Teorías Críticas de la Comunicación: Marxismo, Dependencia e Industria Cultural
Antecedentes a la Perspectiva Crítica: Marx
Karl Marx: estudió filosofía en Berlín, donde predominaba la filosofía hegeliana. Su amigo y posterior colaborador, Friedrich Engels, lo acercó temporalmente a las posiciones del movimiento obrero y socialista, y este compromiso precedió el grueso de su obra teórica. Tras leer a Saint Simon, a los historiadores franceses y la economía clásica inglesa, se lanzó a elaborar un nuevo método y una teoría de la vida social en donde el análisis del funcionamiento del capitalismo y el papel de la clase obrera constituyeran elementos centrales.
A los veintitrés años tenía un título en filosofía defendido con una tesis no muy original, un considerable éxito en los salones de la bohemia, pero muy pocas perspectivas de desarrollar una carrera académica.
Marx nunca tuvo un trabajo estable. En cierta ocasión intentó emplearse como administrativo en una empresa de ferrocarriles, pero debido a su pésima caligrafía fue rechazado.
En la teoría marxista, la base económica de la sociedad comprende la base material de la sociedad y está determinada por los modos de producción que sostienen económicamente dicha sociedad.
La base económica o infraestructura se compone de las fuerzas productivas (recursos naturales, medios técnicos y fuerza del trabajo) y las relaciones de producción (los vínculos sociales que se establecen entre las personas y el modo en el que se vinculan con las fuerzas productivas; las clases sociales, por ejemplo).
La base económica es el factor fundamental del proceso histórico y determina el desarrollo y cambio social; cuando cambia la base económica o infraestructura, cambia el conjunto de la sociedad. De la base económica o infraestructura dependen las superestructuras.
Para Marx, las superestructuras (el estado, las ideologías…) no son la mera invención de hombres geniales: se sustentan, y solo pueden entenderse, en una sociedad. Pero esta no puede comprenderse si se la examina simplemente a nivel superficial, es decir, sin tener en cuenta su base: las determinaciones económicas que forman diferentes clases sociales.
La relación que existe entre la base y las superestructuras consiste en una articulación compleja que puede definirse de la siguiente manera: la base (economía) determina en última instancia a las superestructuras.
La articulación de las fuerzas y las relaciones de producción conforman el modo de producción. Marx distinguió cinco modos de producción. Cada uno con su propio sistema de clases:
- Comunismo Primitivo: sin clases sociales por el escaso desarrollo histórico.
- Esclavismo: esclavos y esclavistas.
- Feudalismo: siervos y señores feudales.
- Capitalismo: obreros y burgueses
- Comunismo: sin clases por el alto desarrollo histórico.
La lucha de clases tiene lugar de modo dialéctico: una es la tesis, la otra la antítesis y de ellas surgirá la síntesis. Así, tesis: capitalismo; antítesis: proletariado; síntesis: sociedad comunista.
La clase social determina cómo la gente va a pensar y actuar, dado que la economía condiciona la política, la cultura (superestructuras)…
Cuando una persona forma parte de una clase social y es consciente de las relaciones sociales antagónicas de la sociedad de clases, adquiere conciencia de clase y puede actuar para beneficio de sus intereses.
Lo opuesto es la alienación, cuando se produce la imposibilidad de ver la explotación capitalista en la propia vida cotidiana.
La Teoría de la Dependencia
La modernización de los años cincuenta llega a América Latina encarnada en las políticas desarrollistas. Relacionadas con las ventajas macroeconómicas de la posguerra e impulsadas por Estados Unidos, esta postura buscaba promover estrategias “modernizadoras” para sacar a las sociedades “atrasadas” de la precariedad económico-social e integrarlas al modelo capitalista vigente.
A mediados del siglo XX, la mayor parte de la población del continente vive en el campo, es analfabeta y mantiene tradiciones culturales muy diferentes a las de las grandes ciudades.
Desde la perspectiva desarrollista, la pobreza económica de los países latinoamericanos se explica por su atraso cultural; la implantación de la experiencia y la cultura de los países desarrollados garantizarían el crecimiento económico y la modernización.
En este marco, los medios de comunicación cumplirían un papel central en el proceso de “puesta al día” cultural. A través de los medios de comunicación, las masas indígenas y campesinas podían internalizar los patrones y estilos de vida “modernos”, propios de los países desarrollados y occidentales. Según esta visión instrumental, los medios constituyen una pieza clave para la educación y adaptación de conductas.
En los años sesenta los vientos de cambio avivan los espíritus de los pueblos americanos. En ese contexto de reclamo de autonomía toma cuerpo la “teoría de la dependencia” que busca una explicación a la pobreza del continente. Esta teoría cuestiona el modelo de desarrollo lineal según el cual los países “atrasados” debían copiar los modelos económicos y culturales de los países “desarrollados” para salir de la pobreza.
Por el contrario, plantea que el atraso de los países periféricos son la contraparte del desarrollo y el bienestar de los países centrales. La dependencia, según esta postura, es una situación estructural y permanente.
La noción de imperialismo cultural sirve como marco orientador de muchas investigaciones y prácticas de los teóricos de la comunicación latinoamericanos. A través de estos estudios, se denuncia cómo la industria cultural está penetrada por modelos y valores foráneos.
El otro eje de la denuncia giraba alrededor de la propiedad transnacional de los medios de comunicación y el flujo desigual en materia de producción de entretenimiento e información entre los países centrales y los países periféricos.
Por esos años, se instala un debate internacional sobre las comunicaciones: la doctrina liberal de la información descansa sobre la idea del libre flujo de la información, basada en la no regulación del flujo informativo (el 90% de las noticias que llegaban al público latinoamericano proviene de cuatro transnacionales de noticias de Nueva York, Londres y Paris)
Conceptos Clave en los Estudios Culturales
Ideología: es “la expresión de la relación de los hombres con su mundo” (Althusser, 1965). Para los teóricos culturales, es una visión distorsionada de la realidad, que viene del poder de un grupo o clase social.
Hegemonía: es un conjunto de ideas dominantes presentes en la sociedad, pero a las que la gente da un consentimiento aparentemente natural. Este concepto ayuda a entender qué es “cultura popular”. La cultura popular es fruto de mediaciones, intercambios, resistencias y asimilaciones con respecto a la cultura dominante.
Polisemia: distintos significados presentes en los mensajes que generan diferentes lecturas.
Autonomía de la cultura y de la ideología. La cultura popular es un campo de batalla en el que el sector dominante negocia con los grupos, las clases y los valores en oposición.
El género o formato: es empleado ampliamente para el análisis de las dinámicas de disfrute de las audiencias.
La Pérdida del Aura (Benjamin)
La obra de arte en la era de su reproducción técnica (1933) de Walter Benjamin. Este ensayo influye profundamente en el pensamiento de la escuela, y en general, en toda reflexión sobre la comunicación y la cultura.
Para Benjamin la obra de arte reproducida técnicamente desplaza a la concepción del arte basada en su “valor Cultural”. En la cultura clásica, el “valor cultural” está vinculado a su carácter único e irrepetible, y esto es lo que la hace “autentica”. Esta obra expresa cierta “lejanía” o “distancia” entre el productor y el público, entre la presentación y el representado. Benjamin denomina “aura” a esta lejanía: es el “aquí y ahora”, que en la originalidad de la obra expresa misterio, la conmoción o la angustia del creador en el proceso creativo.
El despertar intelectual de Benjamim coincide con el nacimiento del cine. Según su teoría, el desarrollo de las tecnologías de comunicación y la reproducción técnica de la obra de arte producen ciertos cambios en la percepción del mundo.
El cine promueve una recepción dispersa, menos distante, capaz de acercarle imaginariamente al hombre los objetos del mundo y hacerlos familiares, manipulables.
Benjamin llega a pensar que habría un potencial liberador, a través de la experimentación se podría enriquecer la percepción, pero intuye que el cine es un instrumento capaz de movilizar las fantasías inconscientes de las masas, a través de la manipulación de las imágenes.
Con la reproducción técnica, la obra pierde su “valor cultural”, su “aura”, pero adquiere “valor exhibidito”, es decir, se multiplica su capacidad de exhibición: en lugar de fundamentarse en una ritual, su razón de ser podría encontrarse en una práctica distinta: la política, el comercio… (el arte se pervierte al servicios de otras cuestiones).
La recepción masiva del cine tiene dos vertientes:
La positiva; es la estética, al democratizarse la obra, sirve como medio de emancipación de las masas.
El negativo; es la política, que implica que la recepción del público ante ciertos estímulos pueda ser estudiada y utilizada para controlar las masas.
La Industria Cultural (Adorno y Horkheimer)
“Después de Ausschwitz, escribir poesía es un acto de barbarie”. Este es el grito angustiado que inaugura la reflexión frankfurtiana, y en especial, la de Theodor W. Adorno y Max Horkheimer. La burocratización del oído y la industrialización de la muerte que supone el nazismo marca una profunda huella en estos autores. Toda su obra constituirá en adelante una reflexión sobre las condicione del autoritarismo, sobre qué le caracteriza el nivel profundo.
Con la llegada del nazismo al poder, muchos miembros del instituto con orientación marxista deben dejar sus actividades de investigación y los puestos en las universidades. Horkheimer, prudentemente, había trasferido fondos hacia Holanda y oficinas en Suiza, cuando la situación se hace extremadamente peligrosa, abandona el país. Luego de una breve paso por Suiza, la mayoría se exilia en los Estados Unidos. En EE.UU, Adorno y Horkheimer toman contacto no solo con las investigaciónes funcionalistas sino con la cultura de masas más desarrollada del planeta…
Walter Benjamin, a pesar de las insistencias de Adorno, se había negado a viajar a Estados Unidos. Exiliado en Paris, la invasión nazi a Francia le obliga a huir nuevamente. Mientras intenta cruzar la frontera con España escapando a la persecución, se suicida en el sur de Francia, en 1940.
Instalado en Estados unidos, Adorno colabora con el sociólogo funcionalista Paul Lazarsfeld en un proyecto de investigación sobre programas musicales de radio. El objetivo es revitalizar la investigación administrada con la tradición crítica. La experiencia termina muy pronto debido a las confrontaciones entre las dos tradiciones de investigación.
La investigación y el contacto con la cultura de masas son experiencias importantes para la reflexión adorniana. Él encuentra llamativas similitudes entre la maquinaria de dominación del totalitarismo nazi y la democracia de masas norteamericanas…
La estancia de Adorno y Horkheimer en Estados Unidos y el contacto con los investigadores funcionalistas sobre la cultura de masas influyen en las consideraciones sobre la situación de la cultura y la razón modernas. Para estos filósofos, los totalitarismos políticos y la cultura de masas generada en un país capitalista y liberal como los Estados Unidos son expresiones abrumadoras del
del ocaso de la razón moderna. EN 1947, finalizada la guerra, Adorno y Horkheimer regresan a Frankfurt y publican “Dialéctica de la ilustración”.
A partir de una aguda observación filosófica, despliegan un argumento central: la humanidad se enfrenta al fracaso de la razón moderna (el iluminismo); por lo tanto, fracasa su pretensión de convertirse en la fuente del progreso y bienestar humano. En este libro elaboran un concepto que será clave en las teorías y el pensamiento sobre la comunicación y la cultura: la industria cultural.
En la sociedad de masas, cualquier producto cultural se convierte en mercancías. Por lo tanto, adquiere los rasgos de la producción industrial, se produce como un bien en serie y estandarizado, igual que un automóvil.
Es más fácil vender e ideas a personas pocas críticas que a personas con un alto nivel crítico. El proceso sería así:
De tanto consumir cultura de baja calidad que responde a las mismas estructuras, el público termina acostumbrándose a ella y no requiere más.
De ahí que los autores críticos aseveren tajantemente que el producto cultural de consumo masivo detiene el crecimiento intelectual de la gente.
La industria cultural, afirman Adorno y Horkheimer, debe producir “algo que sea archiconocido y a la vez que no haya existido nunca”. Es decir, bajo la apariencia de la novedad, la industria cultural repite formas probadas y estereotipadas.
Así, la capacidad crítica del arte se diluye. La distancia entre el sujeto y la obra, fundamento del juicio y la actitud crítica, se disuelve cuando las obras de arte se difunden o adaptan para el consumo masivo. La industria cultural, al contrario que el arte, contribuyen más al conformismo y la apatía que a la elevación del espíritu.
Adorno y Horkheimer dirán que los filmes están hechos de tal forma que solo se necesita una rápida intuición para percibirlos de manera correcta. Por eso, inhiben la actividad mental del espectador, su poder mental del espectador, su poder de crítica y de pensamiento.
Para Adorno y Horkheimer la causa de estos males no residen en la industria cultural en sí misma; más bien, ella se adecua a la exigencias del modo de producción capitalista industrial. Los ritmos repetitivos y la previsibilidad de los productos de la industria cultural preparan y acostumbran a los trabajadores para la serie de tareas monótonas
de la fábrica.
Para Adorno y Horkheimer, la razón moderna no cumple con su promesa de ser el vehículo que conduce a la humanidad a la adultez.
La capacidad del hombre para conocerse y conocer el mundo a través del uso de la crítica y la razón, no derivaron en progreso y bienestar común, sino en barbarie y dominación.
Los medios de comunicación y la industria cultural son los grandes responsables del eclipse de la razón moderna. Alientan la homogeneización y masificación del ser humano, extravían la razón y la capacidad del pensamiento crítico.
La Teoría de la Dependencia
La modernización de los años cincuenta llega a América Latina encarnada en las políticas desarrollistas. Relacionadas con las ventajas macroeconómicas de la posguerra e impulsadas por Estados Unidos, esta postura buscaba promover estrategias “modernizadoras” para sacar a las sociedades “atrasadas” de la precariedad económico-social e integrarlas al modelo capitalista vigente.
A mediados del siglo XX, la mayor parte de la población del continente vive en el campo, es analfabeta y mantiene tradiciones culturales muy diferentes a las de las grandes ciudades.
Desde la perspectiva desarrollista, la pobreza económica de los países latinoamericanos se explica por su atraso cultural; la implantación de la experiencia y la cultura de los países desarrollados garantizarían el crecimiento económico y la modernización.
En este marco, los medios de comunicación cumplirían un papel central en el proceso de “puesta al día” cultural. A través de los medios de comunicación, las masas indígenas y campesinas podían internalizar los patrones y estilos de vida “modernos”, propios de los países desarrollados y occidentales. Según esta visión instrumental, los medios constituyen una pieza clave para la educación y la adaptación de las conductas.
La concepción difusionista suponía la neutralidad de los medios masivos: a mayor difusión de información, cultura y educación a través de los mass media, mayor “desarrollo” y “modernización” de las sociedades latinoamericanas.
En los años sesenta los vientos de cambio avivan los espíritus de los pueblos americanos. En ese contexto de reclamo de autonomía toma cuerpo la “teoría de la dependencia” que busca una explicación a la pobreza del continente.
. Esta teoría cuestiona el modelo de desarrollo lineal según el cual los países “atrasados” debían copiar los modelos económicos y culturales de los países “desarrollados” para salir de la pobreza.
Por el contrario, plantea que el atraso de los países periféricos son la contraparte del desarrollo y el bienestar de los países centrales. La dependencia, según esta postura, es una situación estructural y permanente.
La noción de imperialismo cultural sirve como marco orientador de muchas investigaciones y prácticas de los teóricos de la comunicación latinoamericanos. A través de estos estudios, se denuncia cómo la industria cultural está penetrada por modelos y valores foráneos.
El otro eje de la denuncia giraba alrededor de la propiedad transnacional de los medios de comunicación y el flujo desigual en materia de producción de entretenimiento e información entre los países centrales y los países periféricos.
Por esos años, se instala un debate internacional sobre las comunicaciones: la doctrina liberal de la información descansa sobre la idea del libre flujo de la información, basada en la no regulación del flujo informativo (el 90% de las noticias que llegaban al público latinoamericano proviene de cuatro transnacionales de noticias de Nueva York, Londres y Paris).
El Efecto Ideológico (Hall)
El investigador jamaicano Stuart Hall (1932) que sustituye en 1968 a Hoggart en la dirección del Centro de Birmingham, propone un modelo dinámico para pensar el proceso de comunicación mediática. Con el modelo codificador/decodificador, Hall trata de explicar cómo funciona la actividad de la audiencia frente a la hegemonía. Los mensajes tienen cargas ideológicas, pero el receptor es activo.
Para Hall la comunicación se constituye como una relación entre la codificación y la decodificación. Encontró que la audiencia no sigue fielmente el significado preferido del autor, sino que puede hacer una decodificación diferenciada.
Hay tres códigos básicos (Hall, 1980): el “dominante” (los dueños que tratan de imponer su ideología), el “negociado” (los comunicadores que codifican sus mensajes en géneros: telediarios, magazine…) y el “diferenciado”, que puede ser creado por la audiencia. Ella con sus ideas y experiencia puede interpretar el mensaje de tres formas:
Lectura “preferida”: el destinatario acepta el mensaje dominante haciéndose “cómplice” de él. Descodifica los términos exactos en él que fue codificado. La udiencia se mantiene pasiva.
Lectura o descodificación negociada: el destinatario acepta en parte el código dominante, pero elabora sus propias definiciones.
Descodificación opuesta: el destinatario rechaza el código en el cual el mensaje es enviado. Comprende la lectura construida por el emisor, pero vuelve a definir el mensaje en un contexto alternativo.
Cuando en la descodificación se acepta la codificación propuesta por el emisor – como si fuera “lo natural”-, se produce el efecto ideológico. Este consiste en el borramiento u olvido de las prácticas de codificación.