Justicia y Derecho

Las democracias modernas son Estados democráticos de Derecho. En estos sistemas políticos todos los ciudadanos están sometidos al imperio de la ley. Los poderes del Estado están separados (legislativo, ejecutivo y judicial) y también están sujetos a la ley. Los derechos y las libertades de los ciudadanos están reconocidos por la ley.

La norma fundamental de un Estado democrático es la Constitución. La Constitución recoge los derechos y deberes básicos, así como las directrices generales de la organización política.

En las sociedades modernas existe una diferencia muy importante entre la moral y el derecho. La moral es individual y está basada en la conciencia de cada cual. El derecho, sin embargo, es el conjunto de la actividad del Estado a través de su acción legisladora, por lo que afecta a todos los ciudadanos. El derecho suele dividirse en privado y público. El derecho privado regula las relaciones particulares entre los individuos (como por ejemplo en una compra-venta o en un contrato), mientras que el derecho público tiene en cuenta los intereses generales y los del Estado.

¿Cuál es el fundamento de las normas jurídicas? Existen dos teorías contrapuestas sobre este asunto:

  • El iusnaturalismo defiende la existencia de una ley natural formada por principios racionales y universales, válidos para todas las personas en todos los tiempos, basados en la naturaleza humana.
  • El convencionalismo sostiene que las leyes son producto del acuerdo entre las personas, por lo que la sociedad no es natural sino artificial: es el producto de un “contrato” por medio del cual se sustituye la fuerza por unas normas aceptadas por todos. Según esta visión, no existe una naturaleza o esencia humana fija e inmutable.

Virtudes Morales y Justicia

Cada ser humano tiene unos rasgos personales diferenciados que tienen una parte innata y otra adquirida. A la parte adquirida de nuestra personalidad se le llama carácter. El carácter está formado con un conjunto de hábitos o formas habituales de conducta. Los hábitos morales son aquellos que influyen en los demás y tienen consecuencias para otras personas. Llamamos virtudes a los hábitos morales positivos, y vicios a los hábitos morales negativos.

Una virtud es un hábito que nos predispone a actuar de una forma positiva y de acuerdo con nuestra idea del bien.

Los griegos llamaban a la virtud “areté”, que quiere decir “excelencia”. Para Platón las principales virtudes eran cuatro: la templanza, la fortaleza, la prudencia o sabiduría y la justicia.

Teorías sobre la Justicia

Platón no estaba de acuerdo con el relativismo de los sofistas. Platón creía que existe un orden ideal y natural justo que ha de realizarse en la sociedad. Para conseguir que impere este orden equilibrado es preciso gobernar la sociedad sabiamente, lo cual sólo puede lograrse si el poder está en manos de los filósofos. Una sociedad adecuada debe estar organizada de manera que cada cual se dedique a lo que mejor sabe hacer. Sólo así podrá conseguirse un orden social basado en la justicia.

Aristóteles pensaba que la justicia es una virtud social. El hombre sólo puede desarrollar una vida buena en el seno de la comunidad, por lo que la ética debe estar unida a la política. Según explicó Aristóteles, al hablar de la justicia conviene distinguir entre la justicia general o legal y la justicia particular. La justicia general o legal tiene que ver con las leyes, que deben perseguir el bien común y han de aplicarse a todos por igual. La justicia particular es la que se aplica a los individuos concretos en sus relaciones con los demás y con la sociedad. Es posible distinguir dos tipos distintos de justicia particular: la conmutativa y la distributiva.

La justicia conmutativa se aplica en los intercambios. Supone un orden entre iguales y pretende proteger el derecho de cada individuo a tener lo que le pertenece según un principio de equilibrio entre lo que se da y lo que se recibe. La justicia conmutativa es, por ejemplo, la que debe regular una compra-venta para que sea justa.

La justicia distributiva se aplica en los repartos, que deben realizarse atendiendo a criterios como el mérito o la necesidad según un principio de equidad. La justicia distributiva es la que preside las relaciones de cada individuo con la sociedad (en asuntos como los impuestos que cada uno paga o las ayudas estatales que percibe, por ejemplo).

En la Edad Media los pensadores cristianos sostuvieron que el orden natural del mundo y la sociedad ha sido establecido por Dios. La justicia para ellos consistía en mantener y conservar este orden.

La separación entre la religión y la justicia no se produjo hasta la modernidad. Los filósofos de la Edad Moderna afirmaron que existían derechos y leyes naturales que eran independientes de la religión. De acuerdo con esta teoría iusnaturalista, las leyes sólo son justas si están de acuerdo con el orden natural de las cosas que podemos conocer mediante el uso de la razón. La teoría del contrato social también aparece en la Edad Moderna. Según esta teoría, el hombre no es social por naturaleza, sino que vive en sociedad porque ha establecido un acuerdo con los demás para poder convivir pacíficamente.

Para el utilitarismo del siglo XIX, las leyes deben satisfacer los intereses de los individuos. Será justo todo aquello que promueva el mayor bien posible para el mayor número de personas. Lo justo equivale a lo útil.

Posteriormente se desarrolló la teoría positivista del derecho, según la cual las únicas leyes que existen son las creadas por los hombres. Este punto de vista es contrario al iusnaturalismo porque niega la existencia de leyes naturales.

La Aldea Global

A lo largo de la historia, los pueblos se han desarrollado de forma más o menos independiente durante muchos siglos. Sin embargo, desde el descubrimiento de América a partir del siglo XVI se incrementaron notablemente las relaciones entre los pueblos del mundo. En los siglos XVII y XVIII se extendieron las rutas marítimas para facilitar el intercambio comercial, con lo que la interrelación entre los distintos países se incrementó.

El siglo XIX fue una era colonial. Los países europeos obtuvieron recursos y mano de obra barata en los países del sur, como hicieron los ingleses en la India. En esta época se estableció una interdependencia desigual en la que unos salían ganando y otros perdiendo.

En el siglo XX, tras las dos guerras mundiales, las colonias se independizaron políticamente, pero las desigualdades económicas y sociales todavía persisten. Ahora el dominio es más económico que militar o político. A esta nueva situación se la conoce como el neocolonialismo.

En la actualidad la expansión del capitalismo y el desarrollo de los transportes y de las comunicaciones han estrechado enormemente las relaciones entre los pueblos del mundo. Hoy vivimos en un gran mercado único global y nuestro mundo está más interconectado que nunca. Se llama globalización al proceso de interrelación creciente que existe entre todas las partes del mundo y que ha sido posible gracias al desarrollo de las comunicaciones y de las nuevas tecnologías.

Pese a que el mundo está más unido que nunca, nuestro planeta presenta una escandalosa desigualdad en las formas de vida. Los países ricos (EEUU, Europa, Japón), con el 20% de la población, disfrutan de la mayor parte del poder y la riqueza, mientras que el 80% restante se divide entre los países en vías de desarrollo y los países del Tercer Mundo.

Dimensión Económica de la Globalización

Actualmente existen multitud de intercambios económicos a escala planetaria. En nuestro mundo cada día hay mercancías y capitales que superan las fronteras, pero a la vez existen muchas dificultades para el movimiento de las personas (como refleja el fenómeno de la inmigración ilegal).

En el actual sistema económico capitalista los intercambios se regulan por la ley de libre mercado. Las empresas se aprovechan las ventajas de la deslocalización y la división mundial del trabajo para obtener beneficios, lo cual ha conducido a un claro predominio de las empresas transnacionales.

Una de las consecuencias de esta situación es la existencia de graves desigualdades entre países. Las relaciones económicas no son equilibradas, porque los países pobres ofrecen materias primas para la exportación y mano de obra barata, mientras que los países ricos protegen a sus economías y se enriquecen a costa de los demás. Además, el grave problema de la deuda externa somete a los países pobres a la dependencia impidiéndoles desarrollarse.

Valorar la globalización no es tarea fácil. Para algunos se trata de un proceso irreversible que tiene su lado bueno. Estas personas piensan que la globalización es positiva y deseable, porque proporciona un camino para solucionar los problemas del mundo. Sin embargo, también hay quienes sostienen que la globalización es negativa, porque es injusta y está aumentando las desigualdades entre los pueblos.

Dimensión Cultural de la Globalización

La globalización presenta también una vertiente cultural, relacionada con las formas de vida y las maneras de pensar. En este aspecto podemos asimismo encontrar opiniones contrapuestas. Algunos creen que la globalización cultural es buena porque creará una cultura universal como producto de la mezcla enriquecedora entre todas las formas de vida. Pero otros creen que el proceso está imponiendo la cultura de los países dominantes y una lógica mercantil y etnocéntrica, que nos conduce hacia una uniformización empobrecedora, que elimina las culturas tradicionales (como pasa por ejemplo con las lenguas minoritarias, que tienden a desaparecer).

Dimensión Política de la Globalización

Podemos hablar de una dimensión política de la globalización, asociada a la pérdida del poder de decisión de los Estados nacionales y al aumento del poder de las empresas transnacionales. Para canalizar este problema ha sido preciso crear organizaciones internacionales reguladoras, con los siguientes objetivos:

  • ONU – Mantener la paz, promover la cooperación, garantizar la seguridad, promover el respeto de los derechos humanos (Organización de Naciones Unidas) Nueva York.
  • UNESCO – Promover la cooperación en educación, ciencia y cultura (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) París.
  • OIT – Mejorar las condiciones de trabajo (salarios, edad mínima, libertad sindical) (Organización Internacional del Trabajo) Ginebra.
  • UNICEF – Ayuda a la infancia (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) Nueva York.

Sin embargo, persisten los problemas, porque aunque el objetivo fundamental es garantizar la paz y combatir la injusticia, las acciones que se llevan a cabo no siempre son eficaces. Una de las razones que explican este relativo fracaso es el déficit democrático de estas instituciones, donde no todos los países tienen el mismo poder de decisión ni la misma influencia.

Las Desigualdades del Mundo Actual

En el mundo existen grandes desigualdades económicas y sociales. En general, podemos distinguir a los países más ricos (EE.UU., Canadá, Europa, Japón, Australia y Nueva Zelanda) de todos los demás. Los países ricos, con el 20% de la población mundial, acumulan el 80 % de la riqueza del planeta. Los demás países sufren pobreza, desnutrición, problemas demográficos, bajas tasas de escolarización, problemas sanitarios, escasez energética, pobre industrialización, deficiencias en las infraestructuras y problemas políticos y sociales internos.

El origen de estas diferencias está en la colonización. Los países ricos impusieron un sistema económico de explotación masiva de recursos a los países pobres. Los países ricos obtenían materias primas procedentes del monocultivo con mano de obra barata, vendiendo a cambio productos manufacturados a los países pobres.

Tras la Segunda Guerra Mundial las colonias consiguieron la independencia política, pero siguieron dependiendo económicamente de los países ricos. Actualmente los países pobres carecen de industrias potentes y de capital, soportando un grave endeudamiento que no pueden pagar. Además, sufren graves problemas sociales y políticos heredados de la época colonial. Muy a menudo estas desigualdades han conducido a guerras con graves consecuencias para la población local, para la economía y para el medio ambiente.

Actualmente, las desigualdades económicas y sociales continúan. Desde los años 70 se han ido creando diversos organismos internacionales con la finalidad de combatir la pobreza y reducir las desigualdades. Estos organismos comenzaron a aplicar medidas económicas neoliberales: deslocalizaciones, flexibilización laboral, privatización de los sistemas de protección social, etc. A escala mundial, se ha facilitado el flujo de capitales y de productos, pero se ha dificultado mucho el movimiento de personas (inmigración ilegal). Estas políticas no han sido capaces de eliminar el hambre ni de reducir significativamente las desigualdades. Para muchos, la tendencia desreguladora y liberalizadora ha quedado desacreditada tras la grave crisis económica que se produjo en 2008.

El Cuarto Mundo

La pobreza también está presente en los países ricos, donde viven un gran número de personas marginadas que sufren una grave discriminación social.

La discriminación suele tener su origen en nuestros prejuicios negativos, que nos proporcionan excusas para tranquilizar nuestra conciencia ante un estado de cosas injusto.

Frente a la marginación es preciso defender la igualdad esencial de todas las personas. Las diferencias son naturales, pero las desigualdades son sociales y es preciso luchar para reducirlas.

Los prejuicios negativos sólo pueden eliminarse afirmando el principio de igualdad, combatiendo las actitudes de rechazo a los demás y poniéndonos en el lugar del otro (empatía).