Conflicto Español 1936-1939: De la República a la Dictadura
La Guerra Civil Española (1936-1939)
Antecedentes y el Estallido del Conflicto
Desde la proclamación de la República, se había iniciado en España un proceso que ponía en peligro los intereses de las fuerzas tradicionalmente dominantes. El golpe militar se inició siguiendo los planes de Mola, en Melilla. Al día siguiente, Franco voló de Canarias hacia Marruecos y tomó el mando del ejército de África. Tras la muerte de Sanjurjo, Mola coordinó las actividades contando con el apoyo de grupos financieros, monárquicos y católicos. Entre el 17 y el 20 de julio se hizo patente la división del ejército. Un bando, llamado rojo por los sublevados, y el bando autodenominado nacionalista, se enfrentaron en una Guerra Civil.
El territorio republicano contaba con los núcleos industriales y urbanos más importantes. El bando sublevado controló la principal zona cerealista y contaba con la mayoría de los oficiales del ejército, a los que se unió el de África. También la opinión extranjera quedó dividida. Se creó en Londres el Comité de No Intervención. Alemania, Italia y Portugal ayudaron a los sublevados. La Unión Soviética ayudó a la República.
Desarrollo de la Guerra
Apoyo Internacional y Estrategias Militares
Desde los primeros días, ambos bandos solicitaron ayuda extranjera:
- Apoyo al bando sublevado:
- Se creó la Legión Cóndor.
- Italia intervino en todas las acciones de guerra.
- Portugal facilitó las comunicaciones por su territorio y el desembarco de suministros por sus puertos.
- Apoyo al bando republicano:
- La Unión Soviética ayudó a la República con armas y alimentos.
- Miles de voluntarios de 50 países lucharon junto a la República.
Desde el principio, los sublevados llevaron el peso y la iniciativa en las ofensivas militares; entre los republicanos predominaron las operaciones defensivas. Franco optó por abandonar la zona centro y concentrar el esfuerzo bélico en el norte. Ocuparon todo el norte, perdiendo la zona republicana una región minera y siderometalúrgica, vital para su abastecimiento. En noviembre de 1937 quedaba un solo frente republicano. Franco decidió iniciar el avance sobre el valle del Ebro, pero la fuerte resistencia detuvo la ofensiva. El Comité de No Intervención consiguió la retirada de los voluntarios extranjeros que luchaban con la República. La oposición de los comunistas a la Junta de Defensa desencadenó una lucha interna en el bando republicano. En marzo, el coronel Casado entregó Madrid. El 1 de abril de 1939, el general Franco hizo público el comunicado del fin de la guerra sin condiciones. La Segunda República Española había llegado a su fin.
El Bando Republicano: Revolución y Desorganización
Tras la distribución de armas entre las organizaciones populares, se desencadenó un proceso revolucionario espontáneo, y el poder se repartió en múltiples juntas y organismos revolucionarios que suplantaron el poder del gobierno central, lo que dificultó las operaciones militares. En unas zonas, este poder estuvo dirigido por anarquistas, y en otras, por socialistas o comunistas. También se encargaron de la represión contra los sospechosos: efectuaron detenciones, registros, sentencias y ejecuciones. Desbordado por el proceso revolucionario, el gobierno dimitió y se creó un gobierno de coalición presidido por el socialista Largo Caballero y formado por comunistas, republicanos, regionalistas y la CNT. Se constituyó el Ejército Popular. La prolongación de la guerra provocó disminución de la producción, escasez y encarecimiento de subsistencias, racionamiento y el mercado negro.
El Bloque Nacional: Unificación y Represión
Ante la división de la derecha, el ejército era la única institución capaz de asumir la organización. Se creó una Junta de Defensa Nacional que asumió las funciones administrativas y militares, proclamó el estado de guerra y comenzó la represión contra las autoridades y los partidarios de la República. Franco fue nombrado Generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y aire, y jefe del gobierno del Estado. Se constituyó un partido único, la Falange, que ponía las bases de un estado totalitario. Tras el fusilamiento de Primo de Rivera en la zona republicana, su sucesor, Manuel Hedilla, contrario a la unificación, fue condenado a muerte por Franco y posteriormente indultado. La jerarquía eclesiástica publicó una carta dirigida a los obispos del mundo, reafirmando el apoyo de la Iglesia al alzamiento, justificándolo como cruzada para terminar con la revolución comunista. Franco culminó el proceso con la Ley de Administración Central del Estado, que le confería todos los poderes. Las huelgas y reivindicaciones eran consideradas delitos contra la patria. La defensa de la unidad de España se concretó en la abolición de los gobiernos vasco y catalán.