La Lírica desde los Años 70 hasta Nuestros Días

En 1970, José María Castellet editaba Nueve novísimos poetas españoles, antología poética clave en la evolución de nuestra lírica. Recogía nombres como Manuel Vázquez Montalbán o Vicente Molina Foix. La intención de este volumen era presentar a una generación que llegaba esgrimiendo una nueva forma de hacer poesía: rompía con la anterior y se insertaba en la línea de la literatura experimental. Estos poetas ya no creen en la poesía como vehículo de comunicación, abandonan el tono intimista y autobiográfico de la década anterior y llevan a cabo una renovación total del género: desde su propia concepción hasta la temática y las técnicas.

Son autores nacidos tras la Guerra Civil, que han tenido una educación católica y que sienten fascinación por los mass media: los tebeos, el cine, la televisión, etc. Es la primera generación de poetas que viaja al extranjero, simpatiza con los hippies y reivindica la cultura beat, pop y rock and roll. La ambientación de sus textos es variada, aunque todos ellos muy alejada de la realidad cotidiana del lector. Entre la diversidad de fuentes de las que bebe esta poesía habría que añadir también la música clásica, la mitología, el arte y la propia literatura, especialmente la poesía europea e hispanoamericana. Para engarzar materiales de procedencia tan diversa recurrirán a técnicas como el collage y a menudo se mezclan en sus versos tipografías diversas o palabras escritas en varios idiomas. La libertad formal es total, lo que afectará al verso, a la puntuación y a la disposición gráfica del texto.

Habría que señalar la coexistencia en esta generación de dos tendencias diferentes: una que arranca de la cultura popular y otra más culturalista, de lenguaje más artificioso y preciosista.

En estos mismos años, un grupo de jóvenes poetas leoneses reacciona contra el movimiento novísimo y propone una poesía neomarxista, reivindicando a autores como Cernuda y la poesía de corte social.

Poco a poco, el excesivo formalismo de la poesía experimental va dejando paso a una poesía más interiorizada y de temas cotidianos: poesía postnovísima. Como características generales se pueden mencionar la recuperación del realismo, el alejamiento de la experimentación y la vuelta al concepto de poesía como comunicación. Mayor humor, ironía y temas íntimos.

En la década de los noventa se destaca la agudización del contraste entre la poesía de la experiencia y la poesía del silencio, aunque se puede hablar de un dominio evidente de la poesía de la experiencia. A finales de la década de los 90, un grupo de poetas reaccionará contra este predominio de la que también se llamó poesía mediática. Se trata de la llamada poesía de la diferencia, que propugna la libertad creativa individual y acusa a los poetas de la experiencia.


La Lírica desde 1940 a los Años 70

La lírica española de los primeros años de posguerra no puede entenderse sin tener en cuenta la situación histórico-política y social del momento. El exilio exterior de buena parte de los escritores vivos, el asesinato de García Lorca y el encarcelamiento del joven Hernández dejarán apenas sin modelos a las nuevas generaciones poéticas, y la producción lírica de aquellos que se quedan en el llamado exilio interior deberá esquivar la fuerte presión de la censura.

En los años 40, la producción lírica de los poetas que permanecen en España girará en torno a las revistas literarias. La revista Garcilaso agrupará a los escritores afines al régimen oficial, la llamada “juventud creadora”. Como contrapunto, nace en León Espadaña, revista que reúne a los poetas contrarios al régimen, cuya visión del mundo está marcada por el pesimismo ante el caos y la injusticia. Se trata de una poesía desarraigada, de corte existencialista y de tono trágico, más preocupada por indagar en las causas del sufrimiento humano que por la estética. La religiosidad estará tratada con un tono de desesperanza y de duda en poemas en los que se increpa a Dios.

No obstante, en los años 40 hay también voces que se alejan de estas dos tendencias. Cabría destacar a los poetas reunidos en torno a la revista Cántico y a los poetas del Postismo, último movimiento vanguardista.

En los años 50, el tono individualista de la lírica anterior irá dejando paso a una poesía concebida como comunicación, en la que el poeta se erigirá portavoz del sufrimiento colectivo. De la poesía de indagación del dolor humano se pasa a la poesía de denuncia directa de los males sociales: poesía social. A finales de los 50, y desengañados por la imposibilidad de llegar a esa inmensa mayoría, muchos poetas irán abandonando los preceptos de la llamada poesía social, a la que se acusaba de haber caído en el panfleto y de convertir la literatura en un medio de cambio político. La poesía pasará de considerarse forma de comunicación a entenderse como una forma de conocimiento del mundo que nos rodea. Se trata de una lírica inconformista, pero con cierto escepticismo. Es lo que se conoce como poesía del medio siglo, en la que cabe destacar el retorno de los temas íntimos.

Para completar el panorama de la poesía española de estas tres décadas es necesario mencionar la poesía del exilio. El tema recurrente de los poetas exiliados es el de la patria dejada atrás. Con el tiempo, esta visión se va matizando y va surgiendo un sentimiento de añoranza de una tierra donde los poetas vivieron su infancia y juventud.


La Lírica del Siglo XX hasta 1939

La poesía española del siglo XX hasta el estallido de la guerra puede dividirse en dos grandes etapas: la primera de ellas abarcaría a los movimientos modernista y noventayochista y la segunda al novecentismo y las vanguardias. El modernismo hace referencia a una serie de tendencias artísticas europeas y latinoamericanas que revolucionaron el arte de finales del siglo XIX y principios del siglo XX y que consistía en la búsqueda de nuevas formas y de la belleza ornamental. En España llegaremos a tener un modernismo más tardío y simbolista. El movimiento noventayochista es un movimiento exclusivamente español y tiene un carácter socio-político. Los autores de esta generación reaccionarán ante la crisis del 98, una crisis que además incluye el sector de las ideas y que se manifiesta especialmente en la tambaleante “idea de España”. En cuanto a la estética, la poesía de este grupo limaba ya alguno de los excesos modernista y mostraba cierta depuración formal: léxico menos retórico y versos más cortos.

En torno a 1914 surge una nueva generación de clara vocación europeísta que reacciona contra el sentimentalismo en el arte y propone un nuevo concepto de poesía intelectual. A esta corriente de poesía nueva pertenece la poesía pura de Juan Ramón Jiménez, una poesía desnuda e intelectualizada. Un vanguardismo que tendrá en torno a 1920 sus primeras manifestaciones propias con el Ultraísmo cuyo manifiesto se debe a Rafael Cansinos. El Ultraísmo suponía la ruptura con los excesos verbales del Modernismo y la incorporación en la lírica del mundo contemporáneo y urbano, eliminando del poema los elementos narrativos o sentimentales y realzando la importancia de la metáfora, el humor y la sorpresa.

Poco a poco estos ideales de pureza de las primeras vanguardias se fueron abandonando. Tras los cambios sufridos en la sociedad del momento, y por influencia del surrealismo francés, la poesía española sufre el proceso que se conoce como rehumanización del arte. Ahora podemos hablar de poesía impura. Así, en los primeros años 30 se volverá a una poesía de denuncia y de contenidos sociales que se expresa por media de la escritura automática. Lo onírico y lo irracional se reivindican como material poético.

Sin duda, los poetas que protagonizan este panorama son los del llamado Grupo del 27 y que elevarán el género poético a cumbres difícilmente superables. En torno a 1930 el grupo sufre la influencia del Surrealismo francés y de la poesía social y comprometida de Pablo Neruda. Será el estallido de la Guerra Civil lo que trunque la evolución poética de esta generación posicionada al lado del bando republicano. García Lorca será asesinado ese mismo año, el joven Hernández será encarcelado y el resto de poetas se exiliarán.


La poesía lírica

Los textos liricos presentan una gran variedad tanto formal como temática. En general, podemos decir que se caracterizan por el predominio de las funciones expresivas y poética del lenguaje.

La lirica cumple una función expresiva ya que es un medio de expresión de la intimidad y de las experiencias más personales o subjetivas del poeta.

La consecuencia inmediata de todo esto es la renuncia a la trama argumental. En la lirica, la descripción de los elementos reales o la narración de hechos sirven siempre para evocar el estado emocional del poeta.

El otro aspecto fundamental es la función poética, ya que se usa el lenguaje de una forma especial, con una intención estética. Para ello se cuida la forma del mensaje utilizando recursos literarios que se separan de la lengua estándar.

La finalidad estética y la voluntad de forma se manifiestan en la lirica, a través del verso. Para ello se sirve de la regularidad silábica, de la rima, de las repeticiones, etc. La rima y el verso pueden aparecer o no en el texto lirico pero siempre tienen ritmo. La forma de los textos liricos presenta, asimismo, otra característica fundamental: concentración y la brevedad, ya que son producto de la interiorización de experiencias que se despojan de elementos que se consideran accesorios o anecdóticos.

La brevedad lleva consigo la acumulación de recursos expresivos. Por otro lado para interpretar eficazmente un texto poético es necesario desentrañar el sentido figurado del lenguaje. En cuanto a la interpretación del contenido, si el lenguaje es literario es plurisignificativo. Los temas liricos son muy variados y pueden ir desde asuntos serios a asuntos más o menos intrascendentes. Sin embargo hay una serie de temas que han sido constantes a lo largo de la historia. A estos temas se les conoce como tópicos literarios:

Carpe diem, tempus fugit, el poder igualatorio de la muerte, ubi sunt, la fortuna, locus amoenus…