El Surgimiento de la Sofística en la Atenas Democrática

La sofística surge en la Grecia del siglo V a.C., específicamente en Atenas, como respuesta a los cambios sociales que culminaron en el desarrollo de la democracia. Esta nueva forma de gobierno planteaba la necesidad de leyes que fueran iguales para todos. La búsqueda de acuerdos y convenios para legislar socavó la noción de leyes universales, dando paso a la idea de que es el hombre quien decide sobre lo justo y lo injusto, el bien y el mal, e incluso el ser y el no ser.

Bajo la premisa “El hombre es la medida de todas las cosas”, cada cosa es lo que el hombre decide que sea. La noción de verdad universal se diluye en la multiplicidad de los acuerdos. Así, el saber consiste en saber manejarse entre los convenios e intereses de los ciudadanos, y se denomina “sabios” a los expertos en convencer mediante la palabra.

La Respuesta de Sócrates y Platón: La Búsqueda de la Verdad Universal

Sócrates y Platón recuperan una noción de ser y de verdad universales y normativos. Sócrates, mediante la inducción, busca alcanzar definiciones universales en el terreno de la ética. Platón, por su parte, entiende que esos universales son esencias, y que las esencias o ideas se encuentran separadas de las cosas sensibles en un mundo propio: el Mundo de las Ideas.

La existencia de ideas universales, perfectas y eternas permite a Platón superar y explicar el relativismo sofístico. Este relativismo queda reducido al mundo de las cosas sensibles, donde reina el cambio y el devenir, y dentro del cual solo es posible un conocimiento de opinión. Según Platón, la sofística se ve obligada a aceptar que el único conocimiento es la opinión, que todo conocimiento es relativo, porque no es capaz de elevarse por encima del mundo cambiante de las cosas sensibles y ascender hasta las ideas universales.

Relativismo, Escepticismo y la Dialéctica Platónica

El relativismo va de la mano con el escepticismo, al afirmar que el único conocimiento posible es relativo, pues el auténtico conocimiento ha de ser universal y seguro. Platón también supera el escepticismo, pues las ideas universales permiten alcanzar la ciencia o dialéctica, que es el conocimiento de las ideas. Platón critica a los sofistas por haberse quedado en el nivel más bajo de conocimiento posible, la conjetura, que es el conocimiento de las sombras y reflejos de los objetos del mundo sensible. A la retórica sofística, Platón opone la auténtica ciencia de la dialéctica. En este sentido, Platón otorga un papel decisivo a la razón en la construcción científica de la realidad, ya que es necesario renunciar o superar el conocimiento sensible para llegar a conocer la auténtica realidad. Frente a ello, los sofistas afirman que cualquier verdad científica o moral se fundamenta en el modo de pensar y sentir subjetivos, que a su vez se basa en la experiencia sensible y pasajera.

Teoría Moral y Política de Platón: La Justicia en el Alma y el Estado

La Justicia como Armonía del Alma

En su libro La República, Platón aborda el problema ético-político de lo que ha de ser un hombre justo. Afirma que el alma tiene tres partes: la inferior o apetitiva, la media o irascible y la superior o racional. Establece que la armonía en el alma consiste en que cada una de las partes se dedique a la función que por naturaleza le corresponde. Este orden no está garantizado de antemano y, por tanto, el hombre ha de conseguirlo para alcanzar su propio autogobierno. El fruto de este esfuerzo moral es la salud, el orden, la armonía del alma, es decir, la justicia.

El filósofo afirma que por justa se ha de entender toda acción que contribuya a preservar ese estado de armonía, y por injusta toda acción que lo disuelva, reservándose la ciencia para el conocimiento de la primera y la opinión para el conocimiento de la acción injusta.

Conceptos Clave en la Filosofía Platónica

  • Alma: Para Platón, el alma preexiste al cuerpo en el Mundo de las Ideas, donde alcanza un conocimiento de ellas. Afirma que el alma es inmaterial y de naturaleza semejante a las ideas. Defiende la inmortalidad del alma y la reencarnación, así como la accidentalidad de la unión con el cuerpo. El hombre es el alma (parte racional) y el cuerpo es lo material (su prisión).
  • Ciencia (epísteme): Es el grado supremo de conocimiento, universal y eterno, porque versa sobre realidades universales, perfectas y eternas: las ideas. En este contexto ético-político, la ciencia o sabiduría preside las acciones justas, porque saber qué es la justicia equivale a la práctica de la justicia y viceversa.
  • Autogobierno: Significa gobierno de sí mismo, autónomo (auto: sí mismo, nomos: ley; darse la ley a sí mismo). Tanto el hombre como el Estado se han de autogobernar en el sentido de que la justicia, como armonía, ha de venir de sí mismo: la parte racional del alma o de la ciudad ha de guiar al resto del alma o de la ciudad, respectivamente.