas y antinucleares. Su peso en la opinión pública es muy grande, dado el recuerdo de las bombas atómicas. Entre ellos citaremos el Congreso Japonés contra la bomba atómica y de hidrógeno (Gensuikin) y el Consejo japonés contra la bomba atómica y de hidrógeno (Gensuikyo).
En cuanto a los medios de comunicación, su poder de influencia es enorme. Los principales diarios nacionales son: Yomiuri, Asahi y Maninichi. Las editoras de periódicos están afiliadas con cadenas de radio y televisión, publican revistas y editan libros.
Por último, cabe mencionar los nuevos movimientos ciudadanos vinculados a vida política local, en especial las combativa asociaciones de consumidores.
4.3. El sistema electoral.
El sistema parlamentario japonés plantea la celebración de elecciones para cubrir las dos Cámaras legislativas de la nación, así como los puestos electivos de los gobiernos regionales y locales. Para estar inscrito en el censo electoral, elaborado de oficio por el Estado, se precisa haber cumplido los 20 años; el censo se actualiza cada año en septiembre, y antes de cada elección. El voto femenino data de 1945. Para ser candidato a la Cámara baja hay que tener por lo menos 25 años y para presentarse a Consejero 30 años.
La campaña electoral oficial dura 20 días para la Cámara baja y 23 para la Cámara alta. Se vota en domingo, de 7 de la mañana a 6 de la tarde. Los candidatos tienen que presentar una fianza (un millón de yenes para la Cámara de Representantes y dos millones para la cámara de Consejeros). Otro rasgo típico de la sociología electoral japonesa son los famosos Koenkai, es decir los núcleos de actividad partidaria consistente en la organización de los miembros/electores agrupados en torno a un candidato, que aparecen a partir de 1946.
Los escaños de la Cámara baja son 500. El país se divide en 300 distritos uninominales, donde el elector japonés escribe a mano el único nombre de su candidato preferido, y los otros 200 escaños se resuelven a través de un sistema de lista y escrutinio proporcional, pudiendo los distintos candidatos presentarse en una y otra fórmula a la vez. El escrutinio uninominal ha favorecido a los grandes conjuntos, al tiempo que ha fortalecido el poder de las planas mayores de los partidos y también ha beneficiado la alianza entre conservadores y socialistas; ambos grupos han puesto en práctica la máxima de que la unión hace la fuerza.
La división entre distritos uninominales y plurinominales produce una combinación de probada eficacia: los miembros de la Dieta con un Koenkai fuerte, ofrecen apoyo legislativo a los líderes de las facciones a cambio de apoyo en materias que interesen a su circunscripción.
Del mismo modo, la elección de los 252 consejeros se efectúa por dos sistemas distintos que intentan combinar el principio mayoritario con el proporcional.
100 consejeros son elegidos en un único distrito nacional, en listas de partido cerradas y bloqueadas, aplicando en el escrutinio la fórmula D´Hont. Los 152 consejeros restantes se eligen, concurriendo en 47 distritos (prefectuales), de tamaño medio (entre 2 y 8 escaños). El elector dispone de dos votos: uno para la lista presentada en la circunscripción nacional y otro voto para el candidato X, presentado en la circunscripción prefectual (al estilo de la Cámara baja).
Las líneas generales que dibuja el comportamiento electoral japonés se puede resumir en dos tipos: uno que se caracteriza por andar próximo a la maquinaria local de un candidato (distrito uninominal) y que vota por él, en razón de problemas locales y en pago de favores. Suele incluirse en este tipo al elector rural o perteneciente a los pequeños negocios. El segundo tipo de votante es aquél que responde a los estímulos de la política nacional tanto como a los de la local. Piensa más en términos de partido que de candidato (distrito plurinominal). Se informa de los asuntos pero no se moviliza por los esfuerzos que hacen los candidatos. Este perfil coincide con el votante urbano.
Como dato significativo cabe reseñar también la abultada abstención registrada en los comicios de 2000 (37,7%), la cifra más alta después de la hecatombe de 1996. La preocupación con la que se recibe esta constatación atestigua un divorcio, parece que inevitable, entre la sociedad y su clase política.
5. LAS RELACIONES INTERGUBERNAMENTALES
Desde la consideración de la forma de Estado, Japón es un estado unitario, pero con un mínimo de descentralización, sobre todo en el nivel local, y otro intermedio, con respecto al nivel nacional, ya que aunque la extensión territorial no es grande, su población sí es enorme. El escalonamiento de instancias intermedias queda diseñado de acuerdo con las corporaciones regionales, las prefecturas y los municipios. La Constitución establece el principio de autoadministración local, así cómo se organiza el gobierno local y el principio electivo sobre el que se basa.
El país se divide en 43 prefecturas municipales, la prefectura provincial de Hokkaido, las dos prefecturas urbanas de Osaka y Kyoto y la de la capital, Tokio. Y en el ámbito local, hay 3.257 municipalidades de diversos tamaños y categorías.
La curiosidad más relevante que presenta este sistema con respecto al nacional, es que es un sistema “presidencialista” de gobierno y no parlamentario. Los electores eligen a la asamblea de la prefectura, y también al gobernador, pudiéndose dar el caso de que la mayoría de una y el elegido para el segundo cargo, pertenezcan a fuerzas política distintas. Este sistema “presidencialista” tiene algunas peculiaridades: la asamblea puede derrotar al gobernador con una moción de censura, y éste por su parte, puede disolver el legislativo prefectural, siempre que la asamblea le haya planteado previamente su desconfianza. El gobernador dispone de veto frente a las disposiciones del parlamento. Es un sistema de gobierno muy singular, que no se da en ningún otro lugar del mundo, y está ligado al relanzamiento de la vida política local en el Japón, lo que se viene a llamar la micropolítica.
El mismo esquema se aplica en los gobiernos locales, donde alcaldes, por un lado, y asambleas municipales por otro, mantienen un equilibrio político. La duración del mandato de todos los cargos electivos de los niveles intermedios y local (gobernadores, alcaldes y parlamentarios) es de cuatro años.
Los puestos ejecutivos de cada nivel son responsables del control y de la supervisión del empleo público, de la administración de los asuntos públicos de su ámbito y de la puesta en marcha de las tareas delegadas por el gobierno central (generalmente en materia de educación, medio ambiente y policía). Asimismo son de su competencia la imposición y recaudación fiscales, y de la custodia de los documentos públicos, así como la presentación de los presupuestos a la asamblea legislativa correspondiente.
El reconocimiento de la autonomía local dentro de un estado unitario provoca conflictos competenciales permanentes con el gobierno de la nación, que suelen saldarse a beneficio de este último. La dependencia económica municipal se traduce en una merma de su autonomía con respecto al gobierno central.
El sistema político local en Japón ha pasado por distintas etapas desde la implantación de la democracia; desde la inicial que supuso la extensión de los valores y las instituciones del nuevo régimen a la vida diaria de los ciudadanos, poco acostumbrados tanto a los unos como a las otras, realizando una amplia tarea de socialización democrática. Un segundo período de auge, coincidiendo con el crecimiento económico del país, es la etapa de mayor crecimiento industrial y urbano, con el consiguiente aumento de las prestaciones locales y de los servicios sociales, y el decrecimiento de la población en los ámbitos agrícolas y pesqueros.
La tercera etapa comienza con la crisis mundial de 1973, donde la recesión supuso un recorte en las aspiraciones de desarrollo y ordenación regional. Hay una mayor participación ciudadana. La definición de las relaciones entre gobierno central y gobiernos locales se revela crucial para su desarrollo, y es precisamente en las entidades locales donde se está jugando roles innovadores en este sentido. La implantación de programas y políticas progresistas se está llevando a cabo en dichos escenarios, sin olvidar el papel que han jugado en estos gobiernos locales los partidos de izquierda, con sus acertadas actuaciones en los gobiernos prefecturales y municipales. El sistema político local es un importante laboratorio para la dinámica nacional.
6. A MODO DE CONCLUSIÓN
Japón es un ejemplo de democracia de consenso, que se encuadra más en un modelo explicativo horizontal y cruzado, que en la llana verticalidad de la democracia mayoritaria o Westminster (según la conocida clasificación de A. Lijphart). Los expertos aseguran que el poder político en Japón es fragmentado y pluralista. El primer adjetivo se debe a que los partidos políticos, unos de sus principales actores, se encuentran horizontalmente divididos y parcialmente descentralizados. Pluralista porque la intermediación de intereses es tan amplia y vital que marca un escenario de esas características. Asimismo, el proceso político japonés acusa una enorme tendencia a un dinamismo incansable donde confluyen dos direcciones contrarias pero simultáneas: una centrífuga que marca una intensa competición política, el conflicto y la fragmentación entre distintas coaliciones, junto con otra, de carácter centrípeto, hacia la cooperación, la coordinación y la integración.
Este dinamismo del proceso se caracteriza por una actividad intensa y unas relaciones políticas unas veces muy cambiantes, mientras que otras presentan relativa estabilidad. Estas son las causas principales de ese eterno puzzle que identifica la política japonesa, y que ha cobrado especial relevancia en los últimos seis años. Si se desea reducir a su formato más simple, y a la vez más clarificador, al átomo de esa realidad política, solo hay que observar con detenimiento uno de sus partidos políticos.
Cualquiera de los importantes marca la línea. El conflicto entre sus facciones internas (más importantes que la propia organización formal) y los grupos de interés que reclaman su presencia en la definición de las políticas, resume a la perfección el carácter conflictivo, y a la par consensual, del proceso político nipón.
La combinación entre un sistema parlamentario y unos partidos muy fragmentados define la necesidad e importancia de las coaliciones puntuales, y dónde la figura sobresaliente de un Primer Ministro pertenece la mayoría de las veces, a la categoría de primus inter pares; a esto hay que añadir el tremendo poder de la burocracia como ya se explicó más arriba y a la cultura tradicional del consenso para hacerse con las claves que definen la política en Japón.