La oposición al sistema

Cánovas estableció una distinción entre los partidos que estaban dentro del sistema de la Restauración y los que estaban fuera.

Los Republicanos

Se podían distinguir tres grupos diferentes:

  1. Los republicanos históricos: seguían a Castelar y estaban a favor de una democracia que no comprometiera la unidad nacional.
  2. Los federalistas: mejor organizados y cercanos al movimiento obrero, buscaban mejorar las condiciones del trabajador y el uso de la huelga como método de lucha contra el patrón.
  3. Los republicanos progresistas: dirigidos por Zorrilla, pretendían el cambio de régimen por la fuerza.

Con el tiempo, se eligieron algunos diputados republicanos que no representaban a ningún partido político, sino que hablaban en nombre propio, como Emilio Castelar.

El Movimiento Obrero

Se opuso rotundamente al sistema canovista. Socialistas y anarquistas, ambos representados en la AIT, se extendieron por todo el territorio. Sin embargo, fueron los anarquistas, después de la visita a España de un discípulo de Bakunin, quienes adquirieron mayor fuerza.

Los Anarquistas

Después de un congreso en Zaragoza, los congresistas decidieron decantarse por el anarquismo, lo que significó una separación entre el mundo obrero y el sistema canovista. Los anarquistas se extendieron desde los Pirineos hasta el Guadalquivir. Tras el golpe de Estado de Pavía, estas organizaciones obreras fueron declaradas ilegales hasta que Sagasta legalizó nuevamente el anarquismo. En 1881 se creó la Federación de Trabajadores de la Región Española. Los componentes de esta federación optaron por una resistencia solidaria y pacífica, enfrentándose al sector andaluz, partidario de la violencia como método de cambio. Esto llevó a la ruptura de ambos grupos. La huelga tenía efecto en el núcleo industrial de las grandes capitales, pero no en el campo andaluz, donde se agruparon en sociedades secretas y actuaron como grupos violentos, surgiendo así la Mano Negra.

Los Socialistas

José Mesa, amigo de Pablo Iglesias, se vio obligado a emigrar a París en busca de trabajo. Allí hizo amistad con Guesde, dirigente francés del Partido Socialista, quien comenzó a escribir cartas a Pablo Iglesias. Pablo Iglesias fue convenciendo a sus compañeros de la necesidad de formar un partido. El 2 de mayo de 1879, en la calle Tetuán de Madrid, aprovechando la celebración de un banquete, se creó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Además, se creó una comisión para redactar el programa político y el reglamento del partido.

El PSOE proponía tres condiciones indispensables para el triunfo del proletariado:

  • La posesión del poder político por parte de la clase trabajadora, la transformación de la propiedad privada en colectiva y la enseñanza de trabajos tanto a hombres como a mujeres.
  • Abolición de todas las clases sociales.
  • Lucha por los derechos de asociación y reunión, libertad de prensa, sufragio universal, jornadas laborales de no más de 8 horas, salario igual para hombres y mujeres y libertad obrera.

La crisis económica de 1887 conllevó el cierre de fábricas y el aumento de parados, lo que llevó al PSOE a crear la Unión General de Trabajadores (UGT). Su fin era la mejora de las condiciones de trabajo de los obreros y coordinar los medios para obtener sus reivindicaciones. En 1910 se formó una conjunción republicano-socialista que permitió conseguir el primer diputado socialista, Pablo Iglesias.

Las Mujeres Obreras

La integración de las mujeres en las fábricas fue muy temprana, sobre todo en la industria textil catalana, donde eran el 40% de la población activa. La tasa de actividad femenina era del 17%, y sus salarios no superaban el 50% o 60% del de los hombres. Los sindicatos defendían los derechos de las mujeres, a quienes se les acusaba de tener la culpa de que los hombres tuvieran un salario bajo y de quitarles puestos de trabajo. A pesar de todo, surgieron dirigentes femeninas como Claramunt, que fundó una Federación de Obreras.

Los Nacionalismos

España aparecía como un Estado centralizado, basado en la unidad nacional, ignorando los nacionalismos existentes. La alta burguesía apoyaba la existencia de un Estado centralizado en Madrid. Los regionalismos fueron apoyados por la pequeña y mediana burguesía, a la que con el tiempo se le fue uniendo el resto de la sociedad. Se utilizó el nacionalismo como arma política frente a Madrid para obtener ventajas.

El Catalanismo

Fue surgiendo como un movimiento cultural, La Renaixença, que abarcaba todos los ámbitos de la actividad intelectual, usando como instrumento la lengua. Almirall, Prat de la Riba y Torras i Bages publicaron obras que fueron la base del catalanismo. Almirall defendía la necesidad de respetar y fomentar la manera de ser y las costumbres de cada región; sus planteamientos eran autonomistas y no independentistas. Almirall fundó el Centre Català, una unidad que sirviera de unión entre la burguesía y los conservadores. Sin embargo, los conservadores fundaron la Lliga de Catalunya. Estos presentaron a María Cristina un manifiesto donde mantenían la fidelidad a la monarquía, pero también buscaban una mayor autonomía para Cataluña.

Los Nacionalismos Vascos

La ley que derogaba los fueros provocó la aparición de dos tipos de reacciones: los que estaban de acuerdo y los que no. Estos últimos, perdedores de la Guerra Carlista, se aferraban a un País Vasco agrario. Sabino Arana pensaba que el pueblo vasco era diferente; para él, recuperar los fueros vascos era recuperar su independencia. En 1895 se creó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) con una solemne declaración antiespañola. El partido, durante los años que estuvo comandado por seguidores de Arana, no consiguió nada, por lo que se vio obligado a ampliar las bases. Fue entonces cuando apareció la división entre los que defendían la autonomía y los que defendían la independencia. Los que defendían la autonomía tomaron el control del PNV y, bajo la mano de De la Sota, siguieron el camino del catalanismo.

El Galleguismo

El galleguismo fracasó en su intento de construir una fuerza política homogénea. Sus principales ideólogos, como Brañas, no pretendían la independencia, sino la autonomía.

El Andalucismo

Comenzó a caminar de la mano de Blas Infantes. En Antequera, este proclamó la Constitución Federalista Andaluza y se solicitó una “Andalucía soberana y autónoma”. Sin embargo, no se consolidó un partido andalucista, probablemente debido a que la burguesía se afilió con el poder central.