Exploración del vacío interior: Un poema de Josefina de la Torre
Estructura externa
El poema se compone de trece versos, combinando heptasílabos y alejandrinos (arte mayor y menor). La rima es consonante en los versos 2, 5 y 12, y asonante en los demás versos con rima, quedando cinco versos sueltos. El esquema métrico es: 7a, 14B, 14-, 14-, 7b, 14-, 14B, 14B, 14ª, 14-, 14B, 14B, 14-. Si bien los cinco primeros versos recuerdan a la lira por su combinación de heptasílabos y alejandrinos, el poema no se ajusta a una estrofa conocida. Esta **experimentación** con las estrofas clásicas se alinea con los **ismos de vanguardia**, apreciados por Josefina. Se observa **preferencia por la regularidad métrica** frente a una mayor libertad en la rima.
El espacio interior
El **espacio**, una constante en el poema, es **interior y metafísico**. El yo poético busca su ser más íntimo en las esquinas y paredes de su interior, tanteando y rondando en la oscuridad, sin hallar lo que busca. Este **espacio vacío**, que pudo ser real (como la tierra y sus frutos) o cósmico (como el universo), evidencia su **profundo anhelo y frustración**.
Carácter literario
La **perspectiva subjetiva** justifica el carácter literario del texto. El poema gira en torno a un yo que presenta la realidad desde su punto de vista. El objetivo principal es la **expresión de la interioridad**: sentimientos, sensaciones y pensamientos del yo poético. A esto contribuyen los numerosos recursos estilísticos presentes.
Recursos estilísticos
Desde el primer verso, destaca la **antítesis** “me busco y no me encuentro”, que resalta la infructuosa búsqueda interior. Se aprecian **sinestesias** (“en las sordas paredes”), propias del modernismo. El silencio y el vacío aparecen personificados. El **símil** “voy como dormida en las tinieblas” manifiesta la desorientación del yo poético. La **aliteración** de la “r” aporta sonoridad a los versos iniciales. Se encuentran diversas **metáforas** que giran en torno al dolor y la angustia: “la tierra, la esencia, la armonía” (aluden a la fertilidad); “oscuras paredes” (reflejan el ser del yo poético); “eco de mis incertidumbres”, “dormida en las tinieblas”, “la noche de todas las esquinas”. En el verso 8, el **polisíndeton** “y no pudo ser tierra, ni esencia, ni armonía” evoca la posible reivindicación de un hijo no tenido. En el verso 9, el **asíndeton** “fruto, sonido, creación, universo” refuerza esta idea. Las **anáforas** (“y” en los versos 4, 6, 8 y 12; “no” en los versos 5 y 10; “que” en los versos 9 y 11) realzan la búsqueda incesante. El único **encabalgamiento** (versos 10 y 11) enfatiza la transformación de las heridas en preguntas.
Aspectos morfo-sintácticos
El uso del **estilo verbal** (“me busco”, “rondo”, “interrogo”, “no acierto”, “no me encuentro”) contribuye a la marcada búsqueda de sí misma y aumenta el desasosiego. Los **gerundios** “tanteando” (verso 6) y “esperando” (verso 13) insisten en la desesperación. El **adverbio** “ahora” (verso 6), junto con los gerundios, refuerza la continuidad de la desazón. Los **sustantivos**, mayoritariamente abstractos (“incertidumbre”, “esencia”, “armonía”), potencian el desasosiego. Se agrupan en dos campos semánticos: **noche** (“tinieblas, sombras, vacío…”) y **creación** (“fruto, universo, tierra”). Predominan las **oraciones simples**, junto con **coordinadas copulativas** (“Me busco y no me encuentro”; “interrogo al silencio y a este torpe vacío / y no acierto en el eco de mis incertidumbres”) y dos **subordinadas adjetivas** (“Y no pude ser tierra, ni esencia, ni armonía, / que son fruto, sonido, creación, universo”; “No este desalentado y lento desgranarse / que convierte en preguntas todo cuanto es herida”). Estas estructuras oracionales reflejan la reiteración y la obsesión de Josefina por alcanzar la serenidad y la paz interior.