Integración del Crimen y la Sociedad: Subculturas Delictivas Juveniles
Integración del Mundo Convencional y el Delictivo
Por una parte, en el barrio debe existir un cierto apoyo a las actividades delictivas que, por ejemplo, posibilite vender los objetos sustraídos a personas del vecindario. Por otra, la actividad delictiva debe encontrar cierta protección por parte del mundo convencional (peritos, abogados a sueldo de la organización, funcionarios corruptos).
En el proceso de integración en la subcultura instrumental, el joven procede a abandonar su anterior delincuencia expresiva (destructiva, maliciosa) y desarrolla un comportamiento disciplinado, instrumental, orientado a la carrera. Se trata de una subcultura totalmente controlada por el mundo adulto.
Subculturas Violenta y Apática
Cloward y Ohlin consideran que cuando en un barrio no existe una estructura de oportunidades ilegítimas, no es posible que se produzca la evolución antes señalada de una subcultura basada en la delincuencia expresiva a otra basada en la delincuencia instrumental. En estos barrios, en los que algunos jóvenes carecen tanto de oportunidades lícitas como ilícitas, la única posibilidad subcultural de resolver sus problemas de frustración es a través de la delincuencia expresiva:
Subcultura Violenta
Esta es una subcultura expresiva en la que el fin es adquirir estatus a través de la exhibición de fuerza física, que se muestra principalmente en la lucha violenta entre bandas. Los valores que identifican al grupo son el culto a la masculinidad, la hombría (rechazando al que se escapa), el mantenimiento del honor ante cualquier provocación y la actitud solidaria en la defensa del grupo.
Subcultura Apática
Se trata de una subcultura integrada principalmente por jóvenes que, experimentando frustración por falta de estatus o de capacidad de lograr el éxito económico, se refugian en el mundo de las drogas como forma de aliviar tales problemas.
Delincuencia y Excitación (Matza y Sykes)
Matza y Sykes entienden las subculturas delictivas juveniles como grupos de personas aislados de la sociedad y portadoras de un sistema de valores opuesto al de la sociedad dominante. La persona dispone de los mismos valores que la sociedad convencional, pero ha aprendido a neutralizar el sentimiento de culpa, que le produce la infracción de normas que comparte, recurriendo a valores que, si bien la sociedad no reconoce como prevalentes, sí encuentran determinado reconocimiento en la moral dominante. Así, por ejemplo, en muchos delitos violentos, que son propios de la subcultura juvenil, el joven no afirma que la violencia es buena, sino más bien que la víctima le ha provocado y justifica su acción con el valor de la masculinidad, que obliga a no dejar la provocación sin respuesta. La cultura dominante también atribuye un reconocimiento, aunque sea como excepción, a valores como la excitación (a través de la aventura, el riesgo), la demostración de la masculinidad o la consecución de dinero fácil, los cuales promueven conductas desviadas como la violencia entre bandas, el hurto o el uso ilegítimo de vehículos de motor. Estos valores secundarios o excepcionales son los que guían al delincuente juvenil subcultural, el cual, por tanto, no se encuentra, como presupone Cohen, en oposición a la sociedad dominante, sino en unión a sus valores subterráneos. El aspecto central de estos valores subterráneos consiste en el reconocimiento a la diversión, al ocio. El valor del ocio influye de manera prevalente entre las personas adolescentes, pues en este periodo de la vida la persona está en un limbo entre el anterior control paterno y la futura integración en el mundo adulto.
Valoración Crítica
Mientras que Cohen y Cloward-Ohlin estudian el fenómeno de bandas de adolescentes y jóvenes organizadas (con jerarquía, distribución de funciones, procedimientos de entrada), cuya unión tiene como punto central la realización de actos delictivos y que aparecen claramente separadas de la sociedad convencional; Miller y Matza-Sykes se están refiriendo al fenómeno de grupos de jóvenes que no llegan a merecer el calificativo de banda, en los que la delincuencia es un episodio más de una actividad realizada en grupo y que mantienen los vínculos de unión con la sociedad convencional.
Planteamientos Actuales
Bandas de Barrio
La participación en las bandas reúne todos los ingredientes que para Cloward-Ohlin son necesarios para la existencia de subculturas instrumentales:
- Una presión cultural a alcanzar el éxito monetario.
- Una carencia de oportunidades legítimas (cada vez más reducidas, en especial para las minorías, a partir de la desindustrialización y de la reducción del estado social).
- Una estructura de oportunidades ilegítimas que incluye una legitimización de la actividad delictiva o más convencional.