Evolución de la Novela Española desde 1936 hasta 1974
Novela Española desde 1936 a 1974
La narrativa de la década de 1930 y la novela de exilio
La novela de los años 30, al igual que la poesía, tendió hacia la rehumanización y el compromiso social, abandonando la deshumanización de los años 20. En esta línea se encuentra la literatura de Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala y Rosa Chacel, quienes, al acabar la guerra, marchan al exilio por su apoyo a la República. Su obra se realiza al margen de la literatura que se hace en España y, en general, tratan con insistencia sobre el tema de la guerra.
La novela española en la posguerra (años 40)
En la inmediata posguerra se hace evidente la ruptura de la natural evolución literaria. Así, la novela no puede enlazar con la narrativa social de los años 30, prohibida por el franquismo, ni parece válida la estética deshumanizada de los años 20. El panorama cultural es desolador: muchos autores se han exiliado y la literatura se encuentra determinada por la presión de la censura, que impide que se pueda expresar una denuncia explícita.
En este panorama, algunas obras reflejan los aspectos más sórdidos y brutales de la realidad para efectuar una reflexión sobre la condición humana: el tremendismo, cuyas principales características son:
- Los temas preferidos son el destino humano y la dificultad de comunicación personal.
- La acción presenta situaciones de gran dureza.
- Los personajes son seres marginados, violentos u oprimidos.
- Se mueven en un espacio limitado, como la celda de una cárcel o un pabellón de un hospital.
- En la narración de los hechos, predomina la primera persona: el personaje cuenta su vida evocando el pasado.
- Se utiliza un lenguaje duro.
En la década de 1940 sólo hay casos excepcionales y aislados, como Camilo José Cela (La familia de Pascual Duarte, 1942, que entronca con el Naturalismo y con algunos aspectos de los esperpentos de Valle Inclán); Gonzalo Torrente Ballester (Javier Mariño, 1943), Carmen Laforet (Nada, 1945), Miguel Delibes (La sombra del ciprés es alargada, 1947). La importancia de algunos de estos autores rebasa los límites de los años cuarenta; así, muchos protagonizarán el desarrollo de la narrativa en las siguientes décadas con nuevas aportaciones al género.
Estas novelas comparten el tono sombrío y existencial, que contrasta con el triunfalismo o la actitud evasiva, general en la novela de éxito de la inmediata posguerra. A estas nuevas voces se les unen poco después otras como la de Ana María Matute. En general, estos novelistas coinciden en reflejar el desolado mundo de la posguerra desde una perspectiva pesimista y existencial; por eso abundan en sus narraciones los personajes desorientados, tristes y frustrados.
La novela social de los años 50
Con la Guerra Fría, en los años 50, España empieza a salir del aislamiento y se incorpora a algunos organismos internacionales, en la órbita de EEUU. El incipiente desarrollo del turismo y la industria conlleva cierta recuperación económica y cambios en los estilos de vida, como las migraciones de los campesinos hacia las ciudades y la difícil inserción de estas personas en los suburbios urbanos.
La narrativa se aleja de preocupaciones existenciales para centrarse en los conflictos sociales y en la denuncia de la injusticia. Los rasgos más característicos son:
- Empleo de técnicas realistas y enfoque objetivo de los hechos: el narrador presenta los acontecimientos sin entrar en valoraciones.
- Desinterés por el análisis psicológico de los personajes.
- Sustitución del protagonista por un personaje colectivo.
- Concentración temporal y espacial de los hechos.
- Sencillez y claridad del lenguaje, e interés por reproducir fielmente el habla coloquial.
- Reflejo de las duras condiciones del proletariado urbano y del campesinado más pobre.
- Retrato de la burguesía más superficial e insolidaria.
Dos novelas marcan la narrativa social de estos años: La Colmena (1951), de C.J. Cela, considerada como la obra precursora de esta tendencia y El Jarama (1956), de Rafael Sánchez Ferlosio.
A lo largo de la década, el realismo social se intensifica y en el año 1954 alcanza su momento cumbre, pues se publican varias obras de este tipo de Ana Mª Matute, Ignacio Aldecoa, Jesús Fdez. Santos, Juan Goytisolo, Carmen Martín Gaite, Caballero Bonald y Juan García Hortelano.
El tema de la novela es la propia sociedad española: la dureza de la vida en el campo, las dificultades de la transformación de los campesinos en trabajadores industriales; la explotación del proletariado y la banalidad de la vida burguesa. El estilo es sencillo, tanto en el lenguaje como en la técnica narrativa, ya que se pretende llegar a un amplio público. Los contenidos testimoniales o críticos son más importantes.
Renovación de los 60: la novela experimental
Durante esta época decae el realismo social y se desarrolla la novela experimental, llamada así porque busca nuevas técnicas y formas de expresión. A este cambio contribuyó la difusión de autores europeos y norteamericanos (Marcel Proust, James Joyce, Franz Kafka y William Faulkner) y el éxito de la narrativa hispanoamericana. A estos nuevos caminos se incorporan escritores de la década precedente.
En esta narrativa el argumento pasa a un segundo término; lo que interesa es jugar con la forma del relato, alterando su estructura y lenguaje. El lector ahora participa activamente en la interpretación de la obra. Las características son, entre otras:
- Multiplicidad de puntos de vista mediante la alternancia de voces de los personajes y del narrador. Se incorpora la segunda persona narrativa; se emplea el estilo indirecto libre, el monólogo interior.
- Destrucción de la linealidad del relato, con técnicas como el flash-back, o la anticipación.
- Tratamiento innovador del lenguaje, que a veces recupera los juegos tipográficos vanguardistas.
- La estructura externa se aleja de la división en capítulos, para emplear secuencias separadas por espacios en blanco o, incluso, no se interrumpe el discurso.
- En la estructura interna se emplean técnicas como el contrapunto (combinación de diversas historias), o el planteamiento estructural abierto (novela sin desenlace).
- Lo no estrictamente literario entra en la literatura (informes, expedientes…).
Entre las obras más destacadas de esta tendencia destacan: Tiempo de silencio (1961), de Luis Martín Santos y Cinco horas con Mario (1966), de Miguel Delibes.
Otros escritores de novela experimental son: Juan Goytisolo: Señas de identidad (1966); Juan Marsé: Últimas tardes con Teresa (1965); Juan Benet: Volverás a Región (1968).
Autores como Cela, Delibes o Torrente Ballester, que ya habían dado muestras de su talento narrativo en décadas anteriores, también colaboraron en la renovación de la novela. Cela cultiva una novela experimental en San Camilo 1936 y en Oficio de tinieblas; Delibes lo hace en Los santos inocentes y en Parábola del náufrago; Torrente Ballester hará de La saga /fuga de J.B. una de las novelas más renovadoras del periodo.
La novela en los años 70
En los últimos años de la dictadura, ciertos autores cultivan la novela de corte tradicional, pero abunda más la experimental e intelectualizada de la década anterior, más atenta a la forma que al contenido; es decir, coexisten distintos estilos y tendencias.
Sin embargo, en los últimos años de la década de los 70, se tendió a escribir un tipo de novela dedicado a contar historias. Pero con la democracia llegó también el desencanto; así, abundan los temas policíacos, la literatura negra, la intriga, la ciencia-ficción…
El inicio del nuevo giro lo marca La verdad sobre el caso Savolta (1975) de Eduardo Mendoza, y más recientemente, Antonio Muñoz Molina, Julio Llamazares, Arturo Pérez Reverte y Manuel Vázquez Montalbán.