El Teatro Español en la Década de los 60: Renovación y Transgresión
Nuevas Formas de Expresión Dramática
En la década de los sesenta surge un movimiento de renovación teatral en España, caracterizado por un acercamiento a las corrientes internacionales que se estaban desarrollando durante el siglo, como el teatro épico de Bertolt Brecht, el teatro underground y el teatro del absurdo. Tras finalizar la dictadura, el teatro experimentó una crisis importante, pero en las últimas décadas, los apoyos institucionales han garantizado su supervivencia.
Los nuevos aires de los sesenta traen un alejamiento del teatro comercial y la búsqueda de nuevas formas y técnicas. Surgen los grupos de teatro independiente, colectivos cuya actividad renovadora se desarrolla al margen de los circuitos culturales establecidos, a pesar de los obstáculos políticos y económicos que encuentran. Los grupos más destacados fueron: Els Joglars, Tábano, Los Goliardos y El Teatro Experimental Independiente. Durante la transición, la mayoría de esos grupos fue desapareciendo o reconvirtiéndose en teatros estables.
Características generales de estos grupos:
- La creación colectiva de la obra, en la que todo el grupo aporta ideas para la creación y en la que la improvisación desempeña un papel importante.
- La escasa valoración del texto, que permite potenciar los aspectos más espectaculares del teatro (expresión corporal, danza, música, luces…), inspirados en el cabaret, en el teatro de varietés y la revista.
- Los enfoques críticos que no se limitan a lo político y lo social.
- La ruptura de las convenciones escénicas de espacio y tiempo. Se abandona el teatro a la italiana, por ejemplo, trasladándose el escenario al patio de butacas y buscando la participación del espectador.
Los autores individuales de este periodo se enfrentaron con más obstáculos aún que los representantes del realismo social, ya que continuaron siendo fuertemente críticos y sus novedades estéticas no fueron aceptadas por un público y una crítica muy conservadores. De ahí que podamos hablar de un teatro soterrado o subterráneo. Herederos del teatro del absurdo y del teatro de la crueldad, dos autores españoles, Francisco Nieva y Fernando Arrabal, han creado originales dramaturgias con dificultades de aceptación en el panorama teatral español.
Teatro de los 70: Autores
Francisco Nieva
Francisco Nieva tuvo dificultades para ser aceptado en la escena española: sus obras no tenían el mensaje directo de denuncia social de los realistas, su escenografía era demasiado compleja, y su carga de inmoralidad perturbaba a los organismos oficiales. Su producción dramática conecta con el teatro del absurdo, pero, a diferencia del pesimismo y la resignación de este, en Nieva siempre hay una posibilidad que conduce a la salvación. El tema básico en las obras de Nieva es la represión de la sociedad, que degrada al ser humano al impedir el desarrollo de sus necesidades profundas. Ante ello se erige la transgresión, a menudo debida a la necesidad de una liberación sexual. En las obras de este autor manchego abundan las referencias a una España negra y también a la religión, a las que Nieva critica.
Nieva realiza una elaboración cuidadosa, con técnicas del surrealismo y del absurdo y consigue un estilo particular tanto en el léxico como en sus originales construcciones sintácticas. Piezas significativas son: Pelo de tormenta, Malditas sean Coronada y sus hijas, y La señora Tártara. El simbolismo, los elementos oníricos y la raíz dadaísta caracterizan obras como La carroza del plomo candente.
Fernando Arrabal
Fernando Arrabal, desde sus primeras obras, manifestó un talante innovador apartado del realismo. Caracterizadas por la elementalidad escénica, con decorados sucintos, personajes primitivos y un lenguaje ingenuo con rasgos de un humor procedente del absurdo, se trata de un teatro de seres indefensos, víctimas de opresores ocultos, en el que priman la desazón y la inquietud. Destacan obras como Pic-Nic y Los hombres del triciclo.
Sus creaciones posteriores se encuadran dentro del llamado teatro pánico, el cual recoge ingredientes del teatro del absurdo y de las vanguardias históricas con el propósito de crear un teatro total que exalta la libertad creadora y persigue primordialmente la provocación y el escándalo. Este teatro se caracteriza por la confusión, el humor, el terror, el azar y la euforia, y por la incorporación de elementos surrealistas en el lenguaje.
Arrabal introduce en sus obras elementos expresionistas, formas propias del vodevil y de la revista musical, situaciones eróticas y otros variados recursos que buscan la ruptura con lo convencional y la vulneración de lo considerado tabú. Obras representativas de esta etapa son El Arquitecto y el Emperador de Asiria, entre otras.