Transformación Religiosa de Europa: Reforma Protestante y Expansión de Nuevas Doctrinas
La Europa de las Reformas Religiosas
I. La Reforma Protestante y sus Repercusiones en la Historia de Europa
1.2. La Reforma de Lutero
En 1517, Martín Lutero escribió 95 tesis, que clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg. En ellas elaboraba una nueva doctrina religiosa, por lo que fue denunciado a Roma. Cuatro años después, en 1521, el papa excomulgó a Lutero, quedando así libre de la autoridad de Roma.
La doctrina de Lutero se construyó, fundamentalmente, en tres pilares:
- a) La justificación por la fe: La religiosidad de cada persona se basa en su relación con Dios, a través de su fe intensa y sin la intervención de la Iglesia.
- b) El sacerdocio universal: El creyente puede salvarse por su fe y convertirse en su propio sacerdote.
- c) La autoridad de la Biblia: La Biblia, para Lutero, era la única fuente de inspiración cristiana, y su interpretación quedaba a cargo de la conciencia individual de cada creyente.
La doctrina de Lutero, o luteranismo, negaba la soberanía del papa y la jerarquía episcopal. Además, eliminó las órdenes religiosas, prohibió el culto a las imágenes y redujo el número de sacramentos a dos: Bautismo y Eucaristía. El luteranismo se difundió rápidamente por toda Alemania, Suecia, Dinamarca, Noruega y los Países Bajos. Casi al mismo tiempo que el luteranismo, surgieron nuevas doctrinas reformistas como el anglicanismo en Inglaterra y el calvinismo en Suiza y, más tarde, en Francia.
2. Repercusión de la Reforma Protestante en las Principales Monarquías Europeas
2.1. Fracaso de la “monarquía universal” de Carlos V
Ya comentamos en el tema anterior cómo Carlos V no pudo alcanzar su gran objetivo, que era unificar su Imperio por medio de la religión católica. Así, al darse cuenta del peligro que suponía para el Imperio la difusión de las ideas de Lutero, convocó en 1521 la Dieta de Worms, en la que el emperador se reuniría con los príncipes y representantes de las ciudades alemanas para exigir que Lutero abandonara sus ideas.
Lutero fue convocado también a la Dieta o Parlamento de Worms, y allí acudió provisto de un salvoconducto del Emperador. Finalmente, Lutero se negó a retractarse y la Dieta le condenó, pero, antes de producirse la condena, el monje había abandonado la ciudad, gracias a la protección del príncipe elector Federico de Sajonia.
Carlos V hubiera querido solucionar desde el principio el problema protestante en Alemania, pero tenía otros muchos asuntos de los que ocuparse (Rebelión de las Comunidades y Germanías en España, la guerra con el Rey Francisco I de Francia en Italia), y pensó que la Iglesia Católica convocaría un Concilio que pondría fin al problema. Sin embargo, el Papa no se atrevió a convocar el Concilio por miedo a perder su papel de cabeza suprema de la Iglesia.
El Emperador, en un último intento pacífico de salvar la unidad religiosa, convocó la Dieta de Spira (1529) y la Dieta de Augsburgo (1530), a la que asistieron también, además de los católicos, representantes de los protestantes. Sin embargo, la expansión del luteranismo era ya imparable en Alemania. Por otro lado, el Papa Paulo III decidió, ante la insistencia de Carlos V, convocar un Concilio en Trento (1545). Sin embargo, los protestantes no quisieron asistir y, además, se negaron a aceptar las decisiones que allí se tomasen. Ante esta situación, y agotada la vía pacífica, a Carlos V sólo le quedaba recurrir a la guerra para solucionar, de una vez por todas, el problema con los príncipes alemanes partidarios del luteranismo.
Así, ya vimos cómo, a pesar de su gran victoria en Mülhberg, en 1547, al Emperador le fue imposible frenar la expansión del luteranismo en Alemania, por lo que tuvo que firmar la Paz de Augsburgo (1555), que admitía la libertad religiosa en los Estados alemanes. Desde entonces, cada súbdito debía practicar en Alemania la religión del Estado al que pertenecía.
La Paz de Augsburgo disminuyó la autoridad del emperador, pues los príncipes alemanes lo consideraron desde entonces como el jefe de los católicos. El Imperio, pues, siguió conservando su valor honorífico, pero vio casi anulada su importancia política.
2.2. Inglaterra. Enrique VIII y el anglicanismo: Enrique VIII (1509-1547), segundo monarca de la dinastía Tudor, heredó la Corona de su padre, Enrique VII. Durante los primeros años no tuvo muchas dificultades para gobernar. Casado con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, Enrique VIII se declaró enemigo de Lutero, lo que le valió el título de “Defensor de la Fe”, otorgado en 1521 por el Papa León X.
6A partir de 1527, sin embargo, las cosas se complicaron mucho a Enrique VIII cuando pretendió divorciarse de su mujer, Catalina. El Papa Clemente VII se negó a concedérselo y, ante esta negativa, el monarca inglés decidió romper con Roma y divorciarse, casándose después con Ana Bolena, matrimonio del que nacería la futura Isabel I de Inglaterra.
Después, en 1531, el Parlamento reconoció a Enrique VIII como único jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra, por lo que fue excomulgado por el Papa, en 1533. Y a esto respondió en Parlamento inglés aprobando el Acta de Supremacía, en 1534, que legalizaba definitivamente la formación de la nueva iglesia anglicana, consumándose la ruptura con Roma.
La introducción definitiva del anglicanismo en Inglaterra se efectuó, sin embargo, una vez muerto Enrique VIII, bajo el breve reinado de Eduardo VI (1547-1553), que heredó la Corona cuando sólo tenía nueve años, por lo que no llegó a reinar personalmente. Sin embargo, durante su breve reinado, fue organizada la iglesia anglicana definida por el Common Prayer BooK (1540) y la posterior redacción de los 42 Artículos de la Fe Anglicana (1552).
Francia y la expansión del calvinismo: El calvinismo fue creado por el francés Juan Calvino (1509-1564), que había estudiado Teología en París. En 1533 se hizo protestante, por lo que tuvo que huir a Suiza, donde dio forma a su doctrina, recogida en su obra Institución de la religión cristiana, publicada en Basilea, en 1535.
Calvino, más radical Lutero, defendía que todas las personas tenían ya su destino determinado en el momento de nacer (doctrina de la predestinación). Para lograr la salvación, era necesario llevar una vida humilde y cumplir con lo establecido en la Biblia. Además, consideraba que Cristo está presente espiritualmente en la ceremonia de la Eucaristía, pero dicha celebración no hace más que recordar su sacrificio en la cruz, sin renovarlo.
El calvinismo se extendió rápidamente por Francia, a pesar de las medidas represivas tomadas por Francisco I y su sucesor, Enrique II. Así, en 1560, la tercera parte de los franceses se había hecho protestante. Desde ese año, los protestantes franceses (conocidos con el nombre de hugonotes) se organizaron políticamente y, poco después, se enfrentaron en Francia católicos y protestantes en las llamadas “Guerras de religión francesas”, que se prolongaron hasta finales del S. XVI.