Razón Práctica: Guía de Acción Humana

Cuando hacemos un uso teórico de la razón, tratamos de saber cómo son las cosas y aspiramos a alcanzar la verdad. En cambio, en su vertiente práctica, la razón nos ayuda a saber qué hacer y cómo hacerlo.

La razón práctica está vinculada a la acción, del mismo modo que la razón teórica lo está al conocimiento. Las acciones humanas son el producto de una elección y es nuestra razón la que nos ayuda a elegir una opción u otra.

La racionalidad práctica se basa, pues, en el modo en que usamos la razón para guiar nuestra conducta, tanto en lo que se refiere a la producción de objetos como a nuestra relación con los demás.

Ámbitos de la Racionalidad Práctica

  • Praxis: Es el ámbito de la racionalidad práctica que orienta nuestra conducta. La moral y la política son el resultado del uso de este ámbito.
  • Poiesis: Es el ámbito de la racionalidad práctica que orienta nuestra acción productiva, como los distintos saberes técnicos y la producción artística.

Los saberes prácticos son los únicos realmente imprescindibles para nuestra vida; no es posible llevar una vida verdaderamente humana sin distinguir lo bueno de lo malo en relación con nuestras acciones. Esto no supone negar la importancia de poseer, por ejemplo, conocimientos en matemáticas, física o saber conducir y reparar un coche, pero es posible vivir sin ellos.

Moral y Ética: Dos Perspectivas sobre la Acción Humana

Nuestras acciones pueden ser consideradas buenas o malas. De ello se ocupan precisamente la moral y la ética, pero desde perspectivas diferentes. Son términos que a menudo se confunden, pero tienen diferente significado.

La moral es un rasgo constitutivo de nuestra naturaleza, y nuestra libertad hace posible la elección entre distintas opciones y, al mismo tiempo, nos obliga a decidir. Así pues, podemos definir la moral como el conjunto de costumbres y normas que regulan las acciones, tanto individuales como colectivas, y que permiten clasificarlas como correctas o incorrectas, es decir, como morales o inmorales. No se puede ser humano y carecer de moral, pues nuestras acciones son clasificadas siempre como correctas o incorrectas. La moralidad puede entenderse como un modo de vida.

En cambio, la ética es una investigación racional sobre la moral; es el estudio de la moral. Podemos definir la ética como la reflexión filosófica sobre la moral, que trata de aclarar en qué consiste, cuáles son sus fundamentos y cómo se aplica en distintos casos, tanto en el ámbito privado como en el público. No estamos obligados a ocuparnos de la ética, pero sí de la moral.

Relativismo y Universalismo Moral: La Búsqueda de Valores Universales

¿Hay algo que pueda ser considerado bueno por todos los seres humanos? ¿Dependen las valoraciones morales del grupo social o de la época histórica? ¿Existen valores morales universales?

Las respuestas a estas preguntas dividen a los filósofos en dos grupos: los defensores del relativismo moral y los defensores del universalismo moral.

Relativismo Moral: La Diversidad de Valores

El relativismo moral es una doctrina filosófica que afirma que los valores morales y los juicios sobre la moral varían de unas sociedades a otras. Nada es bueno o malo de manera absoluta. Así pues, no se pueden juzgar ni las acciones individuales o colectivas desde fuera de una determinada sociedad. Veamos tres doctrinas distintas dentro de la postura relativista.

  • Los sofistas: En el siglo V a. C. defendieron que las normas morales son convencionales, fruto de acuerdos adoptados por los miembros de una sociedad. Para defender su postura usaron dos argumentos:
    • Si las normas morales valieran para todos los seres humanos, no habría disputas acerca de ellas. Y si las hubiese, se resolverían acudiendo a dichas normas compartidas. Sin embargo, las discusiones sobre la moral son habituales y no suele llegarse a acuerdos.
    • Si hubiera normas morales universales, estas deberían proceder de la naturaleza humana, que todos compartimos. Sin embargo, la conducta humana previa a la socialización no apunta a ello, pues buscamos nuestro propio placer y dominar por la fuerza. A esta situación es a la que intenta poner remedio las normas morales de la sociedad.
  • Baruch Spinoza: Este filósofo del siglo XVII pretendió elaborar una teoría científica sobre la moral que pudiera demostrar sus afirmaciones como se prueban las de las matemáticas. Spinoza negaba la existencia del libre albedrío (nuestra libertad para decidir y actuar en consecuencia) y afirmaba la absoluta necesidad de todo cuanto ocurre. La única libertad que existe para el ser humano es liberarse de las pasiones, pues estas turban nuestro espíritu. El conocimiento del orden del universo y de la necesidad inalterable con la que suceden los acontecimientos nos liberan de las pasiones y permiten que seamos felices. Los acontecimientos no son ni buenos ni malos, simplemente son. Llamamos bueno a aquello que nos conviene y malo a lo que nos perjudica; no deseamos las cosas que son buenas, sino las consideramos buenas porque las deseamos. Por ello, podemos afirmar que, además del relativismo, Spinoza defendió el subjetivismo: si los valores morales dependen de los deseos y estos son particulares, lo que es bueno para un individuo puede ser malo para otro. La moral es un asunto puramente subjetivo.
  • Friedrich Nietzsche: Este pensador del siglo XIX realizó una crítica a la moral en general. Tras emprender un análisis psicológico del origen de los valores morales, concluyó que toda moral ha sido siempre un mecanismo de dominio, un instrumento al servicio de un grupo dominante. Según Nietzsche, históricamente han existido dos formas básicas de moral:
    • Moral de señores: Su máxima expresión es la moral aristocrática-guerrera de la Grecia clásica. Se consideran los valores más importantes la fuerza física, el valor, la heroicidad, el honor, etc. Por oposición, malo es lo que representa el pueblo llano: la debilidad, la sencillez, la humildad, etc.
    • Moral de esclavos: Es el resultado de oponerse a los valores de la moral de señores, y los valores morales se invierten. Del resentimiento a los poderosos surge esta reacción y lo que antes era bueno pasa a ser malvado. La moral de esclavos encuentra su fundamento último en el Dios cristiano.
    Para Nietzsche, es necesario superar la vieja moral e inventar valores nuevos más allá del bien y del mal. Esos valores deben cumplir un requisito fundamental: favorecer la vida.

Universalismo Moral: La Búsqueda de Principios Absolutos

Esta doctrina sostiene que existen valores morales absolutos que sirven de criterio último para juzgar cualquier acción, norma o código de conducta. Como representantes de esta posición filosófica, tenemos a Sócrates y a su discípulo Platón.

Sócrates fue el primero en defender abiertamente la existencia de valores morales universales y absolutos. Propuso para ello lo que se conoce como intelectualismo moral, según la cual, para obrar bien es preciso primero conocer qué es el bien. Creía que todo vicio es el resultado de la ignorancia y que ninguna persona desea el mal; a su vez, la virtud es conocimiento y aquellos que conocen el bien actuarán de manera justa. No es posible conocer el bien y obrar mal. Los hombres que hacen el mal no lo hacen por pura maldad, sino por ignorancia (“Educad a los niños y no tendréis que castigar a los hombres”).

Por su parte, Platón diferenció dos ámbitos de la realidad: el mundo sensible (al que accedemos por medio de los sentidos) y el mundo inteligible (al que accedemos mediante la razón). A este último pertenecen las entidades perfectas ordenadas de manera jerárquica (las ideas o formas), y en lo más alto de dicha jerarquía están los valores morales.

Para Platón, cada norma buena, cada decisión justa o cada acción generosa imita al bien en sí, a la justicia en sí o a la generosidad en sí, que son los modelos perfectos e inmutables que existen en el mundo sensible.

Éticas de la Felicidad: El Fin Último de la Conducta Moral

Muchas teorías éticas son teleológicas, pues consideran que el fin último de la conducta moral es la felicidad. Además, todas son éticas materiales, ya que nos indican cuál es el objetivo (la felicidad) y qué hay que hacer para conseguirlo.

  • El eudemonismo: El defensor más importante de esta teoría fue Aristóteles. El estagirita sostuvo que todos los seres naturales tienden a la perfección de su esencia, es decir, de aquello que los hace ser lo que son. Los eudemonistas entienden que la felicidad consiste en la autorrealización personal; así, la felicidad consiste en la satisfacción de llegar a ser aquello que uno debe ser. Aristóteles, al considerar al ser humano esencialmente como animal racional, aspira a alcanzar la verdad y, por tanto, al conocimiento, y adquirir estos conocimientos es lo que nos produce felicidad. Sin embargo, reconoció también nuestra animalidad y, en consecuencia, nuestras necesidades materiales. En este sentido, considera que, al satisfacer dichas necesidades, son perjudiciales tanto el exceso como el defecto. Carecer de algo puede producir infelicidad, pero dedicarnos por completo a cubrir una determinada carencia puede provocar que descuidemos lo demás y provocar también insatisfacción. Para evitar esta insatisfacción, contamos con la virtud, que Aristóteles define como la capacidad de saber elegir siempre un término medio relativo a nosotros situado entre dos extremos igualmente viciosos. Por ejemplo, ante la valentía encontramos dos extremos: la cobardía y la temeridad (defecto y exceso), y hemos de ser capaces, por medio de la virtud, de alcanzar este término medio.
  • El estoicismo: Esta doctrina defiende que la felicidad se obtiene de modo autosuficiente, viviendo de conformidad con la naturaleza. Siguiendo el planteamiento aristotélico, el ser humano es racional, pero también animal. Solo lo racional es relativo a la moral; lo relativo al cuerpo (belleza-fealdad, salud-enfermedad, riqueza-pobreza…) es indiferente desde el punto de vista moral. Según los estoicos, la felicidad puede lograrse de forma independiente a los acontecimientos externos. La sabiduría moral consiste en cultivar la razón para descubrir el logos, la ley que gobierna tanto la naturaleza como al ser humano. Una vez conocida dicha ley, se comprende que solo las acciones acordes con ella son moralmente perfectas y conducen a la felicidad.