Por medio de la elección formal del Presidente del Gobierno a través del Parlamento, o con procedimientos tales como la moción de confianza, o rechazando la iniciativa legislativa plebiscitaria, se pretendió reforzar ese carácter parlamentario. Además, el papel del Presidente Federal respecto del Parlamento quedaba reducido y sometido a un férreo control normativo, especialmente en lo relativo a la disolución de las Cámaras legislativas. De cualquier forma, el papel del Parlamento no podía ir en contra de otra de las grandes motivaciones del nuevo régimen: la estabilidad. El Parlamento alemán ha recibido una gran importancia simbólica en la cultura política alemana de la posguerra. Sin embargo, esto no quita que estén en la agenda política todas las críticas que apuntan al cambio de funciones vinculadas al parlamentarismo racionalizado, centradas principalmente en las estructuras del Estado de partidos y su incompatibilidad con la división clásica de poderes.

El Bundestag (Dieta Federal)

El carácter federal de la RFA obliga a una estructura bicameral, si bien solo el Bundestag es una Cámara representativa, pues el Bundesrat es un órgano netamente federal; esto es, no representa a los Estados federados (no se configura a través de unas elecciones) sino a los gobiernos de los mismos.

El federalismo, como forma de organización política, matiza la idea de que existe un solo pueblo que sea titular de la soberanía, matiz recordado por el Tribunal Constitucional Alemán al establecer que los Länder tienen un poder propio que no es delegado por la Federación. En el caso alemán, las funciones del Bundestag son mayores que las del Bundesrat, si bien esta segunda Cámara tiene poder de veto respecto de aquellas leyes que no requieren preceptivamente su apoyo. Pero será el Bundestag el que centre la vida política, pues es ante él donde normalmente comparece el Canciller y los Ministros y donde tienen lugar los principales debates políticos (desde la Ley de Presupuestos al Debate sobre el Estado de la Nación).

El Bundestag se compone de 672 diputados elegidos para cuatro años a través de lo que se conoce como elección proporcional parcialmente personalizada, si bien la cifra final nunca es fija, pues a estos escaños hay que añadirles los llamados “Escaños Sobrantes”, fruto de la diferencia entre los obtenidos en las listas de partido y los obtenidos directamente en las 299 circunscripciones.

Los diputados son representantes de todo el pueblo, no estando ligados a otro mandato que el de su conciencia. Son inviolables, por el ejercicio de su voto o por sus declaraciones políticas en el ejercicio de sus funciones, e inmunes.

Conforme con su carácter de órgano supremo de la Federación, el Bundestag elige a su Presidente, Vicepresidentes y Secretario y establece su reglamento. Al Presidente le corresponden los plenos poderes administrativos y policiales en el Bundestag. De ahí que existan garantías para que no se disuelva anticipadamente, salvo en caso de que el Canciller propuesto no alcance la mayoría necesaria o de que el Canciller pierda una moción de confianza y la Cámara no encuentre sustituto en 48 horas.

La representación del Bundestag corresponde a su Presidente, de quien depende la administración y a quien le compete hacer valer el reglamento interno de funcionamiento. Es elegido por mayoría absoluta y, al igual que ocurriera con el Presidente Federal, su función suele inclinarse a la conciliación y la integración, de acuerdo con el carácter señalado del sistema político alemán como democracia a la defensiva.

Las funciones de la Cámara legislativa, principalmente producción de leyes y control del gobierno, se realizan a través del trabajo en grupos y comisiones parlamentarias, donde es determinante el hecho de que los diputados son reclutados por los partidos políticos. A menudo se plantea la contradicción entre la cooperación de los partidos en la formación de la voluntad política del pueblo y la prohibición de mandato imperativo alguno, sabida la rígida disciplina de partido existente. Detrás de este problema está el hecho de que el liberalismo es una teoría normativa de la realidad, y no positiva, es decir, que inventa la realidad que nombra, no limitándose a describirla desde presupuestos objetivos. De esta forma, alteraciones en algunos de sus supuestos (mandato representativo o representación del conjunto de la nación, por ejemplo) supondría la quiebra total del elemento legitimatorio del sistema, sostenido sobre la ficción de un parlamento homogéneo representativo de todos los intereses, clases e ideologías de la nación.