Análisis de la voz narrativa en ‘Este no es mi bombín’
La voz narrativa en ‘Este no es mi bombín’ de Jon Klassen
“Este bombín no es mío, lo acabo de robar”. Hay que ser muy atrevido para robar un bombín e ir por ahí contándolo tranquilamente. Más, si se lo has robado a alguien mucho más grande que tú y si ese alguien puede comerte de un simple bocado… así empieza Este no es mi bombín de Jon Klassen.
Interacción texto/imagen
Klassen utiliza a la perfección el lenguaje del libro-álbum y compone una obra en la que la interacción texto/imagen, el cambio de encuadre y la secuenciación de las dobles páginas son la base para la construcción de sentido. Lo hace partiendo de la economía textual para escribir con las imágenes y dar así mayor profundidad al lenguaje visual. Retoma, de este modo, lo mejor de la tradición y parte de seguir los pasos de Uri Shulevitz, Pat Hutchins o Ellen Raskin.
La singularidad de Klassen
Como ellos, la singularidad de Klassen proviene, además de la utilización de la ironía, de su enfoque visual de la escritura, en el que el uso de las ilustraciones ayuda a evitar las palabras inútiles y en el que las imágenes se ven completamente connotadas por las pocas palabras que componen la historia textual.
Lectura profunda a través de la ilustración
El lector se adentra en el libro a través del texto, pero rápidamente se da cuenta de que es la ilustración la que le dará las pistas y los elementos para ir más allá de lo que nos está contando el narrador, el pececito que aparece ya en la cubierta, y llevar a cabo una lectura más profunda.
El poder de la mirada
Gran parte de esa información le llegará al lector a través de algo tan aparentemente pequeño pero enormemente profundo como los ojos. Porque si los ojos son el espejo del alma, leer el juego de miradas del conjunto de personajes (sólo tres) que se pasean por las páginas del álbum aporta mucha información de lo que realmente está pasando en el fondo del mar.
Perspectiva externa y elipsis
Klassen sitúa al lector de modo que éste es capaz de ver el viaje de los protagonistas hacia la derecha de la página desde una perspectiva externa, como si fuese el espectador de un teatro. El paso de una escena a otra se potencia con pequeñas elipsis, construidas a través de fueras de campo, la mayor parte de veces externos (para un acercamiento al concepto de fuera de campo en el álbum ver Zaparín, “Fuera de campo: la importancia del espacio en blanco”), que nos ocultan momentáneamente parte de lo que nos está narrando el texto y que al crear expectativas, empujan el relato hacia adelante.
Ejemplo de tensión narrativa
Un muy buen ejemplo de ello son las cuatro dobles páginas en las que conocemos al enorme pez al que el ladrón ha robado su sombrero. Cuatro dobles páginas muy parecidas, en lo que lo único que cambia es la mirada y la cantidad de burbujas que genera la respiración del pez. Y un fuera de campo que se enfatiza con la desaparición del narrador de la imagen, pero con sus palabras resonando en la cabeza del pez robado. Elementos todos ellos que imprimen mucha expresividad al relato y cuatro dobles páginas que, aun siendo casi idénticas, introducen movimiento y, sobre todo, mucha tensión, gracias a la oposición entre lo que estamos viendo y lo que nos está contando el texto. Una tensión que no nos abandonará hasta el final del libro.
Un estudio irónico del género negro
Y es que Este no es mi bombín puede verse, como ya se dijo también de su otro álbum ¿Dónde está mi sombrero?, como un estudio irónico del género negro. Y si en el anterior el lector observaba parte de los interrogatorios que llevaban al oso a descubrir el misterio de la desaparición de su sombrero, aquí Klassen nos presenta a las tres partes implicadas en un misterio: el ladrón, la víctima y el testigo. Aunque la incógnita no se encuentra en saber quién ha robado el sombrero (algo que el ladrón nos cuenta en la primera página), sino en conocer la suerte del ladrón, con quien el lector empatiza rápidamente y por el que sufre cada vez que pasa la página.
Desenlace abierto y tensión dramática
También como en ¿Dónde está mi sombrero?, el desenlace se produce aquí en tres dobles páginas sin texto que refuerzan la tensión dramática y dejan el final abierto a todo tipo de especulaciones. En este sentido, Klassen utiliza de forma magistral la ironía dramática, que deriva del conocimiento diferenciado de una situación por un personaje (en este caso también el narrador) y el público. Una ironía que, además de generar la tensión, tiene efectos cómicos, ya que el autor está dando herramientas al pequeño lector para que se sienta más sabio que el propio narrador, algo que los niños adoran y con lo que se divierten.
Personajes imperfectos y moralina
Los personajes que dibuja el autor son dramáticos y divertidos porque tienen esa ambigüedad que los hace tan evidentemente imperfectos. Un álbum que no pretende llevar hacia ningún tipo de moralina, sino que se aparta de ellas dejando a cada lector la tarea de recomponer el sentido final. Un libro divertidísimo y muy recomendable para compartir con los pequeños y no parar de comentarlo. Responder todas sus preguntas no será tarea fácil, pero seguro que juntos llegan a comprender mejor a ese pequeño ladrón.