Análisis de “Lazarillo de Tormes”
Lazarillo de Tormes
a) Texto
La vida de Lazarillo de Tormes apareció por primera vez en 1554, en cuatro ediciones diferentes. Es muy probable que existiera una edición anterior hoy desconocida. Tuvo un notable éxito, pero pronto, en 1559, fue prohibida. En 1573 volvió a ser permitida su impresión, aunque expurgada. Se editó así desde entonces constantemente, sobre todo a partir de la aparición del Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán. Hasta 1834 no volvió a publicarse en España el texto completo.
b) Fecha de composición
No conocemos a ciencia cierta la fecha de composición del Lazarillo. En la misma obra aparecen ciertas referencias históricas, pero éstas no son concluyentes. Tales referencias llevarían a situar la acción del Lazarillo entre 1510 y, quizá, 1546. Ello haría muy probable que la fecha en la que se escribió la obra fuera bastante próxima a la de las primeras impresiones conocidas, es decir, hacia mediados de siglo.
c) Autoría
El Lazarillo se publicó anónimo y, posteriormente, se ha atribuido a muy diferentes autores. Ninguna de estas atribuciones aporta pruebas completamente convincentes. Las ideas que aparecen en la obra han llevado a los críticos a formular hipótesis sobre las características del autor: un erasmista, un converso o incluso un criptojudío, algún franciscano, un noble descontento con la sociedad de su tiempo…
Fuentes, Estructura y Estilo
a) Fuentes
Muchos de los elementos del Lazarillo proceden de la tradición folclórica. Algunos de los episodios (el episodio de la longaniza, las uvas, etc.) y personajes (la pareja del ciego y el niño) tienen carácter tradicional. Lo novedoso en el Lazarillo es que estos materiales conocidos se integran en una obra de modo trabajado y no son una simple suma de aventuras, sino que cada uno de esos ingredientes añade algo a la constitución de la personalidad del protagonista. El autor del Lazarillo no se limita a ensartar anécdotas, sino que crea un relato compuesto por una serie de episodios perfectamente organizados y jerarquizados.
b) Estructura
La composición del Lazarillo se articula en torno a dos modelos estructurales: la autobiografía y la epístola. Todos los elementos adquieren un sentido porque forman parte de la historia de la vida de un personaje contada por él mismo siguiendo el modelo de una larga carta dirigida a un desconocido Vuestra Merced.
La autobiografía tenía una larga tradición literaria en la literatura castellana: el Libro de buen amor, La lozana andaluza, El crotalón, El viaje de Turquía… Con todo, la fuente directa para la autobiografía del Lazarillo es, seguramente, El asno de oro de Apuleyo, obra cuya traducción fue muy divulgada en la época.
El modelo de la epístola como marco en el que se desarrolla la narración también tenía una larga tradición: los libros sentimentales como la Cárcel de amor o las cartas-coloquio del XVI, en las que un autor contestaba a una pregunta que alguien había hecho previamente.
Además de todos estos elementos tradicionales es notable también en el Lazarillo la presencia de datos tomados directamente de la realidad: lugares y referencias geográficas diversas, personajes de la vida social de la España del XVI, alusiones frecuentes a problemas de la época, referencias históricas concretas, encuadre de los sucesos… De este modo, los abundantes elementos folclóricos o librescos se integran dentro de unas circunstancias y pasan a formar parte de una narración que podría definirse como realista. El Lazarillo sería, pues, el punto de partida de la novela realista europea.
Otro rasgo fundamental corrobora la enorme importancia de esta novela en la constitución del nuevo género literario: es característico de la novela moderna que los personajes se vayan haciendo y modificando a la par de las circunstancias de la vida. Este rasgo se encuentra ya en el Lazarillo, cuyo protagonista va cambiando desde el principio al fin de la obra: el Lázaro niño es muy distinto del Lázaro adulto. La importancia de este hecho se refleja incluso en la estructura misma de la obra. La novela consta de un prólogo y de siete tratados. El último tratado revela que la obra es una carta de contestación en la que se explica un caso: las habladurías en torno a las relaciones de la mujer de Lázaro con el arcipreste de San Salvador. El caso tiene una importancia fundamental porque es el pretexto para que el personaje cuente su historia. Debido a ello, la novela se estructura desde el final, porque los episodios que en ella se incluyen son seleccionados para explicar el caso. Los otros seis tratados pueden dividirse en dos partes: los tres primeros, más extensos, muestran el aprendizaje de Lázaro en la adversidad. En los otros tres, Lázaro empieza a mejorar su nivel de vida. Ha aprendido lo suficiente para sobrevivir, lo que explica que consienta las relaciones adúlteras del arcipreste con su mujer, ya que éste le ha proporcionado un modesto empleo.
c) Estilo
Conviene advertir la diferencia notable del lenguaje de esta obra con respecto a las narraciones habituales de la época. Si en los relatos sentimentales, pastoriles o caballerescos la norma es el estilo elevado con el uso de un lenguaje refinado alejado de la norma habitual, la lengua del Lazarillo es llana, espontánea y carente de artificiosidad, lo que es coherente con la traza realista de la novela.
No obstante, el prólogo está construido de acuerdo con las normas de la retórica clásica y en él el lenguaje es elevado, aunque no exento de ironía.
Ideas y Sentido de la Obra
La palabra con la que se abre el prólogo del Lazarillo es un rotundo yo. A partir de ahí la obra es la historia de un personaje cuyos rasgos lo aproximan a un ser humano de carne y hueso, muy lejos de las figuras estilizadas de los otros relatos de la época.
Este personaje se desarrolla en un medio social concreto que lo condiciona y modifica decisivamente. La obra retrata el proceso de aprendizaje de un individuo y, al mismo tiempo, su adaptación a un entorno social complejo, la España del XVI, hasta concluir con su definitiva integración que se logra a costa de su dignidad, tras haber comprendido y asumido las reglas y formas del mundo. Esta indignidad no es exclusiva de Lázaro, a quien puede disculparse su pobre y azarosa vida, sino que es común, en uno u otro grado, a todos los personajes del libro.
La novela es una aguda y dura crítica de la sociedad de su tiempo, tanto de comportamientos de los personajes, siempre hipócritas e interesados, como del sistema social que los obliga a ello. La obsesión por la honra y la religiosidad, dos mitos centrales de la España del siglo XVI, son el objeto central de la crítica.
La mayor parte de los amos de Lázaro son clérigos y todos explotan, más o menos cruelmente, al muchacho. El anticlericalismo de la obra es evidente, aunque no parece haber intención en el autor de proponer ninguna reforma, sino que solo se percibe el sarcasmo o el desprecio.
Si nobleza e Iglesia son satirizadas, otros estamentos no se libran de la crítica del autor anónimo: la justicia o la vida militar son también puestos en solfa. Otros valores sociales, como el amor o la amistad, no parecen destacar en la obra.
Frente a la visión idealista del mundo de los relatos caballerescos o pastoriles, llenos de sentimientos sublimes, en el Lazarillo los valores que funcionan son los más vulgarmente materiales: la ambición, la avaricia, el dinero, el provecho propio, la astucia, el cinismo… Y la deshumanización, la progresiva destrucción de la personalidad de este ostentoso Yo con que se abre el libro en una sociedad que no ofrece otra alternativa a sus miembros. El autor del Lazarillo pone así de manifiesto, por medio de una comicidad sarcástica, la realidad cruel de la vida española de mediados del siglo XVI.
El modelo de relato propuesto en el Lazarillo es tan innovador que resultó difícil de asimilar y continuar. Casi medio siglo tardará en aparecer la segunda novela picaresca, el Guzmán de Alfarache (1599), y no será hasta el siglo XVII cuando el Lazarillo, en el que no figura ninguna vez la palabra pícaro, tenga una numerosa descendencia.