Evolución Musical: De Brahms a Schoenberg y la Vanguardia Francesa
Brahms, Mahler y Schoenberg: La Variación Progresiva
También llamada “variación en desarrollo” o “variación evolutiva”, este modo o forma de composición consiste en desarrollar todo el material de una pieza a partir de un motivo principal y concreto, o de meras ordenaciones interválicas desligadas del ritmo. La variación progresiva destaca por el acto de la transformación: una primera idea se presenta distinta cada vez, y es conducida mediante un proceso hacia otras formas.
En la Cuarta Sinfonía de Brahms, por ejemplo, a partir del motivo de anacrusa de negra y una blanca va surgiendo el primer complejo temático; después, una repetición variada y un calado polifónico, pero siempre empujando hacia delante. Por ello, el movimiento se vuelve progresivamente más enérgico. Por tanto, en Brahms lo motívico es el punto de partida, y lo temático es el firme resultado.
Mahler, en su Novena Sinfonía, hace formas de representación de una idea temática que parece ir cristalizando, ya desde el comienzo, de modo cada vez más perfilado, pero que nunca acaba de concretarse definitivamente.
La forma es resultado de una continua transformación; cuanto más importante se hizo la variación progresiva, más fueron perdiendo importancia otros medios generadores de la forma. La variación progresiva se convirtió en la nueva técnica capital de la nueva música.
El abandono de la tonalidad, hacia 1910, privó a la música de su energía más esencial de sustento formal. La consecuencia fue ante todo una radical reducción de la forma.
Arnold Schoenberg y la Música Atonal
Arnold Schoenberg escribió en 1911 “Seis Pequeñas Piezas para Piano” (“6 Kleine Klaviertücke”). Son miniaturas de 17, 9, 9, 13, 15 y otra vez 9 compases, cada una de ellas diferenciada de las demás en carácter y expresión. No hay centro tonal, suprimiéndose las simetrías y correspondencias evidentes. El compás sólo existe de manera residual. La organización rítmica es libre y diversa. Se eliminan las repeticiones en favor de la transformación de lo anterior. Resucita en todo ello el ideal de prosa musical que Schoenberg admiraba en muchas obras de Brahms: una exposición de las ideas, sin accesorios superfluos ni repeticiones sin sentido; caracterizada técnicamente por la libertad de su ritmo y por la completa independencia de la simetría formal.
En las obras instrumentales “atonales libres” resulta significativa la moderación formal exterior. Su carácter de prosa pretende configurar una música liberada de cualquier atadura, sustentada y tensada por la intensidad y plenitud de lo que se enuncia a una sola voz.
El Dodecafonismo
Las grandes formas posibilitaron la música dodecafónica, cuyas bases las desarrolló Schoenberg a comienzos de los años 20: era la composición con sólo doce notas relacionadas entre sí en donde, todas las notas se relacionan únicamente entre ellas y no con un centro superior. Lo que regula la composición es una serie de 12 notas en un determinado orden de la escala cromática, establecida por el compositor. La serie (S) admite otras tres manifestaciones de igual categoría:
- Inversión (I): se mantienen los intervalos pero se invierte su dirección.
- Retrogradación (R): la misma serie pero leída desde el final hacia el comienzo.
- Retrogradación de la inversión (RI).
Como cada serie puede comenzar a partir de cualquier grado de la escala cromática, en teoría tenemos disponibles 4×12=48 series que se pueden utilizar por separado o combinadas.
Schoenberg en su Quinteto de Viento op. 26 demuestra que la serie ha de descomponerse si se pretende hacer una composición polifónica a partir únicamente de ella, siguiendo el esquema heredado de melodía y acompañamiento.
En las composiciones de Schoenberg también podemos encontrar la indicación H, cuando nos quiere señalar la voz principal en un determinado momento (Hauptstimme) y de mayor importancia; nos señala con la letra N la correspondiente voz secundaria (Nebestimme).
Atenerse a una serie volvió a ofrecer un asidero tras el abandono de la tonalidad. También favoreció de nuevo la composición de nuevos temas y con ello se hizo posible otra vez la elaboración motívico-temática como principio sustentador de grandes formas. Con una perspectiva amplia, Schoenberg habló de variación progresiva, porque la serie no es más que una sucesión ordenada de notas, que al contrario que el motivo, no posee ningún ritmo. Permite todo tipo de libertades en cada realización concreta, tanto en dinámica como en articulación y timbre, además de en rítmica.
La Vanguardia Musical en Francia hasta la Primera Guerra Mundial
A finales del siglo XIX y comienzos del XX se produjo una reacción contra la música germánica. A pesar de ello, había mucha presencia de la música alemana por Europa, como por ejemplo en Francia, donde muchos compositores franceses estaban influenciados por ella, como Saint-Saëns o César Franck. Sin embargo, a partir de 1881, año en el que surgió el Imperio Alemán, comienza a haber una importante reacción en Francia, habiendo ciertos enfrentamientos entre los que querían esa germanología y los que querían un estilo nacional francés.
La Sociedad Nacional para la Música Francesa, fundada en 1871, quería recuperar la música nacional y buscaba la inspiración tanto en la canción popular como en la gran música del pasado. La Schola Cantorum (1894), fue una institución que recuperó los cantos franceses antiguos y el canto gregoriano (en esta ocasión, también nos encontramos con las publicaciones de los monjes de Solesmes, donde encontramos los neumas, invento de finales del siglo XIX para leer música religiosa).
Toda esa atención hacia el canto gregoriano causó un enorme interés en los compositores franceses. Esta Schola compitió con el Conservatorio de París. Principalmente se rechazó el cromatismo de Wagner y de la música de finales de siglo, y por ello la música francesa de este momento es principalmente diatónica.
Tres Líneas Evolutivas en la Música Francesa
En la historia de la música francesa desde 1871 hasta los primeros años del siglo XX, pueden detectarse tres líneas evolutivas e independientes:
- Tradición cosmopolita, transmitida por medio de César Franck y continuada por sus discípulos, en especial por d’Indy.
- Tradición específicamente francesa, transmitida a través de Saint-Saëns y proseguida por sus alumnos, sobre todo por Fauré, quien fue uno de los fundadores de la Sociedad Nacional.
- Tradición francesa evolucionada y llevada hasta consecuencias imprevistas por la música de Debussy, quien será una gran influencia en los compositores posteriores.
Claude Debussy y el Impresionismo Musical
Claude Debussy es uno de los compositores que aportan más elementos novedosos en esta línea. Esto coincide con la corriente pictórica del Impresionismo, término que se le aplicó también a su tipo de música y algo que a él mismo no le gustaba, ya que hay algunas obras suyas que son más bien simbolistas y no impresionistas. Entre sus obras más importantes está su ópera “Pelleas et Melisande”, cuyo escritor fue Maeterlinck.
Corriente impresionista en música: es un enfoque de la composición destinado a crear atmósferas e impresiones sensoriales mediante armonías y timbres. Se diferencia así de la música programática por el hecho de que no trata de expresar emociones profundas ni de contar una historia, sino evocar un clima, un sentimiento fugaz o una atmósfera con ayuda de sonidos naturales, ritmos de danza o fragmentos melódicos.
Debussy, en uno de sus escritos, dijo que la música clásica tenía sólo la belleza de la técnica, y lo que él defendía era un tipo de música más libre, llena de sonoridades nuevas; ésta es una de sus obras donde pretende una relación entre la naturaleza y nuestra sensación de la percepción.
El enfoque simbolista atrajo su atención, ya que para él no había razón alguna de hacer siempre una dramaturgia realista (contrario al naturalismo o al realismo), pudiendo utilizarse el cuento o la fantasía en una obra teatral. Richard Strauss no compartió las ideas de Debussy en cuanto a sus planteamientos operísticos.
En los últimos años, con el Neoclasicismo, Debussy se anticipó a esta estética y compuso una serie de obras que suponen una vuelta al mundo clásico, como las sonatas para viola, arpa y flauta, sonata para violín y también para violonchelo.