El Impresionismo: Características, Artistas y Obras Clave
El Impresionismo
Los **impresionistas** fueron un grupo de jóvenes pintores que se unieron contra el academicismo imperante en la pintura hasta ese momento. El término “impresionismo” surgió tras la primera exposición conjunta de 1874, cuando un crítico hizo un comentario sarcástico comentando la obra de Monet “**Impresión: amanecer**”. Poco a poco fueron rompiendo moldes y crearon nuevos recursos expresivos. Muchos fueron los pintores impresionistas (Manet, Monet, Renoir, Degas, …) y muy variada su temática.
La pintura impresionista se caracterizó por desarrollar una temática amplia, con preferencia por reflejar el entorno, el paisaje, con predominio de la **luz ambiental**. La vida urbana y el momento fugaz también están entre sus temas predilectos. Les gusta pintar al aire libre y en ocasiones realizan variaciones de un mismo paisaje a distintas horas del día (con la luz cambiante) o en distintas estaciones del año. La paleta de color empleada es clara y la pincelada muy suelta. No usan el negro y en ocasiones usan colores más densos o contrapuestos para reflejar la incidencia o ausencia de luz sobre una superficie.
Édouard Manet (1832-1883)
Considerado precursor del movimiento impresionista, utiliza el negro en su paleta, color que será desechado por el resto de pintores impresionistas. En su pintura plasma los ambientes parisinos, los cafés, etc…
Almuerzo campestre (1863)
Representa a una mujer desnuda junto a dos hombres vestidos sentados en la hierba mientras una segunda mujer se refresca junto a un arroyo. En el margen inferior aparece una cesta con frutas y pan (los restos del almuerzo) y la ropa de la joven. Predominan los verdes que envuelven los negros, blancos, ocres y azules de los atuendos de los personajes. Las figuras están trabajadas como zonas planas de color, sin claroscuros. Las sombras son simples manchas de color yuxtapuestas.
La opinión pública de la época consideraba la temática de la obra ofensiva ya que el desnudo de la joven no se justificaba bajo una temática mitológica como había sido lo normal hasta ese momento.
El Bar del Folies-Bergère
En esta obra, Manet refleja una escena típica de la noche parisina: a una camarera detrás de la barra del famoso bar Foliés-Bergere. Manet capta un momento fugaz en el que la camarera, rodeada del bullicio del bar se abstrae con mirada triste que contrasta con la alegría de los clientes y de las luces, que vemos reflejadas en el espejo tras la camarera. A través del dicho espejo, Manet ofrece una perspectiva absolutamente artificial pues de acuerdo con la horizontalidad del espejo el reflejo de la figura de la camarera no puede ser visible, sino que quedaría oculta por el cuerpo de la propia chica, representado de manera frontal al espectador. Sin embargo, al margen de toda lógica, el cuerpo aparece reflejado de lado y atendiendo a un cliente que se halla fuera del espacio “real”.
Claude Monet (1840-1926)
Su obra “**Impresión, sol naciente**” fue la que dio nombre al movimiento impresionista. Monet se obsesiona por la **luz** y las variaciones de la incidencia de la misma sobre los objetos a lo largo del día y en distintas estaciones del año. Ello le llevó a representar un mismo motivo en distintas épocas del año como hizo con su serie sobre la catedral de Ruán compuesta por 34 cuadros, desiguales en la gama cromática y en le tratamiento de la luz.
Serie de la Catedral de Rouen
Al pintar la catedral de Rouen, Monet observó cómo según la hora en que la pintaba y como incidía la luz cambiaba la percepción de la misma: a veces aparecía rosada, azulada en otras, en otras ocasiones pálidas casi sin detalles por la intensidad del sol, etc. En esta serie Monet realiza una declaración del nuevo estilo y de la importancia de la **luz cambiante** y transformadora de la realidad que percibimos y que, hasta ese momento, se veía como inmutable.
Estanque de nenúfares
Monet también se deleitó en reflejar la realidad cambiante reflejada en el agua. Al final de su vida se dedicó a pintar el jardín de su casa de campo y sus estanques con nenúfares. Sobre una maraña de pinceladas verdes, rosas y lilas que nos muestran el estanque con nenúfares y la densa vegetación que la rodea iluminada por la dorada luz del verano, destaca el puente japonés que describe una curva apareciendo como una sólida estructura sobre la amorfa vegetación. Las pinceladas verticales del follaje de la orilla contrastan con las pinceladas horizontales que cruzan el lienzo y que describen las líneas de los nenúfares del estanque. La pincelada en toda la obra es gruesa y suelta.
Auguste Renoir (1841-1919)
Si Monet se preocupaba sobre todo por el estado cambiante de la luz, Renoir se siente atraído por la bulliciosa **vida parisina** de finales del siglo XIX. Se sentía fascinado por la gente y pintó continuamente a amigos y amantes. Sus obras poseen una vibrante luminosidad y ya no representan la laboriosa vida campesina de Millet, sino la vida placentera de la clase media parisina y sus momentos de ocio en los cafés, teatros o en el campo.
Le Moulin de la Galette (1876)
En su deseo de representar la **vida moderna** – elemento imprescindible para los impresionistas – Renoir inmortaliza este lugar en uno de los lienzos míticos del Impresionismo. Su principal interés es representar a las diferentes figuras en un espacio ensombrecido con toques de luz, recurriendo a las tonalidades malvas para las sombras. Son reconocibles distintos personajes de la vida artística parisina, unos bailando otros en animada conversación. El efecto de multitud ha sido perfectamente logrado, recurriendo Renoir a dos perspectivas para la escena: el grupo del primer plano ha sido captado desde arriba mientras que las figuras que bailan al fondo se ven en una perspectiva frontal. Esta mezcla de perspectivas era muy del gusto de Degas, empleándola también otros artistas. La composición se organiza a través de una diagonal y en diferentes planos paralelos que se alejan, elementos clásicos que no olvida el pintor. Las figuras están ordenadas en dos círculos: el más compacto alrededor de la mesa y otro más abierto en torno a la pareja de bailarines. La sensación de ambiente se logra al difuminar las figuras, creando un efecto de aire alrededor de los personajes. La alegría que inunda la composición hace de esta obra una de las más impactantes no sólo de Renoir sino de todo el grupo, convirtiéndose en un testimonio de la vida en el París de finales del siglo XIX.
Joaquín Sorolla (1863-1923)
Es el máximo representante español del impresionismo. Natural de Valencia, se desplazó a París durante el primer semestre de 1885, viviendo de cerca la pintura impresionista que produjo en él, ya de regreso en Roma, variaciones en su temática y estilo. Tras vivir un tiempo en Italia en 1889 se instala en Madrid y, en apenas cinco años, Sorolla alcanzó cierta fama y prestigio como pintor. En 1894 viajó de nuevo a París, donde desarrolló el **luminismo**, que sería característico de su obra a partir de ahora. Comenzó a pintar al aire libre, dominando con maestría la **luz** y combinándola con escenas cotidianas y paisajísticas de la vida mediterránea. En obras como *La vuelta de la pesca*, *La playa de Valencia* o *Triste herencia*, describió el sentimiento que producía la visión del mar Mediterráneo, comunicando el esplendor de una mañana de playa con un colorido vibrante y un estilo suelto y vigoroso. Además siguió con su pintura de **denuncia social** que tantos éxitos le había reportado en los últimos años con obras como *Y aún dicen que el pescado es caro* (1895). Tras muchos viajes por Europa, principalmente Inglaterra y Francia, celebró una exposición en París con más de medio millar de obras, que le dio un reconocimiento internacional inusitado, conociéndose su obra pictórica por toda Europa y América. Expuso su obra en Nueva York en 1909 y cosechó un éxito sin precedente alguno.
“Aún dicen que el pescado es caro”
Sorolla va a realizar sus primeras obras dentro del **realismo social**. Con esta obra obtuvo una Medalla de Primera Clase en la Exposición Nacional de 1895. A pesar de tener una temática social, Sorolla ya hace una alusión a uno de sus temas favoritos: los pescadores de su tierra natal, Valencia, que más tarde pintará en diferentes faenas cotidianas. Ahora nos pone de manifiesto lo peligroso de la pesca, lo que provocaría el título de la obra. Podemos observar a un joven pescador que es atendido por otros dos pescadores tras haber sufrido un accidente. La preocupación por la crítica social no significa que el pintor olvide los efectos lumínicos, produciéndose importantes contrastes entre luz y sombra, aunque no muy violentos. Otra de sus preocupaciones será la expresividad en los rostros de sus personajes, como observamos en los gestos de los veteranos pescadores. El colorido empleado es bastante oscuro, continuando la tradición cromática de la Escuela española, aunque introduce algunos tonos verdes y azules. La conjugación de la pintura de realismo social con la luz valenciana hace de ésta una de las mejores obras del artista.