El Arte Barroco en España: Un Reflejo del Siglo de Oro

Durante el siglo XVII, España se consolida como una monarquía fuertemente ligada a la Contrarreforma. El control de sus colonias en América le otorga un gran poder económico. Este periodo, marcado por acontecimientos como la Paz de Westfalia (1648) y el Tratado de Utrecht (1713), coincide con el Siglo de Oro, una época de esplendor principalmente literario. En este contexto, el arte se convierte en una herramienta de comunicación y persuasión al servicio del poder católico, tanto civil como religioso.

Arquitectura Barroca Española: Evolución y Características

La arquitectura barroca en España se puede dividir en tres etapas principales:

Primera Etapa (Mediados del Siglo XVII): Los Inicios

Esta fase se caracteriza por la influencia de Herrera (El Escorial) y la transición hacia los nuevos planteamientos arquitectónicos provenientes de Italia.

  • Ayuntamiento de Madrid, Juan Gómez de la Mora: Se mantienen los esquemas constructivos herrerianos, sobre los que se diseñan ornamentaciones más elaboradas.
  • Ministerio de Asuntos Exteriores (Madrid), Alonso Carbonell: Se observa una continuidad en las plantas de los edificios, manteniendo una unidad clásica (planta de cajón). Los materiales son modestos, como el ladrillo, reservando la piedra y el mármol para enmarcar puertas y ventanas.
  • Plaza Mayor de Madrid, Juan Gómez de la Mora: Plaza porticada rectangular, cerrada por edificios de viviendas de tres plantas con balcones. Posee nueve puertas de acceso, destacando el Arco de Cuchilleros. Su uso ha sido muy variado. Las construcciones se articulan en tres pisos, sobre un cuerpo porticado de arcos de medio punto combinados con dintel. Es un conjunto de gran sobriedad decorativa, con torres rematadas por chapiteles, como en El Escorial. En el centro se encuentra una estatua ecuestre del rey Felipe III.
  • La Clerecía de Salamanca, Juan Gómez de la Mora.

Segunda Etapa (Último Tercio del Siglo XVII – Primer Tercio del Siglo XVIII): La Plenitud

Se desarrolla un lenguaje decorativo más rico y la arquitectura se vuelve más dinámica.

  • Retablo del Convento de San Esteban, José Benito Churriguera: En el primer cuerpo hay seis grandes columnas salomónicas con decoración vegetal. En el centro se encuentra el tabernáculo, flanqueado por columnas. Entre estas y las de los extremos hay hornacinas con esculturas de Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís. El segundo cuerpo tiene una pintura de Claudio Coello sobre el martirio de San Esteban. Todo está dorado y profusamente decorado. La hornacina central está rodeada por una decoración compleja y dinámica. La contraposición de líneas curvas y rectas acentúa el dinamismo. Destacan el frontón curvo partido y la concepción de la fachada como un retablo.
  • Fachada de la Catedral de Granada, Alonso Cano: La fachada principal se concibe como un arco de triunfo monumental con tres calles retranqueadas entre pilastras, creando contrastes luminosos que acentúan la fuerza del diseño. Molduras y pilastras dotan a la construcción de un ritmo lineal, acentuado por los contrastes luminosos y el marcado entablamento.
  • Torre del Reloj (Catedral de Santiago de Compostela), Domingo de Andrade.
  • Plaza Mayor de Salamanca, Churriguera: De planta cuadrada, consta de 88 pórticos con arcos de medio punto sobre pilares, con medallones en las enjutas que representan a reyes, capitanes y hombres de letras. Sobre las arcadas se elevan tres pisos de balcones con rica ornamentación. En el lado principal está el Ayuntamiento, con un pórtico monumental de cinco arcadas. La fachada está ornamentada con frontones curvos, recuadros y placas. Corona el edificio la espadaña con las campanas del reloj y estatuas de la Agricultura, la Industria, la Música y la Poesía.

Tercera Etapa (Resto del Siglo XVIII): Continuidad y Cambio. El Rococó

La arquitectura palaciega, reflejo del arte cortesano, muestra influencias francesas e italianas debido al cambio de dinastía a los Borbones.

  • Fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago de Compostela, Fernando de Casas y Novoa: Una escalinata teatral precede a la fachada. Dos torres flanquean el conjunto: la de las Campanas y la de la Carraca. La mirada se dirige hacia la imagen del apóstol Santiago que corona el cuerpo central.
  • Transparente de la Catedral de Toledo, Narciso Tomé: Conjunto de elementos arquitectónicos y esculturas de mármol con un movimiento convulso, iluminado por un orificio en la techumbre. El objetivo es filtrar la luz a través del muro de la girola para la contemplación del Santísimo Sacramento desde el reverso del Altar Mayor. La “Gloria” es donde se coloca la hostia consagrada, y el Transparente es una “puerta al cielo” detrás de la cual se encuentra el trono de Dios.
  • Fachada Barroca de la Catedral de Valencia, Conrad Rudolf.
  • Palacio del Marqués de Dos Aguas (Valencia), Ignacio Vergara.
  • Catedral de Murcia, Jaime Bort: Obra a modo de retablo de piedra, juega con salientes y entrantes que intensifican el contraste entre claros y sombras. Las curvas sinuosas de los trazos arquitectónicos y escultóricos buscan una sensación de animación, movilidad y cierta angustia vital.
  • Basílica de Santa María (Elche): Destaca exteriormente por su contención ornamental, a excepción de las portadas. Sobre el fondo celeste se recorta el perfil de su cúpula semiesférica y el volumen de la torre-campanario. La portada representa en la hornacina central la Asunción y Coronación de la Virgen.
  • Palacio de San Telmo (Sevilla), Leonardo de Figueroa: Se compone con un contraste entre el edificio y la portada, disminuyendo la exuberancia decorativa a medida que se asciende. En la parte superior hay efectos de claroscuros y un remate mixtilíneo.
  • Palacio Real de Madrid, Filippo Juvara.

Escultura Barroca Española: Imaginería Religiosa

La escultura barroca española es principalmente imaginería religiosa. Además de la escultura exenta, se realizan retablos, sillerías de coros y pasos procesionales de Semana Santa.

Características de la Escultura Barroca Española

  • Abandono progresivo de la técnica del estofado.
  • Mayor realismo, con uso de postizos.

Principales Focos Artísticos de la Escultura Barroca

  • Andaluz:
    • Juan Martínez Montañés: Cristo de la Clemencia, Nazareno (con vestimenta real), Inmaculada, San Jerónimo.
    • Juan de Mesa.
    • Pedro de Mena.
    • Alonso Cano.
  • Castellano:
    • Gregorio Fernández: Cristo yacente, Ecce Homo, Cristo atado a la columna, Santo Cristo de la Cruz, La Piedad.
  • Murciano:
    • Francisco Salzillo: La oración en el huerto, La caída, El prendimiento, Virgen de las Angustias.
  • Otros Artistas:
    • Esculturas ecuestres italianas en Madrid:
      • Juan de Bolonia: Escultura de Felipe III (Plaza Mayor de Madrid).
      • Pietro Tacca: Felipe IV (Plaza de Oriente de Madrid).

Pintura Barroca Española: Naturalismo, Tenebrismo y Misticismo

En la pintura barroca española, el mecenazgo de la Corte y la Iglesia es fundamental. Se observa una ausencia de lo heroico, prefiriéndose un naturalismo equilibrado y una composición sencilla. Predomina la temática religiosa, tratada con sencillez y credibilidad, con ausencia de sensualidad y una gran influencia del realismo y tenebrismo de origen italiano. También destacan el retrato, la mitología y el bodegón.

Principales Focos Artísticos de la Pintura Barroca

Los tres focos artísticos más importantes son Valencia, Sevilla y Madrid.

  • Ribera: Inductor del naturalismo de Caravaggio en España y máximo exponente del tenebrismo español. Su naturalismo temático se centra en personajes ancianos, mendigos y santos, representados con dignidad, sin exacerbación de lo cruel o morboso, y con un perfecto dominio anatómico. Muestra un afán constante por representar la ruina del cutis humano. Obras destacadas: San Andrés, San Onofre, Inmaculada Concepción (gran colorido, devocionales, “en asunción”), Martirio de San Andrés, Martirio de San Bartolomé, Mujer Barbuda, El Patizambo, Apolo y Marsyas.
  • Zurbarán: Su obra es abundante. En un primer periodo, se observa la presencia del tenebrismo y del espiritualismo ascético. En un segundo periodo, a partir de la mitad del siglo, evoluciona hacia formas suaves y delicadas, propias de la escuela sevillana de la época. Sus obras más conocidas son los santos de las Órdenes Religiosas, tratados con respeto y dignidad, sumidos en una profunda introspección mística, aislados y ajenos al mundo, en una atmósfera mística. Obras destacadas: Meditación de San Francisco. En cuanto a las obras conventuales, destacan tres conjuntos: la serie del Convento de la Merced (desde 1628), con la Visión de San Pedro Nolasco (1629); la serie de la Cartuja de Jerez (desde 1637), con San Hugo de Grenoble en el refectorio de la Cartuja; y la serie del Monasterio de Guadalupe (1638-1645). También destacan sus pinturas de Santas y Mártires, con abundantes pliegues en ropajes del siglo XVII, armonía cromática, figuras de cuerpos enteros y fondos neutros, como Santa Margarita y Santa Casilda. En sus bodegones, como Naturaleza muerta y Naturaleza muerta con limones, naranjas y rosa, demuestra su destreza en la representación de calidades, texturas, brillos y juegos de luces, destacando los objetos sobre un fondo negro para realzar sus volúmenes.
  • Murillo: Uno de los pintores más populares dentro y fuera de España. Su pintura, delicada y suave, satisface el gusto imperante en toda Europa en el siglo XVIII. Se acerca a lo familiar e íntimo. En sus primeras obras se aprecia su formación realista, con predominio de tonalidades ocre y terrosa, un tratamiento de la luz marcado por el tenebrismo, y modelos compactos e individualizados, como en La adoración de los pastores, La Sagrada Familia del pajarito, La huida a Egipto y La Anunciación. Se interesa por los problemas atmosféricos y la captación del espacio, con cuadros suavemente dinámicos, como Cristo como buen pastor y Jesús con San Juan Bautista. Refleja una religiosidad intimista, amable y sentimental, como en La Asunción de la Virgen y La Inmaculada Concepción, con el blanco como símbolo de la pureza y el azul de la eternidad. Sus retratos de niños, de carácter profano, presentan una interpretación amable de realidades crueles, plasmando la vitalidad del mundo picaresco y captando un momento que permite adivinar el antes y el después, como en Joven pordiosero, Niños jugando a los dados y Niños comiendo fruta.
  • Juan de Valdés Leal: Destacan sus alegorías de las postrimerías, como In Ictu Oculi y Finis Gloriae Mundi.
  • Velázquez: Su obra se divide en dos etapas:

Etapa de Formación de Velázquez

Se aprecian principios manieristas y academicistas, además del tenebrismo. Se caracteriza por el tratamiento naturalista, con fuertes contrastes de luces y sombras, predominio de colores terrosos, sencillez en la composición. Los temas preferidos son:

  • Bodegones con figuras: El aguador de Sevilla (1620), Vieja friendo huevos (1618).
  • Retratos: Retrato de Sor Francisca Jerónima de la Fuente (1620).
  • Escenas religiosas: Cristo en casa de Marta y María, La Adoración de los Magos (1619).

Etapa de Madurez de Velázquez

Este periodo se subdivide en tres etapas, coincidiendo con sus viajes a Italia.

1623-1631: Primera Etapa Madrileña y Primer Viaje a Italia

Velázquez se traslada a la Corte y se establece en ella. Abandona la temática religiosa y los bodegones para concentrarse en el retrato. Sus retratos se caracterizan por la sencillez en la composición, el realismo, la escasa preocupación por los fondos, la elegancia de los personajes y el estatismo. Son retratos de cuerpo entero, en busto o de tres cuartos. Obras destacadas: Felipe IV, Infante Don Carlos, Retrato de hombre joven (retratos de diversos bufones). El encuentro con Rubens en Madrid (1628) le orienta hacia el humanismo y la mitología, y le anima a continuar su formación en Italia. Antes de su viaje, pinta Los Borrachos o El Triunfo de Baco, donde muestra al Baco mitológico entre campesinos andaluces, con una concepción burlesca e irónica de la mitología. De 1629 a 1631 realiza su primer viaje a Italia, donde conoce la obra de los pintores renacentistas romanos y venecianos (Tiziano), visitando Ferrara y Nápoles, donde contacta con Ribera. Durante este viaje realiza La Fragua de Vulcano y La Túnica de José, en las que se advierte la influencia de los pintores italianos.

1631-1648: Segunda Etapa Madrileña

En este periodo se produce su auge. La influencia italiana hace que su dibujo sea más suelto, sus figuras pierden rigidez, el espacio se llena de aire, anunciando la perspectiva aérea, y se colorea de grises, ocres y verdes suaves y armónicos. La producción pictórica es abundante. De este periodo son los cuadros religiosos: Cristo crucificado del Prado, La Coronación de la Virgen, Los Eremitas, Cristo atado a la columna. También realiza retratos de la monarquía, retratos de bufones y retratos imaginarios de filósofos. Obras destacadas: La Reina Isabel de Borbón a caballo, Retrato ecuestre de Felipe IV, Príncipe Baltasar Carlos a caballo, El Conde Duque de Olivares a caballo, La rendición de Breda (Las lanzas), Felipe IV de cacería, Cardenal Infante Fernando de Austria de cacería.

1648-1660: Segundo Viaje a Italia y Tercera Etapa Madrileña

Velázquez realiza un segundo viaje a Italia entre 1649 y 1651, con el encargo de adquirir cuadros y antigüedades para las galerías reales. Realiza dos retratos y dos cuadros del Jardín de Villa Médicis, considerados precedentes de la pintura de Corot y el impresionismo. También realiza La Venus del Espejo, uno de los pocos desnudos de la pintura española. En este periodo, perfecciona su técnica, plasmando la perspectiva aérea. Su pincelada suelta emplea menos pasta pictórica, cuida la ambientación y los detalles. Obras destacadas: Retrato de Inocencio X, Juan de Pareja, El pabellón Ariadna en el jardín Médici en Roma, Entrada a la gruta de los jardines de la Villa Médici en Roma, Venus del espejo.

La Última Etapa Madrileña y la Culminación de Velázquez

Velázquez regresa a la Corte en 1651, tras casi tres años en Italia. Esta etapa supone la culminación estilística del maestro. Son de este periodo los retratos de la Infanta Margarita y de la Reina Mariana de Austria. Dos obras resumen la aportación de Velázquez a la historia de la pintura: Las Meninas (1656) y Las Hilanderas (1657). Las Meninas evoca la vida cotidiana de la familia real, alrededor de la Infanta Margarita, sus damas de honor portuguesas (las meninas) y los criados enanos, en el salón donde Velázquez (que se autorretrata en la penumbra) pinta a los reyes (reflejados en el espejo). Al fondo, en la puerta abierta, el aposentador observa la escena. El pintor obtiene la sensación de profundidad mediante la alternancia de espacios iluminados con diferente intensidad. El espectador queda atrapado en este “instante” casi fotográfico. Al contemplar la obra, nos hallamos, a pesar de estar fuera del cuadro, dentro del mismo, en el espacio donde se hallan los monarcas. El espacio abarca tanto lo que hay dentro del cuadro como lo que hay fuera. Las Hilanderas sitúa el mito de Aracne, la tejedora perseguida por Atenea, en el taller de tapices de Santa Bárbara. El mito se teje en un tapiz al fondo, mientras en primer plano las obreras trabajan. Lo real y lo mítico se funden en tonos amortiguados y templados, con especial delicadeza en el tapiz, donde se desarrolla la escena principal con los protagonistas rodeados de una intensa luz. La rueca, en constante movimiento, es el elemento que mejor ejemplifica la instantaneidad del momento. Al girar, genera un vacío que lo absorbe todo, la realidad y el mito. La estancia, iluminada por la luz que penetra, se llena de aire. Velázquez logra pintar la atmósfera, el aire que envuelve a las figuras. La pincelada suelta, de apariencia inacabada, las manchas de color que sugieren detalles o formas; todo en esta obra se aproxima a un lenguaje nuevo que todavía está por nacer: el impresionismo.